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Desarrollo de la inteligencia emocional en la infancia. Un nuevo enfoque para la prevencion del tabaquismo
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Autor: Dra. Gisela de la Caridad Sardiñas López
Publicado: 22/06/2012
 

Se realiza un análisis de los conceptos de adicción e inteligencia emocional y las habilidades que deben ser incentivadas desde edades tempranas. Se enfatiza en la importancia del desarrollo de la inteligencia emocional como herramienta radical en el afrontamiento de situaciones difíciles, evitando la alternativa rápida y comprometida del consumo de sustancias o adicciones de cualquier tipo. Concluimos que Promover la inteligencia emocional desde edades tempranas es sin duda un factor protector frente a los problemas de adicción y el desarrollo de la inteligencia emocional servirá desde esas etapas cruciales de la vida para ayudarlos a convertirse en adultos que se conozcan mejor, más dueños de sí mismos, más capaces de tomar decisiones responsables y más conscientes de la renuncia que supone el desarrollar conductas contrarias a las deseadas por la coacción del grupo o la curiosidad.


Desarrollo inteligencia emocional infancia. Un nuevo enfoque prevencion del tabaquismo .1

Desarrollo de la inteligencia emocional en la infancia. Un nuevo enfoque para la prevención del tabaquismo.

Dra. Gisela de la Caridad Sardiñas López.

Especialista de Primer Grado en Otorrinolaringología. Máster en Enfermedades Infectocontagiosas. Audióloga del Área Norte de la Provincia de Ciego de Ávila. Profesor Instructor.

Institución: Hospital Provincial General Docente Roberto Rodríguez

RESUMEN

Se realiza un análisis de los conceptos de adicción e inteligencia emocional y las habilidades que deben ser incentivadas desde edades tempranas. Se enfatiza en la importancia del desarrollo de la inteligencia emocional como herramienta radical en el afrontamiento de situaciones difíciles, evitando la alternativa rápida y comprometida del consumo de sustancias o adicciones de cualquier tipo. Concluimos que Promover la inteligencia emocional desde edades tempranas es sin duda un factor protector frente a los problemas de adicción y el desarrollo de la inteligencia emocional servirá desde esas etapas cruciales de la vida para ayudarlos a convertirse en adultos que se conozcan mejor, más dueños de sí mismos, más capaces de tomar decisiones responsables y más conscientes de la renuncia que supone el desarrollar conductas contrarias a las deseadas por la coacción del grupo o la curiosidad.

PALABRAS CLAVE: Inteligencia emocional/ tabaquismo, autocontrol, autoconocimiento, relaciones interpersonales.

ABSTRACT

In this paper we analize the concepts of addiction and emotional intelligence and the important skills that should be improve in early ages. We emphasize in the development of the emotional intelligence as an important tool dealing with difficult situations avoiding addiction to tobacco and any other substances. We conclude that promoting emotional intelligence in early ages is a protective factor against addiction problems,and in this important stage of life we should prepare children and teenagers for the future with more responsibility and better relationships with other people and themselves.

Key words: Emotional intelligence/ tabacism / self control/ self knowledge / interpersonal relationships.

INTRODUCCIÓN

Séneca escribió: "El más poderoso es aquél que tiene poder sobre sí mismo".

Cada uno de nosotros, como ser biopsicosocial, es único e irrepetible. Desde que comenzamos a relacionarnos con otros al hacernos mayores, empezamos a percibir la complejidad que se esconde detrás de la comunicación entre personas. Habitualmente, los diferentes instrumentos para medir inteligencia, van dirigidos a medir la fluidez verbal, los razonamientos numéricos y mecánicos, la abstracción, los conocimientos, la capacidad de retención y memoria entre otros, luego se compara con entes similares, es decir personas de edad parecida, el coeficiente de la inteligencia, es la media resultante de todas sus capacidades.

