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Reflexiones bioeticas sobre el manejo del adolescente
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Autor: MsC. Leonardo Ramírez Mora
Publicado: 23/10/2009
 

La bioética es una disciplina que surge a fines del siglo XX en el ámbito de la salud y que extiende su connotación moral hacia otras áreas muy diversas, con principios y valores que buscan humanizar y mediatizar el vertiginoso progreso, no sólo de las ciencias y la tecnología, sino del desarrollo global en que nos encontramos inmersos.

 

Esta nueva percepción y forma de reflexión, que rescata principios tradicionales de la ética e incorpora nuevos preceptos acordes a la modernidad, se ha desarrollado con tal rapidez y ha alcanzado tal preponderancia en los últimos 25 años, que no hay prácticamente ninguna instancia relacionada con el bienestar del ser humano que no asuma su presencia y su importancia en los tiempos presentes y en el futuro.


Reflexiones bioeticas sobre el manejo del adolescente.1

Reflexiones bioéticas sobre el manejo del adolescente.

 

1.- MsC. Leonardo Ramírez Mora. Especialista de I Grado en MGI. Profesor Instructor

2.- MsC. Lucia de la C. Díaz Morejón. Especialista de I Grado en MGI y Pediatría. Profesor Instructor

 

Policlínico Docente Universitario. Área VII

 

Introducción

 

La bioética es una disciplina que surge a fines del siglo XX en el ámbito de la salud y que extiende su connotación moral hacia otras áreas muy diversas, con principios y valores que buscan humanizar y mediatizar el vertiginoso progreso, no sólo de las ciencias y la tecnología, sino del desarrollo global en que nos encontramos inmersos.

 

Esta nueva percepción y forma de reflexión, que rescata principios tradicionales de la ética e incorpora nuevos preceptos acordes a la modernidad, se ha desarrollado con tal rapidez y ha alcanzado tal preponderancia en los últimos 25 años, que no hay prácticamente ninguna instancia relacionada con el bienestar del ser humano que no asuma su presencia y su importancia en los tiempos presentes y en el futuro.

 

Lo que hace humana la vida es vivir con otros y entre otros. Un hombre solo
tendría como única preocupación el cómo alimentarse, cobijarse y conque
vestirse. En definitiva, sus problemas serían de pura supervivencia. Desde que el hombre se relaciona con otros seres, en sentido vertical (con un ser superior) o en sentido horizontal (con otros hombres), comienzan sus dilemas éticos.

 

Muchas son las definiciones que se conocen de la ética médica .La ética en general es la ciencia de la conducta entendida como la actitud constante dirigidos a un fin, La misma incluye las reglas y las normas que regulan la conducta de los hombres.

 

El vocablo ética se deriva del griego ethos y la palabra moral del latín morís,
ambos significan lo mismo “costumbres, hábito”. La ética médica se remonta a 2500 años atrás desde su formulación por Hipócrates y durante todo este tiempo su preocupación ha sido velar porque se cumplan esos principios.

 

La Bioética no es otra cosa que la ética médica revolucionada. El nuevo paradigma representado por la Bioética constituye un estadio superior del pensamiento ético en medicina por lo que no debe ser vista por separado sino en estrecha relación.

 

La Bioética se propone el redimensionamiento ético de las relaciones humanas interpersonales y sociales y tiene como objeto la salud humana y la vida en general. Nace en Estados Unidos hace aproximadamente 40 años siendo la causa de su surgimiento las conductas poco éticas en la relación de experimentos médicos con seres humanos y los dilemas éticos derivados del impacto de los avances de la atención médica

 

Esta disciplina se propone integrar el saber ético con el saber científico que venían separados para salvar a ambos, pero sobre todo para mejorar la calidad de vida y buscar de manera urgente y eficaz, la supervivencia del hombre y de su medio ambiente. A partir de este momento, la bioética se fue extendiendo a todos los campos de la medicina y a todos los países del mundo.

 

Principios éticos aplicados al trabajo con los jóvenes

 

Planteadas las dificultades que se presentan desde la sociedad, la cultura, la bioética y los adolescentes, ¿qué principios pueden guiar y orientar a todos aquellos que desde el campo de la salud integral desean trabajar con adolescentes y jóvenes?

 

El "pueden" es importante en la medida que señala una línea no necesariamente excluyente de otras posibilidades.

 

Tristán Eugelhart, en su magnífico tratado sobre los fundamentos de la bioética, nos orienta hacia principios que puedan ser considerados universales: el principio de autonomía, el de beneficencia y el de justicia.

