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Ecologia, Cuidado Humano y Envejecimiento
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Autor: Vicenta Emilia Fernández
Publicado: 26/02/2009
 

Abordar la problemática ambiental desde la subjetividad y lo conductual, es decir, desde las creencias, los valores, las actitudes, las intenciones, los mitos, los deseos y conductas nos sirve para proponer diferentes estrategias de acción tendientes al cambio de comportamientos de las y los enfermeros relacionados con el medio ambiente, contexto social y cultural donde habita el adulto mayor sea a nivel familiar o institucional cuando estos profesionales de la salud, proporcionan  cuidado integral. Por lo que se plantea el estudio de estas intenciones conductuales para contribuir en la formación de una nueva cultura ambiental para enfermería, para el cuidado del adulto mayor a partir de los valores que propicien una relación armónica entre las actitudes y las conductas de admiración hacia la naturaleza y entre los individuos. Entendemos que el ambiente es el espacio natural y socio cultural en el cual se desarrolla la práctica del cuidado de enfermería y del cual formamos parte como personas humanas. El adulto mayor está sujeto a cambios internos por su proceso de envejecimiento que se produce desde el nacimiento hasta la muerte; es por ello, que comienza a reconocerse como parte del ambiente con el cual está en constante interacción a través de las dimensiones de la sustentabilidad, la cual constituye una alternativa  que lo integra de manera interactiva con los factores naturales, económicos tecnológicos, sociales y ecológicos que le dan a la vida el equilibrio externo y la supervivencia de la especie de los seres humanos.


Ecologia, Cuidado Humano y Envejecimiento.1

Ecología, Cuidado Humano y Envejecimiento.

 

Vicenta Emilia Fernández.

Magíster en Gerontología y Geriatría. Magíster en Docencia Universitaria. Licenciada en Educación. Licenciada en Enfermería. Docente titular de Pre y Postgrado e Investigadora del Departamento Salud Integral del Adulto de la Escuela de Enfermería Facultad de la Ciencia de la Salud de la Universidad de Carabobo. Tutora de tesis de Pre y Postgrado. Adjunta a la coordinación de la Unidad de Investigaciones Gerontologicas y Geriátrica (UNIGER) adscrita al Departamento Enfermería Salud Integral del Adulto de la Escuela de Enfermería. Coordinadora de la Maestría de Gerontología y Geriatría. Miembro de la Comisión de Docencia y Currículo de la Escuela de Enfermería. Miembro de la Comisión de Investigación de Departamento da Salud Integral del Adulto. Investigadora de la línea de Investigación. Intervención de Enfermería en la Promoción de Estilos de Vida Saludable en el Adulto Mayor. 

 

Rosa Rondón de Gómez

Doctora en enfermería, Salud y Cuidado Humano, profesora dedicación exclusiva de la Escuela de Enfermería de la Universidad de Carabobo, tutora de tesis de Pre y Postgrado, ponente a nivel nacional y regional.  Investigadora en la línea de investigación Cuidado humano transpersonal.

 

Neris Marina Ortega.

Licenciada en Enfermería. Magíster en Ciencias de la Enfermería. Doctoranda en Enfermería, Salud y Cuidado Humano, especialista en Prevención del consumo de drogas (Brasil), Profesora. Asociada e investigadora  de la Escuela de Enfermería “Dra. Gladys Román de Cisneros”, Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad de Carabobo, Pabellón 12 Campus Barbula, Naguanagua, Valencia Estado Carabobo. Venezuela.

 

 

ECOLOGÍA, CUIDADO HUMANO Y ENVEJECIMIENTO

 

RESUMEN

 

Abordar la problemática ambiental desde la subjetividad y lo conductual, es decir, desde las creencias, los valores, las actitudes, las intenciones, los mitos, los deseos y conductas nos sirve para proponer diferentes estrategias de acción tendientes al cambio de comportamientos de las y los enfermeros relacionados con el medio ambiente, contexto social y cultural donde habita el adulto mayor sea a nivel familiar o institucional cuando estos profesionales de la salud, proporcionan  cuidado integral. Por lo que se plantea el estudio de estas intenciones conductuales para contribuir en la formación de una nueva cultura ambiental para enfermería, para el cuidado del adulto mayor a partir de los valores que propicien una relación armónica entre las actitudes y las conductas de admiración hacia la naturaleza y entre los individuos. Entendemos que el ambiente es el espacio natural y socio cultural en el cual se desarrolla la práctica del cuidado de enfermería y del cual formamos parte como personas humanas. El adulto mayor está sujeto a cambios internos por su proceso de envejecimiento que se produce desde el nacimiento hasta la muerte; es por ello, que comienza a reconocerse como parte del ambiente con el cual está en constante interacción a través de las dimensiones de la sustentabilidad, la cual constituye una alternativa  que lo integra de manera interactiva con los factores naturales, económicos tecnológicos, sociales y ecológicos que le dan a la vida el equilibrio externo y la supervivencia de la especie de los seres humanos.

 

Palabras Clave: ecología, cuidado humano y envejecimiento.

