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Proyecto de vida adulto. Una aproximacion desde la perspectiva de genero
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Autor: Lic. Maryelis Cuenca
Publicado: 7/06/2012
 


La perspectiva de género tiene alcance sobre aspectos inherentes a la evolución social de los individuos, y cómo esa evolución es equitativa o no tomando en cuenta el género. Congruentemente, esta visión posee similitudes con el llamado proyecto de vida tanto de las mujeres como de los hombres, el cual está condicionado por la interiorización de los estereotipos de género “femenino” y “masculino”.

La pretensión de esta revisión consiste en enlazar ambos aspectos, y tener una visión general de lo que se ha trabajado en el área y cómo surgen igualdades o desigualdades ante la cristalización de un determinado proyecto de vida, específicamente en la etapa adulta del ciclo vital, y cómo esto puede estar condicionado por cuestiones de género.


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Proyecto de vida adulto. Una aproximación desde la perspectiva de género

Lic. Maryelis Cuenca. Licenciada en Psicología. Prof. Instructor, Facultad de Ciencias de la Salud, Escuela de Salud Pública y Desarrollo Social. Universidad de Carabobo.

Articulo de Revisión de la Cátedra de Clínica Psicológica, de la Especialización en Psicología Clínica Comunitaria de la Universidad Católica Andrés Bello, Caracas.

Introducción

La perspectiva de género tiene alcance sobre aspectos inherentes a la evolución social de los individuos, y cómo esa evolución es equitativa o no tomando en cuenta el género. Congruentemente, esta visión posee similitudes con el llamado proyecto de vida tanto de las mujeres como de los hombres, el cual está condicionado por la interiorización de los estereotipos de género “femenino” y “masculino”.

La pretensión de esta revisión consiste en enlazar ambos aspectos, y tener una visión general de lo que se ha trabajado en el área y cómo surgen igualdades o desigualdades ante la cristalización de un determinado proyecto de vida, específicamente en la etapa adulta del ciclo vital, y cómo esto puede estar condicionado por cuestiones de género.

Palabras Clave: Adultez, Proyecto de Vida, Género.

Introduction

The gender perspective is available on aspects inherent to the social evolution of individuals, and how that development is equitable or not taking the gender into account. Consistently, this view has similarities whit the so-called project of life for both women and men, which is conditioned by the internalization of gender stereotypes “feminine” and “masculine”.

The aim of this review is to link both, and a overview of what has worked in the area and how they arise equalities or inequalities in the cristalization of a project life, specifically in the adult stage of life cycle and how this can be conditioned by gender.

Keywords: adulthood, project life, gender.

Breves definiciones del Proyecto de Vida

Para Moffat (2005), la Terapia de la Crisis tiene su pilar fundamental en el planteamiento de la patología a partir de la no-configuración o desconfiguración del proyecto de vida, este último entendido como la integración de la historicidad. Para este autor, la terapia está basada en la filosofía existencial que percibe al hombre como un proyecto, un ente arrojado a un futuro que lo espera, y toda su historia da coherencia a esa organización prospectiva. Así, el Proyecto Vital, es entonces; una configuración desde un vínculo que contiene una contradicción, que generan un conflicto, una historia, en la cual dicho vinculo está ligado a la temporalidad.

Patiño (sf), desde una perspectiva humanista, define el proyecto de vida, llamándolo “Proyecto Existencial”, señala que el mismo, se basa en tres preguntas existenciales que son: “quién se es”, “hacia dónde se va” y “qué se debe hacer”; tales preguntas por su importancia y complejidad, tocan la profundidad de la vida, por lo que se hace indispensable generar para su respuesta un alto proceso de reflexión. Además, el mencionado autor, considera que proyectar en la vida del ser humano no es una casualidad, por el contrario basándose en el precepto que señala que “el hombre es un animal de proyectos”, justifica dicha afirmación en dos hechos fundamentales de tipo antropológico; el primero de ellos destaca que el hombre es un “ser capaz de ser”, es decir, un potencial de posibilidades enrolladas y en espera de desarrollo; y el segundo “el hombre es un ser inacabado”, esto es, que está construyéndose por eso no puede detener su proceso de desarrollo. Este autor reseña que el proyecto existencial puede configurarse como un itinerario o mapa, por lo que debe dejarse un margen amplio para los sucesos de la vida en todos los trazos del trayecto, es decir debe realizarse en función del tiempo transcurrido y algunas vicisitudes que pudiesen surgir, para que éste pueda redefinirse.