 

Estos principios, según el mismo autor, intentan convertirse en el común denominador de los que llama "extraños morales" que serían personas de diferentes comunidades, culturas y religiones, ambas que no tienen una ética común como, por ejemplo, la canónica (religiosa). Los miembros de una misma comunidad serían por contraposición "amigos morales". La moralidad de los amigos morales demuestra lo que para ellos tiene importancia pero solo pueden imponer la aceptación de sus principios y creencias de ambas.

 

Principios de autonomía

 

El principio de autonomía es considerado por diversos autores desde distintos ángulos, pero expresados de distintas maneras, por lo que puede reconocerse como el principio de permiso, de libertad, etc. Es el derecho de toda persona de elegir su propio destino siempre y cuando no afecte a otras.

Por autonomía se entiende que la persona responsable, tiene el derecho (también el deber) de actuar por su propia determinación. Requiere la libertad necesaria para que el ser humano responsable delibere, forme sus juicios de valor o de conciencia y, luego, decida libremente y ejecute su decisión.

 

Este principio tradicionalmente se aplica a la persona adulta considerada en la definición anterior como "el ser humano responsable".

 

En caso de tratarse de un niño, es lógico suponer que son sus padres, tutores o encargados quienes detentan este defecto.

 

Lo que no es tan claro en este principio, es la ubicación del adolescente y el joven. ¿En qué momento se alcanza la responsabilidad? ¿Puede ser simplemente limitada por una regla o ley que comprenda la edad cronológica? ¿Se adquiere de un día para otro como subordinación a una fecha determinada? Diversos autores han considerado que la moral y la responsabilidad se van desarrollando en el crecimiento humano, Kohlberg L y Giligan, consideran tres estudios del desarrollo moral: el preconvencional (el bien y el mal en términos de sus consecuencias: premio-castigo); el convencional de la adolescencia temprana (se mantienen las expectativas y reglas familiares) y el posconvencional de la adolescencia tardía y de la juventud (fuerte impulso hacia principios morales autónomos).

 

Lo anteriormente expresado, nos presenta el hecho de no poder considerar al adolescente como unidad, ni por su edad, ni por su cultura, ni por la sociedad en que vive.

 

Mientras en algunas comunidades asistimos a una extensión del proceso del adolescente, en otras, tal vez, ésta es inexistente.

 

Por ello el proceso de desarrollo en el cual el adolescente se encuentra, debe ser considerado por el profesional que lo guíe u oriente y según afirma Silber: "Guiar no significa imponer valores y por ello debe evitarse el rol de predicador, que suele ser contraproducente por razones no sólo éticas, sino también prácticas. "El tema se torna más complejo en el sentido que en la medida de que el adolescente va ganando autonomía y responsabilidad, los padres y tutores en forma similar ven disminuir la suya. Esta situación debe ser considerada en cada caso en particular y variará en relación con la problemática que se plantea. Implica, asimismo, una importante consecuencia legal.

 

La legislación de los diferentes países suele ser consecuencia del cuerpo social y la mayoría de las veces se legisla con posterioridad a los cambios sociales. De esta manera, nos encontramos en una sociedad posmoderna, donde la legislación respectiva se adecua a los anteriores conceptos de la modernidad, donde la patria potestad era un derecho absoluto de los padres, ejercido hasta la mayoría de edad de sus hijos. Surgen, de esta situación importantes derivaciones en cuanto a la posibilidad de confidencialidad y el secreto profesional. Un tradicional aforismo médico dice: "No hay medicina sin confidencialidad, no hay confidencia sin confianza y no hay confianza sin secreto."


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Principio de beneficencia

 

Este principio también es considerado como el de doble efecto en la medida que:

 

El objeto del acto no es intrínsecamente malo.

La intención de la gente es lograr los efectos buenos y evitar los malos en la medida de lo posible.

Los efectos buenos o positivos son iguales o mayores que los efectos negativos.

 

Los efectos positivos se logran, por lo menos, en forma tan inmediata como los negativos. Lo anterior es evidente por sí mismo, pero la dificultad surge cuando se plantea qué efecto es bueno y cual es malo. No existirían inconvenientes si el criterio de bien y el mal es similar para el adolescente y el profesional, o sea, si ambos pertenecen a una comunidad de "amigos morales" al decir de Engelhart. En el caso de la adolescencia aún entre miembros de una misma comunidad son tan profusas y nuevas las situaciones que se producen que podría no existir coincidencia sobre los criterios por emplear.