 

 

ECOLOGÍA  HUMANA Y LA CRISIS DEL MEDIO AMBIENTE

 

El término ecología viene del griego oikos que significa “hogar”. Como resultado, el campo de la economía domestica, está dentro de la investigación contemporánea Margaret Bubolz y Suzanne Sontang (1993) atribuyen el concepto de una aproximación ecológica al trabajo de Aristóteles y Platón, y luego a la teoría evolucionista de Darwin. Ellas trazan la palabra ecología hasta Ernest Haeckel, un zoólogo alemán quien en 1869 propuso que el individuo era un producto de la cooperación entre el ambiente y la herencia organística y sugirieron que era una ciencia que se desarrollaba para estudiar los organismos en sus ambientes. La teoría ha sido usada desde entonces por los sociólogos, antropólogos, científicos, políticos y economistas. Esta teoría continua en el marco del trabajo ecológico humano su principal perspectiva data de los primeros años del siglo XX. (1).

 

En tal sentido la ecología, es la ciencia que estudia los seres vivos y su ambiente y de la distribución y abundancia de los seres vivos, y cómo esas propiedades son afectadas por la interacción entre los organismos y su ambiente. El ambiente incluye las propiedades físicas que pueden ser descritas como la suma de factores abióticos locales, como el clima y la geología, y los demás organismos que comparten ese hábitat (factores bióticos) (1).

 

La visión integradora de la ecología plantea que es el estudio científico de los procesos que influyen en la distribución, abundancia de los organismos y las interacciones entre los organismos. Por lo que, está encargada del estudio de los ecosistemas. Todos los ecosistemas son un conjunto de seres vivos que se mantienen en equilibrio porque cada uno de ellos utiliza recursos diferentes y se adaptan. Un ecosistema consta de dos partes los organismos (una porción viva del ecosistema) y el medio donde desarrollan sus actividades (una porción inanimada) (2).

 

Ahora bien, el ecosistema humano está dado por  interacciones entre los seres humanos y su entorno, su estudio se remonta a los antiguos griegos, quienes creían que el entorno físico determinaba la cultura y la conducta. Sostenían que los climas cálidos provocaban inactividad, mientras que los climas con diversidad de estaciones eran fuentes de salud y equilibrio. Este punto de vista, llamado determinismo ambiental, se ha mantenido hasta el siglo XX. Sin embargo, durante el siglo XIX el aumento de datos arqueológicos y etnográficos demostró que desde que los seres humanos han utilizado la cultura para superar las dificultades ambientales, el entorno no ha constituido más que una influencia de tipo menor en la sociedad. Un punto de vista intermedio, que el etnólogo alemán Franz Boas denominó ‘posibilismo’, sostiene que el entorno condiciona la cultura al definir una serie de posibilidades, mientras que los factores históricos y culturales influyen en la elección de una determinada posibilidad.

 

A finales de la década de 1940 el antropólogo estadounidense Julián Steward introdujo la idea de que los seres humanos forman parte de un sistema ecológico. Usó el término de ecología cultural y dio nuevos impulsos a la investigación de las sociedades de cazadores-recolectores, de pastores y de agricultores. Sin embargo, hasta la década de 1960 no se produjo la unión de la ecología cultural y ecología biológica en el moderno concepto de la ecología humana.

 

En esta nueva era,  la ecología humana se incluye dentro de un amplio marco ecológico y evolutivo, e incluye el estudio del impacto humano sobre el entorno, la nutrición, los desastres ecológicos y la demografía. Aunque el alcance de la ecología humana es inmenso, existe un aspecto común que es la comprensión del modo en que los seres humanos responden a su entorno, sea éste genético, fisiológico, de conducta o de cultura.

 

En la actualidad, la tierra como ecosistema de todos los seres vivos,  está viviendo una profunda crisis ambiental producida por la inteligencia ciega que caracteriza al ser humano de nuestros tiempos, una crisis ética por el descuido a que ha sido sometido por la humanidad. Para salir de esta situación, debemos recurrir al saber ambiental, el saber que emerge de la epistemología ambiental, el cual tiene como finalidad dar sustentabilidad a la vida; es un saber para el cuidado de la vida que vincula las condiciones de la misma únicas en el planeta con la existencia del ser humano,  la epistemología ambiental lleva a cambiar las circunstancias de la vida más que internalizar el ambiente, busca el acoplamiento del pensamiento complejo con la realidad compleja, transforma las condiciones del ser en el mundo que se establece el saber y el conocer. La epistemología ambiental debe ser considerada como una  caricia ecológica, movida por el deseo que nace del saber cuidar la tierra como la nave azul donde viajamos como pasajeros hacia  un destino incierto.

 

La epistemología ambiental no es la aplicación de la razón teórica para aprehender un nuevo objeto de conocimiento: el ambiente desde el saber ambiental va conformado de diversas teorías científicas y pensamientos filosóficos como un saber emergente. De esta forma el saber ambiental convoca al encuentro de Marx Weber, Bachelard, Canguilhem, Althusser y Foucault con Nietzsche, Heigdegger, Derrida y Levinas en el ágora del saber ambiental (1).

 

Estos teóricos, plantearon las condiciones epistemológicas de una interdisciplinariedad teórica orientada a pensar en una posible articulación de la ciencia para aprehender la complejidad ambiental desde la multicausalidad de procesos de diferentes órdenes de materialidad y sus objetos propios de conocimiento, la epistemología ambiental inicio sus aventuras cuestionando las teorías y metodologías sistémicas que desconoces los paradigmas de la ciencia y su articulación con otras ciencias en el campo de las relaciones sociedad naturaleza.

