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Sensibilidad. Valor condicional del Equipo de Salud para el Cuidado Humano
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Autor: Lic. Orelis Mercedes Alvarez Canache
Publicado: 22/07/2008
 

En el siguiente ensayo intento acercarme a la reflexión del ejercicio profesional del equipo de salud el cual adolece actualmente de un proceso de deshumanización en la sociedad globalizada; principalmente, en las sociedades desarrolladas en las cuales prevalecen los estilos de vida materialista, el hedonismo, el vacío espiritual y la cultura de la banalidad. En este contexto, la salud ha sido convertida en una costosa mercancía por un mercado perverso que ha hecho de la codicia lucrativa. Me he propuesto el tema de sensibilidad valor condicional del equipo de salud para el cuidado humano en algunas de sus concepciones filosóficas, con el objeto de inducir la reflexión consciente mediante las lecturas directa del texto que le permita encontrar el contenido manifiesto y latente de elementos de análisis que contribuyan a darle resignificado a la sensibilidad como valor condicional para el cuidado. En el contexto encontraran referencia sobre la dimensión filosófica que permita fortalecer la práctica del equipo de salud apoyándonos en una ciencia como la bioética.


Sensibilidad. Valor condicional del Equipo de Salud para el Cuidado Humano

Sensibilidad: valor condicional del Equipo de Salud para el Cuidado Humano.

 

Orelis Mercedes Alvarez Canache 1, Gladys Román de Cisneros 2

 

  1. Licenciada en Enfermería. Magíster en Cuidado Integral al Adulto Críticamente Enfermo en la Universidad de Carabobo. Doctoranda en Enfermería Área de Concentración Salud y Cuidado Humano, Docente Titular de Pre grado e investigadora del Dpto. Salud Integral del Adulto de la Escuela de Enfermería, Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Carabobo. Venezuela. Miembro de la Comisión de Investigación del Dpto. Instructora y Organizadora del Curso de Gerencia y Liderazgo de la Región Aragua. Investigadora de la línea de investigación Práctica de Enfermería, Cuidado Humano, Salud y Educación. Autora de texto y Artículos en esta línea. Ponente en Eventos Regionales y Nacionales. Presidenta del comité científico del I Congreso Regional del Edo. Aragua.

 

  1. Enfermera Profesional, Especialista en Educación Avanzada en Enfermería. Escuela de Salud Pública Universidad Central de Venezuela. Licenciada en Enfermería Universidad de los Andes. Magíster en Enfermería en Administración de los servicios de Enfermería Universidad de Boston U.S.A. Doctora Honoris Causa Universidad de Carabobo. Docente titular Jubilada a Dedicación Exclusiva Universidad de Carabobo. Asesora de la Comisión del Programa Doctoral de Enfermería, Escuela de Enfermería, Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Carabobo (UC). Venezuela. Miembra de la Unidad de Investigación en Enfermería (UNIVE). Miembro de la Unidad de Investigación en Gerontología y Geriatría (UNINGER).

 

Doctorado en Enfermería, Área de Concentración Salud y Cuidado Humano, Áreas de Estudios Avanzados de Postgrado, Universidad de Carabobo; Facultad de Ciencias de la Salud, Escuela de Enfermería, Psiquiátrico de Bárbula, Modulo Nš 8. Valencia. Estado Carabobo- Venezuela

 

Resumen

 

En el siguiente ensayo intento acercarme a la reflexión del ejercicio profesional del equipo de salud el cual adolece actualmente de un proceso de deshumanización en la sociedad globalizada; principalmente, en las sociedades desarrolladas en las cuales prevalecen los estilos de vida materialista, el hedonismo, el vacío espiritual y la cultura de la banalidad. En este contexto, la salud ha sido convertida en una costosa mercancía por un mercado perverso que ha hecho de la codicia lucrativa. Me he propuesto el tema de sensibilidad valor condicional del equipo de salud para el cuidado humano en algunas de sus concepciones filosóficas, con el objeto de inducir la reflexión consciente mediante las lecturas directa del texto que le permita encontrar el contenido manifiesto y latente de elementos de análisis que contribuyan a darle resignificado a la sensibilidad como valor condicional para el cuidado. En el contexto encontraran referencia sobre la dimensión filosófica que permita fortalecer la práctica del equipo de salud apoyándonos en una ciencia como la bioética.