 

El adolescente en la posmodernidad se enfrenta ante situaciones inimaginables en las generaciones anteriores que constituirían lo que Narváez denomina N.O.P. (Nuevos Observables Problemas), sexualidad, la salud pública, la educación, el papel de la mujer, el del varón, la adolescencia actual, la marginación, la pobreza, la nueva ética, etc.. Afirma el mismo autor: "La ciencia hoy avanza por aparición de los problemas inteligentes y audaces". Ante la emersión de conflictos y contradicciones aparece la necesidad de encontrarles solución.

 

Principio de no maleficencia:

 

Este principio ya se formuló en la medicina hipocrática: Primum non nocere, es decir, ante todo, no hacer daño al paciente. Se trata de respetar la integridad física y psicológica de la vida humana. Es relevante ante el avance de la ciencia y la tecnología, porque muchas técnicas pueden acarrear daños o riesgos. En la evaluación del equilibrio entre daños-beneficios, se puede cometer la falacia de creer que ambas magnitudes son equivalentes o reducibles a análisis cuantitativo. Un ejemplo actual sería evaluar el posible daño que pudieran ocasionar organismos genéticamente manipulados, o el intento de una terapia génica que acarreara consecuencias negativas para el individuo.

 

Principio de justicia

 

El principio de justicia comprende el uso racional de los recursos disponibles que permita el ejercicio pleno del derecho a la salud, que apunta no solo a los ciudadanos necesarios con base en la dignidad de la persona, sino a las obligaciones de una macrobioética justa de la responsabilidad frente a la vida amenazada y los derechos de futuras generaciones.

 

Justiniano caracterizó la justicia como el deseo constante y perenne de entregarle a cada uno de los que es debido. La dificultad estriba en establecer que se debe a quién y por qué. Este principio es básico por tener en cuenta al encarar la salud pública de una comunidad y múltiples son las interpretaciones de las que de éste se derivan.

 

Los adolescentes y jóvenes como grupo en sí mismo en forma independiente de otras variables económicas, culturales y sociales ven cercenado este principio de justicia, lo que significa un grado de distorsión presente en los diferentes sistemas sociales y políticamente aceptados. Es difícil la posibilidad del profesional que atiende adolescentes de modificar este estado de cosas, en la medida que exceden su accionar individual, debiendo, sin embargo, trabajar desde otros espacios para promover una salud integral de la adolescencia. Cada uno de los principios enunciados puede ser encarado desde diferentes ángulos, hecho de por sí complejo. Pero, la complejidad es aún mayor cuando surgen presuntas o reales tensiones entre los principios. Una adecuada reflexión de un hecho puede surgir una conducta basada en un principio diferente a la que surge de una reflexión basada en otro.

 

La ética médica cubana ha recepcionado adecuadamente las transformaciones que en la sociedad en general y en el sector de la salud han tenido lugar en materia de justicia. La ética médica en nuestro país no se desarrolla de modo tan tradicional como en otros países lo que nos sitúa en condiciones privilegiadas para asumir la bioética y alcanzar posiciones de avanzada en la esfera de la ética médica y en el mundo.

 

Se puede señalar que la bioética ha llegado a ser un componente importante de las políticas que diseñan los países, tanto en salud como en otras áreas del bienestar humano. Los pueblos de América Latina y el Caribe exigen mayor equidad en sus sistemas de atención de salud y una mayor justicia en la asignación de los recursos, demandan su derecho a ser considerados en las decisiones que tienen que ver con su entorno y hacen ver la urgencia de una respuesta a temas como reproducción asistida, aborto, eutanasia y suicidio asistido, trasplantes, investigación y experimentación biomédica, enfermedades emergentes, manipulación genética, etc.

 

Objetivo

 

Realizar una valoración bioética sobre el manejo del adolescente.

 

Desarrollo

 

La transición de la niñez a la adultez presenta características que le son propias e independientes de la sociedad o la época en que éstas se producen. De tal manera, los cambios físicos de la pubertad solo parecieran estar influidos en su aparición más temprana o tardía por aspectos genéticos, nutricionales y ambientales, así diferentes estudios mencionan que la aparición de la menstruación se da en edades cada vez más tempranas.

 

El adolescente tiene una relación con el medio social y cultural en el cual le toca desempeñarse, pero en su intimidad, en su transición de niño a adulto, todo lo que ocurre en su esquema corporal, en su sexualidad, en su sociabilidad, en el uso de la libertad, es bastante inmovible a través de la historia.

