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Neuropsicologia de la Emocion
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Autor: Dr. Enrique Moraleda-Barreno
Publicado: 16/04/2012
 

La emoción es una función cerebral compleja que resulta imprescindible para la supervivencia y que está en la base de la conducta motivada. Diversas áreas cerebrales se ocupan de la conducta emocional, siendo la más importante el sistema límbico. Las diferentes lesiones cerebrales provocan distintos síntomas emocionales que varían según la naturaleza y la localización de la lesión.


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Neuropsicología de la Emoción

(a,b) Enrique Moraleda-Barreno, Doctor en Psicología, Especialista en Psicología Clínica, Máster en Neuropsicología.
(a,b) Modesto J. Romero-López, Doctor en Psicología, Especialista en Psicología Clínica, Máster en Neuropsicología

(a) Servicio de Evaluación y Rehabilitación Neuropsicológica.
(b) Universidad de Huelva.

Resumen.

La emoción es una función cerebral compleja que resulta imprescindible para la supervivencia y que está en la base de la conducta motivada. Diversas áreas cerebrales se ocupan de la conducta emocional, siendo la más importante el sistema límbico. Las diferentes lesiones cerebrales provocan distintos síntomas emocionales que varían según la naturaleza y la localización de la lesión.

Palabras Clave. Emoción, Lesión cerebral, Neuroanatomía, Neuropsicología.

Abstract. Emotion is a complex brain function that is essential for survival. The emotion is the basis of motivated behavior. Different brain areas are necessary for the development of emotional behavior. The limbic system is the most important of these areas. Brain injuries cause many emotional symptoms that vary with the nature and location of the lesion.

Keywords. Brain injury, emotion, Neuroanatomy, Neuropsychology.

LA EMOCIÓN

Aunque el pensamiento y la conducta son fruto tanto de las funciones cognitivas como de los procesos emocionales, los primeros han recibido más atención que la segunda. La emoción es un fenómeno complejo que implica atención, sentimientos, respuestas autónomas, endocrinas, musculares y comportamentales. La emoción es un constructo que no podemos observar directamente, por lo tanto se trata de un estado inferido de la conducta al que se denomina. Se trata de un sentimiento subjetivo acerca de un estímulo y puede funcionar de manera consciente o inconsciente

La emoción se puede dividir en cuatro componentes:

1. Cognición: que implica el darse cuenta de la sensación y en ocasiones de su causa.
2. Afecto: que es el sentimiento como tal.
3. Motivación: que es el impulso para entrar en acción.
4. Cambios fisiológicos: que acompañan a la emoción y que suelen depender del sistema nervioso vegetativo.

La emoción se relaciona con la motivación, pues es un mecanismo utilizado para satisfacer necesidades biológicas primarias como el hambre, la sed o el sexo. Las emociones primarias están programadas genéticamente y están relacionadas con la supervivencia del individuo y la especie, siendo también conocidas como instintos. El instinto es una tendencia innata (que en algunas ocasiones es común a todos los animales y en otras está restringida a una especie) que induce un comportamiento, a veces organizado. La regulación de las funciones instintivas se realiza a través del sistema límbico, sobre todo del hipotálamo. La principal diferencia con la conducta aprendida en que es estereotipado y está programado genéticamente.

El comportamiento instintivo en el ser humano es más complejo, pues la intervención y mediación del cortex cerebral evita que su funcionamiento sea tan estereotipado y permiten que sea controlado voluntariamente. De este modo, mientras que las conductas primarias (como el sexo o la agresión) en el resto de animales siguen unas pautas fijas y poco modificables, en los humanos adoptan una extraordinaria variabilidad en función de la cultura, el aprendizaje y otros factores ontogenéticos. La memoria y la personalidad también intervienen en la expresión de estos comportamientos.

Las emociones secundarias son aprendidas y se adquieren durante la ontogenia. En los humanos provocan comportamientos elaborados que implican la participación de las funciones cognitivas, que permiten analizar y elaborar la información detalladamente. La emoción se relaciona con la anticipación consciente de los resultados de las acciones, así como con la evaluación del significado emocional y la toma de decisiones.

