Revista Electronica de PortalesMedicos.com - https://www.portalesmedicos.com/publicaciones
Reflexiones de bioetica medica
https://www.portalesmedicos.com/publicaciones/articles/1401/1/Reflexiones-de-bioetica-medica.html
Autor: Dr. Guillermo José María Moronell
Publicado: 6/03/2009
 

Mucho es lo que se ha escrito en relación al tema, aunque el mismo podríamos decir que es relativamente nuevo al haber atravesado las pautas históricas que en definitiva cambiaron en la base la relación médico-paciente a través de la democratización del ejercicio de la Medicina. El juramento hipocrático que dio fundamento al ejercicio profesional médico y estableció las pautas éticas que se volcaron en el Código de la materia, nació en una Grecia que tenía un concepto muy distinto de la sociedad, desconociendo en absoluto lo que era la democracia y la igualdad de los seres humanos. Las clases sociales llevaron a considerar a los esclavos como seres (no personas) sin derechos, sometidos a lo que se consideraba dura vida del trabajo en pro de las artes creativas que llevaban a cabo quienes sí eran consideradas personas. Claro que no todo trabajo era esclavizante, pues el artesanal o todo aquel que supusiera una actividad intelectual para su logro era considerado digno de una persona libre y con derechos. Cada casta tenía los suyos.


Reflexiones de bioetica medica.1

Reflexiones de bioética médica.

 

Dr. Guillermo J.M. Moronell. Moronell & Asoc. – Abogados

www.moronell-abogados.com.ar

 

Mucho es lo que se ha escrito en relación al tema, aunque el mismo podríamos decir que es relativamente nuevo al haber atravesado las pautas históricas que en definitiva cambiaron en la base la relación médico-paciente a través de la democratización del ejercicio de la medicina, concepto sobre el que volveremos.

 

El juramento hipocrático que dio fundamento al ejercicio profesional médico y estableció las pautas éticas que se volcaron en el Código de la materia, nació en una Grecia que tenía un concepto muy distinto de la sociedad, desconociendo en absoluto lo que era la democracia y la igualdad de los seres humanos. Las clases sociales llevaron a considerar a los esclavos como seres (no personas) sin derechos, sometidos a lo que se consideraba dura vida del trabajo en pro de las artes creativas que llevaban a cabo quienes sí eran consideradas personas. Claro que no todo trabajo era esclavizante, pues el artesanal o todo aquel que supusiera una actividad intelectual para su logro era considerado digno de una persona libre y con derechos. Cada casta tenía los suyos.

 

¿Una sociedad injusta? Más bien una sociedad antigua. No sería correcto practicar revisionismo alterando el escenario en el que la excelsa cultura griega se desarrolló. Así como repelemos el hecho de que no todos los seres humanos gozaran de derechos, al menos los mínimos, admiramos la cultura de la filosofía, la armonía en el arte, la escultura, la arquitectura, la dialéctica, la astronomía, etc., legados que quedaron en poder de la humanidad para su servicio y progreso.

 

Hablar de Grecia es hablar de Platón, el gran filósofo autor del Mundo de las Ideas, obra clave para que se justificaran los distintos derechos y aún la falta de ellos, y plataforma para la cristianización de sus teorías.

Las ideas estaban allí, por encima de los hombres, de todos los hombres, aunque algunos estaban más cerca de captarlas o interpretarlas, y cuanto más cerca más privilegiados. Era toda una excelsa obra interpretar las Ideas, tarea reservada solo para los sabios, y fundamentalmente para los monarcas. El rey era el intérprete de las Ideas, el nexo entre ese mundo invisible y apetecible, y la sociedad de hombres con derechos. Los esclavos solo aceptaban las voluntades de sus amos sin derecho a nada.

 

Quienes ejercían profesiones eran hombres libres y como tales, ostentaban sus derechos con altivez. Había profesiones más importantes que otras, y justamente la mayor o menor importancia era la que determinaba el poder de estas gentes sobre sus atendidos. De todos modos, era un principio rector que nadie podía discutir con el profesional sino era un par por un problema de falta de conocimientos acordes. Ello significa que los profesionales decidían y los demás aceptaban. Incluso los monarcas acataban las decisiones de los médicos, por ejemplo, porque además estos eran guiados por el mundo de las Ideas, que equivale a decir por Dioses o Dios.

