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Monografia: el duelo familiar bajo la optica de la bioetica
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Autor: Dr. Napoleón Tocci Dell Oglio
Publicado: 12/05/2009
 

El duelo es la reacción emocional, física y espiritual en respuesta a la muerte o una pérdida. El proceso de duelo lleva tiempo y las heridas se sanan gradualmente. La intensidad del duelo puede depender de si la pérdida fue inesperada y repentina, y de la relación que tenías con la persona que falleció. Algunas personas escriben sobre el duelo y aseguran que se da en etapas, pero en realidad se suele sentir como “oleadas” o ciclos de dolor que van y vienen según lo que estás haciendo y si existen elementos que te hagan recordar a la persona que murió. En la presente monografía plasmo mi visión particular sobre este fenómeno, visto desde mi especialidad como Anatomopatólogo y aplico los principios básicos de la bioética ante esta problemática.


Monografia. El duelo familiar bajo la optica de la bioetica.1

Monografía: el duelo familiar bajo la óptica de la bioética. Visto por un Anatomopatólogo.

 

Tocci Dell Oglio Napoleón. Profesor Universidad de Carabobo, Valencia, Venezuela. Patólogo criminalístico.

Palabras clave: Duelo-Bioética-Muerte

 

Resumen

 

El duelo es la reacción emocional, física y espiritual en respuesta a la muerte o una pérdida. El proceso de duelo lleva tiempo y las heridas se sanan gradualmente. La intensidad del duelo puede depender de si la pérdida fue inesperada y repentina, y de la relación que tenías con la persona que falleció. Algunas personas escriben sobre el duelo y aseguran que se da en etapas, pero en realidad se suele sentir como “oleadas” o ciclos de dolor que van y vienen según lo que estás haciendo y si existen elementos que te hagan recordar a la persona que murió. En la presente monografía plasmo mi visión particular sobre este fenómeno, visto desde mi especialidad como Anatomopatólogo y aplico los principios básicos de la bioética ante esta problemática.

 

Palabras clave: Duelo-Bioética-Muerte

 

Abstract

Grief is the emotional reaction, physical and spiritual response to the death or loss.
The grieving process takes time and the wounds will heal gradually. The intensity of grief may depend on whether the loss was sudden and unexpected, and the relationship you had with the person who died. Some people write about grief and ensure that happens in stages, but in reality we often feel like "waves" or cycles of grief that come and go as you are doing and if there are elements that make you remember the person who died. In this paper plasma my vision on this particular phenomenon, as seen from my field as a pathologist and apply the basic principles of bioethics to this problem.


Keywords:
Grief-Death-Bioética

 

Introducción

 

La muerte es un fenómeno irreversible que es la parte final de la vida, es un evento ineludible con el que termina el ciclo vital de todo ser viviente, incluyendo al hombre, su definición y sus límites no son precisos, solamente se puede asegurar sin lugar a dudas que ha ocurrido por la presencia de desintegración y putrefacción, así el hablar de la muerte clínica, encefálica, celular, apoptosis o muerte programada, no es suficiente. La tanatología la aborda con una visión integral que también comprende los aspectos antropológico, psicológico, social, económico, religioso y moral, lo que está estrechamente relacionado con la bioética, término introducido en 1970 por Van Ressencaer Potter, un oncólogo de la Universidad de Wisconsin para designar a una disciplina práctica para salvaguardar a los seres vivos incluyendo al hombre y al medio ambiente. (1).

 

El duelo es la aflicción que siente la gente cuando sufre la pérdida de un ser querido. El duelo es una reacción natural frente a la pérdida de alguien importante. El duelo también es el nombre del proceso de recuperación que una persona atraviesa después de la muerte de un ser querido. (2)

 

En mi profesión como Patólogo, he vivido muy de cerca este proceso de duelo en los familiares de las víctimas por muerte violenta y natural. Las circunstancias en las que muere una persona pueden influir en los sentimientos del duelo. Por ejemplo, si una persona estuvo enferma mucho tiempo o era muy vieja, es probable que esperaras su muerte. Aunque no necesariamente esto haga que sea más fácil aceptarlo (y el sentimiento de duelo estará presente de todos modos), algunas personas descubren que saber que alguien va a morir les da tiempo para prepararse. Y si un ser querido sufre mucho antes de morir, las personas pueden incluso tener una sensación de alivio cuando llega la muerte.

 

Pero perder a alguien repentinamente puede ser muy traumático, sin importar la edad de la persona. Tal vez alguien a quien conoces murió inesperadamente; como resultado de un acto de violencia o de un accidente de automóvil, por ejemplo. Puede llevar mucho tiempo superar una pérdida repentina, porque quizá sientas que el acontecimiento y los intensos sentimientos que lo acompañan te tomaron desprevenido.

