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Del mito de la inmortalidad al paradigma emergente del cuidado de la vida humana
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Autor: Lic. Neris Marina Ortega
Publicado: 22/05/2008
 

A pesar de que el conocimiento científico reemplazó al mito, estos todavía se encuentran en el inconsciente colectivo de las culturas como una marca genética social que ha ido guardando de generación en generación esta memoria arcaica. La creencia de la inmortalidad ha estado y estará presente en el pensamiento humano a pesar de que se está consciente de que la vida humana en la tierra es finita y que la misma tierra que acobija todos los seres vivos también es mortal.


Del mito de la inmortalidad al paradigma emergente del cuidado de la vida humana.1

Neris Marina Ortega.

 

Licenciada en Enfermería. Magíster en Ciencias de la Enfermería. Doctoranda en Enfermería, Salud y Cuidado Humano, especialista en Prevención del consumo de drogas (Brasil), Profesora. Asociada e investigadora de la Escuela de Enfermería “Dra. Gladys Román de Cisneros”, Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad de Carabobo, Pabellón 12 Campus Barbula, Naguanagua, Valencia Estado Carabobo. Venezuela.

 

Rosa del Valle Rondón de Gómez

 

Licenciada en Enfermería. Magíster en Ciencias de la Enfermería. Doctora en Enfermería, Salud y Cuidado Humano, Profesora e investigadora de la Escuela de Enfermería. Escuela de Enfermería “Dra. Gladys Román de Cisneros”, Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad de Carabobo, Pabellón 12 Campus Barbula, Naguanagua, Valencia Estado Carabobo. Venezuela.

 

Resumen

 

Hurgar en el pensamiento del ser humano en relación con el cuidado de la vida desde sus orígenes, me ha permitido comprender como este pensamiento ha ido evolucionando de acuerdo al contexto sociocultural e histórico donde este se ha encontrado inmerso.

 

A pesar de que el conocimiento científico reemplazó al mito, estos todavía se encuentran en el inconsciente colectivo de las culturas como una marca genética social que ha ido guardando de generación en generación esta memoria arcaica. La creencia de la inmortalidad ha estado y estará presente en el pensamiento humano a pesar de que se está consciente de que la vida humana en la tierra es finita y que la misma tierra que acobija todos los seres vivos también es mortal.

 

Los avances en el pensamiento científico desde Hipócrates hasta nuestros días han demostrado que el objetivo último es la búsqueda de las causas de las cosas, pretendiendo de esta manera dominar la naturaleza, sin importar la repercusión que se tenga sobre la vida como esencia del hombre. El ser humano y lo más sagrado su vida, ha sido reducido y fragmentado, y con esto cosificado. El ser humano fue objetivizado en dos cosas: cuerpo y mente y la vida quedó reducido sólo a lo biológico.

 

Un nuevo pensamiento emerge con una visión del ser humano como ente holístico, caracterizado mas allá de la suma del cuerpo y mente, es el hombre cuerpo-mente-espíritu en una relación integralizadora que cambia completamente el concepto de salud y enfermedad, por una posición diferente ante la vida, un paradigma que rompe la estructura del pensamiento cartesiano, que confronta la memoria arcaica y moderna de la inmortalidad, estoy hablando del cuidado de la vida humana dentro de un enfoque fenomenológico existencial, donde la salud es vista como la fuerza de vivir la vida como se presenta, alegre y trabajosa, saludable y enferma, limitada y abierta o ilimitada después de la muerte. Es una postura ante la vida, no depende de una clase social en particular, depende de una actitud positiva ante la vida, la enfermedad, el sufrimiento y ante la muerte misma.

 

Palabras claves: Cuidado humano, inmortalidad, cuidado de la vida humana

 

From the myth of the immortality to the emerging paradigm of the human life care.

 

Summary

 

Stirring in the thought of the human Being in relation to the care of the life since its origins, has permitted me to understand as this thought has gone evolving according to the sociocultural and historic context where this has been found immersed.