 

La adolescencia se considera actual­mente como una etapa fundamental en la adquisición de hábitos, ya sean salu­dables o peligrosos para la salud, cuyas consecuencias se expresarán en la edad adulta. Debido a ello, la OMS insiste en la necesidad de trabajar intensamente para promover la salud y el correcto desarrollo, tanto físico como mental, de los adolescentes, destacando que ha llegado el momento de ampliar las in­tervenciones seguras, eficaces y efectivas que, con la participación de los propios adolescentes, les proporcionen a éstos y a sus padres los conocimientos y las capacidades adecuadas para hacer frente a los riesgos potenciales específicos de su edad, y les permitan acceder a los servi­cios sociales y sanitarios donde puedan encontrar la ayuda apropiada.

 

Dentro de esta promoción de hábitos saludables, junto con el control del hábi­to de fumar o la promoción de actitudes contrarias al uso de drogas y al consumo de alcohol, se encuentra el amplio campo de la promoción de estilos de conducta capaces de encuadrar la vivencia sexual dentro de hábitos sanos, evitando lo que se suele denominar como «conductas de riesgo». Aunque sería esperable que este enunciado obtuviera un amplio respaldo público, lo cierto es que el fenómeno social del ejercicio de la sexualidad en la población adolescente se ha convertido en un campo de confrontación ideoló­gica, existiendo posturas encontradas sobre qué se debe promocionar, a qué edad y cuáles deben ser los postulados que deben regir esta educación sexual. Simplificando las posturas ideológicas existentes, se podría afirmar que el de­bate se reduce a dos líneas argumentales. Por un lado se afirma que la única acti­tud posible, en un Estado donde existe un amplio pluralismo de opiniones que se deben respetar, es la promoción del «sexo seguro» mediante la utilización de preservativos u otros métodos de barrera en las relaciones sexuales para evitar tan­tos embarazos no deseados como posibles enfermedades de transmisión sexual. Frente a esto, se situaría la opinión por la cual, precisamente debido a esta va­riedad de estilos de vida presentes en la sociedad, el Estado debe promocionar las conductas que ofrezcan mejores po­sibilidades de conseguir una estabilidad afectiva y emocional a largo plazo en la vida sexual de sus ciudadanos. Se esta­ría hablando en esta última opción de «sexo responsable» y esto requeriría una actuación más integral en el campo de la educación abordando diversas facetas.


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Desde hace varias décadas, las sucesivas conferencias internacionales sobre población desarrollo, sobre derechos humanos y de la mujer hasta llegar a El Cairo y Beijing, fueron ampliando las visiones y los marcos conceptuales referidos a la sexualidad y la reproducción humana. A través de ello, se construyeron nuevos discursos que explicitaron los requisitos, las bases para la acción y la orientación de las voluntades políticas que son necesarias para que se realice el bienestar sexual y reproductivo de las personas, en particular de las mujeres. Las nociones de salud sexual y reproductiva, no cabe duda, abrieron cauce a la actualización de los derechos humanos en estos ámbitos,“la capacidad de reproducir y la libertad de decidir si, cuando y con que frecuencia” -, ahora se encuentran incorporados a la gramática de los derechos humanos por medio de los documentos de El Cairo y Beijing. Además, la frase “respecto por la integridad de la persona” fue introducida para sustituir cualquier referencia a la “ integridad física” o del cuerpo, en cualquier forma (pues algunas feministas temían que ella fuera aplicada al feto). Los documentos de El Cairo y Beijing resumen la construcción de conocimiento y conciencia colectiva de sectores importantes de la sociedad civil, los gobiernos, y organismos internacionales, así como también, los consensos a la direccionalidad y contenido de las políticas a impulsar.

 

El término derechos reproductivos surge de la acción de las mujeres militantes e incluyen a la libertad de elección dentro del campo más amplio del ejercicio de la ciudadanía como garantías legales y beneficios del Estado y también como espacio de transformación de las relaciones sociales y de género.

 

Los derechos sexuales y reproductivos, dos elementos claves poder y recursos. Poder para tomar decisiones informadas acerca de la propia fecundidad, crianza de los-as hijos-as, salud ginecológica y sexualidad. Recursos para llevar adelante estas decisiones en condiciones seguras y efectivas. Además, este concepto remite a la legitimación social de una sexualidad desprovista de fines (concientes) reproductivos. Se refiere a poseer y ejercer el derecho a abortos seguros, métodos anticonceptivos seguros y eficaces, embarazo y parto seguros, prevención y tratamiento de enfermedades de transmisión sexual y SIDA, de infertilidad y de cáncer genito-mamario, servicios de salud integrales y de calidad, libertad de elecciones o decisiones sexuales y reproductivas, libres de coacción y violencia.