 

La pérdida de un ser querido es un acontecimiento muy estresante que casi todas las personas tendrán que afrontar a lo largo de la vida. El duelo es el proceso de adaptación que permite restablecer el equilibrio personal y familiar roto con la muerte del ser querido. No se puede crecer sin sufrir.

 

El dolor tiene diversos rostros: puede estar provocado por la irresponsabilidad humana y por circunstancias fortuitas e imprevisibles, pero está inscrito en la ley misma de la naturaleza. Las víctimas y familiares de Accidentes de Tráfico, de Atentados Terroristas, de Malos Tratos, de Adicciones, de Enfermedades físicas o psíquicas, de Desempleo, Mobbing, Separaciones, etc.… La dinámica del desprendimiento es una constante de la vida humana. La persona crece en la medida en que acepta creativamente el principio de la separación y de la pérdida como condición necesaria para vivir. (1)

 

A través de esta monografía quiero plasmar un poco mi experiencia vivida día a día, ante la actitud de los familiares del fallecido en la morgue y relacionarlo con la ética. He experimentado numerosas reacciones y estoy convencido que cada ser es único e irrepetible y que reacciona de acuerdo a su formación biopsicosocial y espiritual.

 

Marco teórico

 

La vida es real, incontrolable, inabarcable y compleja. A menudo resulta inteligible: Aparecen y desaparecen las alegrías y las penas, los éxitos y los fracasos, las risas y las lágrimas, las «gracias» y las desgracias. Y como parte de la vida, en su etapa final aparece la muerte. Puede ocurrir a cualquier edad, de forma súbita o después de una larga enfermedad. (1)

 

A pesar de saber «intelectualmente» que somos mortales, el fallecimiento de un ser querido resulta un acontecimiento terrible, muy difícil de aceptar. La ruptura del vínculo, tan fuerte e importante, produce mucho sufrimiento y pone en cuestión los fundamentos del ser y existir humanos, afectando de manera importante a las relaciones familiares y sociales más básicas.

 

El miedo a la muerte, es un miedo universal, compartido por las diferentes culturas y religiones, que han elaborado ritos y grados de negación diferentes.

 

La muerte es especialmente difícil de entender en nuestra sociedad urbana y consumiste, que fomenta la Ilusión de que vamos a vivir muchos años y lleva a «la necesidad» de negar su realidad. Una pérdida es una depravación de algún tipo y origina dolor. La experiencia de pérdida es parte de la experiencia humana; a lo largo de la vida sufrimos a menudo pérdidas.

 

El sentido y la extensión de la pérdida son percibidos de modo diferente por cada persona. La mayoría de las pérdidas aparecen como negativas para el que las experimenta: la muerte de un ser querido, la pérdida de bienes materiales. Sin embargo otras pérdidas se reconocen más difícilmente. No derivan en principio de hechos desagradables: las pérdidas originadas por el crecimiento, los cambios de situación; el nacimiento de un hijo pérdida de independencia y libertad -el traslado de casa, de ciudad. Todo cambio, positivo o negativo, implica una pérdida y la necesidad de hacer un duelo. Además, toda pérdida principal viene acompañada de pérdidas secundarias y toda pérdida física de otras simbólicas (1)

 

La muerte del ser querido es una pérdida principal. Puede generar en el doliente, dependiendo del rol que haya jugado en su vida, pérdida de status, de lugar de residencia, de amistades, de relación con otros miembros de la familia, de entorno social. Estas pérdidas secundarias, no siempre se identifican como tales y pueden causar problemas al originar reacciones que no se entienden y que hacen sufrir.

 

 


Monografia. El duelo familiar bajo la optica de la bioetica.2

Una pérdida física, pérdida tangible que puede tocarse y verse,- la pérdida del marido, el robo del coche, el incendio de la casa- conlleva pérdidas simbólicas abstractas de naturaleza psicosocial.