 

Evitando las figuras del rey y de los sabios, los profesionales más destacados eran los médicos y filósofos, unos básicamente prácticos y los últimos esencialmente contemplativos, pensadores, intérpretes de la realidad que vivían y que querían vivir por convicción e imposición.

 

Así pues, si estamos ante una sociedad que reconoce y desconoce derechos, que no acepta la discusión con quien es un especialista sino es otro especialista, entonces hablamos de predominios de unos sobre otros. Y en ese predominio (no menciono a los esclavos porque eran cosas propiedad de alguien), los médicos, que justamente se dedicaban a la más noble de las tareas: salvar vidas, fueron considerados prácticamente intocables. No revistieron este carácter frente a los monarcas que si bien se servían de ellos para vivir o estar mejor, también encontraron en éstos a culpables de algunos males y de muertes que no podían explicarse. Pero claro, el Monarca no explicaba, solo decidía sobre todos y sin excepciones. Para el resto de la sociedad era diferente, los médicos eran verdaderos salvadores, aunque normalmente sus métodos de curación fueran dolorosos y sanguinarios como es fácil entender. El juramento hipocrático les imponía salvar vidas como primera obligación y así lo tomaron, sin importar los métodos ni ser juzgados por el empleo de los mismos. Solo importaba el fin del juramento.

 

Grecia pasó, si puede decirse así, dejándonos una civilización de la que hemos tomado muchos legados: ciencias, arte, etc., y hasta su concepción de un mundo de Ideas fue tomado por el cristianismo para, de la mano de Aristóteles en forma primitiva, San Agustín y Santo Tomás de Aquino luego, ubicar el concepto de un Dios único, invisible y todopoderoso, sabio, justo y bueno.

 

En rigor de verdad, con la llegada del cristianismo la sociedad cambió su concepción del hombre, ya que eran todos libres e iguales en condición y derechos por ser hijos de un mismo padre Dios, pero el analfabetismo era muy grande, el mundo pequeño, y aquella supremacía de los que más sabían sobre los otros continuó. En las sociedades no cristianas sucedía lo mismo aunque la valoración del ser humano estuviera quizás escalones más abajo como sucedía en la Roma expandida y tambaleante que sintió nacer a Jesús y al cristianismo.

 

Cuando el emperador Constantino proclamó al cristianismo como religión oficial del Imperio hacia el siglo IV de nuestra era, el mundo se estaba transformando, la religión había avanzado y quizás lo del emperador haya sido un reconocimiento a la realidad que lo rodeaba o un modo de protegerse y ganar los favores de ese Dios que nadie veía pero que ganaba voluntades aún a costa de martirios.

 

El cristianismo democratizó al hombre, al menos declaró a todos igual, y atendiendo a la gran difusión que la religión tuvo, se extendió el concepto. Pero, como ya dijimos, la falta de cultura de lo que podemos denominar pueblo, era un agujero en la sociedad, un bache por donde se filtraba la supremacía de unos sobre otros. Y en esa supremacía reinante, el médico continuó siendo casi un intocable.

 

La historia pasará por mil etapas que no es preciso desarrollar en este breve trabajo, pero hasta las primeras revoluciones en pro de los derechos de los hombres, que se llevaron a cabo hacia fines del siglo XVIII, en Inglaterra, Estados Unidos de Norteamérica y sobretodo, en Francia con su Revolución de 1789, habrá un concepto en la relación del médico con el paciente de verdadero paternalismo absolutista como refieren algunos autores españoles en excelentes trabajos cortos pero sumamente enriquecedores. Es la misma supremacía que se impone en todos los siglos de la Edad Media en otros ámbitos, como el religioso, es una supremacía intolerante a las ideas distintas, pero más por falta de ellas que por enfrentamientos ideológicos.