 

Con este nuevo enfoque, la ecología humana aborda la problemática ambiental desde la subjetividad de los sujetos, es decir, desde las creencias, los valores, las actitudes, los mitos, los deseos y también desde el análisis conductual, que puede proponer diferentes estrategias de acción tendientes al cambio de conductas relacionadas con el medio que se habita sin desatender el contexto global, entendemos que los problemas ambientales son antes que nada un problema de tipo conductuales, por lo que plantean el estudio conductuales de los sujetos normas y actitudes.

 

Contribuir en la construcción de una nueva cultura ambiental, que tenga como esencia el cuidado ecológico y dentro de éste el cuidado de la vida humana y su interacción con el entorno  en todas las etapas del crecimiento y desarrollo humano, debe ser la motivación de la sociedad del conocimiento y dentro de esta la enfermería como ciencia del cuidado humano.


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ECOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO Y CUIDADO HUMANO

 

La ecología del envejeciente se refiere al estudio de la interacción activa entre el adulto mayor y su medio sociocultural, y el modo en cómo se influyen mutuamente. Es además una perspectiva de investigación Gerontológica que utiliza teorías y técnicas de investigación de disciplinas como la biología, la Psicología Evolutiva, la Antropología, la Historia, la Sociología, entre otras ciencias.

 

El enfoque ecológico de la vejez abre la posibilidad de relacionar la dinámica de los cambios subjetivos con los cambios culturales y la valoración que los sujetos mayores hacen de su entorno, y viceversa. Todos sabemos que con el correr de los años existen cambios fisiológicos y psicológicos y que estos cambios no ocurren de la misma manera en todos los sujetos, es decir, que no son universales pues existen diferencias individuales.

 

La edad también afecta ciertas aptitudes y potencialidades, pero otras se mantienen constantes e incluso se incrementan, tal es el caso de la inteligencia y de las estrategias que se emplean para resolver problemas de conocimiento. Sin embargo; no existe acuerdo acerca de cuáles son las causas por las que durante la vejez algunos sujetos conservan ciertas capacidades y otros las pierden. De allí que se le atribuya la responsabilidad de las diferentes “modalidades de envejecer” a factores genéticos, a la alimentación, al ambiente, a la estructura de la personalidad, y a la capacidad de cada sujeto para afrontar y procesar los cambios. (3)

 

A menudo cuando se habla de vejez se habla en singular, como si existiese una sola “vejez’, y se tiende a asociar estos cambios con la edad cronológica, sin tener en cuenta los múltiples y variados mecanismos que actúan en el proceso de envejecimiento; por lo tanto hoy se dice que es más correcto hablar de vejeces porque este término explica las diferencias que existen entre los sujetos y aún dentro de un mismo sujeto. A partir de este análisis, se puede trabajar sobre la ecología y su relación con el adulto mayor, entendiéndola como un fenómeno complejo que tiene muchas facetas y posibilidades. (3)

 

La ecología del envejeciente toma en cuenta dos tipos de ambiente: el ambiente natural, que  está determinado por la atmósfera, clima, plantas y microorganismos que sustentan la vida humana, y otro ambiente,  el construido por el hombre que incluyen carreteras, máquinas, las instituciones de salud entre otros.  Este tipo de ambiente construido por el hombre, Sontag y Bubolz (1996) lo denominan ambiente cultural, ya que incluyen otros seres humanos, constructores naturales del lenguaje, leyes, valores, instituciones sociales y económicas como se observan en las dimensiones de la sustentabilidad.

 

Dentro de este ambiente natural y  cultural, el ser humano pasa su vida  hasta llegar al envejecimiento. El ambiente natural y cultural puede afectar notablemente el envejecimiento humano,  ¿cómo afrontar el envejecimiento desde la ecología del envejeciente humano?  ¿Cómo influye el entorno en la calidad de vida del humano envejeciente?  ¿Cuál sería el papel de las enfermeras  en relación al  cuidado ecologizado del envejeciente.

 

Estas interrogantes, nos llevan a considerar la visión dentro de proceso de cuidado según Mongomery (2000), que el proceso de cuidado se da entre una enfermera y un adulto mayor en una transacción y se hace posible entre ambos, a través del contacto, cuerpo, mente y espíritu en el momento del cuidado. Mediante la presencia de una energía de sanación, es por ello que, el reto de enfermería es asistir a los adultos mayores, al iniciar las actividades diarias de cuidado, para descubrir y propiciar  el medio ambiente que lo llevará a minimizar sus problemas de salud (4). Afirma que, todas las enfermeras debemos desarrollar destreza ecológica para promover una ética de sanación con los pacientes o adultos mayores.

 

Asimismo Maldonado afirma, que el cuidado del cuerpo implica el cuidado del hábitat, del medio ambiente es decir de el oikos de la vida del adulto mayor en la comunidad, para establecer un entorno saludable el cual se traduce como la casa donde la dignidad, la calidad y el derecho a la vida, le prolongue una larga vida ( longevidad) (5). 