 

Palabras clave: Sensibilidad, humanismo, Cuidado

 

Sensitivity: A conditional value of the health care team for human care.

 

Orelis Mercedes Alvarez Canache, Gladys Roman de Cisneros

 

Key words: Sensitivity, humanism, Skin

 

 

Sensibilidad: valor condicional del Equipo de Salud para el Cuidado Humano

 

Durante los últimos 50 años, gran parte de los profesionales de la salud, progresivamente han perdido la imagen humanista que los identificó con el modelo hipocrático durante milenios, para ser considerados como simples técnicos, ávidos de reconocimiento económico y profesional, adheridos al modelo racional cientificista y divorciado de la sensibilidad humana, consustancial al ejercicio de los profesionales de la salud, cuyo humanismo sustentaron para la posteridad los más calificados cultores del pensamiento ecuménico, tales corno Hipócrates, Aristóteles, Platón o Gracián. Ellos aportaron los conceptos esenciales que definen la espiritualidad humana.

 

Asimismo, humanistas y personalidades paradigmáticas como Honorio Delgado, entre otros, han enfatizado con esclarecida sapiencia que la esencia del humanismo es el amor al prójimo, razón de ser del acto del equipo de salud, a través de los tiempos.

 

El ejercicio profesional del equipo de salud adolece actualmente de un proceso de deshumanización en la sociedad globalizada; principalmente, en las sociedades desarrolladas en las cuales prevalecen los estilos de vida materialista, el hedonismo, el vacío espiritual y la cultura de la banalidad. En este contexto, la salud ha sido convertida en una costosa mercancía por un mercado perverso que ha hecho de la codicia lucrativa. Por su lado, la gran mayoría de los miembros del equipo de salud se han adherido críticamente a la tecnología de punta y han abandonado su esencia humanista, en desmedro de su identidad profesional. El costo de esta enajenación es muy elevado, porque de este modo el profesional de salud se niega a sí mismo, proyectando una imagen profesional que a menudo es percibida por la comunidad como mercantilista, y su fin prioritario es buscar un mayor status socioeconómico y aprovechamiento personal, carente de sensibilidad humana.

 

Las sociedades del tercer mundo no sociales menos favorecidos son ajenas a este proceso de deshumanización del equipo de salud, en perjuicio de los sectores, para los cuales el acceso a los servicios de salud a menudo es inalcanzable; no obstante la abrumadora retórica en sentido contrario.

 

Los cambios políticos, sociales, económicos y laborales que se pusieron en práctica durante los últimos años en nuestro país, han tenido como consecuencia que en los establecimientos de salud pública y de seguridad social, el trabajo del equipo de salud se efectúe en condiciones paupérrimas y con limitaciones que hace inviable una atención con calidad.

 

De igual modo, las remuneraciones laborales atentan contra la dignidad del profesional de la salud, afectando su autoestima, motivación, expectativas de superación personal, el acceso a la capacitación continúa y a la alta competitividad. La creación desmedida de facultades de enfermería, medicina y otras, son otros factores estructurales de la deshumanización del equipo de salud.

 

De otro lado, la insensibilidad humana prevalece en todos los niveles de atención de los servicios de salud: asistencial, administrativo y de apoyo. El Humanismo Integral, que procura el equilibrio entre lo pragmático y lo teórico, entre la ratio técnica y la verdad o razón alethéitica, anhela, igualmente, que "la ciega investigación de la verdad científica no olvide su responsabilidad humana y su dignidad". (Einstein).


 


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Pone el acento en el espíritu crítico y la creatividad, dentro de un momento científico, en donde la prospectiva es la utopía más la verificación, en donde la cibernética misma apela, como medio de investigación y descubrimiento, al razonamiento por analogía considerado por mucho tiempo como del dominio exclusivo de la poesía. Creatividad que, se ha evidenciado, exige un pensamiento crítico, científico, a veces dado con la anuencia o complementariedad del pensamiento ilógico, incluso, no racional, circundado por una razón poética como visión del mundo, en acechanza permanente del "asombro" que hoy se llama "creación", invención.

