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La sangre, consideraciones historicas e ideologias relacionadas
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Autor: Dr. Guillermo Murillo-Godínez
Publicado: 27/04/2010
 


La sangre, considerada el líquido vital por excelencia desde el principio de la historia, se ha introducido al organismo y se ha sacado, con el objeto de restaurar su salud, en base a las creencias que se han tenido, sobre su naturaleza y contenido. Como era de esperarse, también ha sido motivo de múltiples ideologías. En el presente artículo se hace una revisión analítica de éstos temas.


La sangre, consideraciones historicas e ideologias relacionadas .1

La sangre, consideraciones históricas e ideologías relacionadas

Dr. Guillermo Murillo-Godínez. Médico Internista.

Palabras clave en español: sangre, transfusión de sangre, sangría

Palabras clave en inglés: blood, blood transfusion, bleeding

Resumen en español: La sangre, considerada el líquido vital por excelencia desde el principio de la historia, se ha introducido al organismo y se ha sacado, con el objeto de restaurar su salud, en base a las creencias que se han tenido, sobre su naturaleza y contenido. Como era de esperarse, también ha sido motivo de múltiples ideologías. En el presente artículo se hace una revisión analítica de éstos temas.

Resumen en inglés: Blood, considered vital fluid par excellence since the beginning of history has been introduced to the body and has been taken in order to restore their health, based on the beliefs that have been taken on the nature and content. As expected, it has also been subject to multiple ideologies. This article makes an analytical review of these issues.

“(la sangre) tan vital como el aire, tan escasa como el agua y, tan generadora de negocios como el petróleo” (19)

Introducción:

La sangre, considerada el líquido vital por excelencia desde el principio de la historia, se ha introducido a y quitado del, cuerpo humano, con el objeto de restaurar su salud, en base a las creencias que se han tenido, sobre su naturaleza y contenido. Como era de esperarse, también ha sido motivo de múltiples ideologías. La revisión analítica de éstos temas, puede llevar a la conclusión de Peter Medawar (Premio Nobel de Medicina 1960): “La ciencia, sin el apoyo de las hipótesis, es sólo arte culinario” (84).

La sangre en la historia de la humanidad:

Desde los tiempos prehistóricos en casi todo el mundo, la sangre ha ejercido una fascinación y horror en la mente de los seres humanos; era común observar que de las heridas manaba sangre y que de ello dependía la vida o la muerte del enemigo o animal herido (86); la sangre posee un poder simbólico difícil de igualar; se le ha considerado con virtudes y poderes casi milagrosos; ha sido referida como la esencia de la vida y, la mayor fuerza vital; tanto los hombres como los muchos y distintos dioses han hecho uso de ella para purificarse o satisfacerse. En la sangre se transporta el sustrato elemental para la vida, el oxígeno, por lo que, no es extraño, que a la sangre/oxígeno se le hayan atribuido cualidades mágicas y, religiosas (52) y, el ser el asiento del alma, según el texto médico chino Huang Di Nei Ching (770–221 a.C.) (59), al igual que la Biblia y el Talmud Babilónico (84).

Varios siglos antes de nuestra era, algunos pensaban que el sueño era producto de una retirada de la sangre del cerebro, a través de las carótidas (karos =sopor). Hacia el año 1400 a.C., en Creta, se creía que ofrendándoles sangre fresca, podrían los difuntos, ser devueltos temporalmente a la vida. Empédocles e Hipócrates separaron el espíritu divino en dos fracciones: una conocida como alma, tenía carácter psíquico, su centro era el cerebro y se distribuía en el organismo por medio de los nervios; la otra, el espíritu vital propiamente dicho, con carácter físico, quedaba situada en el corazón y circulaba en la sangre. Empédocles pensaba que el niño al nacer, tenía vida, pero no aliento; al respirar entraba el espíritu a la sangre y su provisión se seguía renovando toda la vida. El aire al llegar al cerebro y al corazón tomaría sus caracteres psíquicos o físicos, respectivamente (81). Galeno (200-129 a.C.) aclaró que las arterias (arteria = llevar aire) contienen sangre, no aire, como se creía; también, clasificó los temperamentos en 4 tipos, uno de los cuales, el “sanguíneo" se refería a la lujuria y a la arrogancia; los 4 temperamentos estaban en consonancia con los 4 humores.

Los 4 temperamentos eran: sanguíneo, colérico, flemático y melancólico, en consonancia con los 4 humores: sangre, bilis negra, flema o pituita y bilis amarilla. Los 4 humores, estaban en relación con los 4 elementos básicos del universo: fuego, aire o pneuma o éter, tierra y agua y, éstos, a su vez, con 4 dioses: Zeuz, Hera, Aidoneo y Nestis; su equilibrio, era la crasis y su desequilibrio, la enfermedad (46,81,84,87); Fahraeus ha propuesto que los 4 humores, deben haberse descrito, en base a la observación de las 4 capas distintas en la sangre coagulada. En el proceso de coagulación, la sangre se separa en un coágulo gelatinoso rojo obscuro, casi negro, una capa delgada de células blancas y plaquetas, así como una capa de suero amarillento (53).

En la antigua Roma, los espectadores de los torneos gladiatorios corrían a la arena después de la lucha y chupaban la sangre que fluía del cuello del gladiador vencido, para adquirir vigor, fuerza y coraje. Plinio el viejo (c. 100) y Areteo describieron como los gladiadores romanos bebían sangre, “como si fuese de copas vivas”, para curar, entre otros males, la epilepsia (86); los faraones egipcios se bañaban en sangre como cura para la elefantiasis y, para reavivamiento y recuperación; Galeno la indicaba como tratamiento para la rabia; los escandinavos bebían la sangre de ballena para tratar el escorbuto. Los aztecas en sus sacrificios, daban a la sangre el valor de una ofrenda a los dioses (52). Las frases “hermanos de sangre” o, “llevar la misma sangre”, demuestran que el hombre, intuitivamente, consideró a éste fluido como un elemento básico de la identidad y, como vehículo de unión filial; en el libro Shi-Yuang-Lu, de 1247, se describe que el método post mortem empleado por los chinos para investigar la paternidad biológica, era verter la sangre del niño sobre los huesos del padre, si la sangre quedaba adherida y no podía desprenderse de los huesos, se interpretaba como un signo positivo de paternidad.