In spite of the fact that the scientific knowledge replaced to the myth, these still are found in the unconscious collective of the cultures as a social genetic mark that has gone saving generation in generation this archaic memory. The belief of the immortality has been and been present in the human thought in spite of the fact that knowledge is had that the human life in the land is finite and that the same land that covers all the alive beings is also mortal. The advances in the thought scientific from Hipocrates to our days have shown that the last objective is the search of the causes of the things, intending in this manner to dominate the nature, without care the repercussion that has on the life as essence of the man. The human Being and it more sacred its life, has been reduced and fragmented and with this dehumanized. The human Being was dehumanized in two elements: body and mind and the life remained reduced only to the biological thing.

 

A new thought emerges with a vision of the human Being as entity integrated, characterized beyond of the sum of the body and mind, is the man body-mind-spirit in a relation integrated that changes completely the concept of health and illness, by a different position before the life, a paradigm that breaks the structure of the cartesian thought, that confronts the modern and archaic memory of the immortality, I’m speaking about the care of the human life inside a focus phenomenological existential, where the health its seen as the force to live the life like is presented, happy and laborious, healthy and sick, limited and open or unlimited after the death. Is a position before the life, does not depend on a social class particularly, depend on a positive attitude before the life, the illness, the suffering and before the same death.

 

Keywords: Care of the human life, immortality, emerging thought

 

 

El pensamiento mítico de la inmortalidad

 

El mito 1 es un fenómeno cultural complejo que puede ser encarado desde varios puntos de vista. En general, es una narración que describe y retrata en lenguaje simbólico el origen de los elementos y supuestos básicos de una cultura. La narración mítica cuenta, por ejemplo, cómo comenzó el mundo, cómo fueron creados seres humanos y animales, y cómo se originaron ciertas costumbres, ritos o formas de las actividades humanas.

 

En la mitología de la inmortalidad, se narran hechos que muchos de ellos tiene que ver con la sangre, con lo sagrado y últimamente con el cuerpo. Por ejemplo en la mitología griega 2 la sangre que emanaba del cuello de medusa cuando fue decapitada por Perseo, la que brotaba por el costado izquierdo mataba y la que brotaba por el costado derecho tenía el poder de sanar, así pues Asclepios el dios de la medicina tomó por separadas esta sangre, y obtuvo el doble poder de curar o quitar la vida. En la actualidad la serpiente que se enrolla en el caduceo representa un símbolo de vida eternamente renovados de la medicina.

 

Sísifo fue castigado por Zeus por haber burlado la muerte dos veces, subir eternamente la misma piedra, que cada vez que llega a la cima se precipita incansablemente hasta llegar al abismo para que todo recomience, no fue castigado por hablar mal del dios Zeus, sino por haber pretendido burlar a la muerte, y con ello, burlar el proceso biológico establecido. Vencer la muerte y conservar eternamente la vida es la obsesión dual como telón de fondo de los mitos de la inmortalidad.  Lo que comenzó como una referencia al arte de la curación, termina con el intento, ejecutado dos veces por la mente griega, de llevar esa curación hasta el extremo ideal: la desaparición del flagelo definitivo de la muerte. Desde la antigüedad la muerte es atacada por el hombre desde la misma raíz. Bajo el disfraz del mito o con el sueño de lo imaginario, el hombre ha tratado siempre de escapar al ciclo cerrado de vida y muerte.

 

Los grandes problemas sustantivos, de fondo, de la ciencia médica gracias a los espectaculares avances tecnológicos, se plantean en la actualidad con mayor agudeza: dar y quitar la vida o su complementario aceptar o retrasar la muerte, por lo que no es exagerado decir, que todo profesional de la salud, actúa como Sísifo: encontrar cualquier recurso para demorar el acto final de toda vida, sujetar, si no definitivamente, al menos, momentáneamente, a la muerte. Prueba del retraso de la muerte la tenemos en los actos de resucitación, los pacientes con ventilación mecánica.

 

Los adelantos científicos han dejado atrás el mito de la sangre y lo sagrado, ahora el cuerpo es manipulado iniciándose una mueva amortalidad 3 tomando en cuenta los principio básico de los tejidos indiferenciado: cultivos de tejidos, las transfusiones, los trasplantes, el desarrollo de tejidos artificiales y comienza también el pensamiento de la transmortalidad con la reproducción clónica de individuos idénticos o la manipulación genética que permite erradicar ciertas enfermedades que no es más que sujetar a la muerte desde el principio mismo de la vida para vivir más.