De donde, más que nunca, la razón poética ha de asistir a la razón científica, y viceversa, en aras de una unidad de conocimiento humano sobre la base del diálogo y la unidad de las ciencias. De donde, urge decidirse por la sensibilidad artística en función del Proyecto de Vida, del Proyecto Creador, en los que cada hombre ha de afianzar su vocación, al interior de un contexto, comprometido, crítica y participativamente.

 

Atento el hombre a su vibracionalidad, en cuanto eje y flecha de la evolución, inmerso en el gran flujo de creación de la humanidad; entre ansiedades, inseguridades, angustias y hecatombes, un día da con la luz o la luz da con él. Llámese metanoia, conversión, encuentro personal, cambio interior, íntima revolución en sinergia fecundante de co-creación, manía humana ha sido siempre la de captar y realizar la unidad de la persona que llevamos, que exhibimos en heterorrelación constante, dentro de la mántica encarnada en la simpatía filo-ontogenética de la razón humana. Materializando el espíritu o espiritualizando la materia, damos con nuestro yo, esa sensibilidad humana comprensible sólo al interior de un sistema total orgánico, donde convergen por igual las distintas facultades espirituales. Capacitado para sentir, susceptible al sentimiento y la emoción, dotado de voluntad, intelecto e imaginación, el hombre es capaz de auto-conciencia, de sensibilidad, en cuanto germen ésta de racionalidad, pasaje de lo sensible a lo racional en gradual continúo

 

A partir de la percepción, suma selectiva de sensaciones, como por ensayo y error, por tanteo, el hombre va desde una sensibilidad externa a una interna, alcanzando una genérica - sintética, gracias a su tacto personal, tacto seguro del que depende que podamos fijar la sensación de nuestra existencia, la radiografía de nuestra humanidad, en búsqueda de estrategias vitales de auto - realización, dentro del mejor autodiagnóstico existencial, en comunión con los demás hombres. En un como vaivén existencial, el sentido del tacto -fundamento del entero comportamiento humano- nos permite permear el real hasta aproximarnos o adentrarnos en nuestro fuero personal interno, dar con los fundamentos de esa "fuerza que tiene el espíritu de ponerse en contacto, de una manera u otra, con el ser circunstante, penetrarlo y posesionarlo", es decir, dar con su sensibilidad, la que a la larga le permite someterse a la prueba del real para confirmar su propia naturaleza emocional sensitiva, donde el "sentido común" emerge como el vértice de una sensibilidad externa, al tiempo que umbral de la sensibilidad interna.

 

La memoria como conciencia del pasado, influye en nuestro presente, junto con todas las huellas psíquicas hechas rutinas y hábito, aprendizaje, código y clave de comprensión socio-humana. La imaginación en cuanto facultad de representación de los objetos y fenómenos ausentes, inexistentes, dota a la memoria de una carga imaginativa que va configurando al hombre de fantasía o de imaginación creadora gracias a nuestras potencialidades intrínsecas. Surge, entonces, el momento de la emoción y el sentimiento, esa afirmación espontánea inmediata de quien percibe lo que percibe, de quien constata su ser, en orden a un juicio particular de valor, la vía estimativa o cogitativa considerada punto supremo de sensibilidad, inicio de la racionalidad. Fuerza estimativa que evoca la antigua "caña pensante" que, al interior del sentimiento, configura el juicio estético, dándole validez a la sensibilidad interna con toda su peculiaridad de representación, conciencia e inclinación.

 

El sentimiento, así, recoge en una unidad singular los datos de los sentidos externos y todas las síntesis parciales de los internos, gracias a esa "ratio particularis", fuerza totalizadora de la esfera de las operaciones sensibles del hombre que, quiérase o no, inflama de racionalidad a las facultades sensitivas, dándole significado a las operaciones endógenas y exógenas, transformándolas en signos expresivos de interioridad del sujeto. Fuerza que, desde otro ángulo, va a ser "la capacidad de participar en las emociones de los demás o de simpatizar", más aún, de participar y acoplarse con la totalidad de humor que colorea las expresiones socioculturales anímicas de una época, un aquí y un ahora.

 

M. Blondel atribuye a la sensibilidad un rol propedéutico con relación al conocimiento racional y científico, donde la vida psíquica humana es el resultado de una ósmosis entre hombre y cosmos, estando la vida consciente precedida de aquella inconsciente y fisiológica siendo los sentidos externos puntos de partida psicológicos. Justamente, el punto de partida real no puede ser dado sino por el cuerpo, globalmente considerado a través del encuentro del yo con el mundo; estado real y complejo del cual, en sinergia constructiva, fecundante, nacen las diferentes energías preliminares que dan vida a la conciencia.