Desde un punto de vista integrador entre lo social y lo individual de la identidad propia del individuo, surge la definición de D’Angelo (1994):

“El proyecto de vida articula la identidad personal-social en las perspectivas de su dinámica temporal y posibilidades de desarrollo futuro. Se comprende, entonces, como un sistema principal de la persona en su dimensionalidad esencial de la vida. Es un modelo ideal sobre lo que el individuo espera o quiere ser y hacer, que toma forma concreta en la disposición real y sus posibilidades internas y externas de lograrlo, definiendo su relación hacia el mundo y hacia sí mismo, su razón de ser como individuo en un contexto y tipo de sociedad determinada”. (p. 3)

Lo anterior, quiere decir que las direcciones vitales específicas de la persona se ubican en su contexto social propio y se conforman en sistemas individualizados constituidos por funciones autorreguladoras de procesos y estructuras psicológicas como las motivacionales, autovalorativas, autorreflexivas y otras.

D’Angelo (1994), considera que si bien de cierta forma, éstas son características de la naturaleza misma de la personalidad, considerada como sistema total, es el proyecto de vida la estructura que expresa su apertura hacia el dominio del futuro, en sus direcciones esenciales y en las áreas críticas que requieren de decisiones vitales.

De esta manera, la configuración, contenido y dirección del proyecto de vida, por su naturaleza, origen y destino están vinculados a la situación social del individuo, tanto en su expresión actual como en la perspectiva anticipada de los acontecimientos futuros, abiertos a la definición de su lugar y tareas en una determinada sociedad.

Pérez (2000), quien trabajó principalmente en el proyecto de vida laboral, pero cuyos aportes pueden considerarse en esta investigación, postula que el proyecto de vida debe configurarse como una “construcción”, es decir, no sería algo donado o recibido como transmisión o herencia en un individuo pasivo-receptivo, sino que resultaría más conveniente comprenderlo como el “ir siendo”. Aquí el existir como ser, se interpreta como desarrollo de los recursos que se fueron hallando y desplegando en su interacción con el mundo.

Vargas (2005), considera que el proyecto de vida es una concepción netamente humana. La vida humana es un problema, una preocupación consigo mismo, un programa vital, orientado hacia su propia autenticidad, es también la posibilidad de realizar el quehacer u ocupación, trabajo o tares que ejecuta la persona humana con plena consciencia de sí y del mundo que le rodea. El quehacer es lo que hace y lo que le pasa al individuo; en suma es la propia vida que se desarrolla en el drama de la existencia humana. La vida, constituye un quehacer que el hombre tiene que emprender de manera continua y permanente. Ello le significa tomar decisiones y realizar acciones para desarrollar su propio proyecto vital que anima su vocación. El proyecto vital es la misión que el sujeto descubre y realiza a través de su vida. Este proyecto de vida se origina en la vocación; pero, a su vez, el proyecto de vida se convierte en vocación del hombre.