 

Aunque las formas de respuesta emocional a la muerte, son diferentes según el marco cultural, en los países desarrollados, han surgido nuevas situaciones relevantes como son, las reacciones de aflicción por la muerte de un neonato, las reacciones por el fallecimiento de jóvenes por accidentes de tráfico, los enfermos de SIDA, o patologías como la enfermedad de Alzheimer, que han requerido cuidados prolongados, etc., provocando una progresiva “medicalización” como soporte de la respuesta de adaptación a la pérdida sufrida, ante la crisis de otros dispositivos tradicionales de tipo religioso y cultural en la sociedad occidental. (2)

 

Es igualmente relevante señalar, las complicaciones potenciales que una reacción de duelo anormal, puede provocar, destacando entre ellas el abuso de fármacos, alcohol y drogas, el aislamiento social, la aparición de patologías ansioso-depresivas e incluso el incremento de la mortalidad y suicidio, más común entre viudos y ancianos afligidos. (2)

 

La tristeza después de la muerte de un ser querido, es difícil de distinguir de la aflicción anormal, estando igualmente deficientemente definidos los factores de riesgo predictores de un duelo patológico, (2)

 

Hay dos significados etimológicos de la palabra duelo, y los dos provienen del latín. Una acepción viene de la palabra "duellum", que significa pelea o guerra, en el sentido de que los hombres se "batían a duelo" para resolver un conflicto o afrenta. Por otra parte, la palabra latina "dolus" deriva del verbo "dolere", y su significado es "doler", "sufrir" o "penar". (3)

 

Pero la vivencia del Duelo dependerá mucho también según haya sido esa Muerte. Es muy diferente si se trata de una Muerte lógica y esperada a si no fue ilógica: por ejemplo, no es lo mismo que muera uno de los padres a que muera cualquiera de los hijos; en este caso la Muerte sería totalmente ilógica ya que lo lógico es que mueran primero los padres. También marcará una distinción si fue Muerte esperada o No esperada: en el primer caso, de alguna manera el sobreviviente se fue preparando, aunque el momento de la defunción lo encuentra quizás agotado y desesperado; en el segundo caso la Muerte no tuvo tiempo de prepararse, ni siquiera pudo sospechar que se acercaba ese acontecimiento doloroso. Entonces, la respuesta del Duelo será más larga y quizás de más dolor. (4) Una enfermedad grave, origina, además de la pérdida de la salud, pérdida de la autonomía, de las funciones corporales, de la identidad, la intimidad, los contactos sociales, la autoestima y la movilidad. Y también la pérdida de esperanzas, sueños y expectativas.

 

La descripción más precisa de lo que constituye una definición de duelo, se encuentra en la obra de S. Freud (1917), llamada Duelo y melancolía: A continuación se destacan las tres principales reacciones (5):

 

  1. Reacción a la pérdida de un ser amado o de una abstracción equivalente (la patria, la libertad, el ideal, etc.).
  2. El duelo es un afecto normal paralelo a la melancolía (depresión); excepto en una característica: en el duelo no está afectado el "amor propio" (autoestima).
  3. Conlleva la convicción del sujeto de ser castigado por una culpa cometida por el.


Factores que influyen en el duelo:

 

Como ya se ha dicho, aún cuando hayan elementos comunes, la pérdida de un ser querido es vivida de manera única e individual por cada uno de los dolientes. Cuatro grupos de factores afectan de manera importante al duelo: Los factores psicológicos, los recursos personales, las circunstancias específicas de la muerte, los apoyos externos. (4)

 

1.- Los factores psicológicos.

 

La pérdida y el sentido de la pérdida es único. Una misma pérdida tiene un significado diferente para diferentes personas, porque cada uno la percibe de manera distinta, dependiendo del:

 

  • Sentido, calidad e inversión emocional de esa relación para el doliente.
  • Dependencia o independencia que ha generado,
  • Cantidad y calidad de los «asuntos» sin resolver entre el doliente y el fallecido, características del fallecido, (edad, sexo, personalidad),
  • Percepción del doliente sobre la «realización, satisfacción y cumplimiento « que la vida ha deparado al fallecido.
  • Rol y funciones del fallecido para el doliente, su familia y el sistema social en que se movía, que van a dar lugar a determinado número de pérdidas secundarias.

 

Si las relaciones con el ser querido han sido conflictivas, el dolor no solo es por la pérdida; el doliente también se culpa de no haber tenido mejores relaciones con el fallecido; no le queda ni la esperanza de poder mejorarlas algún día.

 

En este caso, la muerte del ser querido resucita viejos conflictos, no resueltos con anterioridad: miedos, ansiedades, sentimientos de abandono infantiles; y conflictos de ambivalencia, dependencia, seguridad en las relaciones padres-hijo. El doliente tiene que enfrentarse a la pérdida actual y a viejas pérdidas.

 

Existe más riesgo de encronización del duelo, cuando la relación previa entre el fallecido y el doliente (padres hijo, relación de pareja) no era ya sana. Puede producir el «síndrome de duelo ambivalente», en el que se mezcla la sensación de alivio con los sentimientos de culpa (5).

 

El impacto que una pérdida produce en una persona no se puede «normalizar», de manera que se pueda asumir «a priori» qué pérdida va a afectarle más. Pero la pena es mayor cuando muere un hijo pequeño o adolescente, y el esposo/la esposa.