La duquesa de Proust, bebía sangre de buey y, de cordero, para prevenir la tisis y, para conservar la belleza. El concepto del origen hepático (según el Talmud) (81) o cardiaco (según Aristóteles) de la sangre fue modificado por los estudios anatómicos (De humani corporis fabrica libri septem) de Andries van Wesel (Andrés Vesalio) (1514-1564), en 1543 y, de William Harvey (1578-1657), quien describió la circulación sistémica de la sangre, verbalmente, el 17 de abril de 1616, durante la segunda Lumleian lecture, y, por escrito (Exercitatio anatomica de motu cordis et sanguinis in animalibus), en 1628 (Andrea Cesalpino (1519-1603), previamente, había usado el término “circulación”, proponiendo que los “vasos finos”, conectaban los sistemas arterial y venoso (79)). En 1622, Aselli, describió los vasos quilíferos (54). Jan Swammerdam (1637-1680) y, Antonio van Leewenhoeck (1632-1723), describieron los glóbulos rojos; el descubrimiento de las plaquetas se lo disputan varios: William Hewson (1739-1774) (“corpúsculos pálidos”) y, Franz Simon (“cuerpos muy pequeños”) (85); en 1882, Bizzozero (81) y, Alfred Donné (1801-1878) y William Addison (1802-1881) (84). Marcello Malpighi (1628-1694), descubrió el flujo sanguíneo capilar, en 1661 (véase lo referente a Andrea Cesalpino).

La circulación pulmonar fue descrita por Miguel Servet, en 1553, en Christianismi restitutio: "...sangre...que el ventrículo derecho del corazón trasmite al izquierdo...Esta comunicación no se hace a través de la pared media del corazón (como decía Galeno)…" (81)

En el siglo XIX, Funke describió la hemoglobina y, Paul Erllch, clasificó los leucocitos y estableció la médula ósea como el órgano hematopoyético (81). En 1852, Karl Vierordt, informó sobre los primeros resultados cuantitativos del análisis de las células sanguíneas (53). Entre grupos étnicos de Asia y Mesoamérica de hace 2,000 años, es frecuente encontrar la descripción de la ingesta de sangre humana de los enemigos y también de algunos animales para adquirir fortaleza y, en su caso, las buenas cualidades del animal (84). En África, hay algunos nativos que complementan su dieta bebiendo sangre de la vena yugular de su ganado; mientras que otros, tras cazar y dar muerte a un elefante, sorben la sangre que fluye de las heridas del paquidermo.

En muchos lugares la gente se pone en fila en los rastros (por ejemplo, en Mérida, Yuc.) para beber la sangre del ganado recién muerto, con la creencia de que es remedio para ciertos padecimientos; el beber así la sangre, también se practica en las corridas de toros de las poblaciones del interior de Yucatán; una manera más sutil de ingerir la sangre es a través de los guisos mexicanos denominados "morcilla" y, "rellena" o "moronga" (84). También existen los pactos sellados con sangre, desde los tiempos bíblicos, como se refiere en Éxodo 24:8 (1), hasta como sucede actualmente en algunos lugares de Filipinas y África (9,12,18,19,46). Se atribuye la descripción de la clorosis a Johannes Lange, en el siglo XVI (2), aunque, ya en el siglo XV, Bavarius de Baveriis recomendaba el hierro para este padecimiento. En cuanto a la hemofilia, se considera que la primera referencia es del Talmud Babilónico en donde se ordenaba que, si un recién nacido tenía hermanos que hubiesen sangrado con la circuncisión, se le dispensara de ese ritual; la descripción oficial de esta enfermedad se le atribuye a John Otto, en 1803 (3) y, el primer uso del término "hemofilia", a Schonlein, en 1839 (81).


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Historia de la transfusión (4):

Ovidio, en el octavo libro de La Metamorfosis, dice que Medea rejuveneció a Anquises (Aeson) sacando su sangre por los vasos del cuello y, reemplazándola por sangre de individuos jóvenes (o por una poción mágica), por eso se llegó a llamar a la transfusión, la “Cura de Medea” (88). Algunos dicen que al general Naamán (o, Naam), comandante militar de los ejércitos del rey de Damasco, Siria, Ben-Hadad, sus médicos intentaron curarlo de la lepra, removiendo la sangre de sus venas y reemplazándola por la de un soldado saludable (9); sin embargo, en 2 Re 5 (12), se cuenta que dicho general, fue curado de la dicha lepra, por Eliseo, quien le prescribió para ello, bañarse siete veces en el río Jordán. También se dice que la transfusión se remonta a los tiempos de los antiguos egipcios (86).

Uno de los episodios, en parte legendario, en la historia de la transfusión, es el sucedido en 1492, en ocasión de la última enfermedad del Papa Inocencio VIII (8) (2,8) (la vida personal de éste Papa puede ser cuestionable, desde el punto de vista ortodoxo católico actual, ya que era viudo (7) y, padre de ocho hijos (9) -dos de ellos fuera de matrimonio-; además, nombró arzobispo a un sobrino de 13 años para quien construyó en el Vaticano el palacio de Belvedere (10); e incluso, llegó a empeñar la tiara (5,6)). En cuanto a la última enfermedad de Inocencio VIII, a principios de 1492, se sabe que padecía de insuficiencia renal crónica (“hidropesía” (55)), que lo mantenía críticamente enfermo, alternando períodos de estupor con momentos de lucidez. Los médicos de Inocencio VIII habían agotado todas las terapéuticas de la época, basadas, sobre todo, en sangrías, encontrándose el paciente a las puertas de la muerte.

En ese momento apareció en Roma un "médico judío", según unos o, “un místico", según otros (1,2), que ofreció cambiar la sangre del viejo Papa "por la de jóvenes plenos de vigor y salud". Visto lo desesperado de la situación se hicieron los arreglos correspondientes y, se obtuvieron los donadores "voluntarios", 3 (2, según otros (55)) niños de 10 años (o, jóvenes, según otros (55)), autorizados por sus respectivas familias, mediante el pago de un ducado de oro a cada una. Una versión dice que la sangre fue extraída a los niños y transfundida al Papa (52). Otra versión refiere que el pontífice solamente bebió la sangre (como un brebaje) (9) pero que, cuando se dio cuenta de lo que le estaban haciendo tomar, ordenó perseguir al "médico judío" para someterlo a juicio (3). Sobre la causa de la muerte del pontífice, hay quien afirma que fue por una obstrucción circulatoria, a consecuencia de la transfusión (55) y, no por el síndrome urémico. Lindeboom (3) asevera que al ser sangrados los niños, como la sangre se coagulaba constantemente, la transfusión no fue intentada. Cuando se trató de detener al "médico judío", éste había huido, desapareciendo para siempre (4). También se afirma que, para obtener la sangre de los niños, se les cortaron las carótidas (los degollaron) (10,55). La extracción de sangre de los donantes, resultó, consecuentemente, en la muerte de todos, por hemorragia (11,55). Por otra parte, se dice, que el Papa, para remediar sus males, también se alimentaba del pecho de una madre lactante (11).

