Cultura y Sociedad
Autor: Dr. Leonardo Strejilevich | Publicado:  11/02/2009 | Otras Especialidades | |
Cultura y Sociedad


Cultura y Sociedad

 

Leonardo  Strejilevich

 


La cultura es una síntesis de un tesoro heredado. La cultura puede ser entendida como el conjunto de ideas y formas de vida del ser humano. La cultura es una instancia en la que cada grupo social, que son muchos y diferentes, organiza su identidad nutriéndose de repertorios interculturales. Lo importante y trascendente es proporcionar en los espacios sociales contextos adecuados dentro de los cuales esos grupos puedan ejercer sus oportunidades creativas y de desarrollo cultural. Otra cosa es la provisión de entretenimiento que la industria cultural pone a disposición de consumidores predispuestos en un intento más de cosificación ya que, entre otras cosas, la industria cultural organiza y administra el ocio para una vida más productiva de un grupo social minoritario al decir de Theodor Adorno.

 

El hombre y su comunidad contemporánea crea, construye y atesora cultura dentro de un cuadro preexistente razón por la cual es vana toda pretensión de una cultura puramente autóctona y sólo dependiente del presente. Desconocer o menospreciar las herencias es inconducente pero desdeñar nuestra raíz americana es peor aún. Nuestra América aspiró a construir hombres universales pero con sabor a su propia tierra, con sabor nativo, genuino y carácter propio sin localismos, sin pintoresquismos trasnochados y envejecidos apasionamientos patrioteros. La cultura americana debería constituir una unidad integrada a la cultura universal pero afirmada en lo original y en lo suyo en identidad y pertenencia conjugando lo propio con lo recibido de otros.

 

La Argentina, como otros países, no es un único país, sino una serie de países superpuestos. Traducir lo que se ve o se escucha con palabras, traducir cultura, es difícil; cada pueblo tiene una manera de entender el mundo. Cuanto mayor carga simbólica tenga la cultura de los pueblos, cuando más abstracción conlleven, tanto más difícil será su lectura e interpretación. El noroeste de nuestro país fue el núcleo geopolítico y fundacional de lo que después fue la Argentina. Fue la región más activa y más dinámica comercialmente, porque estaba vinculada al Potosí, al Perú. Fue también la región más poblada y de una relativa prosperidad durante mucho tiempo. Buenos Aires emergió después, con el puerto, como un centro económico y administrativo muy importante. Rescatar el trasfondo histórico permite recuperar la identidad y la pertenencia y, al mismo tiempo,  plantear un nuevo regionalismo, dinámico, moderno y abierto al mundo.

 

En el campo de la política cultural de Argentina, se ha intentado forzar desde siempre a las comunidades marginadas y a los pueblos originarios a acceder y aceptar la cultura de elite, sin respetar que esas comunidades tienen su propia cultura y producen sus propias obras. La noción de diversidad cultural implica reconocer que se construye cultura en todos lados aún en los pueblos más apartados y olvidados.

 

Es difícil articular una buena cantidad de variables para una comprensión de la Argentina; los argentinos, casi todos nosotros, somos protagonistas de un mestizaje cultural creativo y enriquecedor; somos una experiencia social y cultural única. La Argentina es un escenario de una confluencia de etnias, religiones y culturas basada históricamente en el exterminio de una masa indígena importante y la inmigración masiva. La riqueza de los argentinos se basa en las bondades de su tierra y su clima; la mezcla de personas diversas y plurales nos ha dado una identidad única y quizás privilegiada.

 

La raíz de la actitud  psicológica, social y cultural de los argentinos de estas latitudes proviene de su singular relación con la tierra. La tierra es una realidad brutal; es lo más seguro bajo el pie y bajo la espalda, cuando ha concluido la marcha. La tierra es la verdad definitiva, la primera y la última: es la vida y es la muerte. La tierra tiene secretos que hay que desentrañar si se quiere acordar la existencia humana con los ritmos de la armonía cósmica.

 

Los griegos distinguían claramente la “poieses” que es la invención estética o la actividad creadora y la “tekhné”, que es la reglamentación práctica, que parecen ser, hasta hoy, las herramientas para construir cultura. Las reglas, normas y fórmulas pretendieron y pretenden enseñar la fabricación de belleza, de arte, de cultura.

 

El prestigio de la razón, de la técnica y de la ciencia es muy grande en nuestro tiempo y para algunos se inicia en Occidente con la irrupción de la clase mercantil cuyos instrumentos son el dinero y la inteligencia y no tienen normas morales, atributos nacionales, raciales o religiosos. El dinero se ha convertido, en detrimento del arte y la cultura, en capital y ha dejado, desde hace mucho tiempo, de ser un simple instrumento de intercambio para convertirse en potencia autónoma que permite la obtención de mercancías y que sirve para obtener más dinero.

 

Se hace difícil, entonces, compatibilizar arte, cultura y mercantilismo aunque se mercantilizan la mayor parte de los productos culturales y artísticos al menos en nuestra cultura. Un arte y una cultura es una visión del mundo o, opuestamente, un ejercicio formal intrascendente. La importancia del arte y la cultura radica en la cantidad y calidad de Universo que transforma y no puede ser valorado independientemente de los valores estéticos, éticos y metafísicos de su tiempo.