En el constante esfuerzo por mantener las emociones reguladas y equilibradas, olvidamos con facilidad que las emociones no solo representan una debilidad, sino también un potencial, para todos los especialistas en el área de la salud, sobre todo en el campo de la prevención. Nuestra solidez emocional es la que decide en qué medida conseguiremos desarrollar nuestras capacidades innatas. El hombre es una individualidad irrepetible que tiene el poder de contemplar su propia vida, así el profesional de la salud goza del privilegio de la conciencia así como también de sus conocimientos, y lo que puede mejorar con ello. La autoestima es esencial para la supervivencia psicológica, es el concepto que tenemos de nuestra valía y se basa en todos los pensamientos, sentimientos, sensaciones y experiencias que sobre nosotros mismos hemos ido guardando durante nuestra vida. Uno de los principales factores que diferencian al ser humano de los animales es la conciencia de sí mismo. La capacidad humana de establecer una identidad, o darle un valor, establecer un juicio. Juzgarse y rechazarse produce un enorme dolor, dañando considerablemente las estructuras psicológicas.

Cualquier conducta normal placentera es susceptible de convertirse en un comportamiento adictivo, siendo los componentes fundamentales de los trastornos adictivos la pérdida de control y la dependencia, aspectos estrechamente relacionados con lo visto hasta ahora sobre la inteligencia emocional.

Para Griffiths cualquier comportamiento que cumpla estos seis criterios será definido inicialmente como adicción:

Saliencia: Actividad particular que se convierte en la más importante en la vida del individuo y domina sus pensamientos, sentimientos y conducta.

Modificación del humor: Experiencias subjetivas que la gente experimenta como consecuencia de implicarse en la actividad.

Tolerancia: Proceso por el cual se requiere incrementar la cantidad de una actividad particular para lograr los efectos anteriores.

Síndrome de abstinencia: Estados emocionales desagradables y/o efectos físicos que ocurren cuando una actividad particular es interrumpida o repentinamente reducida.

Conflicto: Se refiere a los conflictos que se desarrollan entre el adicto y aquellos que le rodean (conflicto interpersonal), conflictos con otras actividades (trabajo, vida social, intereses, aficiones), o dentro de los propios individuos (conflicto intrapsíquico) que están involucrados con la actividad particular.

Recaída: Es la tendencia a volver a los patrones tempranos de la actividad, restaurando incluso los patrones más extremos de la adicción tras muchos años de abstinencia o control.

Puede decirse que lo importante en la adicción no es la actividad concreta que genera la dependencia, sino la relación que se establece con ella. Es una relación negativa, incluso destructiva que el sujeto se muestra incapaz de controlar.

¿En qué consiste la Inteligencia Emocional¬?

El término "inteligencia emocional" se refiere a la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos, los sentimientos de los demás, motivarnos y manejar adecuadamente las relaciones que sostenemos con los demás y con nosotros mismos. Es un término que engloba habilidades muy distintas –aunque complementarias- a la inteligencia académica, la capacidad para aprender y conocer que exclusivamente mide el cociente intelectual. El planteamiento de dicho autor se fundamenta en el hecho de que no es tanto el cociente intelectual (CI) de una persona sino el manejo de estas habilidades el que determina su éxito en la vida o su felicidad. Algunas de estas habilidades son personales, es decir, afectan al mundo íntimo y privado de la persona. Otras conciernen a la esfera Interpersonal, al contacto de un tú y un yo, y al momento del encuentro entre dos seres que quieren ser. (1, 2, 3, 4,6,)

DESARROLLO

Mientras que el Coeficiente Intelectual ha aumentado unos 20 puntos en la población en general en lo que va de siglo, el coeficiente emocional parece estar disminuyendo vertiginosamente (fracaso escolar, violencia, delitos, embarazos no deseados, adicciones al alcohol, tabaco y otras drogas). (1,2,3,4,5)

Cada vez más en los tiempos que corren todo depende del tipo de relación que mantengamos con nosotros mismos, del modo en que nos relacionemos con los demás, de nuestra capacidad de liderazgo y de nuestra habilidad para trabajar en equipo. Estos son los elementos que ya, y mucho más en el futuro van a determinar nuestra realidad. Es otra forma de ser inteligente, es lo que llamamos INTELIGENCIA EMOCIONAL. No podemos cerrar los ojos a la necesidad de desarrollar las habilidades relacionadas con esta otra inteligencia desde edades tempranas en la vida.