 

Del pensamiento mítico al pensamiento hipocrático.

 

La medicina griega 2 más primitiva se basaba en la magia y los hechizos. En el pensamiento arcaico la enfermedad obedece, o a un castigo de los dioses o a una causa demoníaca. Homero consideraba que Apolo era el dios de la curación. Los poemas homéricos nos revelan todo un mundo de medicina mágica, empírica y sustentada en poderes divinos. En la Ilíada, sin embargo, se pone de manifiesto un considerable conocimiento del tratamiento de las heridas y otras lesiones a través de la cirugía, ya reconocida como una especialidad distinta de la medicina interna.

 

Después Asclepio suplantó a Apolo como dios de la curación y los sacerdotes practicaban el arte de curar en sus templos. Más tarde, una secta semisacerdotal, denominada Asclepíades, en la que sus miembros se consideraban descendientes del dios de la medicina, practicaba una forma de psicoterapia denominada incubación.

 

En los tiempos presocráticos, en las costas del Asia menor, en la cuidad de Mileto 4 nace la primera expresión de la filosofía. La tradición reserva a Tales de Mileto el privilegio de ser el primer investigador de la naturaleza de las cosas, el dijo que el agua es el elemento y principio de todas las cosas. Anixamandro también nacido en Mileto a mediados del siglo VI, aparece como el primero en dibujar el contorno de la tierra y el mar. Habló del principio arjé: para la sustancia originaria intermedia entre el agua y el aire, pensaba que el Apeiron era la matriz del universo. Anaxímines según testimonio de Aristóteles, sostenía que el aire es la sustancia originaria y la forma básica de la materia: cambia por condensación y rarefacción. Heráclito, predicó la unidad de los opuestos, que tendrá resonancia casi inmediata en la medicina hipocrática, concibe y entiende el cambio profundo y permanente de las cosas. Para Heráclito el fuego es la sustancia fundamental de las cosas.

 

En el siglo VI a.C. la medicina griega se volvió secular por completo; hacían hincapié en la observación clínica y la experiencia. En la colonia griega de Crotona, Alcmaeon sostenía que el mantenimiento de la salud es la repartición por igual de las fuerzas, de lo húmedo y lo seco, de lo frío y lo caliente, de lo amargo y lo dulce y de las demás pues la supremacía de alguna de las dos es destructiva.


Del mito de la inmortalidad al paradigma emergente del cuidado de la vida humana.2

El filósofo griego Empédocles introdujo la tierra como un cuarto elemento y formuló el concepto de que la enfermedad es en primera instancia la expresión de un desequilibrio entre la perfecta armonía de los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra.

 

Hipócrates 2 descendiente de Hércules, hijo de Asclepiades, hombre que con gran justicia ha sido considerado como el padre de la medicina, nació en Cos en el siglo V a. C. Cos y Cnido son las dos escuelas de medicina griega más famosas que florecieron dirigidas por Hipócrates. Estudiantes de ambas escuelas contribuyeron al Corpus hippocraticum (Colección hipocrática). Ninguno de estos trabajos menciona curas sobrenaturales. Se impusieron los valores éticos más elevados a los médicos, quienes tomaron el célebre juramento atribuido a Hipócrates, el juramento hipocrático. El conocimiento de la anatomía humana se basaba en la disección de los animales. La fisiología se basaba en los cuatro humores cardinales, o fluidos del organismo (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra): este concepto procedía de la teoría de Empédocles de los cuatro elementos. Con la medicina hipocrática se constituye el saber técnico y se pasa del mito al logos.

 

Galeno de Pérgamo, también griego, fue el médico más importante de este periodo y el segundo después de Hipócrates en la historia médica de la antigüedad. A pesar de su autoridad indiscutible sobre la medicina de la edad media, sus principales doctrinas precisaron alguna elaboración. Galeno describió los cuatro síntomas clásicos de la inflamación (rubor, dolor, calor y edema) y realizó grandes aportaciones al conocimiento de las enfermedades infecciosas y a la farmacología.