 

2.- Los recursos personales

 

La respuesta a la pérdida y la manera de afrontar el traba o del duelo es análoga a otras respuestas vitales de la persona.

Dependen de:

 

  • Sus comportamientos adaptativos, personalidad, carácter y salud mental.
  • El grado de confianza en sí mismo,
  • El nivel de madurez e inteligencia, relacionados de manera positiva con una buena resolución del duelo, al dar más posibilidades de entender el sentido e ¡aplicaciones de esa muerte.
  • El haber o no sufrido otros duelos, que pueden afectarle de manera positiva - sabe que «sobrevive» a la pérdida - o negativa.
  • La posibilidad de expresar el duelo.
  • La concurrencia de otras crisis personales, que complican el duelo. Cada una de ellas demanda energía y atención, en momentos en que se está «vacío».
  • La comprensión, implicaciones, manera de afrontar y expresar la pérdida, están influidos siempre por el propio sentido de la existencia y la fundamentación religioso-filosófica, cultural y social del doliente.

 

3. Circunstancias específicas de la muerte. (6)

 

El modo y momento de morir influye en los supervivientes. No es lo mismo:

 

  • La muerte de un anciano que la de un niño. Los padres experimentan ésta como antinatural e injusta.
  • La muerte por una enfermedad terminal, que la súbita e imprevista.
  • La muerte por suicidio o actos violentos.


Monografia. El duelo familiar bajo la optica de la bioetica.3

La primera, da a los allegados la oportunidad de prepararse al desenlace. Un accidente de tráfico o laboral, un infarto, origina muertes muy difíciles de aceptar. Todavía más dramática resulta la muerte por suicidio, que deja sentimientos de culpa profundos o la que resulta de actos violentos (asesinatos, violaciones). Los dolientes pueden obsesionarse con el pensamiento de cómo habrá vivido su ser querido aquellos últimos momentos.

 

4. Los apoyos externos

 

Los dolientes viven su duelo en una determinada realidad social, que influye en el proceso de recuperación.

La familia es el contexto fundamental y puede ayudar o entorpecer la elaboración de un duelo, permitiendo, por ejemplo, exteriorizar la pena o por el contrario, premiando «la fortaleza» y «entereza» del que «se controla». Toda « cultura familiar» implica comportamientos, tradiciones, valores sociales y expectativas.

 

Los amigos, los profesionales, los «grupos de pertenencia», la Iglesia, los «grupos de ayuda mutua» -formados por personas que han sufrido experiencias similares- pueden ser otras tantas posibilidades de apoyo y consuelo.

 

Las reacciones atípicas del duelo

 

La intensidad y duración de las reacciones en el tiempo es quizá lo que distingue un duelo normal de otro anormal. (Pancrazzi, 7).

 

En el duelo anormal el proceso queda bloqueado y el dolor no se elabora. Las actitudes de rechazo y no aceptación del hecho y los sentimientos de rabia, culpa y tristeza no resueltos, pueden originar este bloqueamiento. (Parkes, 8).

 

Los mecanismos de defensa que permiten a las personas gestionar la angustia, afrontar situaciones difíciles o controlar reacciones emotivas, no tienen en estos casos una función saludable. Bloquean, retrasan o distorsionan un proceso de crecimiento y maduración. Son mecanismos de rechazo, fijación, represión, racionalización, aislamiento, regresión, somatización o identificación (con el difunto).

 

Tipos de duelo. (9)

 

  • Anticipatorio, en caso de muertes anunciadas
  • Retardado, en aquellas personas que «se controlan», «no tienen tiempo de ocuparse de sí mismas» o escapan al dolor y a la realidad de la muerte del ser querido mediante una «hiperactividad». Durante meses o incluso años, cualquier recuerdo o imagen, desencadena el duelo no resuelto.
  • Crónico, que arrastra el doliente durante años, absorbido por los recuerdos, incapaz de reincorporarse a la vida normal.
  • Patológico, caracterizado por un agotamiento nervioso, síntomas hipocondríacos, identificación con el fallecido o dependencia de los fármacos o el alcohol. Requiere ayuda profesional.

 

Los objetivos del duelo.

 

Wordon (10) establece cuatro:

 

  1. Aceptar la realidad de la pérdida, que es el paso más difícil.
  2. Dar expresión a los sentimientos, identificarlos y comprenderlos, para así aceptarlos y encontrar cauces apropiados de canalización e integración.
  3. Adaptarse a la nueva existencia sin el ser querido.
  4. Invertir la energía emotiva en nuevas relaciones.

 

La resolución del duelo.

 

En general, puede decirse que el duelo ha sido resuelto cuando el doliente ha cumplido los citados objetivos.

