Traumatismo encefalocraneano. Manual de consulta. Tercera Parte
Autor: Dr. Alberto Ochoa Govin | Publicado:  10/09/2009 | Traumatismo encefalocraneano. Manual de consulta. , Neurologia , Neurocirugia | |
Traumatismo encefalocraneano. Manual de consulta. Tercera Parte.7

Microfracturas laberínticas.

 

Son pequeñas fracturas que afectan exclusivamente al laberinto.

 

Presentan una línea de fractura muy amplia y de corto recorrido, atraviesan el vestíbulo para salir por la ventana oval o redonda. En algunas ocasiones se ha observado aire en el vestíbulo, neumolaberinto. Este constituye una señal inequívoca de comunicación entre caja y laberinto bien sea por fractura o fístula de las ventanas.

 

Se clasifica en tres tipos:

 

·         Anteriores: afectan a la cóclea y pueden alcanzar al conducto de Falopio en su primera porción.

·         Medias: pasan por el promontorio atravesando la espira basal.

·         Posteriores: atraviesan el vestíbulo y salen a través de las ventanas oval y redonda.

 

Clínica: Hipoacusia neurosensorial, vértigo y parálisis facial.

 

Tratamiento: Tratamiento específico o especializado por el ORL, al igual que las fracturas transversales y fístulas.

 

 

Fracturas de mastoides.

 

Las fracturas limitadas a la mastoides son poco frecuentes.

Pueden alcanzar el conducto auditivo externo o la caja.

Puede estar lesionado el nervio facial en su porción descendente vertical.

 

Fracturas del hueso timpánico.

 

Fisiopatología:

 

Lo más frecuente es que se produzcan por irradiación de una fractura longitudinal del peñasco, pero también pueden estar producidas por caídas sobre el mentón. La mandíbula es propulsada sobre la pared anterior del conducto auditivo externo.

En grandes traumatismos el cóndilo de la mandíbula puede llegar a penetrar dentro del conducto auditivo externo ocluyéndole.

 

Clínica: Dolor e impotencia funcional de la articulación temporomandibular. Otorragia y posible oclusión del conducto auditivo externo.

 

Tratamiento: En algunos casos es necesario colaborar con el cirujano maxilofacial para recolocar el conducto auditivo externo óseo y posterior control de la misma. Se mantiene en el postoperatorio taponamiento con gasa embebida antibiótica y se vigila la cicatrización para la prevención de una posible estenosis.

 

 

Fracturas craneofaciales.

 

También pueden aparecer fracturas craneofaciales. Las fracturas del seno frontal constituyen entre el 5 y el 15% de las fracturas faciales. En los casos de fracturas lineales de la pared anterior del seno frontal, se adopta una actitud expectante, pero es necesario tratar quirúrgicamente las que alteran la pared posterior a fin de prevenir una infección intracraneal, en estas se debe suponer que el hallazgo de aire intracraneal (neumoencéfalo) en la tomografía axial computerizada (TAC), aun cuando no haya signos clínicos que indiquen la presencia de una pérdida de líquido cefalorraquídeo (LCR) por laceración dural o deberse a una fractura de la base craneal.

 

Las fracturas de Lefort se clasifican en tres grados. Lefort I, es transversa. La línea de fractura cruza la apófisis pterigoidea y el maxilar superior justo por encima del vértice de las raíces dentales. Lefort II, es piramidal. La fractura transversa se extiende hacia arriba y atraviesa el reborde orbitario inferior y el techo orbitario hacia la pared orbitaria medial y luego atraviesa la sutura nasofrontal. Lefort III, hay desplazamiento craneofacial. La fractura compromete los arcos zigomáticos, la sutura zigomático frontal, la sutura nasofrontal, las apófisis pterigoides y los pisos orbitarios (separan el maxilar superior del cráneo).

 

 

Fracturas craneales en los niños.

 

En los niños, las fracturas craneales ocupan algunos aspectos especiales, existen los quistes leptomeníngeos postraumáticos los cuales son distintos de los aracnoideos (que son quistes leptomeníngeos no secundarios a traumatismos).

 

Esta afección consiste en una fractura lineal que se ensancha con el paso del tiempo. Si bien por lo general estos quistes son asintomáticos, pueden provocar un efecto de masa que desencadene un déficit neurológico. Otra complicación, aunque infrecuente es la formación de un aneurisma traumático.

Estos quistes son muy infrecuentes, se forman en 0,05-0,6% de los casos de fracturas craneanas. Generalmente su formación depende de 2 circunstancias, una fractura muy ancha y un desgarro dural. La media de edad al momento del traumatismo es en niños menores de un año y más del 90% de los casos son niños menores de 3 años (es probable que, para que se formen, el cerebro debe estar en la etapa de rápido crecimiento), aunque se han descrito algunos pocos casos en adultos (en total, unos siete casos consignados en la bibliografía desde 1998 al 2004). Lo más frecuente es que se manifiesten como una masa que sobresalen del cuero cabelludo, aunque existen dos informes que dan cuenta de cuadros clínicos que se iniciaron sólo con cefaleas.

 

Es infrecuente que estos quistes se formen posteriores a 6 meses del traumatismo. Algunos niños pueden presentar una fractura craneana que parece crecer durante las primeras semanas, que no se acompaña de una masa subgalial y que se consolida espontáneamente después de algunos meses; para estos casos, se ha sugerido la denominación de pseudocrecimiento.

 

El aspecto radiográfico de estos quistes es el de una fractura que se ensancha y cuyos bordes se redondean (o adquieren la forma de un platillo).

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