 

Pensamiento mágico, religioso y resurgimiento del pensamiento hipocrático

 

Las cuatro fuentes principales de la filosofía medieval 5 fueron la filosofía clásica y las tres religiones más importantes de la época: el cristianismo, el judaísmo y el Islam. El filósofo medieval tenía una visión del mundo: la religiosa, la cual estuvo muy arraigada en la cultura de la edad media. La mayor figura intelectual de la edad media fue santo Tomás de Aquino, quien unió la ciencia aristotélica y la teología agustiniana en un amplio sistema de pensamiento que más tarde se convirtió en la filosofía autorizada de la Iglesia católica.  

A la infiltración progresiva en el mundo romano de una serie de pueblos extranjeros sucedió un periodo de estancamiento de las ciencias. La medicina occidental en los albores de la edad media 6 consistía en folclore, mezclado con una pobre comprensión de lo poco que se conocía de las enseñanzas clásicas. Incluso en la refinada Constantinopla las epidemias sirvieron para iniciar el resurgimiento de las prácticas mágicas. Sólo algunos médicos griegos extranjeros mantuvieron la antigua tradición frente a la creciente decadencia moral, la superstición y el estancamiento intelectual.

 

En el siglo VII, una extensa parte de Oriente fue conquistada por los árabes. En Persia, los árabes aprendieron medicina griega en la escuela de los nestorianos cristianos. Estas escuelas habían guardado muchos textos perdidos en la destrucción de la biblioteca de Alejandría.. Entre los médicos arabistas más celebres hay que citar: Al-Razi, famoso médico y escritor, el primero en identificar la viruela y el sarampión. y Avicena, cuyo famoso Canon de la medicina permaneció como el compendio oficial de las doctrinas de Hipócrates, Aristóteles y Galeno. Los arabistas del siglo XII fueron Avenzoar, primero en describir el parásito causante de la sarna y de los primeros en cuestionarse la autoridad de Galeno; Averroes, el más insigne comentarista de Aristóteles; el discípulo de Averroes, Maimónides, cuyos trabajos sobre nutrición, higiene y toxicología fueron muy leídos.

 

Europa sufrió en los comienzos del medioevo una completa desorganización de la fraternidad médica laica. Para cubrir la necesidad imperiosa de asistencia médica apareció una forma de medicina eclesiástica 7 la cual se extendió con rapidez por distintas instituciones de caridad destinadas al cuidado de los leprosos y de otras enfermedades.

 

 A principios del siglo XI, Salerno se convirtió en la primera facultad de medicina occidental. La enseñanza fue, al principio, práctica y secular y se centraba en la nutrición y en la higiene personal. En el siglo XII, la formación médica era teórica y escolástica en su mayor parte y se expandió hasta llegar a la Facultad de Medicina de Montpellier y más tarde a las universidades de París, Oxford y Bolonia.

 

 En el siglo XIII, se autorizó y apoyó la disección de cadáveres humanos y se dictaron estrictas medidas para el control de la higiene pública, pese a lo cual la medicina escolástica permaneció como expresión lógica del antiguo dogma.

 

Florecimiento del arte y adoración del cuerpo

 

El término renacimiento se utiliza fundamentalmente para describir el periodo en el que tuvo lugar un espectacular florecimiento de la vida artística e intelectual en Europa. El avance del saber, sobre todo de las ciencias naturales, impulsó en última instancia lo que se conoce actualmente por la revolución científica El método inductivo de Bacón representó un avance fundamental en ciencia al ser muy significativo en la mejora de las hipótesis.

 

Durante el renacimiento 8 no se produjo un cambio abrupto en el pensamiento médico, hubo un resurgimiento de las doctrinas de Hipócrates. Los artistas del renacimiento volvieron al estudio de la anatomía humana. Leonardo da Vinci realizó destacados y precisos dibujos anatómicos basados en la disección del cuerpo humano.

 

La publicación en 1543 del tratado de anatomía Humani corporis fabrica libri septem, obra del anatomista belga Andrés Vesalio, fue un hito en la historia médica. Demostró de manera evidente centenares de errores de la anatomía de Galeno junto a su contemporáneo Gabriel Falopio. Durante su tormentosa carrera, el médico y alquimista suizo Paracelso, fundador de la farmacoterapia, rompió con los tratados clásicos sobre medicina, descubriendo nuevos remedios químicos y defendiendo que las enfermedades se debían a agentes externos al cuerpo. Ambroise Paré, cirujano francés, facilitó la amputación quirúrgica gracias al uso del fórceps y al empleo de la ligadura, en lugar de la cauterización, para frenar la hemorragia.