Las primeras ideas sobre la transfusión se atribuyen a Hyeronimus Cardanus (1505-1576) y a Magnus Pegelius. En 1615, Andreas Libavius (1546-1616) mencionó en su obra (11), un método para transfundir:

“Habiendo un hombre joven, robusto, lleno de sangre espirituosa y, también, un anciano, delgado, demacrado, con su fuerza agotada, que apenas pueda retener su alma; el artista ejecutante de la operación, tenga dos tubos de plata; deje entrar en la arteria del joven uno de los tubos y, de inmediato, abra la arteria del viejo e introduzca el otro tubo y, después, los dos tubos se unen, la sangre caliente y espirituosa del joven, se volcará en el anciano, como si fuera una fuente de la vida y, todos los datos de debilidad se disiparán” (79)

En 1628, Giovanni Colle (1558-1631), en su escrito (12), sugirió la transfusión, como un método para prolongar la vida (46). Daniel Major (1634-1693), administró medicación intravenosa mediante cilindros de plata y, también, sugirió que era posible inyectar sangre por la misma vía (84).

En 1936, se colocó una placa conmemorativa, en Casentino, Italia, en la casa donde nació Francesco Folli (1624-1685), el “descubridor de la transfusión” (61), quien dijo en su obra (13), publicada en 1680, haber realizado la primera, entre animales, el 13 de agosto de 1654, en Florencia, ante Fernando II de Medicis (44,46); sin embargo, en 1954, en el tricentenario de su supuesto descubrimiento, éste se ha puesto en duda (61). En 1656 (14), Christopher Wren (1632-1723) y Robert Boyle, infundieron (15) vino y eméticos y, en 1657, hicieron la inyección intravenosa (16) de cerveza y vino (17), en perros (79). Robert des Gabets, manifestó haber realizado una transfusión, en 1658 (46). En 1665, Johann Sigismund Elsholtz (1623-1688), médico de Federico Guillermo de Brandenburgo, publica en su obra (18), la primera referencia escrita de una inyección intravenosa en un humano (84). En el mismo año, Richard Lower (1631-1691) (19) y Edmund king, en Oxford, practicaron la transfusión entre perros y lo describieron en las Philosophical Transactions of the Royal Society, en noviembre y diciembre de 1666 (46). El 15 de junio de 1667, el francés Jean-Baptiste Denis, médico de Luis XIV, basado en varios supuestos:

- Que la naturaleza debe aprobar el principio del intercambio de sangre (todos los fetos comparten la sangre con la madre a través de la placenta).

- Que no hay nada de malo en recibir nutrición de los animales (el hombre se alimenta de leche y carne de las bestias).

- Que no se debía utilizar la sangre humana, pues sería una operación muy bárbara prolongar la vida de algunos acortando la de otros.

- Que la sangre animal tenía que ser con seguridad más sana que la del hombre, sin duda adulterada por excesos e irregularidades en la comida y en la bebida,

hizo una transfusión de un cordero, a un enfermo de 15 años, dando a conocer el experimento en el Journal des Savants y, en las Philosophical…, el domingo 22 de julio de 1667 (se suscitó una controversia sobre la primacía de la publicación sobre la transfusión en las Philosophical…, entre Lower y Denis - o, más ampliamente, entre Inglaterra y Francia -, la cual tuvo que ser aclarada por Henry Oldenburg (20), aunque, persiste en la historia de la medicina, por la rivalidad ancestral existente entre ambas naciones) (46); J.-B. Denis fue el primero en describir una reacción hemolítica post transfusional, la cual se presentó después que realizó una transfusión de un ternero, a Antoine Mauroy, el 19 de diciembre de 1667, a las seis de la tarde, quien sufría de un "frenesí ocasionado por una desgracia que había recibido en algunos amores" (81) y, cuya hemoglobinuria, fue descrita como “cólera negra”.

“…Su brazo se calentó, su pulso se aceleró, el sudor brotó sobre su frente, observamos mucho sudor en toda su cara, se quejaba de fuertes dolores en los riñones y en el estómago, no se sentía bien del estómago, mientras cerrábamos la herida vomitó todo el tocino y la manteca que había comido media hora antes, su orina era obscura, negra de hecho, como si hubiese sido mezclada con hollín de las chimeneas, parecía próximo a la asfixia si persistía en tal estado…” (23,74)

Cerca de dos meses después de una tercera transfusión, murió Mauroy (79) y, la viuda de Mauroy, Perrine Mauroy, acusó de asesinato a Denis (21) y, aunque éste fue exonerado (22), la Facultad de Medicina de París (23), en 1668, prohibió la transfusión por medio de un decreto diciendo que, ése procedimiento, era un método monstruoso que amenazaba la existencia misma de la especie humana, una práctica bárbara evocadora del canibalismo y, que provenía de “la trastienda de Satán”; en 1778, el Parlamento las declaró ilegales y lo mismo hizo el gobierno italiano (84). R. Lower y Edmund King, hicieron una transfusión de un carnero, a Arthur Coga, de 22 años, como tratamiento para un trastorno psiquiátrico, el 23 de noviembre de 1667, sometiéndose el paciente al experimento por el pago de veinte chelines. Paolo Manfredi, describió en su obra (24), de 1668, la forma de transfundir de humano a humano (46). En ése mismo año, Giovanni Guglielmo Riva (1627-1679), realizó transfusiones de corderos a enfermos tísicos; pero ya un año antes había hecho una demostración, descrita en su obra (De triplici infusionis sanguinis experimento) (46).

Se llegó a creer que con la transfusión, sería posible llegar a curar la pleuresía, la viruela, la lepra, el cáncer, las úlceras, el fuego de San Antonio-erisipela-, la locura, la decrepitud y, “otros males emanados de la malignidad de la sangre” y, la técnica se difundió por Alemania, Holanda e Italia, pues, según algunos, también podía curar el escorbuto y, otras “erupciones devoradoras”. Todavía en 1849, se prescribía la transfusión para la dispepsia, el espasmo esofágico, la disentería y, la fiebre prolongada (88).


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De acuerdo con el “vitalismo”, se suponía que la sangre aportaba la esencia de los seres por los que fluía, por lo que la mansedumbre y frescura del ternero, aliviarían el desequilibrio mental de los golpeadores de mujeres, exhibicionistas y pirómanos; la sangre del ciervo, podría aportar valor y longevidad a su receptor; la de la liebre, podría conferir agilidad, etc. Se especulaba, por ejemplo, si un cordero mordería al serle transfundida sangre de un perro, etc. (92). En el siglo XVII, Bartholinius, informó del caso de una epiléptica que luego de recibir una transfusión de sangre de gato, en las noches subía al tejado a maullar (81).

