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Calidad de vida, salud mental y la familia del adulto mayor
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Autor: Lic. Manuel J. Boggio
Publicado: 10/10/2009
 

El interés por la calidad de vida ha existido desde tiempos inmemorables; sin embargo, la aparición del concepto como tal y la preocupación por la evaluación se popularizó en la década de los sesenta, hasta convertirse en un concepto utilizado en salud, educación, economía, política, salud mental y el mundo de los servicios en general. La salud mental del adulto mayor en el mundo ha sido considerada como enfermedad mental inherente a la edad, por esta razón es casi normal que se hable de la demencia y la depresión como “cosa de viejos” haciendo alusión a los trastornos psiquiátricos que se presentan en otros grupos etáreos, pero no son relevantes en las estadísticas nacionales, a sabiendas que la cuarta parte de las personas mayores de 60 años (uno de cada cuatro) sufre de depresión. El apoyo familiar y social, las oportunidades para la educación y el aprendizaje durante toda la vida y las políticas de protección frente a la violencia y el abuso son factores fundamentales del entorno social que mejoran la salud, la independencia y la productividad en la vejez.


Calidad de vida salud mental y la familia del adulto mayor.1

Calidad de vida, salud mental y la familia del adulto mayor.

 

Manuel José Boggio Juárez.

 

Licenciado en enfermería. Magister Enfermería Gerontológica y Geriátrica. Profesor Asistente a dedicación exclusiva Universidad de Carabobo Venezuela. Miembro de la Comisión Coordinadora de la Maestría Enfermería Gerontológica y Geriátrica Universidad de Carabobo. Coordinador de la comisión TICs de la Escuela de Enfermería Universidad de Carabobo Venezuela. Coordinador de la asignatura Salud mental y enfermería psiquiátrica, escuela de Enfermería universidad de Carabobo Venezuela.

 

Resumen.

 

El interés por la calidad de vida ha existido desde tiempos inmemorables; sin embargo, la aparición del concepto como tal y la preocupación por la evaluación se popularizó en la década de los sesenta, hasta convertirse en un concepto utilizado en salud, educación, economía, política, salud mental y el mundo de los servicios en general. La salud mental del adulto mayor en el mundo ha sido considerada como enfermedad mental inherente a la edad, por esta razón es casi normal que se hable de la demencia y la depresión como “cosa de viejos” haciendo alusión a los trastornos psiquiátricos que se presentan en otros grupos etáreos, pero no son relevantes en las estadísticas nacionales, a sabiendas que la cuarta parte de las personas mayores de 60 años (uno de cada cuatro) sufre de depresión. El apoyo familiar y social, las oportunidades para la educación y el aprendizaje durante toda la vida y las políticas de protección frente a la violencia y el abuso son factores fundamentales del entorno social que mejoran la salud, la independencia y la productividad en la vejez.

                                        

Palabras clave. Calidad de Vida, Salud Mental, Familia.

 

Summary.

 

Interest in the quality of life has existed since times immemorial; however, the emergence of the concept as such and concern for the evaluation was popularized during the 1960s, to become a concept used in health, education, economy, politics, mental health and the world of services in general. Of the elderly in the world mental health has been regarded as inherent in age, mental illness for this reason is almost normal to speak of dementia and depression as "thing of old" doing allusion to psychiatric disorders that occur in other etáreos groups, but are not relevant in the national statistics knowingly quarter of people over 60 years (one in four) suffers from depression. Family and social support opportunities for education and learning throughout life and the policies of protection against violence and abuse are fundamental social environment factors that improve the health, independence and productivity in old age.

 

Key words. Quality of life, mental health, family.

 

Introducción.

 

Los avances tecnológicos, las investigaciones científicas, las políticas públicas en salud y los avances en la transición demográfica facilitan hoy en día un rápido incremento de la población en edades avanzadas; la disminución de la fecundidad y de las tasas de mortalidad, en todos los países del mundo, tienden a transformar la pirámide poblacional, ampliando su cúspide y estrechando la base haciendo que de manera paulatina, naciones desarrolladas o en vía de desarrollo, se enfrenten a esta realidad y asuman las consecuencias que de ella se deriven.

 

La calidad de vida no es un “estado”, es un fenómeno social complejo y un proceso activo que incluye la producción, distribución y percepción social de ciertos valores, objetivos y subjetivos, que son los que condicionan lo que han llamado “calidad de la vida” que es la que, a su vez, condiciona el grado de satisfacción o insatisfacción de la población, vale decir, el nivel de bienestar alcanzado.