 

La desacralización de la tierra, el pensamiento cartesiano y la racionalidad.

 

Los descubrimientos del astrónomo polaco Nicolás Copérnico 10 de que la tierra no era el centro del universo, el astrónomo y físico italiano Galileo y el matemático inglés Isaac Newton, la medicina del siglo XVIII se esforzó en adaptarse a la investigación científica.

 

Posteriormente Descartes 9 (1596-1650), filósofo, científico y matemático francés, considerado el fundador de la filosofía moderna trató de aplicar a la filosofía los procedimientos racionales inductivos de la ciencia y, más concretamente, de las matemáticas. Descartes busca en ella un nuevo método que le permita alcanzar la certeza y un nuevo fundamento de racionalidad. Para ello emplea el procedimiento de la duda hasta encontrar la única verdad de la que puede estar cierto: el famoso argumento “Cogito, ergo “Cogito, ergo sum” (“Pienso, luego existo”). Descartes se plantea la visión mecanicista del Universo y suscribe las tesis de Galileo. Más tarde Auguste Comte (1798-1857), filósofo francés, considerado el fundador del positivismo y de la sociología considera que el científico o positivo, supone el triunfo de la racionalidad positiva, en tanto que los hombres no buscan el origen del Universo sino las “leyes efectivas” de los fenómenos.

 

Este pensamiento cartesiano, newtoniano y positivista influye grandemente en el siglo XIX y XX, contribuyendo en un significativo avance de la ciencia y la biotecnología. Las contribuciones de la medicina de este periodo destacan el establecimiento de la patología por el anatomista y patólogo italiano Giambattista Morgagni 11; los estudios de fisiología experimental del naturista y biólogo italiano Lazzaro Spallanzani, quien refutó la doctrina de la generación espontánea; la investigación en fisiología neuromuscular del científico suizo Albrecht von Haller y los estudios de la tensión arterial del botánico, químico y fisiólogo británico Stephen Hales.

 

En 1796 el médico británico Edward Jenner descubrió el principio de la vacunación como medida preventiva frente a la viruela. Su contribución posibilitó el control de esta temida enfermedad y estableció la ciencia de la inmunización.

 

Muchos de los descubrimientos realizados en el siglo XIX hicieron posible los importantes avances en el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad y de los métodos quirúrgicos. Hacia 1819, el médico francés René Théophile Hyacinthe Laënnec inventó el fonendoscopio, todavía hoy el instrumento más usado por los médicos. Numerosos clínicos británicos importantes asimilaron los nuevos métodos de diagnóstico de enfermedades; como resultado, sus nombres se convirtieron en familiares para la identificación de determinadas enfermedades.

 

La teoría de la evolución de Charles Darwin reavivó el interés por la ciencia de la anatomía y la fisiología comparadas; los experimentos sobre el cruce de plantas del biólogo austriaco Gregor Johann Mendel tuvieron un efecto similar ya que estimularon los estudios sobre la genética humana y la herencia.

 

De igual importancia son las contribuciones de Pasteur y del médico y bacteriólogo alemán Robert Koch en el campo de la bacteriología; el desarrollo de este campo se considera el avance individual más importante en la historia de la medicina. En pocas décadas, se aislaron las causas de procesos tan conocidos como el carbunco, la difteria, la tuberculosis, la enfermedad de Hansen (lepra) y la peste.

 

Un descubrimiento fundamental del siglo XX 12 fue el conocimiento de la transmisión de los caracteres hereditarios. En 1953 el físico inglés Francis Harry Compton Crick y el biólogo estadounidense James Dewey Watson propusieron una estructura química del ADN que explicaba cómo se transportaba la información genética. En la década de 1990 se inició el Proyecto Genoma Humano que tenía como objetivo identificar la localización de los genes humanos en los cromosomas.

 

Critica al pensamiento científico ¿qué pasó con el cuidado de la vida humana?