En Alemania, por ejemplo, se consideró que cabría calmar a una persona biliosa, con sangre de otra afable y, mejor aún, sería posible resolver los conflictos conyugales, intercambiando la sangre de marido y mujer. Philip Syng Physick (1768-1837) dijo que practicó la primera transfusión, en los EUA, en Filadelfia, en 1795, pero, no publicó su resultado (42.46). Dieffenbach, en Berlín, hizo transfusiones en 1810 (46). James Blundell (1790-1878), basado en las experiencias previas de Lower sobre la hipovolemia y sus efectos, realizó la primera transfusión homóloga, el 26 de septiembre de 1818, a un hombre de 30 años con diagnóstico de carcinoma gástrico, a pesar de una aparente mejoría inicial, el paciente murió dos días después; en total realizó 10 transfusiones; 5 de ellas exitosas (4 en pacientes con hemorragia postparto y una en un niño con sangrado postamputación) y 5 no afortunadas (3 en pacientes moribundos, una en una paciente con sepsis puerperal y otra en el paciente referido con el carcinoma gástrico) (86). En 1821, Jean Louis Prévost y Dumas, hicieron experimentos con sangre desfibrinada y usaron sosa caústica como anticoagulante (26) (46). En 1873, el polaco F. Gesellius, realizando estadísticas sobre las transfusiones, encontró resultados desalentadores: el 56% de los casos fallecían por el procedimiento; lo cual no sorprende pues, se desconocían los pormenores de esterilización, los grupos sanguíneos y, el modo de impedir que la sangre se coagulara (27). De 1873 a 1888 (por ejemplo, durante la epidemia de cólera en Canadá (1888)), algunos realizaron infusiones de leche humana, de vaca y de cabra, convencidos de que “los corpúsculos blancos de la leche (partículas de grasa), eran capaces de transformarse en glóbulos rojos” (86).

El sistema ABO (28):

En 1900, Erlich y sus colaboradores, inmunizaron cabras con los eritrocitos de otras cabras y, encontraron, que los antisueros resultantes, eran capaces de distinguir diferencias entre los eritrocitos de los animales, demostrando, de ésta manera, la existencia de antígenos en los eritrocitos (76). El mismo año (29), el austriaco Karl Landsteiner (1868-1943) (30), describió los grupos sanguíneos (31) A, B y O (32). En 1902, Alfred DeCastello y Adriano Sturly, descubrieron el grupo sanguíneo AB (33). En las personas que no tienen antígenos (aglutinógenos) (95) A ni B la sangre se clasifica como sangre tipo O; en las que poseen antígenos A se clasifica como de tipo A (34), en las que poseen antígenos B se clasifica como del tipo B y en las que poseen antígenos A y B, se clasifica como de tipo AB; de modo previsible, en el suero de las personas cuyos glóbulos rojos carecen del antígeno correspondiente se desarrollan anticuerpos anti-ABO.

Las personas con antígenos de tipo A en sus glóbulos rojos desarrollan anticuerpos (aglutininas) (95) contra el tipo B; las personas con antígenos de tipo B desarrollan anticuerpos séricos contra el tipo A; las personas con sangre de tipo O desarrollan anticuerpos contra el tipo A y contra el tipo B (35) y las personas con sangre de tipo AB no desarrollan anticuerpos anti-A ni anti-B. Los grupos sanguíneos ABO están determinados de modo genético.

De manera habitual los anticuerpos anti-ABO no están presentes en el momento de nacer pero comienzan a desarrollarse entre los 3 y 6 meses de vida y alcanzan los niveles máximos entre las edades de 5 y 10 años (90). Cabe referir que se han encontrado quimeras eritrocíticas (un individuo puede tener un porcentaje determinado de glóbulos rojos de un grupo sanguíneo y, otro porcentaje, de otro) tanto en animales (como el caso referido por Owen, en 1945) como en humanos (como en la paciente referida por Dunsford, en 1953 - En éste caso se concluyó que el grupo sanguíneo real de la mujer era O, porque en su saliva tubo substancia H, pero, no substancia A (75)) (75). La primera transfusión llevada a cabo haciendo pruebas cruzadas previas de acuerdo a los grupos sanguíneos descritos hasta ésa fecha, fue realizada en Nueva York, en 1907, por Reuben Ottenberg (62); éste, también, observó la herencia mendeliana de los grupos sanguíneos y, fue el primero, en reconocer la utilidad de la sangre tipo O (86). En los hospitales californianos utilizan un sistema de identificación de los concentrados de hematíes mediante etiquetas de colores (color tags), que ha alcanzado bastante difusión en otros hospitales estadounidenses. En la jerga hospitalaria es relativamente frecuente hablar de yellow tag para referirse al grupo sanguíneo A, blue tag para referirse al grupo sanguíneo 0, pink tag para referirse al grupo sanguíneo B, y white tag para referirse al grupo sanguíneo AB (49).

El sistema Rh (36):

En 1908, Moreshi descubrió el principio de la prueba de la antiglobulina en animales; en 1945, Robin Coombs -1921-2006-, la redescubrió e introdujo en la práctica clínica. En 1939, Philip Levine y Rufus E. Stetson describieron un caso en que la madre de un niño muerto al nacer, experimentó hemólisis (en más del 80%), tras una transfusión del marido donante, por lo que sospecharon que debió inmunizarse contra el antígeno del feto, que lo había heredado del padre; tanto la madre como el hijo correspondían al mismo grupo sanguíneo en el sistema ABO; por otra parte, Landsteiner y Wiener, encontraron que los sueros de conejos inoculados con eritrocitos de monos Macacus rhesus aglutinaban los eritrocitos de 80% o más de la población humana y, que esto era independiente, del grupo sanguíneo de los individuos en el sistema ABO (9,47,63,76), estos dos hechos, llevaron al descubrimiento del denominado factor Rh, en 1940, por K. Landsteiner y Alexander Solomon Wiener (1907-1976) (46,47). Probablemente la mayor importancia del sistema Rh, derive de su relación con la eritroblastosis fetal; el riesgo de isoinmunización por Rh es bajo en la población caucásica (3-5%), pero, es relativamente alto en nuestra población mestiza (aprox. 13%). Una práctica (establecida desde 1939) que ha permitido abatir de manera muy considerable el riesgo de isoinmunización por Rh, es la inyección a la madre de globulina anti-D, dentro de las 24-72 hrs. siguientes al parto o, aborto (si se conoce que el padre es Rh + o, si se desconoce éste dato) (76,86).

¿Para que sirven las substancias de grupo sanguíneo? El papel fisiológico de las substancias de grupo sanguíneo no tiene nada que ver con las transfusiones, al fin y al cabo, la práctica de la transfusión, es un procedimiento inventado por el hombre; habiendo tantas substancias de grupo sanguíneo y, estando tan conservadas dentro y entre las especies, deben desempeñar un papel importante en la supervivencia de las mismas. De acuerdo a su función, se han colocado en siete grupos: formadoras de canales y transportadoras de moléculas; con actividad enzimática; proteínas estructurales; receptoras de quimiocinas; moléculas de adhesión; proteínas reguladoras del sistema del complemento y, receptoras para agentes infecciosos (76).