Los Psicólogos de la Universidad de Hamburgo de EEUU, S. Brockert y G. Braun han identificado cinco habilidades que deben ser fomentadas desde la adolescencia y son: Autoconciencia, Autocontrol, Motivación, Empatía y Habilidad social.

Sin embargo, al convertirnos en educadores trabajadores de la salud y padres, tomamos además conciencia de la dificultad educar y enseñar a nuestros hijos y alumnos en este sentido. De hecho, no es esta una temática que se abordó en la escuela en nuestra preparación para la vida. Pero con la certeza de que la inteligencia emocional es incluso más importante que el coeficiente intelectual para tener éxito en la vida, manejar el stress, y combatir las adicciones, se impone que los jóvenes en el hogar, en la escuela, en el seno de la familia y en las distintas etapas de la enseñanza institucional, sean instruidos en el manejo de sus propias emociones en la relación con los demás en cada ámbito de su vida. Debemos enseñarles cómo ser sensibles a sus emociones y acompañarles a medida que van pasando las diferentes etapas del desarrollo en un ambiente familiar que promueva la expresión y comunicación de los sentimientos.


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Debemos ayudar a nuestros hijos y alumnos, y porqué no a prender nosotros mismos a tener un mejor control en situaciones de dificultad y de toma de decisiones sobre el futuro. Estas herramientas ayudarán al niño ahora, (en un cercano futuro adolescente y joven ) a rechazar las conductas dañinas como el tabaquismo y otras adicciones. Las personas así entrenadas pueden valorarse mejor y reaccionar con conductas apropiadas, rechazando las tendencias autodestructivas que implica el tabaquismo y de la misma manera las relaciones tóxicas, la violencia, la agresividad y todas aquellas que impliquen daño a ellos mismos y a los demás.

Ninguna herramienta surte efecto por obra de la magia o la casualidad, sino que requiere de voluntad para ser aprendida e integrada, y finalmente servir de manera práctica y real en el día a día. La inteligencia emocional, según apunta Goleman, es la capacidad de una persona para manejar una serie de habilidades y actitudes. Entre las habilidades emocionales se incluyen la conciencia de uno mismo; la capacidad para identificar, expresar y controlar los sentimientos; la habilidad de controlar los impulsos y posponer la gratificación así como la capacidad de manejar la tensión y la ansiedad. (1,2,3,4,5)

Goleman propone en sus obras tener en cuenta los diferentes ingredientes o habilidades de la inteligencia emocional que siguen:

COMPETENCIA PERSONAL:

Conciencia de uno mismo

Conciencia de nuestros propios estados internos, recursos e intuiciones.
Conciencia emocional: reconocer las propias emociones y sus efectos.
Valoración adecuada de uno mismo: conocer las propias fortalezas y debilidades. Confianza en uno mismo: seguridad en la valoración que hacemos sobre nosotros mismos y sobre nuestras capacidades.

Autorregulación

Control de nuestros estados, impulsos y recursos internos.
Autocontrol: capacidad de manejar adecuadamente las emociones y los impulsos conflictivos.
Confiabilidad: fidelidad al criterio de sinceridad e integridad.
Integridad: asumir la responsabilidad de nuestra actuación personal. Adaptabilidad: flexibilidad para afrontar los cambios.
Innovación: sentirse cómodo y abierto ante las nuevas ideas, enfoques e información.