La duración del duelo es siempre variable y dependiente de factores particulares que influyen en la respuesta individual a la pérdida.

 

Los síntomas más intensos del duelo agudo pueden durar entre 6 y 12 meses, pero se conocen procesos que necesitan 3 años y más. Hay aspectos de la pérdida que acompañan al doliente para siempre o del duelo mediato, que se prolongan durante años y a veces hasta su muerte.

 

El tiempo es terapéutico porque da una perspectiva, ayuda a resituar los hechos, adaptarse al cambio y procesar sentimientos. Sin embargo, que «el tiempo todo lo cura», «sólo se necesita tiempo», «con el tiempo el dolor es menor», sólo es cierto si se toma el duelo como un traba o, se afronta la pérdida sin negarla inhibirla o posponerla y se atraviesa el dolor, sin evitarlo o circunvalarlo. (11)

 

Pangrazzi (12) cita dos signos concretos de recuperación:

 

  • Que el doliente pueda hablar y recordar al ser querido con naturalidad y tranquilidad, sin llorar.
  • Que haya establecido nuevas relaciones significativas y aceptado los retos de la vida.

 

Ese sentimiento que nos acosa ante la muerte de un ser querido es lo que llamamos "duelo". Cuando una persona amada muere nos sentimos en un primer momento perdidos, tratados injustamente, por haber sido arrancados bruscamente de su lado. Rechazamos la dolorosa realidad como si de una pesadilla se tratase y al despertar nuestro amado volviera a estar vivo. Ese proceso es nuestro mecanismo de defensa para que el Yo que habitamos no sufra tanto. Pensamos mil formas distintas de negarlo, recorriendo mentalmente el pasado. Pero en este proceso de dolor y duelo llegamos a un reconocimiento de la dolorosa realidad que evoluciona hacia la propia reinserción en la vida que vivimos, manteniendo en nuestra mente su recuerdo pero avanzando en la reconstrucción de nuestra propia existencia.

 

El duelo es un proceso necesario y natural para sanar nuestra mente y se utiliza siempre que perdemos algo o alguien querido. Es necesario que comprendamos y aceptemos nuestros sentimientos con respecto a la muerte, que incorporemos la creencia de que es un proceso natural en una vida y que su significado tiene que ver más con renovación e inicio que con final o castigo. Es un proceso natural que nos conduce a un nuevo despertar, porque hay algo en tu interior que así te lo dice y que llamamos alma, aquella que alberga tu cuerpo físico y que es invisible y adimensional. Este pensamiento proporcionará seguridad y mantendrá alejado el miedo a esa misteriosa experiencia. (12).

 

La manera como se ve e interpreta a la muerte como un acontecimiento general o ajeno, cambia cuando afecta a una persona en particular, cuando el enfermo o sus familiares se enteran de la posibilidad, cercanía o la inminencia de la muerte, es importante conocer sus reacciones y actitudes en estas circunstancias. Elizabeth Kluber Ross describió las reacciones psicológicas y las fases por las que pasan los enfermos, cuando éstos saben que son portadores de una enfermedad, de un estado de deterioro físico y lo funcional que amenaza su vida, en estas fases se hacen muchas preguntas, reflexiones y tienen diferentes reacciones, como son: Negación, Incredulidad ¿Por qué a mí?; Ira, Agresividad, Rabia ¿Por qué yo y no tú?; Transacción, Regateo ¿Cambió algo?; Depresión, Soledad ¿Para qué?;Resignación, Alivio Todos moriremos; Aceptación, Esperanza ¿El más allá? (13)

 

La actitud que tengamos hacia la muerte depende mucho de nuestro entorno tanto cultural como familiar. Nuestras convicciones las hemos heredado o aprendido de aquello que oímos y es, al madurar y hacernos adultos, cuando a menudo cuestionamos esas creencias tan instaladas en nuestro ser. Se ha estudiado mucho el tema de la muerte en las diferentes civilizaciones que forman parte de nuestro Universo porque el tema supone una incógnita para el ser humano. (14)

 

 


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Por otro lado el estar en contacto con la muerte indirectamente me ha enseñado indudablemente que no son ni la enfermedad ni la muerte las que dan sentido a la vida, sino la vida misma, la mía con sus aciertos y fracasos, con su forma particular de ver el mundo, con sus amores y desamores, sus metas y proyectos. Sin embargo la proximidad con tanta gente muerta me hace volver a mi propia existencia, a comprender y buscar lo que realmente me importa, lo que da sentido a mi vida, lo que me hace seguir adelante, lo que me impulsa a no rechazar la vida..Ya decía Malraux (15), que “la muerte transforma la vida en destino”. Por eso luego de meditar he redescubierto y me he reencontrado conmigo mismo y compruebo que estoy en mi sitio, en mi lugar, en mi momento, en mi tiempo, en el presente el cual he aprendido a vivirlo intensamente. Y compruebo libre y gozosamente la necesidad: que lo que es aquí y ahora es justo lo que debe ser, y no debería ser diferente. (Heidegger).