 

También Colliere (1993), refiere que hay que  promover el medio ambiente para la vida de los seres vivos logrando que se reproduzcan y se perpetúen, asegurando la satisfacción de necesidades vitales propios de la persona humana, como es el caso de los adultos mayores donde la enfermera debe proporcionar un ambiente saludable. Califica como cuidado la prestación de servicio que ofrece la enfermera como cuidados de enfermería expresado de una práctica profesional cuyo principal objetivo es contribuir a lo que se pueda promover y desarrollar para el buen vivir, para Colliere cuidar es mantener la vida asegurando la satisfacción de un conjunto de necesidades indispensable para la misma, pero que se debe responder a esas necesidades vitales ya que estas crean hábitos de vida para mantener la vida en los seres vivos y perpetuar la vida del grupo (6).  

 

Morse (1999) indica que para enfermería cuidar debe establecer diferencias entre cuidar cuidando y cuidado de enfermería, la experiencia desde el punto de vista educativo se evidencia a través del conocimiento desarrollo de habilidades y destrezas, pero el cuidado va mas allá porque en el está implícita el afecto, sentimiento de empatía ya que conecta al ser humano con el otro ser humano significa un sentimiento de preocupación de interés con una visión de protección por lo cual lo podemos relacionar con el cuidado hacia el adulto mayor.  Además señala que, las intervenciones específica o terapéutica de enfermería vinculan las acciones con los adultos mayores cuando los escuchamos atentamente los orientamos abogamos por ello, los tocamos; el estar allí y cumplir con la competencia técnica por lo que significa incluir en las acciones todos los procedimientos o intervenciones que favorecen o asisten al adulto mayor (7).   

 

El cuidado del adulto mayor debe estar enmarcado dentro de la visión ecológica. En este proceso de consideraciones surgen las teorizantes de enfermería dentro enfoque ecológico. En contexto ecológico, Florence Nightingale (1984) consideró que la energía vital es fundamental en el paciente o adulto mayor, su teoría se centró en el medio ambiente, creía en un entorno saludable, y refiere colocar al ser humano en la mejor forma para que la naturaleza actué sobre él; además afirmó que existen factores externos que afectan la salud de las personas, desde la alimentación hasta las interacciones verbales o no verbales.  En este orden de ideas, Watson (1996) dentro de sus factores cuidativos, los cuales sirven como fundamentos filosóficos para la ciencia del cuidado, señala que la provisión de un entorno de apoyo, protección, correctivo mental, físico, socio cultural y espiritual, son herramientas de enfermería para equilibrar el entorno interno y externo en la salud. Otro de sus factores indica que la belleza, el confort, la dignidad y la paz sirven para abordar el envejecimiento e implican conocer los cambios que se producen, es por esto que podemos afirmar que si el cuidado del adulto mayor se desarrolla en un ambiente, en un contexto social y cultural favorable, mantendrá un estilo de vida saludable prolongando la vida del adulto mayor (8).

 

Asimismo Leininger (1974) describe a la enfermería transcultural y establece dentro de sus competencias el contexto de un entorno seguro y lo refiere al conjunto de hechos, situaciones y experiencias determinadas que otorgan significados a las expresiones, interpretaciones e interrelaciones sociales humanas, en especial en escenarios físicos, ecológicos, sociopolíticos y culturales. Su objetivo era el bienestar del paciente para mejorar el estado de salud de las personas o de los estilos de vida, en este caso se puede relacionar al adulto mayor (9).

 

Tomando en cuenta las afirmaciones antes mencionadas, para analizar el cuidado en el adulto mayor, debemos considerar el origen del cuidado. Cabe considerar todavía otro aspecto de orden etimológico. El término “cura”, contiene ambas dimensiones: el curar y el cuidar, lo que significa que ambos verbos no deben considerarse aisladamente sino mutuamente implicados, como también los es la tarea de cuidar. Aplicar la “cura” a alguien significa cuidarle, pero también curarle.

 

Este significado todavía está presente en algunas lenguas modernas, donde el término sanar se utiliza tanto para cuidar como para curar. De hecho, resulta un error teórico y prácticamente la acción de curar y la acción de cuidar, pues ambas se hallan mutuamente interrelacionadas. El cuidar es lo propio de la enfermería, como profesión autónoma, que es, en el conjunto de las ciencias de la salud.

 

La acción de cuidar trasciende el marco de las ciencias de la salud y es preciso considerarlo de un modo más global y relacionarlo, como recuerda su etimología, con el ejercicio de curar. Para curar a alguien, es necesario cuidarme y para evitar que sufra una enfermedad, es decir, para prevenir, también es necesario cuidarme. Y por otro lado, la acción de cuidar, inclusive practicada en los enfermos denominados incurables, tiene efectos curativos, aunque solo fueran detectables en el plano de la interioridad del enfermo. Para curar bien, es necesario cuidar. El cuidar, es anterior al curar. 

 

Antes de caracterizar los constructor del cuidar y los pilares de la ética del cuidar, es fundamental precisar el alcance de los conceptos.  La tarea de cuidar, está  íntimamente relacionada, con la tarea de curara (curing) y con la tarea de capacitar (coping), no puede reducirse a ninguna de estas dos, sino que debe definirse y singularizarse por sí misma. 

 

El termino curar se relaciona directamente con la práctica terapéutica y con sus telos intrínsecos, la tarea de curar consiste en investigar las causas de la enfermedad, del dolor, del sufrimiento, globalmente considerado, y tratar de reconstruir, posteriormente, en el orden primitivo del sujeto, erradicando los elementos caotizantes que hieren la estructura pluridimensional del ser humano.