 

Los factores que afectan potencialmente la salud mental del adulto mayor están originados en el aumento de la esperanza de vida seguido por una baja en las tasas de fertilidad, los cambios en la economía, la creciente migración del campo a la ciudad, la mayor educación de los hijos; otros factores son positivos y mitigan los posibles resultados en salud mental, como son: la mayor educación de los adultos, el aumento del ingreso per cápita en algunos países y las mejoras en la atención en salud, de igual manera el apoyo familiar que estos requieren, es por ello que este ensayo, trata de enfocar la calidad de vida, la salud mental y el apoyo familiar para el adulto mayor, tomando en cuenta que el envejecimiento es biológico y cada individuo transita por la vida por cada una etapa del desarrollo humano hasta llegar a la vejez.

 

Calidad de Vida.

 

La calidad de vida, es una definición imprecisa y la mayoría de investigaciones que han trabajado en la construcción del concepto, están de acuerdo en que no existe una teoría única que defina y explique el fenómeno. El término calidad de vida pertenece a un universo ideológico, no tiene sentido si no es en relación con un sistema de valores, y los términos que le han precedido en su genealogía ideológica remiten a una evaluación de la experiencia que de su propia vida tienen los sujetos. Tal evaluación no es un acto de razón, sino más bien un sentimiento. Lo que mejor designa la calidad de vida es la calidad de la vivencia que de la vida tienen los sujetos. (1)

 

El interés por la calidad de vida ha existido desde tiempos inmemorables; sin embargo, la aparición del concepto como tal y la preocupación por la evaluación se popularizó en la década de los sesenta, hasta convertirse en un concepto utilizado en salud, educación, economía, política, salud mental y el mundo de los servicios en general.(2) El término empieza a utilizarse principalmente a partir de los setenta como una reacción a los criterios economicistas y de cantidad que rigen en los llamados informes sociales, contabilidad social, o estudios del nivel de vida. De hecho la OCDE establece por primera vez en 1970, la necesidad de insistir en que el crecimiento económico no es una finalidad en sí mismo, sino un instrumento para crear mejores condiciones de vida, por lo que se han de enfatizar sus aspectos de calidad. (1)

 

Según Natalicioi J.C. (3), la calidad de vida es un término que implica un estado de sensación de bienestar en las áreas de salud psicofísica y socioeconómica. Su objetivo es la satisfacción de las necesidades y demandas del individuo en cada etapa de su vida, esto implica la existencia de dos elementos: las necesidades humanas fundamentales, definidas como el conjunto de condiciones de carencias puntuales, reconocidas por todos los seres humanos, quienes poseen los medios para resolverlas y, los indicadores de satisfacción de las necesidades humanas, que son elementos de medición diferentes en cada país. (3).

 

Analizar la calidad de vida de una sociedad, significa describir las experiencias subjetivas y objetivas vividas por los individuos que la integran. Exigiendo, en consecuencia, conocer cómo viven los sujetos, sus condiciones objetivas de existencia y qué expectativas de transformación de estas condiciones desean, y evaluar el grado de satisfacción que se consigue. Se requiere entonces una postura ideológica de partida, que llevará a una valoración del contexto de la salud, en su aspecto comunitario, médico y asistencial, y en su aspecto de calidad; de la interacción social, en el contexto ambiental y económico en cuanto a la disponibilidad y calidad de los recursos dentro de un equilibrio que supera lo meramente ecológico, sin olvidar que estas expectativas vienen conformadas por un marco ideológico referente o dominante donde los parámetros subjetivos son influenciables y donde el individuo filtra los mensajes a través de propósitos conscientes.


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Levi y Anderson (4) señalan que, un alto nivel de vida objetivo (ya sea por los recursos económicos, el hábitat, el nivel asistencial o el tiempo libre), puede ir acompañado de un alto índice de satisfacción individual, bienestar o calidad de vida. Pero esta concordancia no es biunívoca. Para ellos, por encima de un nivel de vida mínimo, el determinante de la calidad de vida individual es el ajuste o la coincidencia entre las características de la situación (de existencia y oportunidades) y las expectativas, capacidades y necesidades del individuo, tal y como él mismo las percibe.