PSICOBIOLOGÍA DE LA EMOCIÓN

Darwin introdujo la biología de la emoción en su libro “La expresión de las emociones en el hombre y los animales” donde mostraba que la expresión emocional estaba determinada por la evolución. Sin embargo, las principales aportaciones al conocimiento de las funciones emocionales del cerebro fueron las aportadas por Papez (descubridor del cerebro emocional) y posteriormente desarrolladas por McClelland. Las teorías más aceptadas en la actualidad son las que relacionan a la emoción con el funcionamiento del sistema nervioso central y el periférico, sobre todo con el sistema límbico, cuyo componente central sería la amígdala.

Según la hipótesis del marcador somático de Damasio. Las emociones no solo implican a las estructuras límbicas y prefrontales, sino también a las estructuras que representan los estados del organismo y las que vinculan la percepción de los estímulos con estados del organismo. Es decir, los cambios hormonales, autónomos, motores o endocrinos asociados a la emoción (marcadores somáticos) influirán en la intensidad de ésta. La alteración de las conexiones entre estos marcadores y las áreas cerebrales implicadas en la emoción provocará una disminución de la experiencia emocional y por tanto alteraciones en la conducta. Para Damasio la emoción es un proceso cognitivo imprescindible para el razonamiento y las alteraciones emocionales provocan dificultades en procesos que teóricamente sólo implicarían a la razón.

NEUROANATOMÍA DE LA EMOCIÓN

La conducta emocional está controlada por múltiples sistemas corticales y subcorticales, siendo el sistema límbico el principal de ellos. Todos estos sistemas están interconectados entre sí y tienen aferencias de los sistemas sensoriales y cognitivos, lo cual permite el procesamiento y modulación de la conducta emocional.

El sistema límbico es el complejo cerebral más implicado en la emoción. Está compuesto por el lóbulo límbico (circunvolución cingular y su extensión anterior, región septal y circunvolución parahipocámpica) y sus conexiones con otras estructuras que incluyen la formación hipocámpica, la amígdala, y el hipotálamo. Se trata de la parte más antigua filogenéticamente de la corteza y es una red de estructuras interconectadas. Tiene importantes conexiones con otras áreas anatómicas, siendo la más importante la conexión con la corteza prefrontal que permite las valoraciones emocionales. Las conexiones con la formación reticular se relacionan con el estado de alerta. Las conexiones con las estructuras corticales sensoriales permiten las representaciones emocionales de los estímulos.

El circuito de Papez. Conecta la formación hipocámpica, los cuerpos mamilares, los núcleos anteriores del tálamo, la circunvolución cingular, el cíngulo, el área entorrinal y el núcleo dorsomedial del tálamo. Su principal haz de fibras eferentes es el fórnix.

La amígdala se encuentra situada en la parte anterior del lóbulo temporal y como su nombre indica tiene forma de almendra. Es el elemento central en la emoción y tiene gran importancia en la integración y el recuerdo de la información emocional y en la modulación del comportamiento, incluyendo la producción de conductas con contenido emocional, estando además implicada en la conducta instintiva. También resulta imprescindible para producir el condicionamiento de miedo, de modo que su lesión elimina las respuestas de temor a estímulos que normalmente lo provocarían. Asimismo está relacionada con la identificación de expresiones emocionales y con el recuerdo de las emociones. Recibe estímulos de todos los sistemas sensoriales y sus principales conexiones son aferencias de la corteza orbitofrontal, medial, el tálamo, los núcleos grises centrales y los núcleos septales.


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También tiene conexiones eferentes con el troncoencéfalo y el hipotálamo, lo cual se relaciona con las manifestaciones neurovegetativas y neuroendocrinas de las emociones. La destrucción bilateral de los núcleos amigdalinos provoca el síndrome de Klüver-Bucy, caracterizado por la ausencia de respuestas emocionales, tendencia a prestar atención a todos los objetos y a explorarlos con la boca, hipersexualidad con elección errónea de objeto, en ocasiones agnosia visual.

