Un remedio popular, efectivo si se hace con esmero como lo hacían las abuelitas, es la llamada ventosa, que consiste en encender un fósforo o cerilla y rápidamente taparlo con una copa de aguardiente invertida que se colocará exactamente donde se tiene la sensación de vacío y dolor sobre la costilla. El aire dentro de la copa, estará caliente y expandido, y al enfriarse creará una succión que con un poco de buena suerte reposicionará el hueso. Tener cuidado de no colocar la ventosa sobre espacio intercostal pues la fuerza del vacío podría generar algún tipo de torsión sobre los órganos internos impidiendo eventualmente los latidos del corazón.