Parafraseando a Vargas (2005), éste engloba el proyecto de vida, dentro de lo que él denomina el “Planeamiento Estratégico Personal”, y a su vez describe algunas ideas que a su parecer destacan la esencia de la misma. En tal sentido, enuncia que el “Planeamiento Estratégico Personal” es una filosofía de vida representada por los valores y principios que animan la existencia humana y que orientan, las grandes decisiones existenciales y las opciones de día a día, engloba además paradigmas, actitudes, creencias y formas de actuación que posibilitan un sentido de prevención para enfrentar las contingencias de la propia vida, ayuda a tomar decisiones racionales, es un hábito de vida que al ponerlo en práctica cada día configura nuevos patrones de actuación que ayudan a moldear la propia personalidad, es una técnica desarrollada al servicio de la persona para alcanzar determinados objetivos de vida.

Componentes de los Proyectos de Vida

Según D’Angelo (1994), los proyectos de vida están compuestos por los siguientes elementos que serán ejemplificados a continuación:

1. Factores sociales y psicológicos contextuales seleccionados de la esfera personal.
2. Proyectos de Vida Individual

a. Situación de experiencia personal: Eventos vitales e historia personal: preocupaciones vitales, satisfacción vital, empleo del tiempo.
b. Sentido de Vida: (Orientaciones Valorativas e Ideales Vitales) y orientaciones vitales de la personalidad (hacia diferentes esferas de la vida).
c. Planes vitales personales (profesionales y en otras esferas)
d. Recursos de la Personalidad

- Metacognitivos: autorreflexión personal, estrategias de elección de las metas personales.
- Procesos Adaptativos y Propositivos: autodeterminación personal, sentido personal y conflictos, autovaloración, mecanismos de defensa o adaptativos.
- Capacidades.

Es importante incluir a los proyectos de vida, dentro de un sentido educativo, y que bajo esta perspectiva, la educación es formación de sentido y, sobre todo, formación de un sentido personal, anticipación y acción meditada y responsable sobre el lugar y tareas del individuo en la sociedad y su autorrealización personal. Debe contribuir, por tanto, a la formación coherente de la identidad personal y social plenas.


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D’Angelo (1994), propone que es por eso que no puede separarse la elaboración de este sentido vital de la dirección que toma la propia vida. La sustentación en valores del proyecto de vida personal se complementa con el planteamiento de metas importantes en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana y de lo social, que es expresión de aspiraciones y expectativas en relación con los valores asumidos y su posibilidad de realización en la situación real. Pero, dicho proyecto de vida no será realizado eficientemente si el individuo no es capaz de orientarse adecuadamente acerca de lo que siente, piensa, cómo se valora y cuáles son sus potencialidades reales. La capacidad de autoexplorarse y evaluar el ambiente con sus posibilidades, factibilidades y oportunidades es una importantísima función de la persona en la dirección de sus proyectos de vida.

La construcción y ajuste sucesivo de los proyectos de vida supone la superación positiva de conflictos cotidianos, de situaciones de crisis personal y social, inherente al movimiento mismo de la vida y su dinámica. Se requiere una evaluación constante de los sucesos vitales y la toma de decisiones efectivas. Este aspecto problemático del quehacer cotidiano de la persona, fundamenta la necesidad del alto nivel de funcionamiento reflexivo y creador.

La Investigación en Psicología en cuanto a la Perspectiva de Género.

En este apartado, se pretende tener una aproximación general sobre las concepciones de género dentro de la investigación psicológica, y destacar la tendencia que la inclusión de esta variable ha mantenido en este ámbito, tomando en cuenta los planteamientos teóricos de investigaciones referenciales sobre Proyecto de Vida y Género.

Partiendo de lo ya descrito, al incluir la perspectiva de género como variable de investigación, inicialmente se hace una clara distinción del “hombre” como persona masculina y femenina, y además da cuenta de que la percepción sobre los roles o planes adultos varía considerablemente; generando un debate que resulta interesante, atendiendo a los múltiples cambios sociales que ubican a las mujeres y a los hombres en posturas diferentes a las mantenidas en épocas y momentos histórico-sociales anteriores y; paralelamente la prevalencia de posturas tradicionalistas que dificultan el estudio objetivo de los aspectos de género y vida.