 

Según H.G. Gadamer, la acción de curar tiene que ver directamente con el restablecimiento  del equilibrio natural del organismo en relación consigo mismo y en relación con la naturaleza.  El curar es posible, desde una perspectiva filosófica, porque el ser humano es una realidad dinámica y perfectiva y tiene la potencialidad de recuperar su forma habitual a pesar de la alteración que significa toda enfermedad.  Esta posibilidad de recuperación requiere la intervención humana, el conocimiento anatómico y fisiológico del sujeto y precisamente porque este acontecimiento es frágil y también lo es la capacidad humana de restablecimiento, no siempre es posible llevar a cabo dicha potencialidad (10).


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Para Heidegger con los dos referentes semántico: esfuerzo angustioso y solicitud, lo que significa que, el ejercicio de cuidar conlleva por un lado, al esfuerzo dedicación, trabajo angustioso y, por el otro lado, se puede definir como un trabajo de entrega, de solicitud, de respuestas a necesidades ajenas. Practicar “la cura” es en el fondo, esforzarse solícitamente por algo o por alguien. La acción de cuidar, pues, desde sus orígenes etimológicos, es una acción que requiere “dedicación, esfuerzo continuado, y sufrimiento por el otro” (11).     

 

La finalidad del acto terapéutico es intervenir con el ser humano en sus experiencias vulnerables, esto es, en la enfermedad, en la muerte, en el sufrimiento, en definitiva, curarle de sus males.  Esta tarea, no tiene final, es inconclusa, pues el ser humano es esencialmente vulnerable y ningún tratamiento puede redimirle o salvarle de su contingencia, a pesar de que, la tarea de curarle es un deber moral, aunque no siempre puede desarrollarse en grado óptimo (11).

 

CONSTRUCTOS BIOÉTICOS DEL CUIDAR

 

El ejercicio de cuidar, como tal, es una acción compleja que requiere la articulación de distintos elementos fundamentales,  ¿Cuáles son los elementos constitutivos del cuidar? ¿Cuáles son los constructor éticos de la praxis del cuidar? Según Brykczynska los puntos  esenciales de la tarea de cuidar pueden sintetizarse en los siguientes: compasión, competencia, confidencia, confianza y conciencia. Estos constructor no se refieren al ser del cuidar, es decir, al cuidar tal y como se desarrolla en el mundo de la vida, sino que se refieren a su “debe ser” (12).

 

Los constructos éticos del cuidar son las virtudes básicas e ineludibles que se requieren para cuidar a un ser humano con excelencia profesional.  No son principios, ni puntos de partida, sino hábitos personales y profesionales que se exigen en la tarea de cuidar.  La  integración completa de estos constructores éticos es fundamental para el óptimo desarrollo de la tarea de cuidar.  Todos ellos son necesarios, pero ninguno de ellos es suficiente, a título aislado.  Se requieren, mutuamente.

 

1.- Compasión: el primer constructo de la tarea de cuidar,  es la virtud de la compasión. Difícilmente se puede desarrollar la acción de cuidar sin la experiencia de la compasión, aunque la experiencia de la compasión no es suficiente para el desarrollo óptimo de los cuidados.  La compasión es, una condición necesaria, pero no suficiente (12).

 

Como dice G. Bryckzinska, la raíz del cuidar es la compasión o para  decirlo con un término aristotélico, puede considerarse el primer  motor inmóvil.  Aunque pueden subsistir otro tipo de motivaciones en la praxis del cuidar, inclusive de tipo interesado, la verdad es que los seres humanos se cuidan unos a otros porque sienten compasión ajena. La compasión es una virtud moral que no es exclusividad de ninguna religión y de ninguna filosofía moral, aunque está omnipresente en el pensamiento moral de todos los tiempos: En el Occidente griego, romano y cristiano, en el Oriente budista o confucionista.  La compasión, como tal, consiste fundamentalmente, en percibir como  propio el sufrimiento ajeno, es decir, en la capacidad de interiorizar el  padecimiento de otro ser humano y de vivirlo, como, si se tratara de, una experiencia propia (12).

 

2.- Competencia: La competencia profesional constituye una virtud básica de la deontología. Ser competente en un determinado ámbito profesional significa estar capacitado para desarrollar la propia profesión de un modo óptimo. La tarea de cuidar requiere como constructor básico la experiencia de la compasión, pero también la competencia profesional pues sólo es posible cuidar  a un ser humano desde la competencia, desde el conocimiento de dicho ser humano desde una perspectiva global. La competencia profesional exige, por parte del asistente o terapeuta, un hondo conocimiento de su disciplina y le obliga a formarse continuamente, pues en la sociedad del conocimiento, las técnicas y procedimientos se transforman aceleradamente y es un deber dominarlos y usarlos para atender al enfermo o al adulto mayor de un modo óptimo.(12)

 

3.- Confidencialidad El tercer constructo ético del arte de cuidar es la confidencialidad. El enfermo, en determinadas circunstancias de vulnerabilidad, necesita un confidente. Uno de los rasgos característicos de la figura del confidente es su capacidad de escuchar y su discreción, esto es, su capacidad de guardar secretos, de callar para si los mensajes que el otro vulnerable le ha comunicado en una situación-limite. (12). 

