La educacion moderna y la sociedad posmoderna. Realidad de los y las adolescentes de alto riesgo
Autor: Zaida C. Colmenares R. | Publicado:  7/09/2010 | Medicina Preventiva y Salud Publica , Pediatria y Neonatologia | |
Educacion moderna y sociedad posmoderna. Realidad de los y las adolescentes de alto riesgo .2

El rechazo es la reacción más cómoda; se pone una simple etiqueta, a fin de no ver que se trata de un problema más general. Al condenar a la joven embarazada, al adolescente consumidor de drogas, al adolescente que transgrede las normas socialmente establecidas, se defiende a la sociedad y sus instituciones. El rechazo es a veces muy disimulado y puede adoptar el disfraz de una solución de acogida o de integración. Multiplicar los auxilios de carácter material o medico puede corresponder a un proceso de exclusión.

Desde este punto de vista, Si definimos la educación como una fábrica de ecos controlada por el Estado (Norman Douglas), acaso podamos entender mejor cómo la escuela tradicional se aferra a sus verdades, incurriéndose en un gran anacronismo. Esta crítica sustentada en el supuesto de la orquestación por parte del poder de la instrucción (con toda la carga estereotípica posible) educativa; si bien el Estado ejerce un poder fáctico diluido en agentes socializantes, en corporeidades, pensamientos y acciones sociales que encubren la concentración de sus mecanismos de control. Sin embargo, puede que interese creer en el poder de la escuela: educación como instrucción encubierta, aleccionamiento subrepticio, que actúa como instancia legitimada de inculcación de normas de actuación, de valores dominantes que se reedifican, de verdades que se aceptan como absolutas sin cuestionamientos posibles, y un largo etcétera de lecciones bien aprendidas..., cómo no, en la escuela.

En cualquier caso, la necesidad imperiosa de repensar la educación desde las coordenadas definitorias de la sociedad postmoderna en la que se instalan las dudas y convenciones, no se puede postergar por más tiempo.

La postmodernidad, por su parte, eufemismo de otros tantos términos se va instalando (o no, dirán algunos) y (re)construyendo realidades difusas. La confusión terminológica es notoria: desde la tardomodernidad (Lanceros, 1996) a quienes califican a la posmodernidad de todoterreno ideológico (Ripalda, 1996), pasando por la modernidad posmoderna o la hipermodernidad (Del Río, 1997), el tiempo de tribus, hordas, y masas (Maffesoli, 1990 ) o por quienes abogan por una vuelta a la época premoderna (Alan Bloom) y etiquetan esta etapa como una nueva edad Media (Minc, 1994), entre otras muchas términos y acepciones posibles. Los grandes cambios que se están produciendo en la sociedad y el propio proceso de industrialización, tales como globalización, movilidad, superespecialización, exacerbación del consumo, informacionalismo, etc., acrecienta las grietas que se han producido en la modernidad y condicionan los significados, valoraciones y normas de actuación que se van imponiendo en la sociedad postmoderna.

Haciendo referencia a el tiempo de las tribus o de hordas (Mafessoli, 1990),… El fenómeno del resurgimiento de las tribus en la actualidad es el resultado más visible del proceso de descentralización y deculturación que afecta el hombre contemporáneo,…esto refleja claramente la situación de la adolescencia, ya que desde niños aprendemos, a través de cada una de las instancias de socialización (la familia, la escuela, la religión, los medios masivos de comunicación, entre otras), acerca de los aspectos (creencias, rasgos de personalidad, actitudes, sentimientos, valores, conductas y actividades) que, como producto de un proceso histórico de construcción social, marcan diferencias entre hombres y mujeres. Todo este conocimiento es transmitido a través de normas que dictan lo que se debe hacer y lo que está prohibido de acuerdo al sexo, produciendo prejuicios sobre lo que es realmente ser hombre o mujer y limitando las potencialidades humanas al tener que ajustar ciertos comportamientos para hacerlos "adecuados".

Lo moderno y lo postmoderno se intentan articular en una particular componenda. Las diferencias que les separan, en principio, juzgadas como irreconciliables, provocan una gran incongruencia entre lo moderno de la escuela y lo postmoderno de la sociedad. Estas diferencias son aludidas gráficamente por Potter (1998), quien las refleja como en la persona de dos posibles amigos nuestros: "El moderno es bienintencionado y trabajador, pero no tiene un gran sentido del humor: se esfuerza constantemente por comprender de la mejor manera posible lo que ocurre en cualquier situación. Se conoce a sí mismo: sabe que es seguro, honrado y sincero. En cambio, al amigo posmoderno le gusta más hablar del trabajo que el trabajo en sí; es ingenioso e irónico: nunca sabemos si se está riendo de nosotros o si se ríe de sí mismo. Es difícil decir si tiene una personalidad definida o no; es muchas cosas a la vez y ninguna parece ser más verdadera que otras" (Potter, 1998, p. 119). La mayoría de los alumnos son nuestros amigos postmoderno, aunque están siendo instruidos en las "artes" del primero.