Al respecto, Sharim (2005), señala que el análisis de dichos cambios no resulta tan claro, pues forman parte de un proceso difícil de evaluar. Los indicadores que hasta hace poco se consideraban reveladores directos de la condición de género (como el nivel educacional o la inserción laboral), ya no parecen ser suficientes para dar cuenta de ella en toda su complejidad. Hay otro tipo de variables (ligadas a la subjetividad) que también es necesario incorporar para acercarse a un análisis más completo de la dimensión y cualidad de estos cambios.
Según esta autora, la dificultad para caracterizar dichas transformaciones también se relaciona con la gran cantidad de contradicciones presentes tanto en las prácticas como en los discursos relativos al género. Al mismo tiempo que se incorporan elementos modernos, menos estereotipados respecto a lo femenino y masculino, se siguen dictámenes ancestrales que continúan moldeando rígidamente las conductas y actitudes en tanto hombres o mujeres. Parece generarse así, una importante distancia entre las prácticas y los discursos. A veces, las prácticas son más modernas que los discursos y, otras, la distancia se produce en el sentido contrario. Es precisamente este desfase uno de los factores que estimula a redimensionar el plano de la subjetividad en relación a la categoría de género, en el sentido que ésta no sólo refiere a las condiciones “objetivas” de desigualdad.

En el mismo orden de ideas, Bosch, Ferrer y Gili (1999, c.p Ferrer y Bosch; 2005), en un trabajo sobre los sesgos de género en la investigación psicológica, señalan que tanto desde las esferas sociales como desde los diversos ámbitos del conocimiento científico y, entre ellos, desde la Psicología, se ha transmitido a lo largo de la historia un conocimiento andrócentrico, es decir, la tendencia ha sido considerar al hombre como centro y medida de todas las cosas, mientras se afirmaba la inferioridad (biológica, moral y/o intelectual) de la mujer, empleando la ciencia como argumento y justificación de esta situación.

Todo/a científico/a parte de un modelo o conjunto de supuestos sobre la cuestión en que va a trabajar y desde él formula una serie de preguntas y cuestiones. En el caso de las investigaciones relacionadas con el género, es relativamente frecuente que las cuestiones planteadas vengan condicionadas por los estereotipos y mitos vigentes; razón por la que se formulan unas preguntas y dejan de formularse otras. (Ferrer y Bosch, 2005)

Las investigaciones de género realizadas en las últimas tres décadas identifican por un lado, un proceso de cambio principalmente a nivel de la flexibilización de los roles de género y de la emergencia de políticas públicas que incorporan la perspectiva de género (Valdés & Gomariz, 1993 c.p Sharim, 2005). Sin embargo, estas transformaciones han sido por otro lado cuestionadas desde estudios que develan la continuidad de las relaciones de inequidad asociadas al género. (Hola & Todaro, 1992, c.p. Sharim, 2005).

Según este referente, parece existir un consenso entre los investigadores, de que se trata de un ámbito que provoca tensión y cuyo abordaje no es evidente. Sin embargo, resulta impensable prescindir de los condicionantes de género, en tanto que históricamente han proporcionado los significados de una diferencia tan natural como es el sexo. Esta homologación de género y sexo y su correspondiente vinculación como un todo al orden natural de las cosas, dificulta enormemente el poder pensar la diferencia y la relación entre los sexos con una lógica distinta a la binariedad o dualismo. (Bordieu, 1990, c.p Sharim, 2005).

Sin embargo, lo que se pretende destacar es el hecho de que las cuestiones de género hayan tomado auge en lo que respecta a los aspectos psicológicos del ser humano, que se flexibilicen pero no se trivialicen, o se asuman como dogmas dictados por tradicionalismos, entendiéndolos como aspectos que van mucho más allá de las desigualdades ya conocidas por muchos investigadores de diversos campos de las ciencias sociales.

Proyecto de Vida Adulto: Ser Hombre y Ser Mujer.