 

Un concepto amplio de calidad de vida, podría ser lo que hace que una vida sea mejor, es decir, “una buena vida” (5). Esta definición se sustenta en tres grandes teorías:

 

1)     la teoría hedonista, es subjetiva, se basa en las experiencias conscientes que se caracterizan como placer, felicidad o disfrute y que acompañan la satisfacción de los deseos;

2)     la teoría relacionada con la satisfacción de las preferencias, también es de carácter subjetiva y tiene que ver con la satisfacción de los deseos pero no como experiencia consciente sino como objetos;

3)     la teoría relacionada con los ideales específicos de una buena vida, es objetiva y explícitamente normativa, como por ejemplo la autodeterminación y la autonomía.

 

Para algunos autores, las dos primeras teorías son lo que se denomina “bienestar” (6), pero surge la pregunta sobre qué preferencias deben satisfacerse para tener calidad de vida. Para los igualitaristas existe una medición con respecto a la satisfacción independiente del esfuerzo y deseo de los individuos, lo que los coloca en una posición paternalista ya que no tienen posibilidad de elegir. Para los detractores de esta posición se debe hablar de igualdad de oportunidades para el bienestar siempre y cuando ellas reflejen la oportunidad de las personas de elegir (6).

 

Para identificar la calidad de vida es necesario obtener un conocimiento realista del bienestar teniendo en cuenta los factores que influyen, sin limitarse a los puramente físicos sino incluyendo el verdadero sentido de la vida, el modelo de sociedad y la adquisición de aspiraciones individuales, pero no es susceptible a una definición simple y objetiva porque cada individuo juzgará de acuerdo con la percepción subjetiva de los factores objetivos de su existencia: expectativas, niveles de aspiración, grupos de referencia, valores personales, etc. Con el desarrollo y perfeccionamiento de los indicadores sociales, a mediados de los 70 e inicios de los 80, comienza a definirse la calidad de vida como un concepto integrador que comprende todas las áreas de la vida y hace referencia tanto a condiciones objetivas como a componentes subjetivos, pero falta una definición del constructo y su evaluación.

 

En 1995, Felce y Perry encontraron tres modelos conceptuales de Calidad de Vida que ellos complementaron con una cuarta, a saber: (a) calidad de vida definida como la calidad de las condiciones de vida de una persona; (b) calidad de vida como la satisfacción experimentada por la persona con dichas condiciones vitales; (c) calidad de vida como la combinación de componentes objetivos y subjetivos, es decir, calidad de las condiciones de vida de una persona junto a la satisfacción que ésta experimenta; (d) calidad de vida como la combinación de las condiciones de vida y la satisfacción personal, ponderadas por la escala de valores, aspiraciones y expectativas personales (7).

 

Por otro lado y según lo expone Amparo Belloch (8), no siempre cantidad se acompaña con calidad; hemos conseguido vivir más tiempo, pero no está claro que vivamos mejor, al menos en lo que se refiere al estilo de vida que llevan muchos ancianos en nuestras aparentemente desarrolladas “sociedades del bienestar”. Es fundamental entonces que los profesionales de la salud se ocupen no solo de alargar la vida, sino también de contribuir a dotarla de la más alta calidad posible.

 

La calidad de vida no es un “estado”, es un fenómeno social complejo y un proceso activo que incluye la producción, distribución y percepción social de ciertos valores, objetivos y subjetivos, que son los que condicionan lo que han llamado “calidad de la vida” que es la que, a su vez, condiciona el grado de satisfacción o insatisfacción de la población, vale decir, el nivel de bienestar alcanzado (9).

 

El Programa de Salud Mental de la OMS, en el Foro Mundial de la Salud realizado en 1996, definió la calidad de vida como la manera en que el individuo percibe el lugar que ocupa en el entorno cultural y en el sistema de valores en que vive, así como en relación con sus objetivos, expectativas, criterios y preocupaciones; todo ello matizado por las dimensiones (facetas): físico (dolor, malestar, energía, cansancio, sueño, descanso); psicológico (sentimientos positivos, labor de reflexión, aprendizaje, memoria, concentración, autoestima, imagen y apariencia corporal, sentimientos negativos); grado de independencia (movilidad, actividades de la vida diaria, dependencia respecto a medicamentos o tratamientos, capacidad de trabajo); relaciones sociales (relaciones personales, apoyo social, actividad sexual); entorno (seguridad física, entorno doméstico, recursos financieros, atención sanitaria y social, actividades recreativas, entorno físico, transporte); espiritual (espiritualidad, religión, creencias personales) (10).

 

Recogiendo los conceptos de los anteriores autores, para este estudio la calidad de vida será entendida no como un “estado”, sino como un fenómeno social complejo y un proceso de percepción personal del nivel de bienestar alcanzado a través de la combinación de las condiciones de vida (variables objetivas que se pueden medir independientemente de los sentimientos) y el grado de satisfacción con la vida (variables subjetivas que dependen de los sentimientos y no se pueden medir directamente solo preguntándole a los interesados).

