Si es cierto y como prueba voy a ponerte esta noticia del 21 de Noviembre 2010 del Diario La República del Perú :

Y un día despertó

Durante cuatro meses permaneció inconsciente. Había estrellado su moto contra un poste. A los padres les recomendaron resignación; Jorge Luis Cabrejo Flores difícilmente despertaría de aquel trance. No sabían que una cirugía podía traerlo de regreso. La oportunidad de operarlo finalmente llegó y el milagro se hizo. Aquí la historia de dos padres que nunca aceptaron resignarse a contemplar cómo se extinguía la vida de su hijo.

Por Karen Espejo.

Hay dolores que dejan tanta o más devastación que la tortura física. Hay sufrimientos más desgarradores que la enfermedad más cruel y prolongada. Uno de ellos es ver la muerte en el rostro del ser que más amas, temer que con cada minuto que pase su vida se apague de a pocos. Jacqueline Flores ha pasado por este trance. Durante cuatro meses se aferró a una esperanza: quería ver a Jorge, su hijo, despertar de la inconsciencia en la que estaba profundamente sumergido.

El 28 de marzo, a las 5 de la mañana, Jorge Cabrejo Flores (24) subió a su motocicleta y partió raudo a comprar medicinas para Jacqueline, su madre. Dicen que se estrelló contra un poste en el cruce de Bolivia con Iquique, en Breña, muy cerca de casa. No hubo testigos. El muchacho es el único que sabe cómo fue el accidente. Pero en el último recuerdo que retiene de esa madrugada está él sujetando el timón de su moto. Después todo es negro, borroso, vacío… No escuchó las sirenas de serenazgo. No vio a los bomberos llevándolo al hospital. No oyó a los médicos discutiendo si declaraban o no su muerte cerebral. Esa madrugada el mundo de Jorge se detuvo. Cayó en estado de coma y quedó atrapado en un cuerpo inerte que ni siquiera respiraba por sí solo.

“A las 11 de la mañana, los doctores me preguntaron si quería donar sus órganos… Me derrumbé. No quería asumirlo”, recuerda Jacqueline. Felizmente su hijo no fue desconectado del respirador que lo mantenía vivo, ni del suero que lo hidrataba por las venas ni de la vía que atravesaba su tráquea para alimentarlo. Jorge fue llevado a Cuidados Intensivos del Hospital de la Policía y allí se quedó, inmóvil e inconsciente, durante un mes. ¿El diagnóstico? Lesión axonal difusa, es decir, las neuronas de su cerebro ya no se comunicaban entre sí a causa del golpe sufrido en la cabeza.

“Tuve que dejar mi trabajo de taxista para estar con mi hijo. Mi esposa y yo dormíamos todas las noches en el hospital esperando que él abriera los ojos, pero no pasaba nada. Me preguntaba si Dios quería llevárselo, y con todo el dolor de mi alma decidí aceptar su voluntad, sea cual fuera”, recuerda su padre, Wilmer Cabrejo.

Decisiones difíciles

“Los médicos dijeron que ya no se podía hacer nada. Pero una madre no entiende eso… En abril mi hijo comenzó a reaccionar”. Jacqueline continúa reviviendo los tensos días que sobrevinieron luego. Jorge abrió los ojos, pero volvió con una mirada sin alma, una mirada vacía. No reconocía a nadie y se quedaba hipnotizado por horas observando un mismo lugar. Todavía no era capaz de pasar saliva, no podía hablar, tampoco pensar. El muchacho había entrado en un estado vegetal activo: seguía inconsciente, aunque ahora su cuerpo se movía de manera involuntaria. Doblaba una pierna o un brazo sin proponérselo. Sus dedos se torcían y adquirían posturas rígidas. La imagen de aquel joven alegre y apasionado, que estaba a punto de graduarse de policía, se empezaba a desdibujar.