 

La conceptualización de los derechos reproductivos estaba directamente relacionada con el derecho al aborto seguro y legal y a la anticoncepción. Las feministas transformaran el discurso del aborto en “un concepto mucho más amplio que denota el derecho humano de las mujeres a la autodeterminación sobre su propia fertilidad, maternidad y los usos de sus cuerpos; métodos seguros y servicios de buena calidad los derechos sexuales y reproductivos entendidos como libertades o elecciones privadas no tienen significado, sin las condiciones habilitantes a través de las cuales éstos pueden ser ejercidos.

 

Para maximizar las posibilidades de éxito en la prevención de actitudes de riesgo promoviendo un ejercicio responsable de la sexualidad, se deberían intentar actuaciones en un doble plano, incluyendo la formación a nivel educativo (involucrando tanto a profesores como a los propios padres de los adolescentes) y la creación de un clima social favorable (cooperación de medios de comunicación, agentes sociales, apoyo político institucional). Respecto al clima desarrollable face to face con los adolescentes, tanto en la escuela como en las familias, parece básico señalar que sólo una educación integral en valores puede aportar el marco apropiado para que se comprendan conceptos como la lealtad en las relaciones de pareja, el respeto hacia la otra persona, el autodominio en el control de la afectividad, la aceptación del compromiso como un valor positivo, la apertura hacia la entrega que supone aceptar una gestación, etc. En este sentido, se deberían propiciar encuentros con los padres para encarar posibles dudas sobre la educación de los hijos adelantándose a problemas futuros.

 

Se intentará así fomentar la madurez afectiva del adolescente, intentando prevenir que las primeras relaciones sexuales obedezcan presiones del grupo que le rodea, por seguir una moda más o menos impuesta pero no deseada o como consecuencia de situaciones de alcoholismo o consumo de drogas. Este último tipo de relaciones compulsivas, precipitadas, realmente no reflexionadas, son las que pueden con más facilidad dejar secuelas psicológicas o dar lugar a embarazos no deseados, de los cuales un importante porcentaje acabará engrosando el número de abortos ya existente. Por eso, no ya desde una perspectiva moral sino desde la estrictamente sanitaria, estas situaciones deben ser consideradas como evitables. Posiblemente el personal docente de los centros educativos no sean los más apropiados para impartir este tipo de enseñanza de valores éticos de la afectividad y la sexualidad. Por ello, parece más deseable lograr la participación de personal médico con formación específica en ética sexual, capaz de transmitir no sólo conocimientos de genitalidad sino habilidades para vivir una sexualidad que respete en todo momento la dignidad de la pareja. Esta visión integradora de la sexualidad debe ser respaldada por la sociedad para no crear un clima de esquizofrenia intelectual entre las enseñanzas recibidas en el entorno próximo del adolescente y lo que se percibe a través de otras fuentes de información. De esto se deriva una gran responsabilidad para los poderes públicos, que pueden propiciar un clima favorable a un ejercicio responsable, favoreciendo que se considere como una simple actividad lúdica más.

 

La edad de inicio sexual se ha adelantado en ambos sexos, con respecto a las generaciones mayores, una proporción importante de los jóvenes inicia actividad sexual antes de los 19 años y la mayoría lo hace sin protección anticonceptiva.

 

Las campañas de salud sexual donde se recuerde a los adolescentes que «las relaciones no son un juego» puede favorecer la aceptación de normas de autocontrol por parte de los jóvenes, al crearse un clima favorable para ello del mismo modo que se ha propuesto en relación con el abandono del tabaquismo o del rechazo promovido frente al consumo de drogas. Las exigencias de cumplimiento de un código ético consensuado al enfocar estos temas en los medios de comunicación de mayor impacto (televisión, publicidad) sería otra de las medidas deseables a desarrollar. Esta propuesta se situaría en el mismo plano en el que ya está la clara exigencia de respeto hacia las diferencias raciales o culturales en nuestra sociedad. No es, por tanto, imposible de llevar a la práctica. Bastaría con hacer llegar a la opinión pública la magnitud del problema sanitario originado por un mal ejercicio de la sexualidad y las razones por las que se justifica el destinar recursos a promover su ejercicio favoreciendo lazos de compromiso entre los jóvenes.