El primer servicio de transfusión lo estableció en 1921, en Londres, Percy Oliver; en ése mismo año, Grant reportó el caso de autotransfusión, en un paciente con un tumor cerebral, que no tenía dinero para pagar a sus donadores. Antes de la Segunda Guerra Mundial, la transfusión se efectuaba por medio de una anastomosis arterio-venosa, pero, entre otros problemas, con este procedimiento, era difícil cuantificar la cantidad de sangre que pasaba del donador al receptor, lo que frecuentemente resultaba en un donador hipovolémico y en un receptor hipertransfundido. En 1936, en Rusia, Yudin y Shamov iniciaron la transfusión de cadáveres donantes, con las ventajas de no necesitar anticoagulantes lo cual abarataba el costo y, de que de cada cadáver, se podían extraer de dos a cuatro litros (80,81). En 1937, Bernard Fantus, estableció el primer banco de sangre, en el hospital del condado de Cook, en Chicago.

Entre 1914-1915 se inició el empleo de citrato de sodio, como anticoagulante: Albert Hustin usó éste método en marzo de 1914; Luis Agote (1868-1954), en Argentina, lo hizo en noviembre del mismo año y, publicó el resultado, en enero del año siguiente, pero, en español, por lo que no tuvo la atención internacional, atención que sí la tuvieron R. Lewishon y Richard Weil, aunque, al igual que Agote, también hicieron su publicación, en enero de 1915 (37). En 1916, Francis Peyton Rous (1879-1970) y J. R. Turner, demostraron que la adición de dextrosa permitía preservar los eritrocitos por tres semanas; sin embargo, cuando la mezcla de citrato disódico y dextrosa, se esterilizaba en el autoclave, ocurría la formación de una substancia densa, similar al caramelo, cosa que no ocurría si las substancias de la mezcla se esterilizaban por separado, pero, al abrir los recipientes, para hacer la mezcla, podían contaminarse; en 1943, Maureen Young, sugirió que se agregara ácido a la mezcla, para evitar el problema descrito en el autoclave; Loutit y Mollison, lograron, de ésta manera, lo que se conoció como el ACD (ácido cítrico, citrato, dextrosa) (67), que permitió almacenar la sangre, hasta por cuatro semanas; se usaban 75 ml. de ACD en 450 ml. de sangre; con ésta solución, se usaron 380,000 unidades de sangre en Europa, en la Segunda Guerra Mundial y, 180,000 unidades en la guerra del Pacífico (46).


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El ACD fue sustituido, en 1963, por la solución con fosfato, CPD (38) (citrato, fosfato, dextrosa) que permitía almacenar la sangre por 28 días; este último a su vez fue reemplazado por el CPD-A (39) (CPD-adenina) en 1965 y, por el CP2D-A (citrato, fosfato, doble dextrosa-adenina) y, desde 1980, se utiliza el CPDA-1, que permite almacenar los eritrocitos por 35 días, a 1 a 6°C. La sangre se recolectaba a través de agujas de acero y tuberías de hule; desde la década de 1960, se introdujeron las bolsas de plástico en lugar de los frascos (botellas) de vidrio con tapón de goma (caucho) (86), lo que hizo posible centrifugar la sangre total y con ello iniciar el empleo de fracciones específicas, con la consiguiente optimización en el uso de esta; por ejemplo, en 1965, Judith Pool, descubrió los crioprecipitados, al observar que, si el plasma fresco congelado se descongelaba en el refrigerador, el precipitado que se formaba, contenía más concentración de factor VIII, que el plasma fresco precongelado (la globulina antihemofílica había sido descrita en 1937, pero, el plasma no concentrado, era la única fuente (86)); por otra parte también fueron importantes el desarrollo de la centrifugación y el sistema de fraccionamiento con etanol y frío por Edwin J. Cohn y Cols. y, el de la plasmaféresis por Jack Latham (52,79,86).

En esa misma década, se estableció la necesidad de emplear calentadores de sangre (40) ya que se determinó que los pacientes en estado de choque, con frecuencia, morían no por el daño tisular de este estado sino, por la transfusión, a través de una línea central, de grandes volúmenes (>6-8 U/hr). Ya desde 1999 se calculaba que la demanda mundial para transfundir, crecía a un ritmo de 7.5 millones de litros al año (9,19,23,31,32,43); en 1980 se transfundieron en los EUA unos 10 millones de unidades de concentrados de hematíes, la cifra ascendió a 12.2 millones en 1986 y, descendió a 11.4, en 1997 (42); actualmente (2008) se transfunden en ese país, anualmente, más de 13 millones de unidades lo que equivale a la administración de una unidad cada 0.39 segundos (94), por lo que se han investigado substitutos de la sangre (37) tomando en cuenta que sólo un 4-5% de los donantes potenciales, donan sangre alguna vez (42).

La terapéutica transfusional moderna debe considerarse como un trasplante de tejido de vida corta y autolimitada (41); actualmente, constituye el trasplante de tejido más exitoso y más frecuentemente utilizado (aparte de los trasplantes de órganos sólidos, en donde se considera, a los de hígado y riñón, como los más exitosos, en fallas a 5 años (77)), aunque, puede tener complicaciones inmunológicas (como la lesión pulmonar relacionada con la transfusión (42), considerada como una entidad clínica particular, hasta 1985 (33,34)), metabólicas e infecciosas, de gravedad diversa, entre el 5 a 20% de los casos (32,33). Los donadores de sangre pueden ser al azar (transfusión indirecta) o escogidos por el paciente (transfusión directa o dirigida). Para reducir la posibilidad de complicaciones infecciosas, teóricamente, es preferible la segunda; sin embargo, esta, ha sido cuestionada por razones técnicas y éticas (38, 39). Los excesos en materia transfusional persisten: en un hospital canadiense, en 1992, se encontró que se transfundieron, injustificadamente, entre 33 y 72% de los pacientes (86).

La transfusión en México (46):

Matías G. Beistegui (1816-1852) y Francisco J. Vértiz (1818-1850) hicieron la primera transfusión exitosa en un caso de hemorragia puerperal, en 1845 (hay quien afirma que, la primera transfusión en México, la realizó Martínez del Río, también, en un caso de hemorragia puerperal (55)). Manuel Carmona y Valle (1832-1902) publicó, en 1858, sus resultados de transfusiones teniendo como donantes a palomas y conejos y, como receptores, a perros. En 1874, el inmigrante polaco, Ladislao de Belina Swiontkowski (1840-1890) junto con Pablo Martínez del Río (1809-1882) y, junto con Lavista y, Liceaga, respectivamente, realizaron dos transfusiones exitosas. Liceaga y, Segura, hicieron una transfusión en octubre de 1874. Aniceto Ortega (1825-1875) hizo una transfusión en agosto de 1875. Varios médicos mexicanos siguieron realizando transfusiones, en el resto del siglo XIX: en junio de 1878, Francisco Martín (1837-1905) y Guillermo Dávila; en 1880, Manuel Gómez Portugal; en 1881, Francisco Martín y Francisco Sánchez; en 1883, Manuel S. Iglesias; en 1894, Cayetano Padilla y, en 1899, Arnulfo Fernández. Por los mismos años, también lo hicieron, José Ma. Vértiz (1812-1876) y, José Ma. Barceló y Villagrán (1819-1872). En 1983 al reconocerse la epidemia de SIDA, se identificó a la transfusión como la segunda causa de infección por lo que, en 1985, el CONASIDA, delineó estrategias: en mayo de 1986, se estableció la obligatoriedad de las pruebas serológicas; en mayo de 1987, se prohibió la comercialización de la sangre; en 1988, se inició la instalación de Centros Estatales de la Transfusión Sanguínea, para replicar a nivel local, las actividades del CNTS; no obstante, en 1988 hubo 121 casos de infección por VIH, secundarios a transfusión; además, existe falta de cuantificación de otros efectos adversos de la transfusión, se desconocen, por ejemplo, número de infecciones bactrianas, errores de compatibilidad ABO, accidentes hemolíticos y no hemolíticos, falta de equipo adecuado, etc.; desde 1996, se creó en el INCMN “Salvador Zubirán”, un plan de estudios para la formación de médicos transfusionistas y, en el 2001, se llevó a cabo el primer diplomado de medicina transfusional dirigido al personal de enfermería (86).

