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Condicionantes filosoficos en el estudio de la conciencia
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Autor: Dr. Modesto J. Romero-López
Publicado: 27/08/2012
 


El problema mente-cerebro esta enlazado irremediablemente con el estudio de la conciencia. En este trabajo se trata el problema de la conciencia y la relación mente-cerebro desde los distintos planteamientos filosóficos. Ya en los textos griegos se puede apreciar la dialéctica entre los puntos de vistas racionalistas y empiristas. La solvencia de la perspectiva materialista es actualmente más que una moda del modo de pensar de la sociedad occidental. Los avances actuales y del conocimiento del cerebro no han conseguido acabar con la posición dualista mente-cerebro. El estudio de la conciencia sigue o está aún más vigente que nunca.


Condicionantes filosoficos en el estudio de la conciencia .1

Condicionantes filosóficos en el estudio de la conciencia.

Dr. Modesto J. Romero-López
Dr. Enrique Moraleda Barreno

Resumen

El problema mente-cerebro esta enlazado irremediablemente con el estudio de la conciencia. En este trabajo se trata el problema de la conciencia y la relación mente-cerebro desde los distintos planteamientos filosóficos. Ya en los textos griegos se puede apreciar la dialéctica entre los puntos de vistas racionalistas y empiristas. La solvencia de la perspectiva materialista es actualmente más que una moda del modo de pensar de la sociedad occidental. Los avances actuales y del conocimiento del cerebro no han conseguido acabar con la posición dualista mente-cerebro. El estudio de la conciencia sigue o está aún más vigente que nunca.

Palabras Clave: conciencia; mente; cerebro; dualismo; materialismo; neurociencia.

Abstract

The mind-brain problem is linked inevitably to the study of consciousness. This paper addresses the problem of consciousness and the mind-brain from the different philosophical approaches. Already in Greek texts we can see the dialectic between the views rationalists and empiricists. The solvency of the materialist perspective is now more than a fashion of thinking of Western society. Current progress and knowledge of the brain have failed to end the mind-brain dualist. The study of consciousness is or is even more relevant than ever.

Key words: consciousness; mind; brain; dualism; materialism; neuroscience.

Introducción.

El problema mente-cerebro esta enlazado irremediablemente con el estudio de la conciencia. El tema de la conciencia se puede abordar desde diversos puntos de vistas; desde la Filosofía, desde la Psicología o desde la Medicina, entre otros. En este trabajo se trata el problema de la conciencia y la relación mente-cerebro desde los distintos planteamientos filosóficos, donde ya en los textos griegos se puede apreciar la dialéctica entre los puntos de vistas racionalistas y empiristas. Se quiere resaltar lo poco o mucho que ha cambiado la estructura y contenidos sobre el tema de la conciencia donde, aún hoy, se mantienen posiciones dualistas y monistas junto al idealismo-materialismo. Es generalmente aceptado que los intereses económicos, sociales, religiosos y el avance en la técnica van a preceder y condicionar nuestra concepción sobre la conciencia y parece que la opción materialista, reforzada por los aportes de las neurociencias, es actualmente más que una moda del modo de pensar de la sociedad occidental.

Desarrollo.

Platón en Fedón atribuye a Anaxágora las palabras “es la mente lo que pone todo en orden y la causa de todas las cosas” [1]. Aristóteles en De Anima, dice que si cabe anunciar algo en general acerca de toda clase de alma, habría que decir que es la entelequia primera de un cuerpo natural organizado. El alma es el principio de todas las facultades y se define por ellas: nutritiva, sensitiva, discursiva y de movimiento. En sus escritos alude a Platón y a su tripartición del alma con la consiguiente localización de las tres partes en el vientre, el pecho y el cerebro respectivamente. Comenta que aquellos vivientes que poseen tacto poseen también deseo; a otros le corresponde además la facultad discursiva y el intelecto: tal es el caso de los hombres y de cualquier otro ser semejante o más excelso, suponiendo que lo haya [2]. Estos aspectos dos aspectos (sensación y deseo y las localizaciones del alma) no dejan de ser interesantes para la Psicología Comparada y ya desde el principio interesa cierto “localizacionismo” de la escurridiza conciencia.