En definitiva, las tendencias responden a realidades y la historia es un constante devenir, un movimiento permanente que ha atravesado por distintas etapas para ir encontrando un lugar para todos los hombres, sobretodo alimentado, a modo de reacción, contra ese absolutismo que sumía la voluntad del uno en el otro.

Esta relación médico-paciente, reflejo de la misma realidad de hemos descrito antes,  poco a poco fue perdiendo terreno, aunque es hacia mediados del siglo XX cuando las pautas serán reeditadas y popularizadas. ¿Qué pautas? La única que limita el accionar médico: la autonomía de la voluntad del paciente, es decir, su derecho a decidir sobre su cuerpo y su vida.

 

Y así como hubo de ponerse frenos al absolutismo galeno, así hoy se lucha también para evitar el absolutismo de la autodeterminación, porque hay un brutal y a la vez sutil choque entre esos derechos de los pacientes y las obligaciones de curar y salvar vidas de los médicos. Las situaciones pueden ser innúmeras, y trataremos de ir analizando al menos las más evidentes a lo largo de las líneas siguientes.

 

 

LA LLEGADA DEL CONCEPTO DE AUTONOMÍA DEL PACIENTE.

 

De aquella sumisión extrema, hemos viajado rápidamente en el tiempo para llegar al momento en que comienza a vislumbrarse el derecho irrenunciable del paciente a su autonomía. Médico y paciente son ahora dos sujetos y no uno sumergido en la voluntad del otro.

 

El absolutismo ha dado lugar a la democratización del ejercicio profesional médico. Es como que el Código de Ética ha sido releído y aggiornado. No solo la Ética médica contempla lo que el médico debe y no debe hacer por su profesión, sino que ahora supone lo que puede hacer y no hacer por los derechos de los pacientes a su autonomía y autodeterminación, cuestión que plantea una casuística enorme que debe resolverse en el momento justo. Pero de todos modos arroja principios más elásticos y pluralistas que los originales.

 

Cuando las sociedades conquistaron la igualdad de los derechos aunque al principio fuera solo una declaración de principios, la misma  llegó al paciente y el freno fue comprendido e impuesto al médico. Ahora ambos tienen derechos y obligaciones mientras la historia sigue girando en busca de nuevos equilibrios y conquistas, que básicamente se refiere al perfeccionamiento de los triunfos democráticos de las revoluciones sociales mencionadas. De un lado al otro, del absolutismo a la permisividad, de la prohibición a la tolerancia extrema, pero inconscientemente buscando un equilibrio.


Reflexiones de bioetica medica.2

El aporte es laico y religioso, el hombre es uno sea o no creyente, pero algo une a estos dos prototipos: el real deseo de ser libres. Se ha conquistado la libertad, pues entonces habrá que hacerla valer.

 

Salvemos desde un concepto que me parece prioritario: la libertad será beneficiosa siempre y cuando sirva en términos de real utilidad, a una mejor atención médica, a un acercamiento entre médico y paciente, a una valoración de éste, en la inteligencia que es el médico quien conoce la profesión y el ejercicio de curar y el paciente es solo un sujeto ahora activo en cuanto a aceptar o no la técnica terapéutica propuesta; podrá aceptarla o no, pero no podrá discutir con el galeno en término científicos. Adelantamos que es por esta realidad, que la figura del consentimiento informado es tan importante, fundamental, es el científico que le explica al paciente libre de la toma de decisión, la patología, el plan terapéutico, el modo de llevarlo a cabo, los riesgos, los resultados esperados y las secuelas que pueden considerarse inevitables. El paciente, informado debidamente, decidirá por sí o a través de sus representantes o curadores, salvando aquí que los menores incapaces en razón de la edad, deben ser escuchados conforme las últimas tendencias de la jurisprudencia.

 

1. RESPETO A LA VOLUNTAD DEL PACIENTE. Cuando hablamos de la voluntad del paciente, hablamos también de la expresada por sus representantes o curadores.

 

Hemos dicho que esa voluntad no estaba presente hace tiempo atrás y que es logro de la civilización en la valorización del ser humano.