Muchas personas, me admiran por mi trabajo, porque en el fondo de sus corazones saben lo difícil que es enfrentarse día a día con la muerte y es que la muerte y yo somos amigos inseparables desde el principio de los días, la muerte y yo caminamos cogidas de la mano. Me visita en sueños, me invita a sentarme con ella incluso en la vigilia, en la acción cotidiana de mis días. Y me muestra el rostro de miles de personas que de manera violenta o natural dejan este mundo terrenal.

 

Durante mi practica no solo siento su presencia sino toda la estela de sentimientos y emociones que ella es capaz de despertar en los familiares y amigos más allegados de las victimas. Ella es capaz de hacer enloquecer, brincar, llorar, arrastrar y hasta golpear a los que en vida lamentan el adiós de un pariente o conocido. Y es que ella envuelve la atmósfera de dolor, tristeza, desolación y hace que ese sentido ese futuro de vida, pierda razón de ser.

 

No hay consuelo para ese dolor, lo he vivido de cerca, lo he sentido y en ocasiones hasta he llorado con ellos. Y es que como ser humano me estremezco y pienso en mi y mi familia y sin duda concluyo que es un momento muy triste y duro en la vida de los seres humanos. Y es que la muerte forma parte de la vida misma de su esencia, es una etapa más que hemos de recorrer para poder optar a una transformación o purificación en el mundo paralelo que nos espera luego de la muerte. La muerte con su aroma envuelve todo a su alrededor desde el fallecido, como su entorno. Y transmite nostalgia y vacío.

 

Muchos familiares vienen con una carga emocional y negativa muy grande y ¿Cómo enfrentar desde el punto de vista bioético esta situación? ¿Cuál debe ser la postura o conducta ideal ante sus interrogantes?. Sin duda no es nada fácil afrontar esta situación, ya que los familiares angustiados y con su dolor encima arremeten en contra del patólogo y no escuchan explicación alguna que alivie su dolor. Algunos de ellos baten las puertas, golpean objetos como paredes o escritorios, o simplemente enmudecen ante este drama. Otros lucen serenos externamente pero en su interior sin duda albergan los sentimientos y lamentos más ocultos. He visto con sorpresa como otros familiares no derraman ni una gota de lágrima y se muestran fríos y secos ante tal situación. Por otro lado hay quienes sólo están pendientes de la ropa o algún objeto material que su familiar portaba para el momento de la muerte.

 

El mundo humano, es un mundo de significados, más allá de la apariencia, y, por lo tanto, de valores. Algunos de estos, los que se orientan a la búsqueda del bien proporcionará la felicidad, son valores éticos. Al aplicar la libertad o la igual dignidad de todas las personas, me pongo a meditar sobre ello, y definitivamente en el momento del duelo, trato de tratar por igual a todos los familiares de los difuntos, dándole valor y apoyo moral en estos momentos tan difíciles, no es nada sencillo, porque muchas veces vienen con perjuicios y mucho dolor. Y cosa difícil de calmar es el dolor de un familiar. La libertad de merecer un trato digno y justo sin discriminación de raza, sexo, condición socio-económica nos acerca a una igualdad y equidad que minimiza las circunstancias del mal momento vivido por los familiares. (15)

 

La Libertad, es vista como una aliada, en estos momentos difíciles, ya que ella me permite liberarme de muchos tabús, y me hace reconocer lo humano, indelebles y frágiles que somos los seres humanos, cuando nos exponemos al fenómeno de la muerte de un familiar. Y es que familiares de muertos importantes siempre llegan a la morgue mostrando sus credenciales, o diciendo yo soy fulanito de tal…quizás para mover sus influencias y tratar de ser atendidos muy bien, ello me molestaba al principio, porque yo en mis adentros, en mi interior me preguntaba ¿Por qué hacen eso?, ¿Por qué quieren hacerme ver que son más importantes que los familiares de los demás difuntos?, luego de meditar y respirar profundo veo simplemente la desesperación mezclada con el dolor. Pienso particularmente que un muerto, es todos los muertos del mundo…y que el solo hecho de haber muerto y compartido ese misterio divino, es suficiente para ser tratado con dignidad e igualdad.