Descarte entiende por cuerpo todo aquello que puede terminar por alguna figura, estar situado en cierto lugar y llenar un espacio de modo que excluya a cualquier otro cuerpo; todo aquello que pueda ser sentido por el tacto o por la vista, o por el oído, o por el gusto, o por el olfato. De los atributos del alma dice que son: alimentarse y andar, sentir, pensar. Y es aquí donde encuentra que el pensamiento es lo único que no puede separarse de él. “No soy el conjunto de miembros llamados cuerpo humano; no soy un aire delicado y penetrante repartido por todos los miembros; no soy un viento, un soplo, un vapor; no soy nada de todo eso de fingir e imaginar” (Meditaciones Metafísicas). El calor y el movimiento de los miembros proceden del cuerpo, los pensamientos del alma. El alma no se ausenta cuando se muere sino a causa de que este calor cesa y los órganos que sirven para mover el cuerpo se corrompen (Tratado de las Pasiones). De cómo se producen los espíritus animales en el cerebro Descarte argumenta que todas las partes más vivas y sutiles de la sangre que el calor ha verificado en el corazón entran sin cesar en gran cantidad en las cavidades del cerebro... Pues bien, estas partes de la sangre muy sutiles componen los espíritus animales. Hay una pequeña glándula en el cerebro en el que el alma ejerce sus funciones más particularmente que en las otras partes. La razón que persuade a Descarte es que las otras partes de nuestro cerebro son todas dobles y que, no tenemos sino un sólo y mismo pensamiento de una misma cosa; es necesario que haya algún lugar donde las dos imágenes que llegan por los ojos, donde las dos impresiones que proceden de un sólo objeto por los dobles órganos de nuestro sentidos, se puedan juntar en una antes que ellas lleguen al alma, a fin de que no representen dos objetos en vez de uno [3]. Corre el siglo XVII.

En Tratados sobre los Principios del Conocimiento Humano, Berkeley plantea: ¿acaso resultaría posible separar alguna de ellas, aunque sólo fuera en el pensamiento, de la mera percepción? Si así lo fuera, ello implicaría que yo puedo separar una cosa de sí misma. Es, ciertamente, posible que yo divida en mis pensamientos, o conciba separadamente cosas que quizás no haya percibido sensiblemente separadas. No hay más sustancia que el espíritu, es decir, que la de quién percibe [4]. Hume, en Tratado de la Naturaleza Humana, referente a la identidad personal y concretamente a la que le atribuimos a la mente del hombre dice que es tan sólo ficticia y de especie a la que le hemos asignado a vegetales y animales. La identidad es simplemente una cualidad que atribuimos en virtud de la unión de sus ideas en la imaginación, cuando reflexionamos sobre ellas y depende de las relaciones de semejanza, contigüidad y causalidad [5].

Crítica a la Razón Pura, Tercer conflicto de las ideas trascendentales, Kant; (Tesis) La causalidad según las leyes naturales no es la única de la que pueden derivarse los fenómenos del mundo; para explicarlos es preciso suponer, además, una causalidad por libertad. (Antítesis), No hay libertad, sino que todo cuanto sucede en el mundo obedece a leyes naturales [6]. Ser consciente es, en primer lugar, un término puramente descriptivo que se basa en la percepción más inmediata y segura. La conciencia es un estado eminentemente transitorio. Vemos que se nos presentan dos clases de inconsciente: lo latente, capaz de conciencia, y lo reprimido, incapaz de consciencia. Suponemos en todo individuo una organización coherente de sus procesos psíquicos, a la que consideramos como su yo [7].

Debemos postular la existencia de una maquinaria neural que ofrezca una contraparte viviente para cada matiz, por delicado que sea, de la historia de la mente de su dueño. El concepto de acción refleja, sin duda, una de las mejores conquistas de la teoría fisiológica. ¿Por qué no decir que así como la médula espinal es una máquina con pocos reflejos, así los hemisferios cerebrales son una máquina con muchos y que ésa es toda la diferencia? El principio de continuidad nos induciría a aceptar esta opinión. Si conociéramos cabalmente el sistema nervioso de Shakespeare, y también, cabalmente, todas las condiciones de su entorno, podríamos mostrar por qué en un determinado periodo de su vida su mano trazó en ciertas hojas de papel esas ásperas marquitas negras, a las que por brevedad llamamos manuscrito de Hamlet.

Del profesor Huxley se recoge: Todos los estados de conciencia, en nosotros, son causados inmediatamente por cambios moleculares en la sustancia del cerebro. Nuestra condiciones mentales son simplemente símbolos en la conciencia de los cambios que tienen lugar automáticamente en el organismo; y que, llevando la cuestión al extremo, el sentimiento que llamamos volición no es la causa de un acto voluntario, sino el símbolo de ese estado del cerebro que es la causa inmediata de ese acto. Cuando en las regiones superiores del cerebro ocurre un reacomodo de moléculas, simultáneamente ocurre un cambio en la conciencia... Este cambio en la conciencia nunca tiene lugar sin que haya un cambio en el cerebro; nunca... el cambio en el cerebro sin el cambio en la conciencia [8].