La transición a la vida adulta ha sido un tema de preocupación científica y social desde los años setenta, justamente cuando la crisis del empleo, el aumento de las tasas de escolarización, el retraso en la emancipación y la emergencia de nuevos valores hicieron problemático el proceso más o menos rápido y lineal de las generaciones precedentes (Casal, 1996 c.p García y Merino, 2006). El proceso de transición tradicionalmente, ha sido un proceso sexuado, es decir, profundamente diferenciado para los chicos y las chicas. La socialización familiar, así como las instituciones de socialización secundaria (como la escuela), incidían en los papeles distintos y asimétricos que mujeres y hombres tenían que desarrollar en su vida familiar, laboral y social. (García y Merino, 2006).

La entrada a la vida adulta es una etapa importante dentro del proyecto de vida por considerar que está llena de muchos cambios, y resulta crucial en la cristalización de muchos roles esperados (laboral, personal, familiar, social, entre otras).

Al respecto La Parra (2000), señala que el destacar la entrada a la vida adulta como un momento importante se plantea como una novedad, ya que ese paso del sistema educativo al mundo del trabajo, es un momento clave en la construcción de la identidad de género. El autor indica que normalmente las investigaciones otorgan un mayor valor a la socialización primaria, en esta línea lo más frecuente es destacar a la infancia o la adolescencia como influyentes en la configuración de la identidad de la persona (Erikson, 1968 c.p. La Parra, 2000).

En concordancia con lo anterior, aunque la obra de Berger y Luckmann, (1968, c.p La Parra, 2000), se encuentra enmarcada para ese momento dentro de una tendencia a enfatizar la importancia de la socialización secundaria en la construcción social de la realidad y en la creación de las condiciones para la acción social de los actores, la escogencia del período adulto del ciclo de vida, encuentra su justificación, en el hecho de que en esta etapa es cuando se inicia la vida laboral, es decir el momento en que cualquier persona (hombre o mujer) empieza a construir su identidad profesional, además también se comienza a formar una familia cuando se empiezan a adoptar los diferentes roles familiares.

El proyecto de vida está enmarcado dentro de un proceso congruentemente ligado a la identidad, que desde la perspectiva de género posee matices diferentes en cuanto se traten de hombres o mujeres.

Sharim (2005) considera, por lo tanto que se hace inminente tomar en cuenta las características que hoy adquieren los procesos identitarios en la gran mayoría de las sociedades occidentales. El concepto de género ciertamente alude a un orden cultural, ideológico y social, pero también posee una dimensión subjetiva en tanto es constituyente de la identidad; el interés por dicha dimensión aumenta si se entiende que la identidad está hoy día al centro del trabajo subjetivo, como una gran posibilidad de crear los propios significados y sentidos de la existencia, pero también como una obligación de inventarse a sí mismo, en tanto las instituciones ya no funcionan como una maquinaria única que genera normativas universales; es decir, la posibilidad social de tener nuevos referentes, contiene al mismo tiempo el riesgo de perderlos (Kaufmann, 2004 c.p. Sharim, 2005).

La hipótesis que aquí se plantea es que la multiplicidad de referentes de género, puede dar lugar a la confusión y al conflicto, y por tanto, experimentarse como un riesgo de perder la identidad propia y sus referentes.

La construcción de la identidad de género puede conllevar una tensión compleja, pues implica un conflicto entre la conservación de la individualidad y la confrontación ante referentes culturales que, en proceso de cambio, se han vuelto difusos y múltiples. Surgiría la necesidad de ubicarse como individuo único, en un escenario de amplios y variados referentes que se intentarían adoptar articulados bajo un disfraz que protege la identidad: el rol de género. (Sharim, 2005).