Transfusión e ideologías:

En la Biblia (43), sobre todo en el Antiguo Testamento, se hace referencia específica a la naturaleza y disposición de la sangre en: Génesis 9:4 (44); Levítico 3:17 (45), 17:10(46) y 17:12-14(47); Deuteronomio 12:23-24 (48) y, Hechos 15:20 (49) (12); de éstos versículos bíblicos se deriva la no aceptación de las transfusiones por parte de los Testigos de Jehová, so pena de contaminar su alma, lo que los llevaría a perder la posibilidad de ingresar al cielo (13,19,81) (oficialmente, desde 1945, bajo la presidencia de Nathan Homer Knorr -1905-1977- (58)) lo cual ha dado origen a conflictos ético-médico-legales (14,19,50,51) que incluso han propiciado casos fatales (15,57,82), pero, también, a la investigación en la búsqueda de alternativas (16,17,45). Por su parte, en la Iglesia católica, la donación de sangre para transfusión, no sólo es permitida, sino, vista de buen grado (78).

Los grupos sanguíneos se emplearon con fines ideológicos y étnicos durante la Segunda Guerra Mundial cuando se relacionó el grupo A con la "inteligencia" y el grupo B con los judíos (los nazis repudiaban las transfusiones de donantes no arios). Todavía en 1950, las leyes en Louisiana y Arkansas, prohibían transfundir a un individuo blanco de un donante negro, sin su consentimiento (9,19,81).

La sangría:

La sangría y la transfusión, aunque parezca extraño, no constituían ideas opuestas; cada una tenía sus indicaciones (81). Era razonable suponer que si la sangre era el alma, debería ser asiento favorito de los espíritus malignos y, una forma apropiada de sacarlos y, sanar al enfermo, era extrayéndole parte de la sangre (81). La sangría era practicada para dejar salir la “sangre mala” y, restaurar el equilibrio de los humores, con lo que se esperaba la vuelta del paciente a la salud (79). Existían tres etapas en toda enfermedad: el cambio en las proporciones humorales causado por factores externos o internos; la reacción del organismo ante esa alteración, manifestada por la fiebre o "ebullición"; y la crisis final, en la que la alteración acababa con la eliminación del humor que estaba en exceso, o con la muerte; de la necesidad de la eliminación del humor, derivó el concepto de la sangría (84).

Todas las civilizaciones practicaban la sangría: los babilonios, los egipcios, los hindúes, los chinos, los griegos, los aztecas, etc. (81) y la practican hasta la fecha en algunas regiones (Norteamérica, Amazonas, Perú); por ejemplo, los Dakotas, realizan procedimientos curativos a base de aplicación de ventosas (84). Algunos rastrean el origen de la sangría en la observación de la menstruación, en la que el síndrome premenstrual, remitía al presentarse la hemorragia. Se consideraba que la mujer, con cada ciclo lunar, vertía el exceso de sus impurezas al exterior, a través de la menstruación; por eso, en Levítico 15,18-28 (50), se hacen todas las consideraciones con respecto a la impureza de la menstruación, de las metrorragias y, del coito en ésas circunstancias (81).

Entre los mayas, la sangría se practicaba como una especie de desagravio (26). A lo largo de la historia los médicos sangraron a sus pacientes por decenas de afecciones; ponían a “ventilar una vena” ante cuadros de: fiebre (como la amarilla; durante la epidemia de 1793 en Philadelphia, Benjamín Rush (1745-1813) (51), el “príncipe de los sangradores”, rechazó la teoría del contagio y combatió la enfermedad con sangrías (24,29)), reumatismo, jaqueca, hipertensión arterial, melancolía, neumonía e, incluso, ante las posesiones diabólicas (30). En Roma, Claudio Galeno, adoptó la sangría como un mecanismo para curar enfermedades y llevar adelante purificaciones. De acuerdo con la teoría del animismo, se indicaba en donde había que hacer una sangría y, bajo que signo astrológico había que hacerla; de ninguna manera se hacía cuando la luna y las mareas estaban en su apogeo (días egipciacos). Se aseguraba (Las mil y una noches) que el mejor momento para la sangría era, en el menguante lunar (tercer cuarto de la fase lunar, ya que "los líquidos reumáticos se multiplican menos y, fluyen en menor grado", en esta fase (25)), con buen tiempo y, de preferencia, el 17 del mes y, en martes (22,27,81).


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Hipócrates recomendaba la sangría cerca del órgano enfermo para eliminar los humores excesivos localizados allí (efecto derivativo) y, también, lejos del órgano enfermo para evitar que continuasen llegando a él dichos humores (efecto revulsivo); la sangría derivativa, se hacía con sanguijuelas o ventosas y, la del tipo revulsivo, por medio de la flebotomía (81). En 1514, el médico francés Pierre Brissot (1478-1522) desencadenó una polémica al abogar por practicar la sangría, contrariamente a lo que hacían los islámicos, en un punto lo más próximo a la zona enferma (28). Los árabes, sangraban en el lado opuesto “como reacción”; practicaban, por ejemplo, una sangría en el brazo derecho, para detener una hemorragia de la narina izquierda del paciente.

La sangría era un método terapéutico tan importante, que el segundo texto médico salido de la imprenta de Gutemberg (1462) era un Calendario de sangrías. Las sangrías pasaron a ser parte del oficio de los barberos-cirujanos, éstos se anunciaban con un signo que ha perdurado hasta nuestros días, en algunos establecimientos de peluqueros: una pértiga de bandas rojas y blancas, la cual representaba el palo que sujetaban los pacientes, mientras eran sangrados; las bandas blancas simbolizan las vendas y, las rojas, la sangre. La mayoría de los sangradores coincidía en señalar que los pacientes con enfermedades graves, debían ser sangrados rápidamente en bipedestación, el desmayo era considerado un signo positivo; los sangradores empleaban una gama impresionante de instrumentos, pero, su herramienta principal, era la lanceta (52).