 

La calidad de vida es difícil de cuantificar porque involucra dimensiones personales subjetivas e intersubjetivas muy difíciles de definir, desde el enfoque empírico analítico. Se puede, mediante la creación de indicadores, explicar las diferencias en la satisfacción con datos objetivos, pues la satisfacción puede crecer cuanto más bienestar se posea. Los indicadores son unidades observables de un fenómeno social que establece el valor de un rango que no se puede observar ni cuantificar directamente. Los elementos o factores que podemos cuantificar son: recursos económicos, salud física, incapacidades funcionales, recursos familiares y sociales, vivienda, actividad y ocio.

 

Fernández-Ballesteros (11), en varias publicaciones enfatiza teóricamente, y con aplicación en la práctica, en la especificidad del concepto de calidad de vida en las personas mayores, que aunque mantienen aspectos comunes con otros grupos poblacionales, tienen otros factores importantes como es la autonomía. Rechaza la igualdad de calidad de vida con el estado de salud del individuo y concreta en la multidimensionalidad de factores personales como salud, habilidades funcionales, relaciones sociales, actividades de ocio, satisfacción y factores socioambientales como apoyo social, condiciones económicas, servicios de salud y sociales, calidad del ambiente y aspectos culturales. (11). Es por ello, que si un adulto mayor satisface un sus necesidades podría mantener salud mental.

 

Salud mental del adulto mayor.

 

Según la Organización Mundial de la Salud, el crecimiento de la población adulta mayor trae consigo inevitablemente un aumento de las enfermedades relacionadas con la edad, como las demencias y la depresión (12), siendo considerada esta ultima como el principal problema de salud mental que enfrentará el mundo del futuro.


 

Los trastornos mentales y conductuales perturban profundamente la calidad de vida de las personas afectadas y de sus familias, impacto negativo no solo por lo importante sino por lo prolongado del trastorno (13). Es de esperar que el envejecimiento poblacional se acompañe de cambios importantes en la frecuencia y la distribución de los trastornos somáticos y mentales, así como en la interrelación entre estos dos. La demencia tipo Alzheimer es casi exclusiva de los adultos mayores, pero también se observan altas tasas de prevalencia de depresión, ansiedad, trastornos psicóticos, suicidio y uso indebido de sustancias.

 

En la publicación de la OPS/OMS sobre la Salud Mental en el Mundo se considera que los factores que afectan potencialmente la salud mental del adulto mayor están originados en el aumento de la esperanza de vida seguido por una baja en las tasas de fertilidad, los cambios en la economía, la creciente migración del campo a la ciudad, la mayor educación de los hijos; otros factores son positivos y mitigan los posibles resultados en salud mental, como son: la mayor educación de los adultos, el aumento del ingreso per cápita en algunos países y las mejoras en la atención en salud (12).

 

La salud mental del adulto mayor en el mundo ha sido considerada como enfermedad mental inherente a la edad, por esta razón es casi normal que se hable de la demencia y la depresión como “cosa de viejos” haciendo alusión a los trastornos psiquiátricos que se presentan en otros grupos etáreos, pero no son relevantes en las estadísticas nacionales, a sabiendas que la cuarta parte de las personas mayores de 60 años (uno de cada cuatro) sufre de depresión.


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El incremento sostenido y gradual que han tenido los trastornos depresivos en los adultos mayores de 65 años, desde 1980 cuando el 15% de los ancianos registraba síntomas depresivos y el DSM-III-R consideraba que la depresión mayor, depresión bipolar, distimia y depresión atípica afectaba por los menor a 4% de la población anciana y de 1 a 2% con depresiones mayores (14), la mayoría de ellas son recidivas de disturbios que comenzaron en la juventud, que son a su vez personas más inestables en la vejez, que aquellas que presentan depresión con el inicio de la ancianidad.

 

Son factores psicosociales que precipitan los trastornos depresivos de los adultos mayores: pérdida del compañero o la compañera, alejamiento de los hijos, enfermedad y hospitalización, jubilación, dificultades económicas, incapacidades funcionales y efectos colaterales a medicamentos. Las enfermedades y las incapacidades funcionales aumentan el riesgo de depresión hasta cerca de tres veces; además de hacer más lenta la recuperación de cualquier enfermedad orgánica (14). La depresión recidivante iniciada en la vejez presenta frecuencia elevada de comorbilidad con enfermedades cerebrales o la depresión orgánica, puede seguir a las enfermedades cerebrovasculares, especialmente si las lesiones cerebrales fueron frontales izquierdas, disturbios metabólicos como el hipertiroidismo o hipotiroidismo y el hiper o hipoadrenocorticismo, o enfermedades como el carcinoma pancreático y enfermedades virales también pueden causar depresión orgánica. (14).