Motivación

Las tendencias emocionales que guían o facilitan el logro de
Nuestros objetivos.
Motivación de logro: esforzarse por mejorar o satisfacer un determinado criterio de excelencia.
Compromiso: secundar los objetivos de un grupo u organización.LA

COMPETENCIA SOCIAL:

Empatía

Conciencia de los sentimientos, necesidades y preocupaciones ajenas.
Comprensión de los demás: tener la capacidad de captar los sentimientos y los puntos de vista de otras personas e interesarnos activamente por las cosas que les preocupan.
Orientación hacia el servicio: anticiparse, reconocer y satisfacer las necesidades de los otros.
Aprovechamiento de la diversidad: aprovechar las oportunidades que nos brindan diferentes tipos de personas.
Conciencia política: capacidad de darse cuenta de las corrientes emocionales y de las relaciones de poder subyacentes en un grupo.

Habilidades sociales

Capacidad para introducir respuestas deseables en los demás.
Influencia: utilizar tácticas de persuasión eficaces. Comunicación: emitir mensajes claros y convincentes.
Liderazgo: inspirar y dirigir a grupos y personas. Catalización del cambio: iniciar o dirigir los cambios.
Resolución de conflictos: capacidad de negociar y resolver conflictos.
Colaboración y cooperación: ser capaces de trabajar con
los demás en la consecución de una meta común.
Habilidad de equipo: ser capaces de crear la sinergia grupal en la consecución de metas colectivas.

El autoconocimiento como punto de partida

El primer elemento propuesto para profundizar en el campo emocional es el autoconocimiento o la conciencia de uno mismo. Tomar conciencia de los propios deseos y motivaciones, los modos de reaccionar ante las situaciones diversas de la vida familiar, los valores que tenemos como padre, madre o núcleo familiar, también, los sentimientos que invaden el día a día, los momentos felices y aquellos de conflicto y preocupación.

El conocimiento de las debilidades, de los puntos débiles así como de los recursos y fortalezas, lejos de hacer frágil la figura del educador, profesional de la salud o promotor, padre o madre, les proporciona una capacidad mucho mayor de ser dueño de sus impulsos, especialmente en situaciones de gran tensión emocional como las que vivimos en la educación de nuestros alumnos e hijos.(1,2,3,4,5,6,7)

En ocasiones, experiencias del pasado o de nuestra propia infancia y adolescencia, se hacen presentes en el momento de educar y guiar a los hijos al provocar en nosotros el recuerdo de hechos que creíamos olvidados. Tomar conciencia de la influencia de estos hechos, sentimientos en definitiva, resulta clave para lograr encauzarlos adecuadamente durante su proceso madurativo. De lo contrario, no es extraño que, incluso de manera inconsciente, desarrollemos patrones educativos que se contradicen con lo que hubiéramos deseado transmitir, repitiendo estilos que detestábamos cuando éramos niños, o manifestando reacciones desproporcionadas y poco oportunas en el contexto y las necesidades de nuestros hijos.

Diversos autores han señalado la importancia de conocerse a uno mismo como elemento clave para poder dar lo mejor y más adecuado en la relación con los demás. Por otra parte, este conocimiento, ha de ser enriquecido con lo que nos aporta el contacto con otras personas. No somos únicamente aquello que vemos en nosotros mismos, sino también aquello que de manera más o menos consciente, transmitimos a las personas que nos rodean, tanto a los amigos o la familia como a las personas menos cercanas como los compañeros de trabajo, pareja, vecinos, conocidos, etc.

Con frecuencia negamos la aportación o retroalimentación que hacen los demás de nosotros, si no se trata de una referencia con la que nos veamos identificados o cómodos. La tendencia a huir de los conflictos internos rechazando la parte de nosotros que mostramos al mundo, incluso sin quererlo, puede empobrecer enormemente el conocimiento de uno mismo.