 

El pensamiento científico en relación con el cuidado de la vida desde Hipócrates hasta nuestros días ha sido desarrollado por lo que se puede llamar la sociedad del conocimiento. La acción, el poder y el dominio sobre el mundo, son privilegiados frente a la contemplación y el respeto. Se trata de transformar la naturaleza para beneficiarse de ella, siendo un elemento primordial de esa transformación la ciencia. En el campo biomédico, la biología y la medicina son instrumentos no solo para vencer la enfermedad, sino que llevados por su inspiración se convierten en verdaderos medios de modificación y transformación de la propia naturaleza humana. Ya no solo se trata de ayudar a recobrar la salud tratando a la naturaleza, sino que se interviene sustituyéndola o manipulándola.

 

En el campo antropológico la persona se concibe desde una perspectiva cartesiana. El hombre aparece identificado sin más con su dimensión pensante, relegando la corporalidad al mundo exterior como una cosa más de este mundo. En rigor, dentro del esquema cartesiano 13, ya no se habla del hombre, sino del “yo” del “ego”, la “res cogitans” estrictamente opuesta a la “res extensa” no es el hombre, porque el hombre tiene un cuerpo extenso; es sólo el “yo”. Y de este queda excluido la corporeidad, que aparece unida más bien a “lo otro del yo”, a lo que podríamos llamar “mundo”. Además, cuando la realidad se estructura desde la propia subjetividad, lo externo a ella queda a merced del ego que la fundamenta. El cuerpo en primer lugar, adquiere la categoría de la mundanidad y se convierte en un útil entre otros útiles 14. Este esquema produce una ruptura entre la razón y el cuerpo, que da lugar a dos conceptos equívocos: La reducción espiritualista de la persona (solo es conciencia) y la reducción ficista del cuerpo (solo biología).


Del mito de la inmortalidad al paradigma emergente del cuidado de la vida humana.3

De esta manera el cuerpo no es algo que la persona es, sino algo que ella tiene, es un mero instrumento al servicio de los valores racionales. La vida humana tiene una dimensión biológica, que no es esencialmente personal. Esto hace que el cuerpo entre bajo los dominios de la técnica y de la ciencia. La realidad corporal vida-salud y enfermedad, son solo cuestiones técnicas. La dimensión corporal del hombre queda así cosificada, es decir, reducida a puro material, sujetos a criterios de eficiencia y utilidad. Quien instaura esos criterios? La libertad.

La vida humana se concibe como un terreno donde es posible intervenir siempre y cuando la libertad del individuo o la sociedad lo determine. No hay límites éticos absolutos, pues la vida humana está en el campo del “tener”, de la propiedad. La vida humana se cosifica, es terreno para la técnica y la ciencia, según los deseos de la libertad. Podemos decir, que sobre la vida humana confluyen el poder de la ciencia y una ética autónoma que justifica el uso de la ciencia, no en beneficio de la vida humana sino en función de las directrices y apreciación de una conciencia autónoma. La vida humana no se identifica con la sustancia del ser personal, es un apéndice de ella.

 

Se valora la vida humana en términos de utilidad biológica: solo es válida la vida humana que tiene cierta calidad, según unos parámetros. La vida per se no tiene un valor absoluto, es relativa a algo. Con este presupuesto se pierde el respeto a la diversidad biológica, y se concibe la vida humana, bajo el prisma eugenésico con los peligros que esto trae. Si es cierto que los conocimientos científicos o las intervenciones biomédicas plantean interrogantes o dudas a una determinada cultura o posibilitan ciertas intervenciones, en este caso que nos ocupa en relación a la vida, es el mismo contexto cultural el que procesa estos nuevos descubrimientos y da una repuesta a esa pregunta. Preguntar que hace la ciencia biomédica, y que ella es incapaz de responder, pues hacen referencia a su sentido y valor, trascendiendo las respuestas al saber biomédico 14.

 

La ciencia se ha convertido en una actividad analítica que en su conocimiento realiza una tarea no de distinción sino de atomización o separación de la realidad. Los hechos se reducen a diversas causas, se pierde la visión universal y existe el peligro del reduccionismo. La consecuencia es que el mundo en cierta manera pierde su halo de misterio y se entra en una época en que este es desacralizado. La emancipación del hombre del medio y su modificación no solo es una tentación más o menos estéril sino algo que pueda satisfacerse. Este cienticismo se apoya en la afirmación implícita de que todo conocimiento científico es bueno y además toda la realidad debe ser conocida bajo el paradigma de la ciencia.