 

En épocas de agotamiento y crisis se suele elogiar a artistas y creadores por sus innovaciones técnicas, por su ingenio retórico, por sus adquisiciones estilísticas que sólo son adquisiciones instrumentales que no conducen a nada trascendente y están muchas veces al servicio de las búsquedas de la Nada. Cuando no hay un qué importante que expresar, nos ocupamos demasiado del cómo. El hombre va “como en un sueño de la cuna a la sepultura”. Una de las misiones del arte y la cultura es despertar a la criatura humana; ésta es una misión metafísica en el único animal metafísico que existe que es la persona humana, pues es el único que tiene conciencia de su muerte.

 

El arte y la cultura son expresiones integrales del hombre que restaura y recicla la unidad primitiva entre el yo y el universo, entre lo emocional y lo mental, entre lo individual y lo colectivo (E. Sábato)

 

Los académicos y muchos intelectuales tienen una visión apocalíptica imaginando que una cultura sin codificación, sin normas, sin reglas fatalmente entra en el desorden, la declinación y la extinción, por suerte y pese a ello no pudieron impedir la aparición de grandes obras, de grandes creadores y de la cultura popular.

 

“El ideal de justicia está antes que el ideal de cultura: es superior el hombre  apasionado de justicia al que sólo aspira a su propia perfección intelectual. Al diletantismo de Goethe, opongamos el nombre de Platón, nuestro primer maestro de utopía, el que entregó al fuego todas sus versiones de poeta para predicar la verdad y la justicia en nombre de Sócrates, cuya muerte le reveló la terrible imperfección de la sociedad en que vivía”; así decía Pedro Henríquez Ureña.

 

Despojar de alma a la cultura para llevarla a planos exclusivamente utilitarios es condenarla a no tener futuro, es bloquear y esterilizar su permanencia viva entre nosotros. Por sobre todas las cosas, es el pueblo quien inventa el debate, la crítica y la cultura en general. La cultura es espíritu y no sangre más hoy en día en que se ha caído la mística de las razas. Desgraciadamente, el raquitismo espiritual de los pueblos originarios comenzó hace más de 500 años; la conquista fue una verdadera tragedia para los nativos; sólo una minoría se libró del yugo, el sufrimiento y la muerte y los beneficios que prometían la educación y la cultura fueron escasos e irreconocibles para ellos.

 

Por raro que parezca, uno de los principios que en los tiempos de la Colonia guiaban a nuestro pueblo, después de la religión, era la cultura intelectual y artística¸ adquirir éstas suponía la coronación de la vida social del mismo modo que la santidad era la coronación de la vida individual. Aquella cultura no era progresiva, se fundaba en la autoridad y no se basaba en la educación del pueblo como es natural y paradigmático en el mundo actual.

 

España había dado a sus colonias una organización cultural tan completa como la que ella misma poseía que se completó y recreó con el mestizaje; el hombre americano se parece bastante, en algún sentido, al hombre del mediterráneo lugar de confluencia de pueblos y de culturas que no tenía prejuicios arraigados de razas y que al menos en el siglo XVIII tenía doctrinas políticas y sociales igualitarias. Cada cultura es una cristalización de modos de pensar y de sentir; cada obra cultural se crea con medios propios y peculiares de expresión, aprovecha las experiencias anteriores pero las rehace, no es suma sino síntesis, es una invención.

 

Toda cultura genuina tiene sabor de primicia aún cuando ninguno de sus elementos resulte estrictamente nuevo; la novedad la da el color, el tinte emocional, la forma expresiva que recrea las emociones de muchas cosas que son eternas y universales y que surgen de cosas vistas por todos. De los griegos nos viene lo de la cultura; ellos contemplaron el conjunto de su haber espiritual como un gran sistema de educación, la Paideia, forma específica que entre ellos reviste lo que los modernos normalmente llamamos la cultura. Esta idea de cultura, se instituye como un valor y último fin de la acción espiritual en esta tierra de las personalidades individuales y de los pueblos, sólo concebible sobre la base de una conciencia expresa de los valores de humanidad y educación.

 

Es un hecho diferencial del mundo heleno-céntrico respecto de los otros orbes culturales. La fuente originaria de esta concepción es griega. Los antiguos son los creadores y el prototipo de nuestro propio sistema de valores; su mundo de formas es el arsenal vivo de nuestra forma de vida espiritual.

 

La cultura debe integrar lo individual con lo colectivo, lo temperamental con los valores, la originalidad con la tradición, la creación con la erudición, el ser con el mundo, lo particular con lo universal, ideal y permanente, lo subjetivo con lo objetivo, lo contemplativo con la acción, el intelecto con la sensibilidad, lo concreto con lo genérico, lo ideal con un bien entendido realismo práctico, la integración con el equilibrio y todo esto impregnado de belleza y trascendencia donde se conjugue la vida con el arte.


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