Efectos adversos de una elevada ingesta de sodio y proteina. Altos niveles de excrecion urinaria de calcio. Breve revision
Autor: Dr. Luis Caballero | Publicado:  18/10/2011 | Endocrinologia y Nutricion , Articulos | |
Efectos adversos elevada ingesta sodio y proteina. Altos niveles de excrecion urinaria de calcio .1

Efectos adversos de una elevada ingesta de sodio y proteína. Altos niveles de excreción urinaria de calcio. Breve revisión.

Adverse effects of high dietary sodium and high dietary protein intake. High levels of urinary calcium excretion. A short review

Dr. Luis A. Caballero. Instituto Nacional de Nutrición, División de Salud Pública

RESUMEN:

El sodio es un nutriente esencial y necesario para el organismo en pequeñas cantidades. El consumo excesivo de sodio incrementa la presión sanguínea, que a su vez aumenta el riesgo de apoplejía, enfermedad coronaria, falla cardíaca y enfermedad renal. Experimentos en animales, estudios epidemiológicos y ensayos clínicos, proveen una fuerte evidencia del efecto dañino del sodio en la presión sanguínea tanto en individuos hipertensos o normales. El sodio es consumido principalmente como sal (cloruro de sodio). El sodio añadido en la mesa o durante la preparación de los alimentos, aporta solo una pequeña porción del sodio total. La mayor cantidad proviene de la sal agregada a los alimentos durante su procesamiento industrial. La disminución del consumo de sal, con el objetivo de disminuir las enfermedades crónicas, es una importante intervención de salud pública, y estas iniciativas solo pueden ser efectivas cuando se ha asegurado el compromiso de la industria.

La nutrición es un importante factor modificable en el desarrollo y mantenimiento de la masa ósea. Aproximadamente 80-90% del contenido mineral óseo se compone de calcio y fósforo; la proteína es otro importante constituyente. La ingesta de sodio es bien conocida por su predictibilidad en la excreción de calcio. La excreción elevada de sodio en orina, como resultado de una excesiva ingesta de sodio, puede conducir a hipercalciuria y contribuir a la formación de cálculos urinarios.

Tanto en hombre como en animales, el incremento de la proteína en la dieta resulta en un marcado y sostenido incremento del calcio urinario. Estos efectos adversos del balance de calcio sobre el hueso, pueden ser consecuencia de la carga ácida que acompaña una ingesta alta en proteína. No obstante, recientes estudios clínicos y meta-análisis no han señalado ninguno de estos efectos, pero si un discreto beneficio asociado con el alto consumo de proteínas. En la osteoporosis, una enfermedad que afecta a millones de personas, aún se mantiene la controversia, sobre si las actuales recomendaciones de calcio son adecuadas para maximizar el pico de masa ósea y aminorar la pérdida ósea y el riesgo de fracturas en las últimas etapas de la vida.

Palabras clave: ingesta de sodio, ingesta de proteína, excreción urinaria de calcio, presión sanguínea, salud ósea

ABSTRACT:

Sodium is an essential nutrient and is needed by the body in relatively small quantities. Excessive dietary sodium consumption increases blood pressure, which increases the risk for stroke, coronary heart disease, heart failure, and renal disease. Animal experiments, epidemiological studies and clinical trials provide compelling evidence for a detrimental effect of sodium intake on blood pressure among both hypertensive and normotensive individuals. Sodium is primarily consumed as salt (sodium chloride). Sal added at the table and in cooking provides only a small proportion of the total sodium. Most sodium comes from salt added during food processing. Decreasing salt intake, with the aim of decreasing chronic illness, is an important public health intervention. Initiatives to limit salt consumption can only be effective if such industry involvement is secured.

Nutrition is an important modifiable factor in the development and maintenance of bone mass. Approximately 80-90% of bone mineral content is composed of calcium and phosphorus, protein is another important component of bone. Sodium intake has long been known to be an important predictor of calcium excretion. Elevated sodium excretion in urine resulting from excessive sodium intake can lead to hypercalciuria and contribute to the formation of urinary stones.

In both human and animal studies, increased protein intake consistently results in marked, sustained increases in urinary calcium. These adverse calcium and bone effects may result from the metabolic acid load that accompanies a high dietary protein intake. However, recent clinical studies and meta-analysis have indicated either no effect or a modest benefit associated with higher protein intakes. Osteoporosis is a disease affecting many millions of people around the world. There has been considerable debate about whether current recommended intakes of calcium are adequate to maximize peak bone mass and to minimize bone loss and fracture risk in later life, and the controversies continue.

Key words: dietary sodium, dietary protein, urinary calcium excretion, blood pressure, bone health


Ingesta elevada de sodio y efectos cardiovasculares

El hombre y muchos animales tienen una especial predilección por la sal (NaCl, cloruro de sodio), que brinda uno de los cinco sabores perceptibles por la lengua humana. Se ha señalado que desarrollamos esta sensación porque el sodio y el cloro son críticos en el mantenimiento del volumen circulatorio (Conlin, 2007).