Muchas veces escuchamos afirmaciones como ¨yo me conozco muy bien, yo no me sorprendo de nada, ya sé de qué pie cojeo…¨ sin embargo no siempre son reflejo de una persona que verdaderamente se conoce a sí misma. No sólo los niños, los adultos también continuamos creciendo y evolucionando con el paso de los años y especialmente con la vivencia de acontecimientos más o menos significativos que nos suceden como la opción de vivir en pareja, tener un hijo, el duelo por la muerte de un ser querido, cambios laborales, de residencia, entre tantos otros.

Estas situaciones que nos afectan y promueven un cierto cambio en la perspectiva de la vida, la recolocación de valores, la redefinición de meta constituyen crisis de mayor o menor intensidad, que van a afectar a la persona que las padece, provocándole el cambio y la maduración. Por este motivo, el autoconocimiento no constituye un elemento que se agota para alcanzar uno nuevo, no es un reto que se conquista y supera, representa más bien una actitud de apertura hacia la experiencia de la vida en uno mismo, el modo en que cambiamos y tomamos conciencia de esos cambios para poder sacar de ellos el partido máximo.

La causa principal de las dificultades en las relaciones interpersonales son los sentimientos, tanto los propios como los de los otros. En nuestra cultura estamos acostumbrados por la educación a ignorarlos o negarlos. En nuestras relaciones con los demás nos esforzamos en prescindir de nuestros sentimientos y no prestar atención a los de los demás. Cada uno de nosotros, no obstante, sigue experimentando constantemente diversos sentimientos. Manifestar los sentimientos presenta un grado de dificultad que depende del sentimiento en sí, de la persona que lo experimenta y del momento en que se experimenta. En cuanto a los sentimientos del pasado o del presente es más fácil hablar de ellos con una persona distinta a la que ha sido su desencadenante. (7,8)

Los sentimientos del presente se expresan más difícilmente que los del pasado. La dificultad de aceptar y comunicar los sentimientos depende también del sentimiento de que se trate. Es más fácil aceptar y manifestar que experimentamos rabia que envidia. La atención es selectiva ante los sentimientos. Por nuestra educación hemos aprendido a ignorar nuestros sentimientos y a fijar nuestra atención en otras cosas.

Los sentimientos son una fuente de información sobre nuestra relación con el mundo que nos rodea. Sin esta fuente de información se intentaría resolver el problema de nuestras relaciones con el mundo externo sin considerar la globalidad, es decir, sin tener en cuenta el mundo emotivo, tan importante para la persona.


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La escucha es el instrumento fundamental y que más debería abundar en el encuentro con otra persona. Ya Zenón de Elea, hace veinticinco siglos, afirmaba que “nos han sido dadas dos orejas y una boca para escuchar el doble de lo que hablamos”. En cierto modo, escuchar supone controlar nuestro impulso de hablar, intervenir y apuntar, para hacer silencio ante el otro. No se trata sólo de estar callado sino de hacer silencio interior, en cierto modo consiste en vaciarnos de nuestros monólogos internos, de nuestro querer o tener que decir algo para así dejar sitio, hacer espacio donde el otro pueda penetrar a través de la comunicación.. (7, 8,9)

Desde el primer año de vida, el modo en que la madre reacciona cuando el niño sonríe o llora constituye todo un ejemplo de acompañamiento emocional, de respuesta a las emociones del otro en ambos sentidos. Este vínculo que se forja ya desde tan pequeños proporciona también el vehículo más sencillo a través del cual los padres enseñan a sus hijos cómo relacionarse, comprender y conectar con las emociones de otra persona y encauzar los propios sentimientos, lecciones fundamentales que marcarán su futuro.

La sensación de seguridad de verse comprendido en estos primeros momentos de nuestra vida es ya un primer paso para más adelante encarar sucesivos encuentros con compañeros, amigos y parejas. A medida que pasan los años, el modo en que el niño afronta una situación de crisis, por ejemplo una pelea en el colegio, va a ser reflejo en buena medida del modo en que la familia afronta las crisis. Si ese entorno es sano emocionalmente, el niño se sentirá protegido aún en medio de los acontecimientos más desfavorables, aumentando y haciendo valer su capacidad de afrontar y sobreponerse a acontecimientos desfavorables.. Esto no quiere decir que vivamos en un permanente estado de mansedumbre y tranquilidad sino que el entorno sea lo suficientemente flexible como para poder recuperarse de una situación difícil con cierta rapidez y con las menores consecuencias posibles.