El área septal, tiene importantes conexiones con el sistema límbico y otras estructuras como el troncoencéfalo, los lóbulos frontales y la formación reticular mesencefálica. Está relacionada con el refuerzo positivo y las emociones relacionadas, así como con las funciones vegetativas. Su estimulación produce sensaciones agradables mientras que su lesión causa agresividad.

El hipotálamo está relacionado con los instintos, sobre todo con las conductas de hambre, sed, agresión y sexo. También tiene un papel muy importante en las manifestaciones neurovegetativas y neuroendocrinas que acompañan a las emociones. Tiene importantes conexiones con estructuras límbicas. Una de sus principales funciones es el control de las funciones endocrinas mediante su conexión con la hipófisis, de modo que interviene en la secreción de hormonas y en la regulación del funcionamiento del sistema nervioso vegetativo.

La formación hipocámpica. El hipocampo está ampliamente conectado con la corteza sensorial y con las estructuras límbicas. Además de su papel como integrador de información y como centro de memoria, está implicado en el aprendizaje emocional y su estimulación puede producir reacciones de rabia, impulsividad sexual o pasividad.

El giro del cíngulo está implicado en la motivación. La corteza orbitofrontal caudal interviene en la toma de decisiones y en la adecuada conducta social.

La ínsula tiene funciones emocionales poco conocidas. La corteza frontoorbitaria y la ínsula reciben aferencias de la corteza y su estimulación puede provocar cambios vegetativos.

El núcleo accumbens (perteneciente al cuerpo estriado), interviene en la conexión entre la motivación y la acción. Está incluido en el circuito límbico y su lesión provoca pérdida de la iniciativa con apatía y desmotivación.

Los lóbulos prefrontales tienen su principal papel en el control y la inhibición de las respuestas emocionales. Estas estructuras se encargan de la coordinación entre la cognición y la emoción. Esta capacidad nos permite dar cumplimiento a nuestras necesidades primarias cumpliendo las normas sociales y aplazándolas hasta el momento adecuado. De este modo, las motivaciones con base fisiológica (hambre, sed, sexo, etc.), cuya base neuroanatómica se encuentra ubicada en sustratos límbicos y diencefálicos, sería mediatizada por las áreas prefrontales y ventromediales dando lugar a la conducta propiamente humana y socialmente aceptable.

El estado de alerta que provoca la emoción y que está relacionado con la activación de una red córtico-límbico-reticular, se manifiesta en la periferia con la activación del sistema nervioso simpático.

El hemisferio derecho es el dominante para la emoción y está implicado en las emociones intensas, sobre todo las negativas. Su lesión suele provocar indiferencia emocional. Parece estar especializado en la percepción de emociones del rostro, así como de su interpretación mediante el oído. La expresión facial, el tono y la prosodia del habla se reducen en las lesiones derechas. También participa más que el izquierdo en los componentes automáticos de la emoción. El hemisferio derecho participa en la alerta activando la formación reticular.

El hemisferio izquierdo está más implicado en las emociones agradables que el derecho. Las lesiones pueden provocar reacciones catastróficas (con depresión e inactividad). El habla espontánea disminuye con las lesiones izquierdas. También parece estar implicado en el control cognitivo de las emociones y en la disminución de la alerta por la inhibición de la formación reticular. Su papel en la interpretación y expresión emocionales es más reducido que el del hemisferio derecho.

LESIONES CEREBRALES Y TRASTORNOS EMOCIONALES

El daño cerebral suele producir una gran cantidad de síntomas emocionales. Es frecuente que tanto los profesionales de la salud como los profanos atribuyan la causa de estos trastornos, sobre todo la depresión, a una reacción ante la enfermedad, sus limitaciones y la incertidumbre que causa. No obstante, las investigaciones han demostrado de manera consistente que la mayor parte de estos trastornos son consecuencia primaria de la lesión cerebral. Los síntomas suelen variar en función de la localización de la lesión y de la condición neurológica que la ha provocado.