 

Tiene buen pronóstico la depresión en ancianos cuando hay ausencia de dificultades cognitivas, aunque su tratamiento sea menos simple que en el resto de la población. Cuando hay demencia, la depresión puede ser el primer síntoma del síndrome demencial. La depresión acompañada de ideas delirantes y/o alucinaciones es de difícil tratamiento y tiene muy mal pronóstico por cuanto exige la administración de neurolépticos o electroconvulsoterapia (14).

 

También se ha encontrado que la población adulta mayor o anciana es la que más intentos hace para suicidarse y muchos consuman el hecho; las razones de ello se deben a que los trastornos depresivos duran mucho más tiempo que en otros grupos de población y a ello se le suma la enfermedad física, la incapacidad funcional, la pérdida de cónyuge y el vivir solo. Los suicidios, al igual que las tasas generales, son más frecuentes en adultos mayores hombres que en mujeres, pero el riesgo de suicidio en este grupo poblacional se incrementa en un 25% frente a la población joven (15). Hay que tomar en cuenta que estos adultos mayores a parte del apoyo de la red social formal en salud requieren del apoyo de la familia.

 

La familia

 

La familia, como sistema social y como red de apoyo social informal cumple con dos funciones básicas a saber: la primera es asegurar la supervivencia, el bienestar físico, la suficiencia de alimento y vestido, y la seguridad a los miembros de ella; y la segunda, proporcionar los vínculos afectivos de los mismos miembros, juega un papel importante no solo en el proceso generador de la enfermedades sino en el de su rehabilitación, en la medida en que cumpla con sus funciones básicas.

 

El apoyo familiar y social, las oportunidades para la educación y el aprendizaje durante toda la vida y las políticas de protección frente a la violencia y el abuso son factores fundamentales del entorno social que mejoran la salud, la independencia y la productividad en la vejez. Son considerados factores negativos: la soledad, el aislamiento social, el analfabetismo y la falta de educación, el abuso de los mayores, la explotación financiera y la exposición a situaciones de conflicto aumentan enormemente los riesgos de enfermedad mental, de discapacidad y de muerte prematura en las personas mayores.

 

El aislamiento social en la vejez está relacionado con un declive de las capacidades físicas y mentales; la comunicación con los miembros de la familia, los amigos, los vecinos, los compañeros y los grupos comunitarios es fundamental para la salud en todas las edades, ya que es más probable que las personas mayores pierdan a sus seres queridos y amigos y sean más vulnerables a la soledad, al aislamiento social y a la disponibilidad de un grupo social más reducido (16).

 

Los cambios sociales que sufren los adultos mayores de hoy se refieren a que la ancianidad por sí sola no confiere estatus social, las sociedades industrializadas hablan de rol sin rol, es decir, el adulto mayor ocupa una posición social pero sin obligaciones laborales que le representen un estatus económico y una vida digna, se le libera de un trabajo obligatorio pero pierde poder social, económico y laboral (15). En esta etapa de la vida, el desempeño de roles establecidos como marido, padre, trabajador se cambia por abuelo, viudo, jubilado, etc., y la familia como apoyo informal o las instituciones como apoyo formal, se convierten en el único sustento y satisfactor de las necesidades básicas, físicas, psíquicas y sociales del anciano.

 

Los adultos mayores presentan un riesgo cada vez mayor de ser víctimas de violencia, pero las formas más comunes de violencia contra las personas mayores (sobre todo las mujeres) son la explotación financiera y el abuso de los mayores cometido por los miembros de la familia o por otros individuos (como los cuidadores institucionales) que son bien conocidos por sus víctimas (16). Según la Red Internacional para la Prevención del Abuso de los Mayores, el hecho de abusar de los mayores es “un acto único o repetido, o la falta de medidas apropiadas que se produce dentro de cualquier relación donde hay una expectativa de confianza que causa daño o angustia a una persona mayor”. Se incluye el abuso físico, sexual, psicológico y económico, así como el desprecio, y es notorio que este tipo de abuso se denuncia muy poco en todas las culturas. Se trata de una violación de los derechos humanos y una causa importante de lesiones, enfermedades, pérdida de productividad, aislamiento y desesperación. (17).