 

De donde, con el italiano Sante Babolin, podríamos concebir la sensibilidad humana como "aquella tendencia del espíritu, radical, originaria, única e indeterminada, que funciona, actualizándose y especificándose, en todas las facultades humanas, sensitivas y racionales, como un denominador y vínculo de unidad". Siendo así que aquel algo de común existente entre las potencias de nuestra animación -sentir, conocer y querer- manifiesto en la actividad perceptiva, es lo que configura la sensibilidad humana, la nota esencial y constitutiva del espíritu humano, equivalente a la misma naturaleza humana singular. Diríase que el mundo de las cosas y el de las ideas, lo sensible y lo inteligible, encuentran en la sensibilidad la clave gnoseológica en la que converge la explicación del conocimiento.

 

A partir de estas premisas, cabe indagar acerca del papel de la sensibilidad en la persona humana, en la búsqueda de la visión del mundo de cada hombre. La sensibilidad debería ser la plataforma real que nos permita la toma de la conciencia del ideal interior junto con el descubrimiento y posicionamiento de los medios expresivos, del lenguaje adecuado al diseño de nuestro Proyecto de Vida, a partir del reconocimiento de nuestras propias potencialidades, en una genuina libertad que nos permita pronunciarnos frente al propio destino. A través del papel activo de la sensibilidad externa, por medio de abstracciones y selecciones perceptivas, podrá el hombre alcanzar el mejor desenvolvimiento de su ratio particularis, de su diferencia individual en consonancia con el contexto existente inmediato y mediato.

 

Dentro del más racional reconocimiento del sufrimiento y flexibilidad humana, progresivamente, el hombre debería ir despejando las incógnitas de su propia creación y destino; de su auto-creación, desindividualización, co-creación y socio-creación. Allí es donde, en sano Humanismo Integral, la creación artística puede llegar a ser objetivación de la experiencia estética en aras de creación global. La vocación humana estribaría en una gestión de vocación artística en función del Proyecto Creador de cada hombre.

 

La gloria del vivir nacería, entonces, desde el corazón del hombre como fruto de su misma sensibilidad, de su templanza y perseverancia, de su valor y entereza; de la conciencia de ese gran dolor en viaje, de esa lúgubre letanía del dolor humano, donde sólo el liviano equipaje de la libertad le permitiría pronunciarse frente al propio destino, hasta alcanzar algún día la explosión del triunfo.

 

Surgiría, así, la visión de un hombre artífice de su propio destino, arquitecto de su propia vida, de manos con la lámpara de la sensibilidad, dando cada día con su arte, con su mejor yo. Entonces, podría corroborarse que el paradigma real de la existencia humana no sea otro que la sumatoria de los intríngulis conscientes signados por la sensibilidad en función de Vocación Creadora. Tarea del hombre sería vivir en permanente búsqueda de completitud humana, en creciente realización. La vocación podría entonces ser definida como la permanente atención que el hombre brinda o depara al llamado personal, sociogénico, con miras a un sinérgico desarrollo colectivo.

 

Evolución y Metanoia

 

A pesar de que sepamos que la "humanidad nace sobre todo en las horas de crisis", difícil para el hombre de hoy elegir, encontrarse a sí mismo, participar en la hechura de un mundo cada día más violento, donde la misma "economía del conocimiento" nos presenta una ingente brecha. Entre tanto, el éxito del hombre estriba en entrever su propio sueño, en llegar a un cambio interior, a una conversión, a una metanoia, en lenguaje paulino, capaz de llevarlo a una revolución de su estado de conciencia, en función de una sinergia optimizadora de su realización colectiva y práctica diaria.

 

 


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Equivaldría a una experiencia de liberación capaz de plasmar una autenticidad, una unanimidad y una verdad, dignas de trascendencia y de advenimiento histórico. Es decir, un real estado naciente entendido éste como "un estado de transición del social en el que se constituya una solidaridad alternativa y una exploración de las fronteras del posible dentro de un cierto tipo de sistema social, a fin de maximizar lo que de aquella solidaridad sea realizable en un momento histórico determinado".