Entre las razones que conspiran contra el propósito de aprender a vivir, se encuentran: la utilización constante de comportamientos ineficaces para una adaptación creativa; el autoengaño en sus diversas formas de presentación como la justificación de las conductas desadaptativas; la complacencia por lo logrado, teniendo metas acuciantes por cumplir; la magnificación de problemas que no son tales y minimizar los recursos propios, por sólo citar algunos ejemplos.

Vivir en la inmediatez, como algunos individuos que no son capaces de posponer las gratificaciones para poder alcanzar otros objetivos más importantes a mediano o largo plazo —patrón de comportamiento muy identificado entre los dependientes del tabaco, las drogas, los fármacos u otras sustancias—, también conduce a una mala vida, así como la presencia de pensamientos suicidas, la tentativa de autoeliminación y el suicidio consumado.
Enseñar a vivir a otros constituye, sin lugar a dudas, un arduo y complejo proceso participativo, en el que el protagonismo fundamental le pertenece al sujeto que lo intenta y cuyos resultados afectarán, para bien o para mal, a él mismo y a sus familiares.

¿Qué relación existe entre la adicción al tabaquismo y la inteligencia emocional?
Es evidente que los fumadores perciben beneficios del hecho de fumar, de lo contrario no pagarían por ello. Los beneficios percibidos incluyen el placer y la satisfacción, la potenciación de la autoimagen, el control del estrés y, en el caso del fumador adicto, la prevención de la abstinencia de nicotina. El costo privado que actúa como contrapeso de estos beneficios consiste en el dinero gastado en tabaco, el daño para la salud y la adicción a la nicotina. Definidos de esta forma, es evidente que los beneficios percibidos superan el costo percibido.
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De igual importancia es el hecho de que los jóvenes subestiman el riesgo de volverse adictos a la nicotina, lo que comporta una evidente infravaloración del costo futuro que les supondrá el hábito de fumar. Sabiendo que Incluso los adolescentes a los que se les ha explicado los riesgos del tabaco pueden tener una capacidad limitada para usar juiciosamente esa información. A la mayoría de ellos les resulta difícil imaginar que tendrán 25 años, y no digamos 55 años, por lo que es poco probable que las advertencias sobre el daño que el consumo de tabaco infligirá a su salud en fechas tan lejanas reduzca su deseo de fumar. La mayor parte de las sociedades reconocen los riesgos de tomar decisiones erróneas propias de la juventud, no solo en lo que se refiere al tabaco, por lo que muchas limitan su derecho a decidir, si bien estas restricciones varían de una cultura a otra. Por ejemplo, en casi todas las democracias, los jóvenes no pueden votar hasta haber alcanzado una edad determinada; algunas sociedades establecen la educación obligatoria hasta determinada edad y en otras muchas se impide el matrimonio antes de cierta edad. El consenso de la mayoría de las sociedades es que es preferible que ciertas decisiones se tomen solo al llegar a la edad adulta.

Podría argumentarse que a los jóvenes les atraen muchas conductas de riesgo, como conducir a velocidad excesiva o beber grandes cantidades de alcohol, y que el hábito de fumar no tiene nada de especial a este respecto. Sin embargo, sí existen algunas diferencias. En primer lugar, en la mayor parte del mundo, la