Traumatismos craneoencefálicos. Entre el 40 y el 90% de los pacientes con traumatismo craneoencefálico (TCE) graves presentan alteraciones de la conducta, que suelen ser persistentes y afectar gravemente al funcionamiento familiar y laboral, sobre todo en el caso en que haya dificultades para el control de los impulsos. La falta de respuesta emocional es común y la ansiedad y la depresión son frecuentes, mientras que los trastornos bipolares o psicóticos son poco habituales. Los cambios de personalidad más frecuentes son la apatía e indiferencia, el embotamiento afectivo, la irritabilidad, la agresividad (con episodios de conducta explosiva), la desinhibición, la euforia, la labilidad emocional, el infantilismo, la suspicacia y la intolerancia a la frustración. Entre los factores que afectan a estas alteraciones se encuentran la gravedad y localización de la lesión, la personalidad premórbida, las alteraciones cognitivas y los factores ambientales. Las lesiones frontales, de los ganglios basales y temporales son las que más frecuentemente producen trastornos emocionales, sobre todo las del hemisferio izquierdo.

Accidentes cerebrovasculares. La alteración más común es la depresión, que se ha asociado con lesiones anteriores del hemisferio izquierdo, aunque no de modo definitivo. La presencia de afasia o trastornos motores graves aumenta la probabilidad de su aparición. Las depresiones postictus suelen tener larga duración. Otras alteraciones frecuentes son la incontinencia emocional, pérdida de flexibilidad conductual, ansiedad, irritabilidad, desinhibición o agresividad. Los trastornos bipolares y psicóticos son poco frecuentes.

Esclerosis múltiple. La depresión está fuertemente asociada a esta enfermedad, afectando hasta a un 50% de los pacientes. Suele acompañarse de labilidad emocional, fatiga, alteraciones cognitivas y alexitimia (incapacidad para verbalizar emociones por desconexión hemisférica). El riesgo de suicidio es elevado.

Tumores cerebrales. En ocasiones los síntomas emocionales son la primera manifestación de la enfermedad y su naturaleza depende de la localización de la lesión. En los tumores del lóbulo temporal son posibles las alucinaciones y la agresividad, mientras que en los frontales se suele producir desinhibición o apatía y en las parietales el síntoma más frecuente es la depresión.

Demencias. Son frecuentes las reacciones catastróficas, la ansiedad, la depresión e incluso las alucinaciones y los delirios, que pierden intensidad a medida que avanza la enfermedad.

Enfermedad de Parkinson. Es frecuente la apatía, así como la ansiedad con posibles ataques de pánico. No obstante, la manifestación psiquiátrica más común es la depresión.

Epilepsia. Entre el 0,5 y el 9% de los sujetos epilépticos presentan síntomas psicóticos, siendo más frecuentes en la epilepsia del lóbulo temporal. En la psicosis epiléptica predominan los delirios y alucinaciones, principalmente de tipo místico-religioso con ideas de autorreferencia, siendo poco comunes otros síntomas. Las psicosis esquizofreniformes son casi exclusivas de la epilepsia temporal mientras que las afectivas y paranoides aparecen tanto en las temporales como en las generalizadas. En algunos casos, tras una intervención quirúrgica se reduce la frecuencia de las crisis y disminuyen las anormalidades electroencefalográficas, pero aparecen o se incrementan los síntomas psicóticos.


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Este controvertido fenómeno ha recibido la denominación de “normalización forzada”. Varios autores sostienen la existencia de un síndrome de personalidad propio de la epilepsia del lóbulo temporal manifestado en los periodos interictales y que se caracteriza por emociones profundas, intensidad en los afectos, alteraciones sexuales, religiosidad e hipergrafía. Otros autores añaden una serie de síntomas tales como alegría o tristeza inapropiadas, euforia, ira, agresividad, circunstancialidad, obsesiones, viscosidad, hipermoralismo, culpabilidad, dependencia, pasividad, interés filosófico, sentido del destino personal, sobriedad, falta de sentido del humor y paranoia.

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