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Para enmarcar los aspectos específicos del proyecto de vida basados en la perspectiva de género, y según el planteamiento teórico inicial, se sabe que los proyectos de vida pueden tipificarse y colindar unos con otros, asumiendo que corresponden a las expectativas del mismo ser humano en diferentes áreas y/o roles. En este sentido, el interés aquí lleva a abordar los proyectos de vida de laboral, de pareja y familiar, como previamente se mencionó la separación es teórica y didáctica, ya que en la práctica la presencia de uno no excluye al otro, más bien se solapan, y esta característica, es la generadora del conflicto individual ante la asunción de los roles.

El proyecto vital de las mujeres suele ser amplio y complejo; sus expectativas no sólo se refieren a los estudios y la consecución de un empleo, sino que también entra dentro de sus aspiraciones el desarrollar otros aspectos de la experiencia vital. Por esta razón, es muy habitual que se produzca lo que se denomina “sobrecarga de roles”. La mujer asume sus responsabilidades en el terreno laboral al tiempo que mantiene las relativas al rol de madre, esposa y ama de casa. Lógicamente esto se traduce en un conflicto entre las demandas de ambos roles vitales que acaba sobrecargando a la mujer y teniendo consecuencias negativas en su desarrollo profesional. Así, en la medida en que la mujer se propone conquistar su lugar en el mundo productivo, se enfrenta no sólo a los estereotipos que la asocian al mundo reproductivo, sino también a su deseo por seguir tomando parte activa en éste. Por esta razón, se entiende que el conflicto entre los roles de trabajadora y cuidadora del hogar merece especial atención dentro de la revisión de las limitaciones profesionales que experimentan las mujeres. (Padilla, 2001).

En la contrapartida masculina, Velásquez (2004), en un estudio sobre la paternidad masculina señala que no se podría sostener el supuesto acerca de que, los varones no se involucran en la crianza porque biológicamente eso corresponde y ha correspondido a las mujeres, donde en muchos casos la construcción sociocultural del ser mujer se adjudica al ser madre, y muchos de los proyectos de vida se construyen en base a esta normativa. A diferencia de las mujeres, a los varones se les construye y socializa bajo una visión totalmente diferente e incluso opuesta, ellos podrían formarse para ser buenos trabajadores, buenos profesionistas, para lograr el mejor desempeño en el mundo público, dejando la paternidad como algo más secundario, o sobre lo que se pensará cuando suceda.

De los resultados y conclusiones de su investigación, Velásquez (2004), resalta que si bien la paternidad forma parte del proceso de transición y madurez hacia la adultez como parte de la identidad en los varones, también la paternidad se incorpora en su subjetividad como parte del proyecto de vida que le dará sentido y significado a las actividades que llevan a cabo. A diferencia de lo que la literatura ha dicho respecto a los varones señalando que generalmente no contemplan el deseo de tener hijos y participar cercanamente en su proceso de crianza y desarrollo, por el contrario, encontró que la mayoría le otorga un lugar importante y significativo en su proyecto de vida.

Parece importante, destacar que las diferencias en cuanto a la satisfacción vital del proyecto de vida, además de factores de género, se encuentra ligado a estratos socioeconómicos, donde es posible encontrar diferencias, en el caso de las mujeres asociadas a la posibilidad de abandonar la parte profesional por la familiar, y en el caso de los hombres de estar más inmersos en las labores domésticas.

En este sentido, Sarrible, (1990, c.p. Padilla, 2001), reconoce que la vivencia del conflicto de roles y la forma de resolverlo dentro del hogar es una cuestión que depende de la categoría socioprofesional. Desde esta perspectiva, el conflicto de roles será experimentado de forma diferente por la mujer obrera, la que tiene una capacitación de nivel medio y la profesional liberal. El primero de estos grupos, la mujer obrera, puede tener una disyuntiva entre trabajar y tener hijos; no por su condición o nivel de instrucción, sino por razones económicas: al faltar ella en el hogar, su sustitución implica un coste económico que tiene que sufragar su salario. Dadas las condiciones de trabajo de las personas con bajo nivel de capacitación, la mayor parte de las veces no compensa salir a trabajar fuera, con lo cual su elección no es libre y propia de su proyecto vital, sino que depende de las estructuras económicas y las condiciones laborales. Estas mujeres estarían más dispuestas a retirarse del empleo o trabajar un menor número de horas.