 

Estado Naciente que respondería a un real Humanismo Positivo Integral, caracterizado por una individualización (ego-creación), una desindividualización (co-creación) y una contextualización o creación social (socio-creación).

 

Para ello, es indispensable el concepto de autoestima: esa energía, fuerza interna, proveniente del organismo mismo, que organiza todos sus procesos, les proporciona sentido y dirección, les ordena y orienta, dando lugar a la experiencia, integrándola a su contexto propio individual. Energía que se afianza en dos sub-sistemas interdependientes: el sí mismo y el contexto, representado en el tiempo, el espacio, los aprendizajes, las experiencias del otro, las alternativas, los recursos, valores y normas: un campo de fuerzas que proporciona actualidad, especialidad, originalidad y creatividad a nuestra experiencia total.

 

Sistemáticamente, a partir del sí mismo y del contexto individual, de pareja, familiar, organizacional y social, en orden a niveles de complejidad creciente, respondemos a una cultura y a una ecología, donde la autoestima, conscientemente entendida y vivida, nos libera de cualquier catástrofe, individual o social, permitiéndonos llegar a ser, es decir, encontrarnos, hacernos, realizarnos en optimismo existencial, en Humanismo Integral, lejos del miedo al universo o a lo humano mecanizante y absorbente. 

 

Los profesionales universitarios, especialmente los que se relacionan con el campo de la salud, deben participar en la discusión de estos temas y en la toma de las respectivas decisiones. Para que estas decisiones sean en lo posible lo más acertadas, no deben ser exclusivas del ámbito de unos pocos, científicos o políticos, sino la resultante de consideraciones pluridisciplinarias ya que, para realizar este análisis, no bastan las reglas cotidianas de la moral tradicional; se requiere de un conocimiento mucho más amplio y complejo de las intrincadas relaciones entre variadas disciplinas científicas y humanísticas, así como del análisis de las consecuencias sociales o personales que estas situaciones puedan acarrear.

 

Abordar temas tan variados y extensos, que abarcan prácticamente la totalidad de las relaciones, eventos y problemas implicados en el surgimiento, desarrollo, realización y extinción de la vida humana individual y colectiva, y de las condiciones que la hacen posible, requiere de la Bioética. Ello no significa que esta disciplina sea una especie de cóctel de saberles entre los cuales, con la pretensión de interdisciplinariedad, se busque definir lo lícito de lo ilícito[i]; ni que la Bioética sea un apéndice de alguna ciencia. Por eso, para encontrar la solución adecuada a un dilema bioético, es imprescindible despojarse de haberes fragmentarios y reduccioncitas y abrirse a la reflexión analítica de cada situación en particular. Pero este análisis no podrá hacerse si no se sabe bioética y, si ésta no se aprende, existe el peligro de que decisiones trascendentales que afectarán profundamente la vida del hombre, sean la consecuencia de un saber experimental cuyo objetivo es obtener resultados operativos en término de aprobación numérica de las decisiones, es decir, de la estrategia equívoca y oscura del consenso, que reduce al hombre a una dimensión exclusivamente práctica.

 

Las decisiones que de alguna manera inciden sobre la vida misma, deben ser el resultado de la reflexión apoyada en el conocimiento, la sabiduría y la prudencia. En vista de que el desarrollo del conocimiento científico-tecnológico en el campo de la salud hace cada vez más complejo el juicio ético envuelto en la asistencia, en la docencia, en la investigación, en la administración y en los aspectos gremiales, el juicio ético requiere de un adiestramiento axiológico tan exigente como el científico del juicio clínico. Por otra parte, la enseñanza de los aspectos éticos en las profesiones de la salud se basa, tal como sucede con los aspectos científico-técnicos de estas profesiones, no solo en una metodología precisa sino también y sobre todo, en el ejemplo de los educadores. Lamentablemente, por omisión la mayoría de las veces, y otras por desconocimiento, nuestros profesores universitarios no garantizan este aspecto de la enseñanza.