 

La confidencialidad se relaciona con la buena educación con el respeto y con la práctica del silencio, pero sobre todo, se caracteriza por la capacidad de preservar la vida íntima del otro, es decir, su privacidad, su universo interior. El paciente o adulto mayor, porque se halla en una situación vulnerable, se ve obligado, en determinadas circunstancias, a exponer su corporeidad y su intimidad, al otro. Exponerse, consiste en poner de si lo que uno es y es una tarea que, por lo general, produce vergüenza y sonrojo. (12)

 

El cuidador, en dichas circunstancias, debe caracterizarse por un trato delicado y confidencial, debe dar garantías al enfermo de que aquello que ha expuesto no será objeto de exhibición. La confidencialidad es, precisamente, la virtud que protege al enfermo o adulto mayor, de lo que ha revelado, al cuidador. (12)

 

4.- Confianza: La confianza constituye un elemento central en el arte de cuidar. Sólo es posible cuidar a un ser humano vulnerable si entre el agente cuidador y el sujeto cuidado se establece una relación de confianza, un vínculo presidido por la fidelidad, fe (FIDES) en la persona que interviene en su acción y en el dominio que tiene de dicho arte. Confiar en alguien es creer en él, es ponerse en sus manos, es ponerse a su disposición. Y solo es posible ponerse en las manos de otro, si uno se fía del otro y le reconoce como una autoridad, no sólo, profesional, sino también moralmente. (12).

 

La confianza, es decir, la fe en otra persona es la clave en el arte de cuidar. Para ello, es fundamental que el profesional sepa dar pruebas y garantías de confianza,  sólo por sus palabras, por su gestualidad, sino por la eficiencia y eficacia de la acción que desarrolla. La profesionalidad ejercida de un modo excelente es motivo de confianza para el usuario por ello la confianza no sólo es virtud personal, son, virtud profesional.  Cuando el paciente o adulto mayor sabe que el personal de enfermería no le va a abandonar, no le va a defraudar, asume, con tranquilidad su situación y acepta los riesgos y problemas que conlleve la intervención, la confianza solo pede cultivarse en el tiempo y requiere un espacio determinado. (12)

 

En el arte de cuidar, es básico dar motivos y razones, aunque no sean verbalizadas para que el paciente tenga confianza. En un clima de confianza personal, profesional o institucional, el proceso de curar y de cuidar es mucho más eficaz que en un contexto de desconfianza básica. La desconfianza se relaciona directamente con la pérdida de la fe en alguien y esta pérdida puede ser motivada por el engaño, la extorsión o el abandono. El arte de cuidar requiere el constructo bioético de la confianza, pero también el arte de ser cuidado, pues quien desconfía de todo y de todos no se deja cuidar y quien no se deja cuidar imposibilita la intervención. (12)

 

5.- Conciencia: El quinto constructo ético que enumera G. Brykczynska siguiendo a Roach es la conciencia. La conciencia es una instancia fundamental del ser humano, pertenece a su dimensión interior y tiene un valor integrador. Ser consciente de algo, es asumirlo, es reflexionar entorno a sus consecuencias, es saber lo que se está llevando entre manos. La conciencia, entendida como virtud y no como atributo de la interioridad humana, significa reflexión, prudencia, cautela, conocimiento de la cosa. Cuando decimos que la conciencia es un constructo del cuidar, lo estamos diciendo en el sentido ético del término, pues la conciencia como tal pertenece a todo ser humano. (12)

 

CATEGORÍA DEL CUIDADO EN EL ENVEJECIENTE

 

En el discurso bioético y de los valores, es fundamental distinguir entre lo trascendental, lo esencia y lo categorial, lo trascendental se refiere, siguiendo a Kant, a las condiciones de posibilidad de algo. En este sentido, Kant desarrolla una filosofía trascendental sobre el conocimiento humano, pues explora las condiciones de posibilidad del conocer, es decir, lo que tiene que darse para que el ser humano pueda conocer algo de la realidad. En el discurso trascendental, no se trata de caracterizar el modo cómo el ser humano capta y conoce la realidad, sino su condición fundante. (12)

 

Lo mismo se puede aplicar al discurso bioético sobre el cuidar, lo trascendental del cuidar se refiere a lo fundante, a lo ineludible, a aquello que debe darse como condición para poder ejercer el arte de cuidar. Lo categorial, por otro lado, se refiere a lo que se da bajo las coordenadas espacios temporales. Lo categorial del cuidar se refiere a los rasgos que caracterizan, desde un punto de vista externo, al ejercicio del cuidar. Son rasgos éticos, pues son exigibles moralmente cuando se trata de cuidar a un ser humano. Está lo categorial fáctico que es la mera descripción de la realidad de hecho, pero también está lo categorial ético que se refiere a lo que debe ser, a lo que debe hacerse, en un momento dado. (12)

 

1.- El tacto: La cuestión del tacto puede comprenderse en sentido literal y en sentido metafórico. En ambos sentidos, el tacto es fundamental para ejercicio del cuidar, pues resulta imposible cuidar éticamente a un ser humano sin ejercer el tacto, el contacto epidérmico. Precisamente por ello, consideramos que el cuidar jamás puede ser virtual, esto es, realizado a distancia, sino que debe ser, en cualquier circunstancia, presencial. (12)

 

El enfermo o adulto mayor se siente cuidado cuando quien le atiende está cerca. El niño se siente cuidado cuando sus padres están cerca de él, cerca en el sentido físico del término. Resulta muy difícil caracterizar éticamente el sentido del tacto desde un punto de vista verbal, pues el tato es algo que se percibe, que se patentiza en la acción de cuidar, pero que no puede expresarse exactamente en qué consiste y lo que significa. De hecho, en el plano antropológico, el contacto epidérmico con otro ser humano (la caricia, por ejemplo) tiene un extraordinario valor. (12)