 

Los médicos fueron cambiando de modos de ejercer su profesión, aunque su ética en cuanto a los principios básicos se mantiene inalterable, esto es, defender la vida del paciente como gran premisa. Se han encontrado con que el paciente es un ser humano que, consciente, puede o no aceptar la atención médica y hasta decidir morir. ¿Cómo soportar esta verdad por un médico tradicional que lucha justamente contra la muerte? Mil respuestas existen a este punto y recuerdo aquí la casuística que mencioné párrafos atrás. No podemos entrar en todos los casos, y vamos a limitarnos a delinear principios básicos que no dejan de ser mi propia opinión y que por ello, admiten ideas y argumentos en contrario.

 

Adelantemos que el consentimiento informado debe obtenerse por el mismo personal médico que habrá de tratar al paciente y no por personal administrativo que solo cumple con un requisito que parece burocrático. Es el médico el obligado y en esto tanto él mismo como la Dirección Médica del Hospitalo Sanatorio, encargados del control de las historias clínicas, deben imponer el criterio irremediablemente. El consentimiento informado lleva un tiempo que el médico deberá acostumbrarse a disponer porque en definitiva es en su propio beneficio.

 

Adelantemos también que empleamos normalmente ejemplos de pacientes graves y hasta en situaciones críticas, pero el consentimiento informado debe ser obtenido en cualquier práctica invasiva aunque no haya riesgo grave para el paciente. Aquí también nos encontramos con que la  información es somera, ligera, y no da posibilidades al paciente a analizarla.

 

Si mencionamos que el consentimiento informado puede ser revocado, en la medida de lo posible la información debe ser efectuada por el médico al paciente unos días antes de la práctica, normalmente en un plazo razonable para que el paciente pueda tomar su decisión con la mayor libertad.

 

Estas pautas son muy importantes, porque no hay que olvidar que en el ataque constante al actuar médico, un consentimiento informado puede ser atacado por no haber dejado tiempo para pensar (disponiéndose de ese tiempo), y siempre con el razonamiento de la presión psicológica que sufre el paciente. Esto es mucho más grave obviamente cuando hablamos de situaciones de riesgo de muerte o práctica muy compleja.

 

Es cierto que la medicina puede transformarse en cruel cuando busca la sanación a cualquier costo aunque esté alimentado del magnánimo espíritu de salvar una vida.

 

TODA ACTUACIÓN MEDICA DEBE SER PROLIJAMENTE ESCRITA EN LA HISTORIA CLÍNICA, SIN ESPACIOS EN BLANCO Y CON FIRMA Y SELLO DE LOS PROFESIONALES INTERVINIENTES.

ACONSEJAMOS ASIMISMO QUE LOS CONSENTIMIENTOS INFORMADOS COMPLEJOS Y CON UN PACIENTE ANTE SITUACIÓN DE VERDADERA PRESIÓN, SEA FIRMADO TAMBIÉN POR OTRO MIEMBRO DEL CUERPO MEDICO Y ALGÚN FAMILIAR PERFECTAMENTE INDIVIDUALIZADO. No olvidemos que a las palabras las lleva el viento, y lo que hoy fue tal vez aceptar o negar el tratamiento o intervención, mañana puede ser valorada al revés.  

 

¿Qué pasa con quien puede salvar su vida o curarse de un mal serio sometiéndose a intervenciones y tratamientos degradantes, sumamente dolorosos, o que dejarán secuelas imborrables? Solo dos respuestas son posibles: aceptarlo o no aceptarlo. En ambos casos, es ineludible obligación del médico, jugando con el tiempo que tiene entre manos, informar al paciente debidamente, en términos claros y simples que puedan justamente ser captados por éste, bien entendidos para que pueda ejercer su derecho a la elección. Si el paciente opta por la negativa pese a las eventuales insistencias del médico, actuar que no está prohibido, pues entonces ello será asentado en la historia clínica adonde también pertenece el consentimiento informado, y el médico quedará seguramente frustrado pero protegido legalmente y en conciencia. Esta situación no supone un dejar morir por parte del médico, sino un dejarse morir por parte del paciente que ejerce su derecho a la autodeterminación en el marco de su autonomía.