 

El cuidado humano como pensamientos emergentes de las ciencias de la salud en el siglo XXI.

 

El enfoque tecnocientífico del modernismo en el siglo XXI en relación con la salud están siendo cuestionados posibilitando en esta nueva era paradigmas emergentes. Sin embargo, existe una prevalencia del paradigma positivista cuya tradición y herencia de pensamiento es bastante fuerte en comunidades más conservadoras.

 

La antropología dualista cartesiana y el reduccionismo 13 componen las principales características de ese paradigma. El hombre de esta manera fue cosificado, separado y cortado en pedazos, de allí el nacimiento de las especialidades y lo más grave aun del especialísimo.

 

De hecho la hiperespecialización impide ver tanto lo global, que fragmenta en parcelas, como lo esencial, que disuelve; impide inclusive tratar correctamente los problemas particulares que solo pueden ser planteados y pensados en un contexto. Los problemas esenciales nunca son parcelados y los problemas globales son cada vez más esenciales. Mientras que la cultura general incita a la búsqueda de la contextualización de cualquier información o de cualquier idea, la cultura científica y técnica disciplinaria parcela, desune y compartimenta los saberes haciendo cada vez más difícil su contextualización 13.

 

Esta fragmentación de los saberes ha brutalizados a los seres humanos, profesionales de la salud y educación, entre otros, han tornado sus prácticas bastantes mecanizadas, impersonales, pocos creativas y a veces deshumanizadas. Se precisa rescatar entonces el sentido de la vida humana y en esa dimensión el interés y el cuidado. Indudablemente, las ciencias de la salud atraviesan una crisis 13, de fragmentación, oriunda de la fantasía de separatividad que culmina en la neurosis del paraíso perdido. Es una crisis ética que envuelve todo el modo de vida y de pensamiento, resultando en una desintegración cultural, ética, ecológica que ha perjudicado la espiritualidad del hombre y de la mujer.

 

En esta crisis, el cuidado humano emerge como un paradigma holístico de una filosofía integralizadora. Entendiendo el holismo como la manera que cada ser humano busca el comprenderse mejor y de entender la posición que ocupa en el mundo que vive. Cuando hablamos del cuidado de la vida humana 15, dejamos el dualismo cartesiano y el reduccionismo que nos llevó a la separación del cuerpo y la mente y la cosificación del ser humano. El cuerpo sería una parte del ser humano pero no es su totalidad, en las ciencias contemporáneas se prefiere hablar de corporeidad para expresar al ser humano como un ser vivo y orgánico. Se habla de hombre-cuerpo, hombre-alma-espíritu para designar las dimensiones totales del ser humano.

 

El cuerpo en este pensamiento emergente, es aquella porción del universo que nos anima, informa, concientiza y personaliza. Un maestro del espíritu, refiere que cuidar el cuerpo de alguien, es prestar atención al soplo que lo anima. El cuerpo está formado por el polvo cósmico 15 que antecedió la formación de las galaxias, de las estrellas y del planeta. El hierro, el fósforo, el calcio el carbono y el oxigeno demuestran que somos verdaderamente cósmico.

 

El cuerpo vivo es también subjetividad. Se dice que el cuerpo es nuestra memoria más arcaica, pues en su todo y en sus partes guarda información (ADN) de largos procesos evolutivos (genes chatarra, el 8º molar, el cerebro reptil).

 

A través del cuerpo se muestra la fragilidad humana. La vida corporal es mortal, ella va perdiendo su capital energético, sus equilibrios, enferma y finalmente muere. Con la muerte no viene el fin de la vida, ella comienza en su primer momento. Cuando nacemos comenzamos a morir lentamente hasta que acabamos por morir completamente. La aceptación de la mortalidad de la vida nos hace entender de forma diferente la salud y la enfermedad.

 

La enfermedad 15 significa un daño a la totalidad de la existencia. No es el pecho que duele cuando sufro un infarto, soy yo en mi totalidad existencial que sufro. Por lo tanto, no es una parte que está enferma, es la vida misma que enferma en todas sus dimensiones: en la relación con sí mismo, ya que experimenta los límites de la vida mortal, en relación con la sociedad, porque se aísla, deja de trabajar y tiene que tratarse en un centro de salud, en relación con el sentido global de la vida, porque se pregunta ¿Por qué exactamente yo estoy enferma?

