Discriminacion y rechazo en la relacion medico-paciente con VIH-SIDA. Implicaciones y propuesta etica
Autor: Dra. Sara Gabriela María Eugenia del Real Sánchez | Publicado:  23/09/2008 | Etica, Bioetica. Etica medica. Etica en Enfermeria , Otras Especialidades | |
Discriminacion y rechazo en relacion medico-paciente con VIH-SIDA. Implicaciones. Propuesta etica.2

Discriminación y rechazo en la relación médico y paciente con VIH/SIDA

 

El médico, en su práctica cotidiana, se expone a sufrir contagios de un sinnúmero de enfermedades, por lo que debe asumir las posibilidades de riesgo como parte de su trabajo. Debe, por eso, aprender a trabajar y a cuidarse a través de medidas preventivas y barreras de protección recomendadas para el tratamiento de padecimientos infectocontagiosos. (12) A pesar de que se cuenta con dichas medidas y barreras, en el caso del VIH/SIDA, muchos médicos niegan atención, tratamiento o intervenciones quirúrgicas a los pacientes que lo requieren. Las razones son las mismas que se han esgrimido a lo largo de la historia, durante las grandes epidemias: falta de conocimiento de la enfermedad, mitos sobre los modos de transmisión y prejuicios sobre la forma de ser y estilos de vida; los resultados convierten a los pacientes en objetos de actitudes discriminatorias y de rechazo. (4)

 

Por médico, ese conoce a un individuo cuyo saber científico, habilidades y disposición se dirigen al cuidado de una persona enferma. Por relación médico-paciente, se entiende aquella interacción que se establece entre el tratante y el sufriente con el fin de prevenir la enfermedad, devolverle la salud y aliviar su padecimiento, aun a riesgo de hacer suyo el sufrimiento. Esta relación implica, como parte primordial, la ética médica en general, de acuerdo al carácter específico del quehacer médico.

 

La relación médico-paciente, en tanto implica a dos personas, conlleva la impronta del contexto social donde se desarrolla. Esta situación exige que el médico asuma, con plena claridad y precisión, varios factores; en principio, la estructura de sus valores, después la conciencia de la forma en que sus juicios personales definen a una persona, con base en el principio de identificación, y, además, la manera en que ambos, valores y juicios, influyen en las decisiones sobre su actuar en la práctica profesional; estos aspectos le impiden, consecuentemente, ver las cosas desde la perspectiva del enfermo. (13)

 

En la relación médico y paciente con VIH/SIDA, se evidencia una serie de tensiones que se reflejan en actitudes negativas, de discriminación y rechazo, por parte del médico, durante la atención que debe brindar:

 

Cuando el clínico se sitúa frente al cuerpo enfermo de su paciente pone en marcha prácticas culturales cargadas de sentido, socialmente creadas e incorporadas a su forma de ser, las mismas que se proyectan durante el acto médico, estableciendo tres tipos de juicios: social, científico y subjetivo. (14)

 

En el primero, la sociedad con base en sus representaciones, establece una anormalidad que no corresponde forzosamente a una enfermedad.

 

En el segundo, la enfermedad que se manifiesta en un paciente es identificada por los conocimientos y habilidad del médico para diagnosticar, y mediante el tratamiento indicado obtener el alivio, curación o rehabilitación del enfermo.

 

En el tercero: el juicio social se ve confirmado por el médico (miembro de la sociedad) quien percibe que algo diferente a lo establecido como norma ocurre en el paciente, por lo que lo cataloga como un individuo diferente a los demás. Por tanto su respuesta en el trato corresponde a la discriminación y el rechazo. (15)

 