 

El embarazo en la adolescencia, constituye por sí solo un gran riesgo para la salud sexual y reproductiva, el embarazo en la adolescencia presenta diversos problemas. Según un estudio en algunos países hasta un 80% de los embarazos en chicas de 14-15 años no se controla. Por otro lado en este grupo de población aumenta la incidencia de aborto espontáneo, anemia, nutrición deficiente y, sobre todo, el parto pretérmino. También se incrementa el riesgo de parto por cesárea, lo que puede condicionar el futuro reproductor de la chica. "Además, aunque sigue siendo muy bajo, se duplica el riesgo de mortalidad materna y del recién nacido; ocasiona un impacto psicológico de la chica: negación, depresión, miedo, ansiedad… y a largo plazo aumenta la tasa de fracaso escolar y abandono de los estudios. Normalmente la relación de la pareja no prospera, se presentan cuadros de violencia doméstica y puede establecerse un vínculo anómalo con el hijo, pudiendo sufrir éstos con más frecuencia el abandono, accidentes y malos tratos físicos y psíquicos".

 

El perfil del chico es de uno o dos años mayor que la chica, de su mismo entorno y que sigue bajo la tutela paterna. Estos jóvenes, que pueden padecer trastornos psicológicos a largo plazo, suelen reaccionar de dos formas: quieren asumir la responsabilidad y abandonan el colegio para ponerse a trabajar; o, por el contrario; niegan absolutamente su responsabilidad. "Los hijos de esas parejas son las verdaderas víctimas. Las tasas de fracaso escolar aumentan en estos niños, así como los desórdenes en la conducta y la probabilidad de ser padres en su adolescencia".

 

Por otra parte, un embarazo en la adolescencia puede ocasionar conflictos en las familias de los jóvenes que pueden derivar en que éstos busquen la solución en ámbitos no adecuados .Una vez producido el embarazo es fundamental el apoyo a la madre adolescente en el contexto del núcleo familiar, social y médico. "La educación sexual en la familia puede ayudar a reducir las tasas de embarazo. Esto implica la necesidad de que los padres reciban una educación pedagógica por parte de expertos que transmita una información veraz".


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El embarazo puede ser una experiencia enriquecedora o traumática, dependiendo de las condiciones de la madre, constituye una etapa trascendental para cualquier mujer cuando esta etapa llega en la adolescencia según Álvarez, M. (2003), señala que al principio suele ser un trago amargo para la futura madre y por supuesto, la familia la cual juega un papel muy importante en este tipo de circunstancia pues las jóvenes embarazadas en la mayoría de los casos, todavía se encuentran estudiando, sin recursos ni independencia económica.

 

Es por ello, que dependen de la ayuda familiar, no sólo económica, sino afectiva y psicológica para salir adelante. Sin embargo este es un periodo realmente tormentoso motivado a los grandes cambios a los que está sujeto el adolescente, los cuales pueden originar o ser el punto de partida de problemas y conflictos entre el joven y las personas de su entorno.

 

Por otro lado los padres no asumen la responsabilidad y según Álvarez, M. (ob.cit), señala que la adolescente embarazada tiene que jugar un doble papel, ser madre y padre a la vez por ello el apoyo de la familia y la pareja es fundamental. Cuando se asume esta nueva responsabilidad, la madre deberá prepararse física y psicológicamente para poder salir airosa de la experiencia que la marcará a ella y a su hijo para toda la vida.

 

Conclusiones

 

Se puede fácilmente afirmar que introducir modificaciones en el clima social existente respecto al ejercicio de la sexualidad en la adolescencia parece una tarea difícil pero auténticamente necesaria. Las propuestas de cambio, para ser consideradas capaces de tener éxito, deberán incidir en aspectos positivos de la vida estable en pareja y de lo que supone el desarrollo de la afectividad y su reciprocidad.

 

El respeto hacia la vida durante la gestación deberá complementarse con una llamada a la responsabilidad sobre los propios actos y con la dotación de recursos necesarios para ayudar en casos de embarazos de riesgo con dificultades económicas o sociales.

 

La educación integral en valores se considera el pilar básico sobre el que es factible desarrollar una relación afectiva con compromisos, se deberá involucrar a los padres en las tareas de formación para lograr una adecuada madurez afectiva.

 

Los poderes públicos deberían asumir que es imposible mantener una postura neutral en esta materia, promoviendo en los adolescentes la comprensión global de la sexualidad más acorde con la dignidad del ser humano.

 

 

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