Regulación del consumo de tabaco es mucho más laxa que la de otras conductas de riesgo. En general existen penalizaciones para las personas que conducen a velocidad excesiva, con multas cuantiosas e incluso anulación del permiso de conducir, y también están penadas otras conductas peligrosas asociadas al consumo de alcohol, como conducir bajo sus efectos. En segundo lugar, considerando la totalidad de la vida de la persona, el hábito de fumar es mucho más peligroso que muchas otras conductas de riesgo. Las extrapolaciones basadas en los datos procedentes de los países de ingreso alto indican que de cada 1.000 varones de 15 años que viven actualmente en los países de ingreso medio y bajo, 125 morirán a edades maduras a causa del tabaco si continúan fumando regularmente y que otros 125 morirán por la misma causa a edades avanzadas. En comparación, aproximadamente 10 morirán a edades maduras debido a accidentes de tráfico, 10 morirán a edades maduras por causas violentas y 30 lo harán a edades maduras por motivos relacionados con el alcohol, incluyendo algunos accidentes de tráfico y muertes violentas. En tercer lugar, son pocas las conductas de riesgo que entrañan un peligro tan elevado de adicción como el del consumo de tabaco, de manera que la mayoría son más fáciles de abandonar y, de hecho, se abandonan durante la madurez. (9, 10,11,12,13)

Los factores que convierten a una persona en un adicto son de tipo personal y social, así como propios de la sustancia u objeto de la adicción, Podemos encontrar la utilidad de la inteligencia emocional en el campo de la prevención de las adicciones. Por una parte, porque promover el manejo de las emociones incómodas o molestas y su reconducción hacia conductas más deseadas por el sujeto, puede suponer un cambio radical en el estilo de afrontamiento de las situaciones difíciles, evitando la alternativa rápida y comprometida del consumo de sustancias o adicciones de cualquier tipo. Por otra, porque la introspección y autoconocimiento impulsados el desarrollo de la inteligencia emocional servirán a la persona para conocer mejor sus capacidades y dificultades. La persona que se conoce mejor, es más dueña de sí misma, más capaz de tomar decisiones responsables, más consciente también de la renuncia que supone el desarrollar conductas contrarias a las deseadas (por la coacción del grupo o la curiosidad). (1, 11,12,13).

Promover la inteligencia emocional desde edades tempranas es sin duda un factor protector frente a los problemas de adicción, si bien no es garantía de que éstos no vayan a suceder.

Cuando estamos hablando de un problema de adicción en un miembro de la familia, estamos señalando un problema que afecta a toda la familia, sin excepción. Los padres que son capaces, frente a tan difícil situación, de mantener ciertas dosis de manejo emocional, empatía y motivación tanto hacia el hijo afectado como hacia los demás miembros del grupo familiar pueden ayudar enormemente a la resolución del problema así como a la prevención de otros nuevos.
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Si alguien desea ser mejor de lo que es, señala Reig (1995), debe intervenir en aquellas situaciones que lo afectan, debe intentar solucionar el conflicto y no permanecer inamovible ante el vendaval como si nada pasara. Nadie le dirá como hacer las cosas, es necesario que cada uno de nosotros decida cómo resolver las situaciones difíciles o complejas.(13)

El trato emocionalmente fácil, será aquel que nos permita establecer con las personas involucradas con nuestro entorno, académico, social y personal, unas relaciones de respeto, afecto y cordialidad con el resto de los colegas.

El desarrollo del optimismo, la autoestima y la expectativa de éxito, están relacionados con las pautas de crianza y educación, evitando el proteccionismo y la crítica destructiva, favoreciendo la autonomía y los logros personales, utilizando el elogio y la pedagogía del éxito, complementado con la exigencia y la ayuda. El control de los impulsos, la capacidad de resistencia a la frustración y aplazamiento de la gratificación, parece ser una de las habilidades psicológicas más importantes y relevantes. También el control de los pensamientos negativos, se relaciona con el rendimiento a través de la economía de los recursos atencionales; preocuparse consume los recursos que necesitamos para afrontar con éxito los retos vitales y académicos. El estilo atributivo de los éxitos y fracasos, sus implicaciones emocionales y su relación con las expectativas de éxito es una teoría psicológica que contribuye enormemente a nuestra comprensión de los problemas de aprendizaje y a su solución.