 

 

2.- La Escucha Atenta: La escucha atenta constituye una modalidad del estar frente al enfermo o adulto mayor que resulta primordial para ejercer adecuadamente el arte de cuidar. Se puede estar de muchas formas delante de un ser vulnerable. Se puede estar, por ejemplo. Sentado de pie. Hablando o callando. Mirando atentamente a los ojos o mirando, implemente, por la ventana de la habitación. El estar atento al otro se manifiesta no solo en el tacto, como hemos visto más arriba sino también y fundamentalmente en la capacidad de escucha, esto es, en la capacidad de atender a la palabra ajena, por insignificante que sea su contenido. El profesional de enfermería debe saber por experiencia, que las palabras que le profiere el enfermo o adulto mayor en dichas citaciones no son banales ni circunstanciales, sino que salen de su interior y el hecho de pronunciaras, de ponerlas al exterior, es un ejercicio, de por si, terapéutico, liberador, curativo. (12)

 


Ecologia, Cuidado Humano y Envejecimiento.4

Desde un punto de vista antropológico, resulta sabido que el ser humano cuando sufre o atraviesa una circunstancia de dolor, de fracaso, de impotencia o de humillación, necesita ser escuchado, necesita poder contar a alguien lo que vive en su interior, necesita un oyente para su relato autobiográfico. (12)

 

Escuchar atentamente es una tarea ética, pues revela la importancia del oro, manifiesta la trascendencia del otro y cuando el otro, sea quien fuere, prójimo o lejano, es atendido y escuchado. Escuchar atentamente y hacerlo, no por deseo (esto es, porque me apetece), sino por sentido del deber profesional (es decir, porque debo hacerlo), constituye una tarea ética y patentiza el grado de profesionalidad del cuidador y su capacidad de entrega al otro. (12)

 

3.- El sentido del humor: En el ejercicio del cuidar, como en la vida cotidiana, el sentido del humor es fundamental. A priori, uno puede pensar que la enfermedad, en tanto que experiencia trágica, no se puede, ni se debe relacionar con el sentido del humor, sino con la seriedad, con la gravedad de espíritu. Y hasta cierto punto, es verdad. Pues, como veremos más adelante, la experiencia de enfermar, en el ser humano, no es una experiencia cualquiera, sino que es una experiencia de  desarraigo y de abandono, de impotencia y de máxima vulnerabilidad y en dicha circunstancia, lo serio, en el sentido kierkegaardiano del término, hace acto de presencia. (12)

 

La seriedad de la vida no se descubre, precisamente, cuando todo va bien, cuando uno puede desarrollar los proyectos que tenía previstos, sino que aparece con el fracaso, la enfermedad, la soledad, el abandono, la humillación y, evidentemente, con la muerte. Entones uno se da cuenta, se percata, existencialmente, de que vivir, en el sentido más humano del término, no es un juego, una distracción o un mero pasar, sino una tarea que contrae seriedad, que implica gravedad de espíritu. La filosofía existencial se ha referido, por activa y pasiva, a esta dimensión tan insoslayable de la vida humana. (12)

           

Aunque parezca una sinrazón, no existe contradicción alguna entre la experiencia de la enfermedad y el sentido del humor, pues sólo es posible, valga la paradoja, tomarse las cosas con humor desde la seriedad. Cuando uno se da cuenta de lo que es realmente serio en la vida humana, de lo que realmente da que pensar, entonces es capaz de vivir, con sentido del humor, experiencias, proyectos y aventuras que al lado de lo realmente serio, con una nadería. El verdadero humor solo es posible desde la seriedad. Cuando el ser humano adquiere conciencia de sus propios límites y de sus propias posibilidades y las acepta como tales, entonces es capaz hasta de reírse de sus propios defectos y de exteriorizarlos sin complejos. (12)

 

PRINCIPIOS BIOÉTICOS DEL CUIDADO.

 

La bioética del cuidado del envejeciente nos brinda principios universales de actuación, dentro de ellos tenemos: el principio de no Maleficencia, refiere que “Todos somos iguales y merecemos igual consideración y respeto al orden de la vida biológica” no se puede hacer el bien a otro en contra de su voluntad, aunque si estamos obligados a no hacerle mal. El principio de Justicia, nos dice que debemos” tratar a todos por igual”. El principio de Autonomía, visto como la “Capacidad de realizar actos con conocimiento de causa y sin coacción” y el principio de Beneficencia que supone “Lograr el mayor bien posible para todos”

 

Por todo lo anterior, se puede decir que abordar el tema del envejecimiento y la vejez es reconocer que estamos frente a una realidad compleja en la que interactúan factores biológicos, psicológicos, y sociales. La vejez entendida como un periodo de la vida y como parte del proceso del envejecimiento ocurre en un sujeto particular y único; por la cual la modalidad del envejecimiento no se puede generalizar a partir de los cambios que ocurren sólo a nivel físico pues cada sujeto interpreta estos cambios de acuerdo a las particularidades de sus esquemas mentales, su estructura de personalidad, creencia, valores, los procesos de socialización a los que ha sido expuesto y al lugar que ocupa dentro de un contexto social y ecológico. (13)