 

En cuanto a no hacer daño Principio de No Maleficiencia, procuro siempre estar en calma conmigo mismo, eso lo he logrado luego de mucha meditación y reflexión interna, no es sencillo lograr un pleno equilibrio, entre el cuerpo la psiquis y el alma. Por ello en cada encuentro, me fortalezco y he logrado dar respuestas certeras a los familiares, con la calma del agua más mansa y con la sabiduría que dan los años y al experiencia. Eso me tranquiliza bastante, porque tengo la certeza del deber cumplido. Deber cumplido a cambio de soportar a veces maltratos, insultos y recibir quejas de múltiples situaciones. Pero a la final vale la pena.

 

Antes de abrir la boca y dar algunas explicaciones a los familiares de los difuntos, lo pienso, analizo y luego lo convierto en verbo. La experiencia me ha enseñado a ser cauto y sensato a la hora de hablar, de explicar, de expresarme. Porque una palabra mal dicha, puede hacer mucho daño a alguien a pesar que uno no lo vea de esa manera. Y es que la óptica te cambia dependiendo de en qué lado de la película te encuentras tú. Uno con su comportamiento y actitud puede hacer cambiar los vientos que envuelven la atmósfera de la morgue, en uno esta convertir ese momento en un momento digno, de paz, tranquilidad y quietud o convertirlo en un gran torbellino de tormentas.

 

El más moderno de los principios de la bioética es el de autonomía, ya que surge como consecuencia de un concepto de ser humano que implica la idea de libertad personal. Boecio (siglo V) define, por primera vez, a la persona como sujeto independiente del grupo social. Hasta ese momento no se concebía la posibilidad de que una persona actuara según expectativas diferentes a las de la familia y/o el estrato social al que pertenecía. El principio de autonomía exige el respeto a la capacidad de decisión de las personas, y el derecho a que se respete su voluntad

 

Al tratar con los familiares procuro en mis posibilidades de guardar ese respeto por las decisiones que ellos tomen en un momento tan crítico y doloroso como lo es la muerte de un ser querido. Decisiones en cuanto al velorio, en cuanto a quien se va a hacer responsable del entierro, y otras situaciones que se manejan en estos momentos. Y trato en lo posible de orientarlos y despejar sus dudas e interrogantes. El respeto a aceptar sus reacciones y actitudes, no fue fácil para mí, ya que al principio mellaban mi ser, y me hacían daño. Pero poco a poco me fui endureciendo, me fui cubriendo con una coraza de la comprensión, del saber y del entender, que sólo te ayuda a construir el tiempo.

 

Al aplicar el principio de Beneficencia, veo con mucho agrado cuando los familiares del difunto, quedan agradecidos por la orientación dada y por el trabajo cumplido, sin corrupción, sin estafa, sin discriminación con amor y cariño se logra el éxito y la tranquilidad del alma y espíritu en la quietud de la noche, reflexiono y me siento orgulloso de lo logrado. Hacer el bien a alguien en un momento tan crítico como este es una gloria. Uno se siente importante, se siente útil, se siente que eres la persona indicada para tal fin y que por algo estás allí, en el aquí y ahora. En el instante necesario y óptimo para calmar un dolor, para dar una mano amiga que los aliente o simplemente para observarlos.

 

 

Comentarios finales

 

En nuestra cultura hablar de la muerte está considerado un tabú. Es algo que uno debe evitar en casi cualquier diálogo, para no quedar “fuera de lugar”. Una prohibición silenciosa rige sobre el tema, es una de esas cosas sobre las que “no se habla”. (16)


Como si por evitar el tema en las conversaciones se pudiera huir de la realidad de la muerte, de la finitud, tanto propia como de los otros.

 

Muerte y duelo despiertan un temor irracional en la mayoría de las personas. No hay capacidad de enfrentar y mucho menos de aceptar estos hechos de la vida. La actitud que domina es la de un rechazo inmediato en forma de huida y de una negación.


 


Monografia. El duelo familiar bajo la optica de la bioetica.5

Estas actitudes negativas hacia la realidad ineludible de la muerte y el duelo, han generado un vacío poco saludable en la sociedad y sus individuos.

 

Desde la época de la Revolución Industrial y el comienzo del proceso de la muerte en hospitales, se ha desarrollado una creciente desnaturalización en la comprensión y el abordaje de estos temas. En una actitud claramente regresiva y desadaptativa, hemos perdido paulatinamente el contacto con la naturaleza de las cosas tal y como son. La muerte como parte completamente normal del proceso vital es evitada, y con ello queda negada una faceta inmensamente importante de nuestra naturaleza. (17)

 

En el ejercicio de la profesión médica en el ambiente hospitalario, escenario permanente del morir y de la muerte, el tema, salvo un tratamiento tangencial desde el punto de vista de algunas disciplinas científicas propias de la medicina, que dan cuenta de la constatación de la muerte, no ha constituido un motivo de reflexión desde las perspectivas antropológica, filosófica y ética, ni ha merecido una adecuada consideración en la formación de los profesionales de la salud.