 

Si decide someterse a la práctica, debidamente claro en el consentimiento informado (CI), será entonces el médico, a la vieja usanza, quien piloteará el barco en busca de buen puerto.

 

Dejemos claro que tanto rechazar el tratamiento como aceptarlo, al emanar de la libre voluntad del paciente, puede ser revocado en cualquier momento tomando como límite que ya sea tarde por el avance del tratamiento, porque exagerando no puede dejarse a un paciente que al sufrir incluso puede tener sus facultades alteradas, sin atención puntual.

 

La duda del médico acerca de la libertad de elección de un paciente sometido a la enorme presión de decidir entre su vida o su muerte, puede válidamente hacerlo dudar entre hacer o no caso, y aquí es donde debe remitirse a los parientes más cercanos y al Comité de Ética que lamentablemente no es costumbre generalizada en los nosocomios.

 

Mucho se ha ilustrado esta cuestión con los casos de los Testigos de Jehová que resisten prácticas que conlleven transfusiones sanguíneas. Entiendo que algunos ejemplos dados en este caso no son felices ya que se habla de un politraumatizado (inconsciente obviamente) que debe inmediatamente operado y transfundido, por carecer de algunas consideraciones jurídicas vitales que colocan al médico de un lado o del otro del cumplimiento ético de su deber primero y esencial. Se dice que cuando al médico le aseguran que es un Testigo de Jehová y que no admite transfusiones, el médico debe abstenerse de inyectarlo aunque el paciente corra riesgo cierto de muerte. Esto es correcto solo en la medida que quien asegura que el paciente pertenece a esa ideología pueda demostrar su relación de parentesco con el mismo y no haya personas más cercanas que puedan presentarse sin violentar el plazo de urgencia. ¿Cómo se acredita?, con documentos, con una clara manifestación de voluntad por el paciente y asumiendo las consecuencias, detallando tal cuestión en la historia clínica y con la firma y aclaración del o de los manifestantes.

Ante la duda, el médico debe salvar la vida.

 

Personalmente, siendo yo asesor de un nosocomio privado, me llamaron desde quirófano a las dos de la madrugada, y el cirujano, justamente ante un cuadro de politraumatismos, paciente inconsciente y muriéndose, me dice que es un Testigo de Jehová. Pregunto cómo lo sabe y me contesta que los presuntos hija y cuñado se lo han dicho. En mi pensamiento jurídico, y colocándome en la responsabilidad tremenda del médico, vi el cuadro: paciente que se muere, quirófano preparado, médico atento a cumplir con su obligación aunque confundido por esa circunstancia, y dos personas que entorpecen el intento de salvación con una alegación absolutamente improbada (no acreditan calidad de hija ni de ningún otro parentesco o pertenencia del paciente al grupo de los Testigos). Repitiendo porque es importante, ¿por qué improbada?, el paciente no tenía identificación alguna al respecto como suelen tener estas personas, la hija y el cuñado no podían acreditar que lo eran. ¿Qué aconsejé? Pues salvar la vida o intentarlo por todos los medios al alcance. Al día siguiente, a primera hora, ya intervenido el sujeto y en terapia intensiva, y para no dejar resquicio a reclamos, realizamos  una presentación por la figura de protección de personas ante un Tribunal de Familia que hacia el mediodía ordenaba emplear todos los medios para salvar esa vida. Finalmente, era preferible someterse a juicio por haber violado una ideología que por haber dejado morir a alguien sin una prueba fehaciente. Perfectamente asentado en la historia clínica lo relatado, el señor fue operado y cerca de veinte días después dado de alta con controles programados.

 

Como vemos, la voluntad del paciente debe ser respetada en la medida  que no haya lugar a dudas razonables. Por eso, también bregamos por una comunión de tareas entre médicos, entes de la salud y profesionales del Derecho, toda vez que la asistencia jurídica es vital para enfrentar un tema con conocimiento de armas útiles previas y que son las más efectivas. No nos oponemos a la idea de muchos médicos dedicados al tratamiento de estas cuestiones, a mentalizar a los organismos de la salud a mantener una asistencia jurídica in situ, y junto con ella a la formación de un permanente Comité de Etica y Prevención de Riesgos.