 

Por ello es que resulta más fácil hablar de los cambios que ocurren a nivel biológico que de aquellos que ocurren a nivel psicológico y social. Podemos afirmar que, el envejecimiento no afecta de igual manera a todas las capacidades de la persona, por ello decimos que es un proceso diferencial; cada sujeto se desarrolla dentro de un contexto social y cultural amplio; cambiante en el tiempo lo que le da nuevos sentidos y significados a sus costumbres, rituales y modos de ser. (13)

 

Los seres humanos, en tanto que organismos vivos, están sujetos a cambios internos que hacen posible su crecimiento y desarrollo, y también a cambios externos que suceden en el medio social y cultural, en el cual, se desenvuelven. Decimos entonces que existe una interacción entre el sujeto y el medio, en donde ambos se influyen y modifican mutuamente. Las interacciones entre los sujetos envejecientes y adultos mayores con su entorno socio-cultural y las modificaciones mutuas que se producen en tales interacciones son motivo de Interés que lo podemos denominar “ecología del envejeciente”. (13)

 

Las personas se relacionan con su entorno a través de las “instituciones”, de las que forman parte y a través de las cuales participan en la sociedad global. Estas instituciones constituyen sistemas sociales abstractos amplios y generales en los cuales circulan un conjunto de creencias, normas, valores, estilos de actuación y modalidades de ser. (13)

 

Las instituciones se hacen concretas y particulares en las “organizaciones” que constituyen los entornos en los que se desenvuelven los sujetos desarrollando diferentes roles y funciones, los cuales los “ubican” en lugares diferentes, asignándoles distintos significados.

 

Por ejemplo: un sujeto en la familia puede ser hijo/a, hermano/a, nieto/a, esposo/a, padre/madre, abuelo/a. Cada rol supone el ejercicio de una función específica que se lleva a cabo mediante actuaciones determinadas (que son preestablecidas por la sociedad y el grupo social al que pertenecen los sujetos) y que definen una modalidad para hacer y determinan el “ser” del sujeto que la realiza.

 

REFLEXIONES

 

1.- Hablar de la ecología del cuidado humano y del proceso de envejecimiento, exige conocer la epistemología ambiental y desarrollar la ética en la sociedad  que los mayores nos han legado.

 

2.- Rescatar la ecología, desde la subjetividad de enfermería es decir, desde las creencias, los valores, las actitudes, las intenciones, los mitos, los   deseos y también desde la conducta para proponer estrategias de acción  con el medio ambiente donde se presta el cuidado al adulto mayor dentro  de su contexto global para mejorar la práctica del cuidado humano en enfermería.

 

3. - En el cuidado de los adultos mayores intervienen principios bioéticos del cuidar y principios morales de la bioética, el deber de enfermería es  ayudar  a  los adultos mayores a identificar sus necesidades, cambios, perdidas  y  temores que  se producen en esta etapa de su existencia  para mejorar su calidad de vida y prolongar la misma en un  contexto donde el cuidado consciente refleje la belleza, el confort, la dignidad y la paz.

 

4. - Envejecer es un proceso secuencial, acumulativo e irreversible que deteriora el organismo humano progresivamente mermando su capacidad para enfrentar las circunstancias y condiciones del entorno es por esto que el adulto mayor necesita de un cuidado integral, que atienda sus necesidades fisiológicas, emocionales, sociales, espirituales, ecológicas, productivas, culturales, recreativas  y  de  salud, dentro de las dimensiones de la sustentabilidad debido a que es un grupo funcional y socialmente vulnerable.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

1.     Aranguren J., Moncada E. y  Pellegorini N. Educación para la sustentablidad de los humedales de Venezuela. Fundación laboratorios de Ecología. UPEL. Caracas. 2006.

2.     El aula en casa. Biblioteca de Consulta. Editorial Diario Notitarde. 2006.

3.     Staab y cols. Enfermería Gerontológica. Edit. McGraw-Hill, Interamericana. México

4.     Mongomery B., Kugan L., Guzzetta C. H. Holistic Nurssing an Aspen publication. United Status of Americe. 2006

5.     Maldonado C. Bioética y complejidad. Ediciones El Bosque. Bogotá Colombia. 2000.

6.     Collieri M., Promover la vida. Editorial McGraw-Hill. Interamericana España 1993.

7.     Morse y cols. Conceps of caring as a concept advance in nursing since.1990

8.     Watson Jean. Theory of Transpersonal Caring. Charter 6. in Walker J. y Neuman B. (1996). Nursing Models: Education, Research, Practice and Administration. New York: NLN Press.(Pp. 141–184). 1996 

9.     Marriner A. y cols. Modelos y Teorías de Enfermería. Editorial Mosby. España.2005

10.   Gadamer, C.F.H.G. Du Verborhunhuit der Geoundheit. Frankfourt press. 1985.

11.   Heidegger, M. Ser y tiempo. Editorial Trotta. Madrid. 2006

12.   Brykczynska  C.F., G. Caring some philosophiacal and reflections en  Moya J.Bmyczynska. 6 (Eds.) Nursing. Care, Edward. Amalf. London. 1992

13.   Escribar A., Pérez M., Villarroel R. Bioética, Fundamentos y Dimensiones Práctica. Editorial Mediterráneo. Santiago. Buenos Aires. 2004.