Estudios, encuestas e informes elaborados por instituciones mundiales como ONUSIDA, organizaciones no gubernamentales como vivo positivo y otros investigadores, han presentado evidencias de un comportamiento médico similar al que se ve en la sociedad. Los motivos encontrados son los mismos que predisponen a cualquier persona a rechazar a un individuo del que se conoce es seropositivo; desconocimiento sobre los modos de transmisión o contagio, el temor real de contagiarse de una enfermedad incurable y el temor simbólico de ser identificado con un grupo social que sale de la norma moral por su estilo de vida, sexualidad y prácticas de riesgo. (4,5,11,16,17)

 

Este tipo de confusiones origina conductas inapropiadas como la discriminación y el rechazo, actitudes relacionadas con el miedo a la transmisión y a la desaprobación de los estilos de vida reales o presuntos de las personas que padecen esta enfermedad y son una barrera importante en la atención.

 

La mayor parte de la literatura sobre el tema presenta evidencias de este comportamiento, identificándolo, describiéndolo y derivándolo hacia el ámbito de los derechos humanos en tanto conlleva falta de confidencialidad, implica obligatoriedad de la prueba de VIH, y atenta contra la dignidad de la persona; (4,5,11) sin embargo, no se lleva a cabo una exhaustiva revisión ética desde la filosofía y la bioética, lo cual genera un vacío en el código profesional. Este vacío repercute, indiscutiblemente, en la interacción médico-paciente, el cuidado de la salud y la pretensión de respeto a la dignidad humana.

 

De este modo, se puede aseverar que la preparación académico-profesional del médico también evidencia una deficiencia ética y humanística 15 que permite que se exacerben estas conductas e impide responder, adecuadamente, en la relación médico y paciente con VIH/SIDA, a los problemas planteados por la discriminación y el rechazo.

 

Implicaciones éticas

 

El hecho de que el VIH/SIDA sea una enfermedad que a diferencia de otras, y en la mayoría de las veces, se adquiera como consecuencia de la decisión deliberada de ejercer conductas de riesgo, no exime a los profesionales de la salud de la obligación de atender a estos pacientes. Negar los cuidados a alguien porque lleve una conducta peligrosa es una grave vulneración al deber-ser del médico y pone en riesgo la ya de por sí deteriorada salud del paciente.

 

La discriminación y rechazo en la relación médico-paciente con VIH-SIDA atentan contra la dignidad de la persona enferma y ponen en riesgo su ya de por sí deficiente estado de salud, alejándolo de un nivel de vida digna y comprometen la identidad del médico.

 

Estas actitudes son improcedentes desde el punto de vista de los valores y principios éticos que guían tanto las responsabilidades personales como las de la práctica médica.

 

La correcta actuación de los profesionales en el caso de VIH/SIDA, como en todos los casos de enfermedad, estipula aplicar su ciencia y atención para curar el mal; si no es posible, entonces prevenir y aliviar sus efectos, acompañando y consolando al paciente. (4)

 

Sin embargo, cuando se discrimina y se rechaza a un paciente con VIH/SIDA, se actúa contra la promesa y el juramento del profesional de la salud, originándose un problema ético, porque se ponen en juego no únicamente la responsabilidad y los deberes para con el prójimo, sino también la honestidad y la integridad de la persona que se comprometió. Se traiciona la confianza y la esperanza del enfermo (el que obliga) que solicita ayuda y cuidados para recuperar su salud o aliviar su padecimiento. (18,19)

 

Además, el médico se traiciona a sí mismo, a sus valores y principios, así como a la convicción de auxiliar al prójimo como objetivo de vida al pronunciarse y actuar falsamente. La discriminación y el rechazo introducen la violencia en el trato y en el respeto de la persona enferma, atentan contra su dignidad, ponen en mayor riesgo su salud y la distancian de las posibilidades de alcanzar una vida buena.

 

Por tanto, los problemas generados en la relación médico-paciente con VIH/SIDA deben abordarse desde la perspectiva de la identidad del médico, dado que es éste quien se encuentra en una posición de relativa superioridad con respecto al paciente, lo cual le confiere la posibilidad de ejercer, por prejuicios sociales, acciones que dañen la salud del enfermo.


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