Reflexiones de bioetica medica.3

Estas falencias pueden ser válidamente atribuibles a la diferencia que existe entre médicos y abogados, a la resistencia de aquellos a cumplir ciertas obligaciones que podemos llamar útilmente burocráticas, como el llenado de una historia clínica o el debido llenado de un consentimiento informado. Después hablaremos de ambos documentos que en realidad forman parte de lo mismo, la elemental defensa del médico y de la institución.

 

Resumamos diciendo: respeto a la voluntad del paciente siempre y cuando esa voluntad pueda ser válidamente respetada.

 

2. RECHAZO DEL PACIENTE A SER INFORMADO.

 

Es una variante de este derecho de autonomía. El médico debe informar y el paciente debe aceptar o no. Preguntémonos primero: ¿qué hacer en un caso urgente cuando el paciente ya informado no responde? Primero, habrá que recurrir a la familia y si aquí también se encuentra silencio (es muy común que nadie se anime a decidir por el no rápidamente, es decir, a aceptar que el mal avance), el médico debe obrar en conciencia conforme el Código de Ética, es decir, intentar salvar la vida o derivarlo inmediatamente a otro profesional, haciendo constar el pase en la historia clínica. El silencio en ningún modo puede significar negación al tratamiento, muy por el contrario, la negación debe ser expresa y asentada en el consentimiento informado al igual que el silencio. ¿Cuánto podrá esperarse la respuesta? Pues dependerá del cuadro y del criterio fundado del médico. Estos son casos típicos que deben ser resueltos con urgencia por los Comités de Ética, pero como en estos deben participar necesariamente abogados especializados, hay un recelo a formarlos que vemos desde todo punto de vista infundado.

 

En el caso del título de este apartado, siendo como es, un derecho del paciente el ser informado, puede negarse a ejercerlo, en cuyo caso el médico queda liberado para actuar conforme su arte, asentando tal circunstancia en el consentimiento informado y en la historia clínica, aunque ambos son documentos de un mismo cuerpo. De ser posible, comunicarse con la familia para comunicar la decisión y sería prudente que alguno de ellos firmaran también como prueba testifical.

 

En otros casos, puede ser que los familiares pidan que no se le informe al paciente. Qué hará el médico?. Creemos que a los familiares habrá de decírsele toda la verdad pero también debe informarse al paciente sin mentiras pero sin la crudeza que su salud arroja. Se podrá decir que los familiares advirtieron al médico la posible reacción negativa del paciente, pero repetimos que la intervención a que será sometido por padecer de un cuadro determinado, tiempo de cirugía, riesgo de anestesia, eventual tiempo de recuperación y riesgos deben ser informados si el paciente es capaz de entender, ya que éste, aunque sensible y proclive a desesperar, debe poder decidir. Este también es un caso para el Comité de Ética.

 

Como vemos que las cuestiones no son sencillas, jurídicamente debemos advertir que los llenados de los consentimientos informados e historia clínica deben ser cuidadosamente estudiados conforme el cuadro familiar, es decir, el entorno del paciente. Los temas de vida y muerte o minusvalía ya sea por cirugías, amputaciones, etc. son muy caros a las personas, y es por ello que es siempre conveniente completar las firmas del consentimiento informado con las firmas de los familiares a modo de testigos, con identificación. Para el caso de carecerse de familiares o allegados, conviene la firma de enfermera, anestesista o cualquier otro interviniente directo en el hecho médico. No olvidemos que las palabras y las buenas relaciones, como dijimos, pueden ser olvidadas o tergiversadas,  y vivimos momentos en que los médicos son atacados, aunque en la mayoría de los casos los reclamos no prosperen.