 

La enfermedad necesariamente remite a la salud. Toda cura debe reintegrar las dimensiones de la vida a nivel personal, social y en lo fundamental que es el respeto al sentido supremo de la existencia. Por eso el primer paso consiste en reforzar la dimensión salud para que cure la dimensión enfermedad. Para reforzar la dimensión salud, debemos enriquecer nuestra dimensión de la salud. No podemos entenderla como la ideología dominante con sus técnicas sofisticadas, de ingesta de vitaminas, de dietas y de ejercicios. La salud debe ser concebida como salud total, como si fuese un fin en sí misma, sin responder a la pregunta básica ¿Qué hago en la vida con mi salud?, nos debemos distanciar de la conocida definición de salud de la Organización Mundial de la Salud “Salud es el completo estado de bienestar físico, espiritual y social y no solamente la ausencia de enfermedades”.

 

Esa comprensión no es realista, ya que no toma en cuenta las preocupaciones, el dolor, el sufrimiento del espíritu humano y la muerte dentro de la definición. Esta definición ve la salud como un estado y no como un proceso permanente de busca de equilibrio dinámico entre todos los factores que componen la vida humana.

 

Salud y cuidado designan el proceso de adaptación y de integración de la más diversas situaciones, en las cuales se da la salud, la enfermedad, el sufrimiento, la recuperación el envejecimiento y el caminar tranquilo para el gran pasaje de la muerte. Salud por lo tanto no es un estado ni un acto existencial, es una actitud que hace que en varias situaciones pueden ser de enfermedad o saludable. Ser persona no es simplemente tener salud, es saber enfrentar saludablemente la enfermedad y la salud. Ser saludable significa realizar un sentido de vida que englobe la salud, la enfermedad y la muerte. Alguien puede estar mortalmente enfermo y ser saludable, porque con esta situación de muerte crece, se humaniza y sabe dar sentido a aquello que padece.

 

Salud es la fuerza de vivir la vida como se presenta, alegre y trabajosa, saludable y enferma limitada y abierta o ilimitada después de la muerte. Es una postura ante la vida, no depende de una clase social en particular, depende de una actitud positiva ante la vida, la enfermedad, el sufrimiento y ante la muerte misma. Qué significa entonces cuidar la vida humana, creo que una dura tarea, ya que implica: cuidar la vida que lo anima, cuidar del conjunto de relaciones como realidad circundante, relaciones que pasan por la higiene, por la alimentación, por el aire que respiramos, por la forma como nos vestimos, por la manera como organizamos nuestra casa y nos situamos en un determinado espacio ecológico.

 

Ese cuidado refuerza nuestra identidad como seres que nos relacionamos por todos los lados. Cuidar significa la búsqueda de la asimilación creativa de todo lo que nos pueda ocurrir en la vida, compromisos y trabajo, encuentros significativos y crisis existenciales, sucesos y fracasos, salud y sufrimiento. No cabe duda de que la vida humana es compleja, muy relacionada con esos misterios de Dios y de la vida a que él alude. Para poder extasiarse ante ella hay que renunciar al mundo establecido, el de la acción, el de las prisas incontenibles, el de los intereses, el de las urgencias y detenerse a reflexionar, a mirar con ilusión renovada y un tanto poéticamente a nuestro alrededor, también a lo más irrelevante. Sólo entonces estaremos en condiciones de exclamar, con Hermes Trimegisto: "Mágnum, o Asclepi, miraculum est homo!: ¡el hombre, oh Asclepio, es un gran milagro!" Y el saber cuidar la vida como la esencia del hombre es parte de este gran milagro.

 

Bibliografía consultada

 

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6.- ABBAGNANO, Nicola, (1996). Historia de la filosofía. 4 vols. Barcelona.

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14.-PASTOR G, Luis Miguel. (1997). La bioética y sus principios. Editorial Mosby/doyma. Madrid España.

15.-BOFF, Leonardo, (1999). Saber Cuidar. Ética de lo Humano-Compasión por la tierra. Editorial Vozes. Brasil.