 

Por lo tanto deben exhibir determinadas actitudes fundamentales para promover conductas éticas en los demás. Con la visión puesta en estos objetivos, será necesario elaborar una teoría, de la cual se pueda derivar una metodología dirigida a mejorar el desempeño profesional en el conjunto de actividades técnicas y científicas cuyo objetivo es el conocimiento y estudio del hombre como un ser multidimensional, donde lo biológico y lo psíquico se entrelazan con lo sociocultural y espiritual, e inciden con mayor o menor intensidad en su proyecto de vida, produciendo consecuencias positivas, negativas o neutras en este proyecto.

 

Esta metodología debe tener como finalidad primera, infundir en los futuros profesionales, a través del entrenamiento sistemático integrado a los componentes del currículo, la noción del deber y el hábito de reflexionar sobre acciones y situaciones, antes de opinar o decidir en una determinada dirección acerca de los hechos que pueden afectar al hombre y su espacio vital.

 

Las escuelas venezolanas de enfermería, medicina y otras deben autointerpelarse con el objeto de evaluar la calidad humana del profesional de salud que están formando; deben sintonizarse con el país y con el mundo, adecuándose a las exigencias éticas que demanda la atención del profesional de salud actual, y deben hacerlo en un espacio unitario de triple libertad: libertad de conciencia, de pensamiento y de expresión.

 

La moralidad de una persona se exterioriza a través de la actitud que ésta adopta frente a una determinada situación, pues una persona con buenas intenciones que nunca actúa con base en ellas, no es plenamente una persona moral. El actuar de un modo determinado se basa en los valores morales que tenga esa persona, entendiendo por "valor moral" una preferencia permanente para una conducta en concreto o para una selección, que responde a una tendencia en creer en la bondad o maldad de una acción, estado o situación. Tampoco es moral una persona que sólo conoce intelectualmente la virtud, pues para considerarse moral, es preciso que realice actos virtuosos y que los haga habitualmente. La bioética es la disciplina llamada a revertir estas tendencias.

 

La bioética no es deontología, la incluye, pero no se reduce a ella, porque no se limita al método clásico de los códigos. La bioética no es ética profesional, pues ésta generalmente defiende a ultranza ciertos valores preestablecidos. La bioética no ofrece un conjunto de recetas simplistas, valores rígidamente establecidos o fórmulas hechas, que indican claramente lo que está bien y lo que está mal. Tampoco es un conjunto de mandamientos o de prohibiciones absolutas, ni una serie de afirmaciones subjetivas e irreductiblemente relativas. La bioética trasciende a la persona como ser individual, y se refleja como testimonio de vida, impulsando la comprensión, la tolerancia, el respeto, la solidaridad y la justicia. La Bioética es la disciplina que estudia los problemas éticos que se suscitan en el ámbito de la vida del hombre y tiene una herencia biológica, social y espiritual que se evidencia en todas las culturas, religiones y escritos antiguos.

 

En un proceso de educación continua, la bioética es necesaria para percibir y construir valores que conduzcan a un cambio de actitudes traducido en comportamientos adecuados para el bienestar íntegro personal, familiar, profesional y social.

 

Para lograr ese clima institucional es imprescindible que todos los docentes de esa institución tengan en común el saber práctico bioético, y ésa no es la realidad actual. Por el contrario, en Venezuela lo que se percibe generalmente es un absoluto desconocimiento acerca de lo más elemental del saber bioético. Esta es una verdad que no podemos ignorar ni obviar, de tal forma que, pretender construir un ambiente institucional de práctica de la bioética de manera universal en cada componente del currículo, en ausencia del saber bioético en los docentes, no solo práctico sino también teórico, es una utopía que raya en la ingenuidad. Pero también es muy inconveniente mantener la posición de que, siendo la bioética una práctica que en buena parte se aprende, o se enseña a través de modelos de actitudes coherentes con sus principios, no puede incluirse en el currículo porque no hay docentes con formación bioética, pues de esa manera nunca lograremos que ese currículo esté sumergido en la bioética.

 


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Es necesario entonces, erigir la plataforma sobre la cual se apoye la integración curricular del saber bioético, y esa plataforma tiene dos componentes fundamentales: los docentes y los futuros profesionales, es decir, los estudiantes.

 

Se requiere por lo tanto formar en bioética a los docentes actuales, independientemente del área de salud de desempeño, para erradicar en ellos el vacío que ha dejado la ausencia de esta disciplina; despertar su curiosidad hacia la bioética que, aunque fundamental en la carrera, en la mayoría de los casos ni ellos mismos la perciben como necesaria, porque con frecuencia ignoran su existencia.