Una ingesta elevada de sal, es un importante factor de riesgo para la hipertensión arterial, tanto en individuos normotensos como en hipertensos (INTERSALT, 1988), y está también asociado con la incidencia de apoplejía y enfermedad coronaria (Xie y col., 1992).

De los muchos factores asociados con la hipertensión arterial, la exposición a la dieta que ha sido más investigada es la ingesta diaria de sodio. Resulta convincente la asociación directa entre la ingesta de sodio y presión sanguínea (WHO/FAO, 2003). En poblaciones con un bajo consumo de sal no es frecuente la hipertensión esencial, y se hace común al aumentar el consumo habitual diario de 10-15 g por persona (Dahl, 2005).

Como los alimentos salados aumentan la sed, éstos también contribuyen de manera importante en la obesidad en niños y adolescentes, a través de la asociación con el incremento del consumo de bebidas con alto contenido calórico (He y col., 2008).

Adultos y niños en edad escolar han mostrado elevado Índice de Masa Corporal (IMC), compatible con alta prevalencia de obesidad, en países donde además se hallaron altos porcentajes de presión sanguínea en adultos e ingesta elevada de sal en adultos y niños (López-Rodríguez y col., 2009).

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda a la población general un consumo diario menor de 5 gramos de sal, lo que equivale a 2 gramos de sodio, con el objetivo de prevenir problemas cardiovasculares como hipertensión arterial, enfermedad coronaria y cerebrovascular (World Health Organization, 2007; WHO/FAO, 2003).

Un primer meta análisis sobre la importancia de la sal como determinante de la presión sanguínea en niños, demostró que una modesta reducción de la ingesta de sal causó una inmediata disminución de la presión arterial, que de continuar podría aminorar posteriores aumentos de tensión relacionados con la edad. Estos resultados tienen importantes implicaciones en la salud pública, en la prevención de enfermedades cardiovasculares en el futuro (He y MacGregor, 2006).

Además la disminución del aporte de sodio, podría ser un factor importante para reducir la presión arterial en pacientes con múltiples factores de riesgo para el síndrome metabólico (Chen y col., 2009).

A pesar de ello, en la mayoría de los países del mundo, la ingesta de sodio excede las necesidades fisiológicas (10-20 mmol/día), particularmente los asiáticos quienes muestran ingestas superiores a 200 mmol/día. En Europa y Norteamérica, el aporte de sodio a la población proviene principalmente (~75%) del agregado de sodio a los alimentos manufacturados (Brown y col., 2009). Ha de conocerse que 1 g de cloruro de sodio equivale a 17,1 mmol de sodio.

Se ha considerado que, virtualmente todos los norteamericanos consumen más sodio del necesario, con un estimado promedio de 3400 mg diarios en la población mayor de dos años. Por ello deberían reducir la ingesta de sodio, según las últimas recomendaciones de los Departamentos de Agricultura y Salud, a menos 2300 a 1500 mg al día, dependiendo de la edad y otras características individuales (U.S. Department of Agriculture and U.S. Department of Health and Human Services, 2010).

En la mayoría de los países desarrollados, la reducción de la ingesta de sal puede lograrse mediante una gradual y sostenida reducción en la cantidad de sal añadida por la industria a los alimentos; en otros países donde la mayoría de la sal proviene del añadido durante la cocción o de salsas, una campaña de salud pública es necesaria para fomentar en los consumidores un menor uso de la sal. Como en países en desarrollo, viene aumentando el consumo de alimentos procesados, podrían aplicarse ambas estrategias (He y MacGregor, 2009); ya en muchos países se vive una transición, con un cambio en la fuente de la sal, desde el uso discrecional en la cocina o la mesa, hacia la sal oculta en alimentos procesados, que han aumentado su disponibilidad en los consumidores (Brown y col., 2009).

Una reducción del consumo de sal en niños de países desarrollados, puede lograrse mediante una gradual y sostenida disminución en la cantidad de sal añadida por la industria de alimentos para niños (He y MacGregor, 2006).

En Australia, los grupos de alimentos con mayor contenido de sodio, fueron en primer lugar salsas y untables (1283 mg/100 g), seguido de carnes procesadas (846 mg/100 g). Muchos productos, como el pan, salsas y carnes procesadas, tienen cantidades de sal muy por encima de valores razonables (Webster y col., 2010). El pan y los cereales, fueron los mayores aportadores de sodio en un grupo de mujeres de 20-55 años de este país, por lo que consideran a estos alimentos, como objetivos obvios para las estrategias de reducción de sodio en productos manufacturados (Charlton y col., 2010).


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