Las sanguijuelas (hirudo medicinalis) se empleaban por su poder de chupar la sangre, sin causar dolor y, por producir un anticoagulante (hirudina); las sanguijuelas extraían la sangre de sitios poco accesibles (como, la “boca del útero”); una de las indicaciones era, por ejemplo, para el ictus apopléctico (trombótico, hemorrágico o, embólico), aplicándose, en éste caso, en la región mastoidea (38); era tan difundido el uso de las sanguijuelas que, en el siglo XIX, existían en Europa lugares especiales dedicados a su cría; cerca de un millón se vendían anualmente en París y, siete millones en Londres (44); en 1823, se importaron a Francia, 2 a 3 millones de sanguijuelas, diez años después, la importación ascendió a 41 millones para satisfacer el consumo (81). En 1824, Lord Byron, fue desangrado hasta morir por su médico Francesco Bruno, durante una enfermedad infecciosa (81). Diversas circunstancias impulsaron a los médicos a prescindir de la flebotomía: una de ellas fue una serie de epidemias de tifo que asolaron las ciudades británicas a comienzos de la década de 1830, la sangría resultaba particularmente inadecuada en éstos casos, pues el enfermo quedaba más decaído; la segunda circunstancia fue la aparición de la estadística médica: en la misma década, el parisino Pierre Charles Alexandre Louis (1787-1872), comenzó a reunir y a sistematizar la información médica; los métodos equivocados, no podían resistir semejante escrutinio. Actualmente, se usan dos modalidades similares a la sangría: en algunos casos de eritrocitosis y de hemocromatosis, se hace la dilución isovolémica (normovolémica) (24,32,84) y, en los casos de eritroblastosis, la exanguinotransfusión; el pionero de ésta en Méjico, fue Gastón Novelo (96).

“Charlatanismo rojo” (19):

En pleno siglo XXI hay algunos que afirman que la anemia ferropénica, “perturba la transformación de la energía cósmica que absorbemos en cada respiración” (20). Por otra parte, el “médico naturópata de segunda generación”, Peter D’ Adamo, asegura que “el grupo sanguíneo es la llave que abre la puerta de los misterios de la salud, la enfermedad, la longevidad, la vitalidad física y la fuerza emocional”. Según su teoría, hay una dieta para cada grupo sanguíneo y, quienes la siguen al pie de la letra, “alcanzan naturalmente el peso ideal y detendrán el proceso de envejecimiento” (21). Con menos pretensiones científicas, en 1940, en Manzanillo, Cuba, el brujo Manuel Prohías, prometió a un seguidor suyo que le curaría la diabetes mellitus, con un brebaje preparado con ciertas hierbas y sangre de niño; el caso se conoció cuando los vecinos se acercaron a la playa extrañados por la presencia de buitres; ahí encontraron el cuerpo de un niño de 4 años (que resultó ser el hijo del brujo) el cual había sido sacrificado para preparar el brebaje (19). Otra de las pseudociencias actuales es la denominada autohemoterapia (la cual cabe dentro del sistema médico llamado isopatía; similar a la pseudomedicina denominada urinoterapia (53)), ideada por F. Ravaut, en 1911; consiste en obtener de una vena (generalmente a nivel de la parte anterior del codo) 2 a 20 ml. (la cantidad extraída varía, dependiendo de la gravedad de la enfermedad a ser tratada) de sangre y reinyectarla (en el brazo o, en el glúteo), inmediatamente (algunos, al igual que en la homeopatía, recomiendan someter la sangre extraída, a un proceso de sucusión (54), por 30 minutos, para lo cual ya han diseñado equipos propios (70)), por vía subcutánea o intramuscular (40,60); supuestamente, la finalidad es estimular el sistema fagocito-macrófago (reticuloendotelial); las indicaciones de ésta “medicina” son procesos autoinmunes (esclerodermia, lupus, vitíligo, tiroiditis de Hashimoto), algunas dermatosis (psoriasis), diabetes mellitus, asma, autismo, hepatitis C, etc. (40,41). Más recientemente, los charlatanes han propuesto la “autohemoterapia ozonizada”, sin embargo, los estudios han mostrado que, al igual que su antecesora, carece de efecto terapéutico (68,69).

Aproximadamente 70 autohemoterapistas, de México, Argentina y España, conforman, desde 1999, la Asociación mexicana para el diagnóstico y tratamiento de enfermedades autoinmunes, A.C. (41); en Brasil, ya se han lanzado advertencias sobre la carencia de bases científicas de la autohemoterapia y, sobre su falta de inocuidad, ya que puede causar, a nivel local, dolor, celulitis y nodulaciones, en el sitio de inyección y, a nivel sistémico, fiebre; además, está contraindicada en presencia de síndrome febril, sepsis y, coagulopatías (83); como con todas las demás medicinas “paralelas”, su efecto “benéfico”, es sólo como placebo (72,73).

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La sangre, consideraciones historicas e ideologias relacionadas .7

Notas:

1. “Moisés tomó la sangre y la roció sobre el pueblo y dijo: aquí está la sangre del pacto”
2. Su comunicado es la epístola XXI de su Medicinalium Epistolarum Miscellanea (Suiza, 1554) en donde le recomienda al padre de una enferma de Morbus Virgineo, que permita su matrimonio (81)
3. J. Otto prescribía para dichas hemorragias, purgar al paciente durante tres días, con sulfato de sodio (81)
4. El término “transfusión de sangre”, podría ser un pleonasmo o barbarismo, el decir sólo transfusión, sería indicativo de que es de sangre; por otra parte, se podría escribir también “trasfusión”, pero, se utiliza más el término “transfusión”, en el lenguaje culto (48,49)
5. Originalmente llamado Juan Bautista Cibo (Génova, 1432 – Roma, 25 de julio de 1492); fue elegido Papa el 29 de agosto y, coronado como tal, el 12 de septiembre de 1484 (2,8).
6. Uno de ellos, probablemente, Cristóbal Colón, hijo de Anna Colonia (Manzanera, L ¿Hijo de papá o hijo de Papa?. Clío 2004 nov;(37):59).
7. Parecía entonces muy bien que un Papa sacará adelante a su familia, más bien se tendría sospecha del que así no lo hiciera como le escribió su consuegro Lorenzo de Médicis (el escrito es, probablemente de 1489 ya que habla en él del quinto año del pontificado de Inocencio) (Fabroni, Vita Laurentii II, 390).
8. Originalmente llamado Juan Bautista Cibo (Génova, 1432 – Roma, 25 de julio de 1492); fue elegido Papa el 29 de agosto y, coronado como tal, el 12 de septiembre de 1484 (2,8).
9. Uno de ellos, probablemente, Cristóbal Colón, hijo de Anna Colonia (Manzanera, L ¿Hijo de papá o hijo de Papa? Clío 2004 nov;(37):59).
10. Parecía entonces muy bien que un Papa sacará adelante a su familia, más bien se tendría sospecha del que así no lo hiciera como le escribió su consuegro Lorenzo de Médicis (el escrito es, probablemente de 1489 ya que habla en él del quinto año del pontificado de Inocencio) (Fabroni, Vita Laurentii II, 390).
11. Appendix necessaria
12. Methodus facile procurandi tuta et nova medica medicamenta
13. Stadera medica
14. Probablemente, antes de C. Wren, lo hizo Fabritius Schmidt (54)
15. Éste sería el término correcto para referirse a la administración de otros líquidos distintos a la sangre (ver nota 1), aunque, a veces también, se utiliza el término perfundir, con el mismo sentido (49)
16. También se llegaron a realizar transfusiones intracardiacas, por punción percutánea paraesternal (38)
17. También se les llegaba a infundir, orina, leche y opio (23,91).
18. Clysmatica nova
19. R. Lower, también demostró que la diferencia de color entre las sangres arterial y venosa, se debía al contacto con el aire en los pulmones (Galeno decía que el objeto de la respiración era enfriar la sangre y el “fiero” corazón) (84). Lower también describió la disposición de las fibras del corazón y el recorrido de los nervios cardiacos (93).
20. El artículo de Denis, no pudo ser revisado por el editor, por causa de fuerza mayor (Oldenburg, estaba prisionero en la Torre de Londres, por sospecha de traición) por lo que al publicarse en el No. 27 de las Philosophical…, se presentó como el pionero en el asunto; cuando semanas después fue liberado Oldenburg, al comprobarse su inocencia, el 23 de septiembre de 1667, en un nuevo No. 27, hizo la aclaración de que, ya en los Nos. 19 y 20 de la publicación, Lower y King, habían publicado los trabajos primeros al respecto (46).
21. Perrine confesó, después, que le habían ofrecido 50 luises de oro, si acusaba a Denis de asesinato (23).
22. Después, se descubrió que Perrine Mauroy, asesinó a su esposo, dándole arsénico en la sopa, pues Antoine, enseguida de las dos transfusiones iníciales, la había golpeado (23)
23. Por voz de uno de sus miembros, Pierre de la Martiniere (23).
24. Por voz de uno de sus miembros, Pierre de la Martiniere (23).
25. De nova et inaudita medico-chirurgica operatione sanguinem transfundente de individuo ad individuum
26. También se usaron con éste fin, bicarbonato de sodio, fosfato de sodio y, Franz Simon, usó ferrocianuro de potasio, sin embargo, se abandonaron por su toxicidad (particularmente, el fosfato de sodio, estuvo implicado en la muerte de 4 personas, tratadas por Braxton Hicks, en 1869). Entre 1891-1909, se hicieron experimentos con amonio, oxalato, hirudina y peptona (46,85).
27. Por ejemplo, la heparina, fue descubierta hasta 1916, por Jay Mclean
28. Por costumbre, uno de los grupos, se dice como la 16ª. letra del alfabeto, pero, originalmente, su significado era “cero” (Landsteiner, era de éste grupo) (76)
29. Algunos dicen que fue en 1901, pero, la publicación original, es de 1900: Landsteiner, K Zur Kenntnis der antifermentativen, lytischen und agglutinierenden Wirkungen des Blutserums und der Lymphe. Zentralbl Bakteriol 1900;27:361-362
30. Premio Nobel de Medicina 1930
31. En la actualidad se conocen más de 100 sistemas de grupos sanguíneos además de ABO y Rh, tales como: M,N y P (crioaglutininas) (descritos entre 1927-1947), Lewis, Kell, Duffy, Kidd, Lutheran, Chido/Rodgers, Diego, Colton, KX, LW, Xg, etc., formados por más de 500 antígenos (36,76,86,95)
32. La contribución científica de Landsteiner, representó un costo material equivalente a $150 (de 1978) (81)
33. Sus descubridores, llamaron, respectivamente, al actual grupo O, “C” y, al AB actual, "grupo de los sueros sin identificar"; en 1910, Emil Freiherr von Dungern y, Ludwik Hirszfeld, propusieron el cambio, a los nombres actuales (56)
34. Posteriormente subdividido en A1 y A2 (95)
35. Las aglutininas originalmente fueron llamadas a y b
36. de Macacus Rhesus
37. Caso similar fue el del mexicano Eliseo Ramírez Ulloa quien, seis años antes (1922), descubrió lo que ahora se conoce como “examen de Papanicolaou” (1928) (por George Nicholas Papanicolaou 1883-1962) (64,65,66)
38. O, CFD
39. O, CFD-A
40. El calentamiento de la sangre sólo debe hacerse en incubadores específicos, a 37 °C o, sumergiendo el tubo del equipo de transfusión en un recipiente con agua a 37 °C; de otra manera, existe riesgo de hemólisis (32); si se realiza la transfusión a no menos de 20°C, se evita la aglutinación por las crioaglutininas M, N y P (95)
41. En nuestro país éste trasplante está regulado por la NOM 003-SSA2-1993 (35)
42. TRALI, por sus siglas en inglés (Transfusion-related acute lung injury) (34)
43. La sangre se menciona en la Biblia, más de 400 veces (19)
44. "solo carne con su alma – su sangre – no deben comer"
45. “no deben comer grasa alguna ni sangre alguna”
46. "fijaré mi rostro contra el alma que esté comiendo la sangre"
47. "Ninguna alma de ustedes debe comer sangre, y ningún residente forastero…No deben comer la sangre de ninguna clase de carne"
48. “no comer la sangre…no debes comerla”
49. “que se abstengan…de la sangre”
50. “En caso de que una mujer esté teniendo flujo (de) sangre, debe continuar siete días en su impureza…y si un hombre se acuesta con ella…este tiene que ser inmundo…”(12)
51. B. Rush fue, además, uno de los firmantes del Acta de Independencia de los EUA (24).
52. El nombre de éste instrumento se ha perpetuado en una de las revistas médicas más antiguas y famosas, la británica, The Lancet, fundada en 1823, por Thomas Wakley
53. La urinoterapia, es un procedimiento que pretende ser terapéutico e implica la ingestión de la propia orina con el objetivo de reponer la pérdida de las sustancias, cuya carencia, supuestamente, influye en el desarrollo de ciertas enfermedades (89)
54. En la homeopatía, para justificar la supuesta efectividad de los remedios, que no se explica por la “ley de los infinitesimales”, se propone el principio de la “memoria del agua” y, para aumentar la efectividad de ésta, se habla de la “ley de la dinamización” la cual, para llevarla a cabo, se requiere agitar o sacudir (“sucusionar”) el remedio (71)