La escuela un vestigio de la modernidad, la educación iluminista teñida de signos de la sociedad comunicada (tales como el uso de los ordenadores) un mecanismo subrepticio de control y, los valores y la sociedad postmoderna, son un "algo" que se desgrana en un rostro multifacético de incertidumbres, desplomes anunciados, movilidades laborales, etc. Entre la ambivalencia de esta última y las verdades, obsoletas -pero verdades, al fin y al cabo (sostendrán algunos), aunque socialmente construida y ratificadas de la primera-, no es de extrañar que no interese que la escuela emprenda una aproximación a la "realidad" de los valores de la sociedad en la que imparte sus enseñanzas. El hombre es un animal de costumbres, como ya nos decía Aristóteles, y en la actualidad, después de siglos de instalación (en algunos de ellos háblese de imposición y en otros de interiorización activa) de la escuela y los valores de la educación la condición de verdad natural (a modo de dogma), aunque sea anacrónica, sigue siendo una institución (de la modernidad) con unas certezas y parafernalia que, aunque se desacrediten, son tradición. Y como nos recuerda Giddens (1996; citado por Duch, 1997, p. 44), haciéndose eco de una intuición de Halbachs, "'la tradición es un medio para la organización de la memoria colectiva" que de esta manera se encuentra habilitada para proceder a 'un trabajo continuado de interpretación, con cuya ayuda las comunidades unen su presente al pasado'".

La educación formal (recibida en la escuela) también ejerce su influencia decisiva. Desde la estancia infantil hasta la educación universitaria, se continúan reforzando los roles de género a través de materiales, juegos, textos, actitudes, preferencias y modos de dirigirse a los/las estudiantes, todo esto con un contenido generalmente sexista y que privilegia al hombre. La meta para la mujer, a diferencia del hombre, no es el crecimiento intelectual, sino el ajuste a su papel de madre y compañera de un hombre (Bustos, 1994). Este tipo de educación puede ser fomentada ya sea de forma abierta o a manera de mensajes subliminales (currículum...) Los adolescentes tienen poca conciencia de salud, resultándole muy difícil asumir su propio cuidado debido a las circunstancias en que ocurrió el embarazo y las dificultades que éste le plantea. No tiene tiempo para pensar que debe concurrir regularmente a la consulta, ni comprende la importancia de los estudios complementarios, interpretándolos como castigo. Por ello hay que explicarle muy cuidadosamente para qué sirven y cómo se los realizarán.

Considerando las características que se presentan durante la adolescencia, con relación a la inestabilidad, tanto física como emocional, es importante estar atentos a esta situación que puede acentuarse durante el embarazo, presentando una sobrecarga de tensión que dificulta la identificación de problemas, su aislamiento y, por consiguiente, su solución. Lo que es reiterado por Maturana, al enfatizar que “lo humano no se constituye exclusivamente desde lo racional”, y aceptando que “entrelazado a un racional está siempre presente un emocional”.

La teoría de este autor, explica con rigor a través de biología, permite comprender al ser vivo como sistema autónomo, en relación a sus circunstancias e intercambios y a la manera de mirar el mundo, mostrando lo que hay de mejor en la convivencia entre los hombres. Así “las palabras amar, querer y enamorar tienen su espacio en la vida cotidiana cada vez en la convivencia tratamos al otro como un legítimo otro; por eso el amor es la emoción que fundamenta la armonía de lo social, al aceptar la legitimidad del otro”.

En la adolescencia, de forma muy particular, se descubre claramente, la expresión del amor erótico. Esta tendencia a ser amoroso, característica de la adolescencia, es vivida durante su proceso de crecimiento y desarrollo, en una relación amorosa con la protección de los padres y de la propia sociedad. Por eso, los niños deben ser protegidos, pues se constituyen en un bien precioso para la propia sociedad. Ellos deben ser protegidos de la falta de amor o del falso uso del amor, ofreciéndoles desde su fase de vida intrauterina la oportunidad de vivenciar un proceso amoroso.

Al entrar en la adolescencia, especialmente la mujer a partir de la menstruación, como referencia sexual, señala biológicamente que está preparada para otra expresión del amor, el amor erótico, y que puede correr el riesgo de quedar embarazada.


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