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Enfermedades cardiovasculares en el anciano

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INTRODUCCION.

 

Los cambios que están teniendo lugar en los países económica­mente avanzados en las últimas décadas, tales como la mejora de la calidad asistencial y el consiguiente aumento de la esperanza de vida con supervivencias superiores a la séptima década de la vida, junto a un descenso importante tanto de la natalidad como de la mortalidad global, han determinado que en la actualidad estos países tengan una estructura poblacional donde el volumen que los ancianos representan sea cada vez más importante.

En este contexto, España tiene las características de un país "envejecido" utilizando para ello una terminología puramente epidemiológica, ya que el Indice de Envejecimiento (porcentaje de personas mayores de 65 años respecto de su población) ha experimentado un incremento que va desde un 8,2% en 1960 hasta un 14,2% en 1996, situándose a finales del siglo XX en el 15%. Todo esto determina que en la actualidad existan algo más de 5 millones de españoles con edad superior a los 65 años y alrededor de 1 millón que superan los 80 años, datos que de mantenerse las previsiones actuales, en el años 2010 serán de 6,5 millones para las personas de más de 65 años, mientras que los mayores de 80 años se elevaran por encima del 1,5 millón.1 Por otra parte, a este envejecimiento progresivo hay que añadirle el hecho de que la Esperanza de Vida al Nacer en España es una de las cinco primeras del mundo, alcanzándose en la actualidad cifras de 80 años para las mujeres y de 74 para los hombres. Lo cual supone que a los 65 años, edad que hasta ahora se viene considerando como el inicio del envejecimiento, aún puedan quedar entre 15 y 20 años de vida con mayor o menor grado de actividad.  

   A este entorno demográfico hay que sumar el hecho de que las Enfermedades Cardiovasculares (ECV) de forma global, constituyen la primera causa de mortalidad y morbilidad por encima de los 65 años, siendo su proporción tanto más alta cuanto mayor edad se considere.  Así mismo, estas representan el principal motivo de ingreso hospitalario y la primera causa de incapacidad funcional, lo cual conlleva un importante consumo del capitulo destinado a Gasto Sanitario en el conjunto de la población atendida2. Todos estos datos, ilustran de algún modo la importancia tanto cualitativa como cuantitativa que este grupo etario de nuestra población representa tanto en la actualidad como en el futuro. Pero además tal y como se contempla en los últimos estudios y experiencias, en los que se viene aportando cada vez con mayor profusión de datos la necesidad de tratar a la población entre 65 y 75 años como a los pacientes más jóvenes, nos está orientando de alguna forma acerca de la enorme importancia que tiene un adecuado conocimiento tanto de su evaluación diagnóstica, como del correcto manejo terapéutico y de las medidas de prevención que las ECV deben tener en los pacientes ancianos.

     En definitiva nos encontramos en los albores de nuevas etapas que pueden influir en la historia natural de todas las ECV que actualmente conocemos, en las que la edad cronológica es un mal predictor por si solo de la edad fisiológica real y que a los datos que proporcionan las tasas de morbi-mortalidad, habrá que añadir un mejor conocimiento de la evolución en la calidad de vida, así como de las propias expectativas de vida activa que cualquier paciente anciano tenga en cada caso, para poder tomar decisiones adecuadas sobre los diferentes procedimientos preventivos, diagnósticos y terapéuticos a aplicar en los pacientes ancianos con ECV3.

 
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