 

Como ciencia, la bioética comprende aspectos teóricos y conocimientos prácticos que orientan la acción, relacionándola con la teoría. Aprender la teoría es tan solo una cuestión intelectual, pero la práctica, es decir, la forma como se realiza la acción, dependerá del juicio de quien la efectúa y de su voluntad para hacerla de una determinada manera.

 

El componente teórico de la bioética se refiere a los principios fundamentales y a las normas que regulan la praxis y en este sentido la bioética es una ciencia pluridisciplinaria que necesita tanto de las ciencias biológicas como de las humanísticas en la consideración del hombre como poseedor de una dignidad. Es pues competencia de muchas disciplinas, entre otras, la filosofía, la antropología, el derecho, la biología, las ciencias de la salud, la sociología, etc.

 

Generalmente, las circunstancias en las cuales se ejecutan las actividades del equipo de Salud son diferentes entre sí y, además, imposibles de predecir. En consecuencia, la dimensión práctica de la bioética requiere la adquisición de hábitos de reflexión y análisis de la correspondiente teoría, por eso es tan importante el paradigma de un obrar apegado al modelo reflexivo y de análisis de las circunstancias en cada caso en particular, transmitido continuamente por el docente; sobre todo en aquellos casos en los cuales la acción incide directamente sobre la vida de la persona, y esto ocurre en la casi totalidad de las acciones bioéticas. En consecuencia, enseñar la dimensión práctica de la bioética significa enseñar hábitos y actitudes en resguardo de la dignidad de las personas.

 

Para reflexionar con propiedad y con resultados que comporten utilidad y bienestar para la humanidad, meta final de la bioética, además de conocer la ciencia sobre la cual se reflexiona y los hechos involucrados en la reflexión; es obligante contar con una metodología que le dé rigurosidad a la reflexión y la sistematice, a fin de obtener resultados válidos y comparables, reduciendo al mínimo el margen de error. Se trata, tal como lo propone David Perkins, de un conocimiento generador que incluye retención, comprensión y uso del conocimiento.

 

La Bioética es la herramienta para rescatar de la frialdad de lo científico y lo tecnológico, la fundamentación humanística, porque cultiva la reflexión y el análisis y, situándose en lo antropológico para comprender lo ontológico, busca el nivel tolerable de lo lícito desde lo inexorable de la ciencia y la tecnología.

 

Siendo que la bioética es la ética aplicada a un quehacer determinado, podría pensarse que se trata de una ciencia infusa que no puede aprenderse y por lo tanto no tiene sentido enseñarla, y también puede argumentarse que no es necesario saber bioética para actuar éticamente. Desde luego que, si bien el saber teórico es condición indispensable para la praxis de ese saber, no es suficiente para dirigir la acción, pues para que ésta se realice es indispensable la voluntad de hacerlo.

 

Si aceptamos que esto es así, podemos postular que, para actuar bioéticamente, se requiere de un conocimiento que integre las dimensiones del intelecto y de la voluntad. Esto implica la adquisición de hábitos intelectuales y de hábitos éticos capaces de dirigir la dimensión práctica de la Bioética, y estamos convencidos de que estos hábitos pueden adquirirse. Además, es perfectamente factible enseñar y aprender lo teórico y normativo de la bioética, si se hace con un criterio amplio que permita superar los escollos derivados de la gran variedad de posiciones filosóficas e ideológicos presentes en los educandos, a fin de presentar principios que puedan ser aceptados por todos como fundamentales y universales.

 

Si en el campo de la salud la bioética es la praxis de la ética, y la ética es la filosofía de la moral; la enseñanza de la bioética debe estar dirigida, por una parte, a inculcar en el estudiante de las diferentes carrera de salud la necesidad de cumplir con las obligaciones de la profesión en el marco de una relación humana basada en el respeto hacia las personas en resguardo de su dignidad, y por otra, a resolver determinadas situaciones en las cuales el dilema ético es el problema fundamental.

 

Por lo tanto, la enseñanza de la bioética no debe incluirse como una parcela dentro del currículo de estas profesiones, sino que debe constituirse en una política de educación, a fin de que la atención sanitaria se ejerza con responsabilidad y excelencia.

 

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