Educar los sentimientos es algo importante, seguramente más que enseñar matemáticas o inglés. ¿Quién se ocupa de hacerlo? Es frustrante ver tantas vidas arruinadas por la problema silente de la pobreza ¨sentimental¨. La pregunta es ¿a qué modelo sentimental debemos aspirar? ¿Cómo encontrarlo, comprenderlo, y después educar y educarse en él? Es un asunto importante, cercano, estimulante y complejo. Siempre estamos a tiempo de reconducir cualquier situación. Ninguna, por terrible que fuera, determina un callejón sin salida. Pero no debe ignorarse que hay tropiezos que dejan huella, que suponen todo un trecho equivocado cuesta abajo que hay que desandar penosamente (14,15)

En este momento podemos reflexionar acerca de nuestros hijos, respondiéndonos a estas preguntas ¿Hasta qué punto SOY capaz de expresar sentimientos con palabras? Si le pregunto cómo se siente, ¿puede responderme con un término que describe un sentimiento o me explica qué le sucede? ¿Soy capaz de identificar una gama de sentimientos diferenciando sus matices propios? ¿Soy capaz de identificar los sentimientos de los demás?


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¿Hasta qué punto tolero la frustración, la derrota? ¿Cómo expreso la ira, el enfado u otros sentimientos de difícil manejo? ¿Cómo resuelvo los conflictos? ¿Hasta qué punto soy independiente a la hora de resolverlos? ¿Soy capaz de pensar en diferentes modos de resolver los conflictos? (15)

Todas estas preguntas que nos hemos hecho. ¿Podemos hacerlas a nuestros hijos y alumnos y esperar una respuesta impregnada con un enfoque que haya sido modelado por el desarrollo de la Inteligencia Emocional? ¿Los hemos enseñado a autoconocerse, a autocontrolarse, a manejar los conflictos de la mejor manera posible? ¿Les hemos proporcionado herramientas mentales para que puedan tomar decisiones sabias en la vida y ante las presiones y el decursar de su vida se enfrenten al tabaquismo y a cualquier otro tipo de adicción sin sucumbir ante estos? Si no los hemos enseñado es difícil que puedan hacerlo bien. Es la familia la célula fundamental de la sociedad donde la inteligencia emocional debe fomentarse, incentivarse para formar seres más preparados para afrontar los avatares de la vida. Es el ahora nuestro momento, siempre tenemos una oportunidad que nos da la vida como seres humanos de ayudar a las nuevas generaciones en un aspecto tan importante, desde nuestra posición de padres, profesionales de la salud, docentes, amigos, vecinos podemos utilizar para beneficio de todos y combatir esta epidemia del tabaquismo, que ha alcanzado proporciones inconmensurables y daños irreparables a la sociedad y la familia en general.

CONCLUSIONES

No pretendemos subrayar la inteligencia emocional como ¨la piedra filosofal¨ con la que abordar todos y cada uno de los problemas que tienen lugar en la familia, sin embargo, sí que puede resultar de utilidad como complemento a otras formas de intervención profesional, como ocurre en los problemas de adicción al tabaco, alcohol, drogas u otros. Promover la inteligencia emocional desde edades tempranas es sin duda un factor protector para cada individuo ante la incorporación de estilos de vida y conductas negativas.

La persona que se conoce mejor, es más dueña de sí misma, más capaz de tomar decisiones responsables, y es a su vez más consciente también de la importancia que supone el enfrentar conductas contrarias a las deseadas por la coacción del grupo o la curiosidad propia de edades consideradas de alto riesgo.

Enseñar herramientas para manejar el stress, ejercicios de meditación y de introspección en las primeras etapas de la vida, o incorporarlas en nosotros mismos adecuándonos a las situaciones cambiantes de la vida, nos hará convertirnos y formar a su vez, mejores seres humanos, capaces de resistir y detener la epidemia que en estos días constituye el tabaquismo.

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