Por su parte, las mujeres con empleos que requieren una capacitación media pueden gozar de más oportunidades para permanecer en sus empleos. En estos casos, el salario femenino es necesario para mantener el status y nivel de vida de la familia. Por último, las profesionales con alto nivel de capacitación parten de una situación diferente. Para empezar, su formación les lleva a retrasar el casamiento y la llegada del primer hijo/a. Además, el coste de su sustitución en el hogar les resulta económicamente más asequible, al tiempo que emocionalmente están más preparadas para ello, ya que forma parte de su estilo de vida el tener ayuda en casa. (Carrasco y Rodríguez, 1999, c.p. Padilla, 2001).

Desde este punto de vista, abandonar un trabajo para ser madre, puede ser una decisión que las mujeres obreras están más fácilmente dispuestas a aceptar. Pero para las mujeres que ocupan puestos intermedios o superiores, existen “otras razones para trabajar y unos proyectos de vida y familia explícitos, que difícilmente cambiarán una simple propuesta económica” (Sarrible, 1990:9, c.p. Padilla, 2001).

Contrario a lo que se pudiese pensar desde los estereotipos sociales, en los que el planeamiento de los hijos y la familia dentro del proyecto de vida, pareciera ser un aspecto importante sólo para las mujeres, las conclusiones de la investigación realizada por Velásquez (2004) en un grupo de adultos varones mexicanos permite ver en los discursos y vivencia de los entrevistados que cuando se integra en la subjetividad el deseo, la planeación y decisión de los hijos o hijas como parte del proyecto de vida, ésta se vive como algo extraordinario que llega a cambiar la vida de algunos varones, donde replantean y re-significan la propia vida a partir del intercambio relacional con la pareja y lo que van descubriendo y aprendiendo con los hijos e hijas.

Sharim (2005), también concluye referentes de género que dan idea de conflicto en cuanto a la cristalización del proyecto de vida, esta autora destaca este aspecto a partir de masculinidades y feminidades. De ésta investigación se destacarán las conclusiones asociadas a la vida de pareja. Las mujeres entrevistadas tendieron a organizar la narración de su historia en torno a la trayectoria de pareja, y en función de ella, dieron cuenta de otros ámbitos de su vida. En sus relatos, de este modo, es posible conocer los detalles de la historia de su pareja; la experiencia actual e incluso aspectos personales de su marido. A diferencia de los hombres, que organizan sus historias en torno a sus recorridos profesionales, laborales o políticos. Sólo cuando ese contexto está instalado en la narración, incluyen la pareja en la historia.

Así también, a las mujeres, la vida en pareja, les permite experimentar la maternidad de una forma más alivianada y les proporciona un marco de certezas desde el cual vivir la relación de pareja, tanto en su dimensión cotidiana como en aquélla más idealizada, asociada al amor romántico. Del mismo modo, los hombres apelan a este modelo tradicional de la feminidad, valorando el espacio para la crianza de los hijos y como lugar de referencia afectiva que permite la estabilidad.

Desde el punto de vista de los hombres, la pareja adquiere un papel importante en el proyecto de vida, llega a determinar la manera en la cual ellos van asumiendo el compromiso y participación en el proceso reproductivo y la crianza con los hijos e hijas. La autoridad sigue jugando un papel central en la subjetividad e identidad de muchos varones, aunque se notan algunos cambios donde se plantean relaciones más igualitarias, cercanas y afectivas con los hijos e hijas encontrando la posibilidad de disfrutar la experiencia de la paternidad. Es en el ámbito familiar donde más se podrían afirmar, pero a la vez cuestionar las bases y estereotipos de la identidad en los varones y una posibilidad es en el ejercicio de la paternidad.