Esta vez los médicos les dijeron a Jacqueline y Wilmer que se resignaran, les explicaron que la situación de su hijo era irreversible y que, con suerte, en unos tres años podría sentarse en una silla de ruedas. La resignación solo duró hasta julio. “Nos enteramos de un doctor peruano que despertaba a pacientes vegetales a través de una operación. Varios médicos me dijeron que no lo hiciera, que era inhumano. Hasta recibimos una llamada anónima que nos advirtió que la cirugía no servía… nadie entendía que si no me aferraba a esta única esperanza, perdería a mi hijo para siempre. Y yo no estaba dispuesta a verlo más tiempo postrado en una cama, conectado para siempre a máquinas para vivir”, afirma Jacqueline con la mirada clavada en el cielo, luchando para no derramar una sola lágrima.

Volviendo a la vida

El 15 de julio Jorge fue operado en el Hospital Central de la Fuerza Aérea del Perú por el neurólogo funcional Carlos Zapater. Durante cinco horas, el médico implantó un neuromodulador eléctrico en su columna cervical, exactamente en la base de su cerebro. Este aparato, que es una suerte de marcapasos, envía la energía que requiere su médula para mejorar la circulación sanguínea del cerebro y regenerar la conexión de las neuronas. Zapater estima que, de esta manera, los pacientes vegetativos o en estado de coma despiertan en el lapso de tres a nueve meses, según la gravedad del caso. Pero en Jorge los resultados se vieron a los pocos días.

El 17 de julio, el muchacho se arrancó los tubos que ingresaban por su boca y por su tráquea. En menos de una semana comenzó a respirar sin ayuda, a masticar los alimentos, a seguir con la vista a las personas que entraban y salían de su cuarto, y hasta a decir “mamá” con una voz cavernosa, casi inaudible. “Era increíble verlo regresar a nosotros. Todo fue muy rápido. Ahora sí nos miraba fijamente. Realmente había despertado”, relata emocionada Jacqueline, mientras ayuda a comer a su hijo.

Al lado de nosotros, Wilmer le recuerda a Jorge que debe pasar la saliva. Por momentos le pide que repita las palabras, porque aún no se le entiende claramente. Le pregunta su nombre o su edad, y su hijo no responde hasta que escucha la última sílaba. La rigidez de su pierna y de su brazo ha desaparecido con la rehabilitación física que recibe a diario, y hoy puede dar unos pasos con ayuda de una persona. Todo está empezando de cero. Pero ha vuelto. Esta tarde Jorge está vivo y consciente, recordando que lo primero que vio al despertar fue el rostro de su madre.

No nos quita la mirada de encima, y de pronto grita “Policía Nacional del Perú ¡ra! ¡ra-ra! ¡ra-ra-ra!”. Sus padres lo miran orgullosos. Saben que si un milagro lo libró de la muerte, un poco más de fe podría ayudarlo, dentro de unos años, a reconstruir los sueños que se quebraron con el accidente. El doctor Zapater asegura que sus pacientes van recobrando sus habilidades cognitivas en el lapso de nueve meses, según la gravedad de cada caso. Solo queda esperar un poco más.

Operación milagro

La neuromodulación es una cirugía empleada desde hace 30 años en el mundo para mitigar los dolores del cáncer, controlar los esfínteres de pacientes parapléjicos, y más recientemente el trastorno de movimiento y el deterioro encefálico en Parkinson y Alzheimer. También es usada en países de Asia, en España y, desde el año pasado, en el Perú para despertar a pacientes en estado de coma.

El neurocirujano Carlos Zapater explica que solo podrán ser operados los pacientes con más del 20% del cerebro con irrigación sanguínea. Bajo este método, Zapater asegura haber despertado del coma a seis personas.

El neuromodulador, agrega el especialista, se retira del cuerpo del paciente luego de nueve meses o al cabo de dos años. Durante ese periodo, el aparato es encendido en el día para estimular la conexión de las neuronas, y es apagado en las noches para preservar su energía, sin provocar retornos al estado inconsciente.

La operación cuesta S/. 120 mil y se realiza en el Hospital Central de la Fuerza Aérea del Perú y en la Clínica Los Andes. “Nosotros no podíamos pagarla para mi hijo. Todo se hizo gracias al apoyo del director de la Policía, Miguel Hidalgo, con quien estamos eternamente agradecidos”, precisa Wilmer Cabrejo, padre de Jorge Luis.