 

Cuando el médico conoce la idiosincrasia de su paciente, puede aplicar el privilegio terapéutico y no informar para evitar un mal mayor. De todos modos, siempre habrá que intentar informar a los parientes. Este privilegio no significa obviamente que el paciente no sea informado de una futura intervención o tratamiento normalmente invasivo, sino del mal que lo aqueja, del resultado sumamente aleatorio del acto médico, y de los eventuales riesgos posteriores. Psicológicamente, todos los pacientes quedan afectados ante noticias graves sobre su salud, pero esto es inevitable; al hablar de privilegio terapéutico, hablamos de personas que prima facie y fundadamente habrán de sufrir consecuencias muy severas en su psiquis y por ende, en su salud. La aplicación de este principio debe ser asentado debidamente y avalado por otro profesional preferentemente.

 

3. CONSIDERACIONES FINALES.

 

Este capítulo que hemos tocado de la Ética Médica demuestra la enorme evolución sufrida en el ejercicio profesional y de que modo el paciente ha pasado a ser un sujeto activo. Paralelamente a este avance en su valoración, han ganado espacio los reclamos de presunta mala práctica, varias veces fundadas y la mayoría no, pero son demandas que conmueven el espíritu del médico y lo limitan en su capacidad profesional. El médico ostenta su maletilla “nunca me equivoco”, pero debe entender que la realidad que lo rodea le exige un cambio de actitud que puede insumirle más tiempo pero que lo protegerá ante reclamaciones.

 

Ese negar el error es el principal obstáculo para llenar con el galeno a una conclusión de defensa. La negación del posible error es un error mayor y puede llevarlo a situaciones de responsabilidad comprometedoras.

 

¿Qué conclusiones extraemos?:

 

1. La relación médico-paciente debe ser afectuosa, cercana y contenedora desde el primer momento. Cuando un médico, aún ante el error, ha mantenido esa buena relación, el paciente estará ligado al galeno y procurará evitar un planteo de presunta mala práctica.

2. El consentimiento informado debe ser completado por el médico luego de hablar claramente con el paciente (ocultando sí aquello que entiende puede afectarlo seriamente) y con la suficiente antelación para que el paciente reflexione y decida libremente. Si el paciente no puede, habrán de resolver los parientes o representantes.

3. Se le debe informar que el consentimiento informado puede ser revocado en cualquier momento antes de la práctica o que suponga suspender un tratamiento.

4. Conviene la firma del médico y del paciente y la de otro profesional médico o de enfermería y de algún familiar en el consentimiento informado.

5. El consentimiento informado forma parte de la historia clínica y aquí se debe asentar todo aquello que se obra en el paciente, incluyendo estudios, resultados y tratamiento propuesto.

6. Las fichas de consultorios externos son historia clínica y llegado el caso de abrir la clásica carpeta, deberán ingresar a la misma.

7. La objeción de conciencia debe quedar asentada en la historia clínica con un relato del porque del apartamiento que debe tener argumentos consistentes. Nunca un médico puede apartarse de un paciente antes de que el reemplazante tome su lugar y sea perfectamente ilustrado de la cuestión.

8. Si el médico siente la necesidad de oponerse en conciencia, pero el cuadro le impide derivar al paciente a otro colega, deberá afrontar la situación hasta tanto sea reemplazado. No hacerlo es violar la ética y eventualmente en el delito de abandono de personas.

9. Las instituciones de la salud, públicas o privadas, deben tomar conciencia de la importancia de la formación de los Comités de Ética y mantenerlos alerta para formarse ante situaciones como las mencionadas ut-supra u otras. Esos Comités los debería presidir el Director Médico, médico legistas, médico de la especialidad, abogado especializado, religiosos, etc. Es un Comité interdisciplinario que además tienen la obligación legal de existir concretamente.

10. Los Comités de Prevención de Riesgos, formados por el Director Médico, abogados, y jefes de los sectores más comprometidos en presuntas malas prácticas, deberían reunirse periódicamente con un informe de cada sector acerca de situaciones ocurridas que puedan derivar en reclamos, o  inquietudes que es bueno y provechoso preverlas.

10. El ejercicio profesional ha cambiado desde que el paciente ostenta sus derechos de autonomía y autodeterminación, y por eso habrá que aggionarse para no ser tapados por los nuevos tiempos. Ello exige esfuerzo, cambio de hábitos y estudio.