 

El sentido de la muerte y del dolor que la acompaña –según Teilhard de Chardin- podrían esclarecerse desde una visión espiritual y religiosa del universo. Él afirma que “Semejante a un artista que sabe sacar de los defectos y las impurezas de la piedra que esculpe o del bronce que funde, las líneas más exquisitas, Dios, puesto que nos fiamos amorosamente de Él, sin descartar nuestras muertes parciales, ni la muerte final, que forman esencialmente parte de nuestra vida, las transfigura, integrándolas en un plan mejor... Para los que buscan a Dios –concluye Teilhard– no todo es inmediatamente bueno, pero todo es susceptible de llegar a ser bueno”. (18)

 

El que sufre los sentimientos del duelo padece de algún modo la tristeza de la soledad, y del aislamiento. Y aquí surge una necesidad que la antigua catequesis catalogaba como obras de misericordia espirituales. Se impone ante todo la presencia espiritual que según el filósofo existencialista Gabriel Marcel no consiste en estar en frente de, junto a, o al lado de, sino en estar con, o mejor aún en ser con: profunda empatía que se nutre más con el silencio de la escucha, que con la palabra. En todo caso ésta se utiliza para esclarecer, dar confianza y reconfortar. (19)

 

Para superar el duelo hay que mirar hacia delante. “La mirada hacia atrás” sólo debe servir para aprender de las experiencias, y para curar las heridas y para agradecer los bienes que recibimos en préstamo, por los que alabamos y bendecimos a Dios.

 

Sin duda alguna enfrentar el duelo desde mi visión como patólogo, y bajo la óptica de la Bioética, me hace establecer estas reflexiones finales: (10 mandamientos ante el duelo)

 

  1. Trata a tus semejantes como a ti mismo
  2. Escucha y apacigua su dolor
  3. Orienta y facilita las cosas
  4. Da una mano de consuelo y fortaleza
  5. No juegues con el dolor ajeno
  6. Aprende a vivir todos los días el duelo de alguien, cada uno es irrepetible y propio.
  7. No hagas mas daño del que la persona ya tiene
  8. Haz el bien, sé esa luz en las tinieblas que guía y serena
  9. Sé justo, auténtico y empático
  10. No olvides que Dios es nuestro padre Celestial y que en él todo se puede…

 

No puedo terminar sin unas palabras más de esperanza para las personas que estén atravesando por momentos tan difíciles en su vida. Ha habido en la historia un hombre que sufrió lo indecible, pierde sus riquezas, pierde sus empleados, pierde su familia, pierde su salud, ya nada le quedaba, pero un brote de esperanza, inspirado en su relación con Dios, y este hombre Job, dice: "desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré. Dios dio, Dios quitó, sea el nombre de Dios bendito". El cristiano puede llenarse de esperanza ante la muerte, con la absoluta seguridad que los que "duermen" en Cristo, volverán a la vida y la despedida no es un adiós para siempre sino un hasta luego. Finalizo con unas palabras de Juan que tuvo una visión de lo que será la "otra vida": "enjugará Dios todas las lágrimas, y ya no habrá más muerte, ni habrá mas llanto, ni clamor, ni dolor." Esta es la Esperanza del creyente. La Esperanza que deseo para ti.

 

El duelo es...

 

Lágrima furtiva ante la tumba. Solitaria soledad entre muchos. Sobrevivir sin vivir. Morir estando vivo. Ir a la mesa y encontrar un hueco vacío. Desear que la realidad fuese distinta, luchando contra lo imposible. Estar en la cama sin sentir el calor de una caricia. - Muerte del hermano que levantó pronto el vuelo. Enterrar los padres al hijo. Ilusión de un embarazo que nunca verá la primavera de la vida. Ternuras de abuelos regadas en penas. Miedo e inseguridad del hijo que perdió una estrella fija en el firmamento de su existencia. Querer amar y mediar la ausencia física. Ver crecer a los hijos de los amigos y no al propio. Un sueño imposible: "Si viviera ahora él..." Lucha de la memoria del corazón contra la memoria de la mente. Mirar al infinito buscando un sentido. Culpa insistente, bronca ciega, tristeza fría. Miedo misterioso, sin sentido, pregunta sin respuesta. Amor sin apegos. Mirar al ser querido con los ojos del alma. Mano a mano con Dios. Esperanza del reencuentro. (20)

 

 

Bibliografía

 

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