 

En vista del gran abandono que reciben algunos adultos mayores por parte fe su grupo familiar, se debe aumentar las medidas preventivas que influyan en las familias para que le brinden un mayor afecto a sus adultos mayores y por ende mantengan una salud mental y mejor calidad de vida.

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1.     Rueda, S. Habitabilidad y Calidad de Vida. [Artículo de Internet]. http://habitat. aq.upm. es/cs/p2/a 005.html. Consultado: 13 de Julio de 2009

2.     Gómez, M y Sabet, E. Calidad de Vida. Evolución del concepto y su influencia en la investigación y la práctica. [Artículo de Internet]. http://www3.usual.es/inicio/investigación/ invesinicio/calidad.htm

3.     Natalicioi, JC. (2002). Calidad de vida en la tercera edad. En: Revista de Psiquiatría Dinámica y Psicología. Clínica. Vol. 3, No 9.

4.     Levi y Anderson. La tensión psicosocial. Población, ambiente y calidad de vida. Citados por Rueda, S. Habitabilidad y Calidad de Vida. [Artículo de Internet]. http:// habitat. aq.upm. es/cs/p2/a 005.html. Consultado: 13 de Julio de 2009.

5.     Brock D. (1998).- Medidas de calidad de vida en el cuidado de la salud y la ética médica. En: Nussbaum MC, Sen A, compiladores. La calidad de vida. México: Fondo de Cultura Económica.

6.     Cohen, GA. ¿Igualdad de que? Sobre el bienestar y las capacidades. En: Nussbaum MC, Sen A, compiladores. La calidad de vida. México: Fondo de Cultura Económica, 1998.

7.     Buitrago, C y Sepúlveda, J. (1977). Autopercepción de las condiciones de vida de los viejos en zonas de alto y bajo riesgo en la ciudad de Armenia. Trabajo de grado, Universidad del Quindío, Armenia.

8.     Belloch, A. Aspectos psicológicos del envejecimiento. En: La atención de los ancianos: Un desafío para los años noventa. Washington: OPS, 1994 (Publicación Científica, 546).

9.     San Martín, H; Pastor y Aldeguer, V. Epidemiología de la vejez: ¿Qué edad tendrá usted cuando tenga 70 años?. Citado por Maya LE. Componentes de calidad de vida en ancianos institucionalizados y en ancianos asistentes a programas de puertas abiertas. Antioquia, Colombia, 1997. Trabajo de Grado, Universidad Autónoma de Madrid, España.

10.   Orley, J. (1994). ¿Qué calidad de vida? En: Foro mundial de la salud. Vol. 17, No. 4,

11.   Fernández-Ballesteros R, Zamarrón M y Macías A. Calidad de Vida en la Vejez en los distintos contextos. Citado por Maya LE. Componentes de calidad de vida en ancianos institucionalizados y en ancianos asistentes a programas de puertas abiertas. Antioquia, Colombia, 1997. Trabajo de Grado, Universidad Autónoma de Madrid, España.


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12.   Desjarlais, R. et al. (1997). Ancianos. En: Salud Mental en el Mundo: Problemas y prioridades en poblaciones de bajos ingresos. Washington: OPS/OMS.

13.   Organización Mundial de la Salud (2001). Informe sobre la salud en el mundo. Salud Mental: nuevos conocimientos, nuevas esperanzas. Ginebra: OMS.

14.   Tavares, A. Jr. (1994). Enfermedades mentales. En: La atención de los ancianos: Un desafío para los años noventa. Washington: OPS, (Publicación Científica, 546).

15.   González, DL. (1997). Psiquiatría Geriátrica. En: Toro G, RJ; Yepes R, LE. Fundamentos de medicina. Psiquiatría. Medellín: Corporación para Investigaciones Biológicas.

16.   Ors Montenegro, A y Laguna, A. Reflexiones sobre el envejecimiento y la calidad de vida. [Artículo de Internet.]. http:// departamento. enfe.ua.es/ internet/ cultura/ numero 2/ teoría 2.htm. Consultado: 20 Julio de 2009.

17.   Montes de O, V. (1999). Relaciones familiares y redes sociales. En: Envejecimiento Demográfico de México: Retos y Perspectivas. México: CONAPO.

18.   Organización Mundial de la Salud. (2002). Departamento de Promoción de la Salud. Salud y Envejecimiento. Un documento para el debate. Segunda Asamblea Mundial. España.