Consideraciones Finales

Algunas conclusiones finales sobre el tema apuntan que lo medular de los conflictos de la identidad de género y por consiguiente que pudiesen generar dificultades con la percepción y construcción del proyecto de vida, parece referirse a la relación entre la permanencia y la integración de lo nuevo. En este orden de ideas, Camilleri (1991, c.p. Sharim, 2005), afirma que el sentimiento de constancia de la identidad no implica adherir a un contenido fijo, sino que el desafío es que la integración de nuevos elementos no impida el sentimiento de coherencia. Si bien el autor está describiendo aquí características generales para los procesos de identidad, parece totalmente válido para la dimensión de género de la identidad.

La coexistencia de referentes de género que se observa, no aparece en una relación de integración fluida. Los nuevos modelos de género son connotados positivamente, pero también con incertidumbre. Lo emergente en el género se presenta como un discurso validado socialmente en términos generales, pero no se asocia a una práctica específica establecida, sino a una idea general de flexibilización. (Sharim, 2005).

Los cambios apuntados en materia de proyecto de vida y género tienen también incidencia en las formas de emancipación familiar y las pautas de consumo de ocio y cultural. Los escenarios de transición están cambiando a pesar que persisten desigualdades, subordinaciones y discriminaciones hacia las mujeres adultas jóvenes, fruto de siglos de patriarcado. (García y Merino, 2006).

A la luz de las investigaciones cuyos resultados se han mencionado aquí, entendemos que plantear que las mujeres y los hombres gozan hoy día de plena igualdad en el terreno profesional es una opinión que resulta sesgada y poco adecuada. Sin embargo, sí cabe tener una perspectiva algo más optimista, en tanto que cada vez es mayor el número de investigaciones que empiezan a adoptar una perspectiva crítica ante este tema. (Padilla, 2001).


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El diseño de una política social y de unos servicios sociales que liberen a la familia (y por tanto a la mujer) de parte de las labores reproductivas (cuidado de niños, de ancianos, de enfermos) puede ser uno de los grandes instrumentos para la consecución de nuevas formas familiares más igualitarias. En algunos sentidos dichas formas familiares están empezando a construirse desde abajo. La forma en que las jóvenes actuales planifican su vida familiar y profesional está cambiando ya la forma de entender la familia. (La Parra, 2000)

Velásquez, (2004), considera que una temática que sigue requiriendo de análisis y discusión en el ámbito social y la investigación desde la perspectiva de género, es el proceso de construcción de las identidades masculinas y el ejercicio y vivencia de la paternidad. Considera que la perspectiva de género en su carácter relacional, aporta elementos válidos para abordar las diferencias en los procesos de construcción como mujeres y como varones, la manera como se va construyendo una madre o un padre, los diferentes momentos como serían la formalización de la relación de pareja, la decisión y planeación de los hijos, la participación en el embarazo, nacimiento y crianza, así como los cambios en las prácticas en la trayectoria de vida no sólo de los hijos e hijas, sino de ellos como padres y ellas como madres.

Abordar el estudio de los varones lleva a visualizarlos como parte del mundo social compartido con las mujeres y con otros varones, a través de los cuales van estableciendo una manera particular de ser hombres y de ser padres, expuestos a discursos sociales y normatividades institucionales que señalan de manera reiterada lo que significaría ser hombre o ser padre, y la mayoría de las veces se sigue aludiendo a estereotipos centrados en el ejercicio del poder, la autoridad, la poca participación en actividades que requieren de ellos la entrega, el involucramiento, compromiso y responsabilidad con la familia, la pareja, los hijos e hijas.

Todos los investigadores coinciden en considerar que los estudios e investigaciones en cuanto a perspectivas de género, están llenas de nuevas y viejas desigualdades y que aún hay mucho camino por recorrer al respecto, pero que los avances entre unas generaciones y otras resultan significativos en algunos casos para dar la idea de la existencia de un cambio.

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