Un cerebro evolucionado y avanzado puede hacer muchas cosas y cada una de ellas las puede hacer a la menor insinuación. Pero la delicadísima organización hace de él algo despreocupado o arriesgado. Un cerebro inferior hace pocas cosas, pero como las hace a la perfección elimina cualquier otro uso.

Así se llega a considerar al cerebro como una máquina pura y simple. ¿Puede aumentar la conciencia su eficacia cargando el dado? He ahí el problema, Principios de Psicología. En la teoría del autómata el cerebro es un instrumento de posibilidades, no de certezas [9]. Pero la conciencia, teniendo presente sus propios fines y sabiendo también qué posibilidades llevan a ellos y cuáles alejan a ellos, reforzará, si está dotada de eficiencia causal, las posibilidades favorables y reprimirá las desfavorables o indiferentes... Por tanto, el estudio a posteriori de la distribución de la conciencia indica qué es exactamente lo que podríamos esperar de un órgano creado para dirigir un sistema nervioso que se ha vuelto demasiado complejo para regularse así mismo. La conciencia, que en sí es una cosa integral no hecha de partes, “corresponde” a toda actividad del cerebro, cualquiera que sea en ese momento. “Todo el cerebro no es otra cosa que el nombre que hemos dado a la forma en que un millón de moléculas dispuestas en ciertas posiciones pueden afectar a nuestros sentidos”. En cuanto a los principios de la filosofía corpuscular o mecánica, las únicas realidades son las moléculas separadas, o a lo más, las células. Su agregación en un “cerebro” es una fijación del lenguaje popular. Para dejar a James se recoge uno de sus planteamientos: Si en el Universo hay entidades tales como Almas, probablemente serán afectadas por lo que ocurra en los centros nerviosos. Postular que un alma influida de un modo misterioso por los estados cerebrales y que responde a ellos mediante emociones conscientes de sí misma, parece la línea de menor resistencia lógica, en el estado actual de nuestro saber.


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Skinner realiza un planteamiento tajante. Si la mente no es más que una manifestación de la fisiología, tales respuestas se pueden responder, o por lo menos posponer, sin preocupación hasta cuándo la fisiología pueda responderla. La respuesta del conductista es más sencilla: evoluciona el organismo, parte de cuyo comportamiento se ha tratado de explicar con la invención del concepto de mente. No se necesitan procesos evolutivos especiales cuando los hechos hablan por sí mismo [10].

Es un error la opinión de que nuestras percepciones “nos son dadas”: son “hechas” por cada uno de nosotros; son el resultado de un trabajo activo. El mundo número 1 no está causalmente cerrado y hay interacción, aunque indirecta, entre éste y el mundo número 3. Es claro que esta interacción se lleva a cabo mediante los acontecimientos mentales, y en parte hasta conscientes del mundo número 2. Y así entramos en la perspectiva darwiniana donde: los procesos conscientes, y más generalmente los procesos mentales, tiene que considerarse, y de ser posible explicarse, como productos de la evolución mediante la selección natural.

El epifenomenalismo de Popper acepta la existencia de los acontecimientos o de las experiencias mentales, pero asevera que estas experiencias mentales o subjetivas son causalmente ineficaces subproductos de procesos fisiológicos, que son los únicos causalmente eficaces. En pleno en el siglo XX y la filosofía de la ciencia se plantean: ¿Cuáles son los logros biológicos que ayudan a la conciencia? Es necesaria la intervención de la conciencia para elegir críticamente, nuevas expectativas o teorías, al me nos en cierto nivel de adaptación. Si una expectativa o tarea tiene éxito invariablemente, en ciertas condiciones, su aplicación se volverá después de un cierto tiempo un asunto de rutina y se tornará inconsciente. Pero un acontecimiento inesperado llamará la atención, y por tanto, impondrá la intervención de la conciencia. Acaso se está inconsciente del tic- tac de un reloj pero “oímos” cuando ese tic-tac se ha detenido. Tal vez esté más claro el papel de la conciencia cuando una meta o un propósito (incluso si son inconscientes o instintivos) pueden lograrse con medios alternativos y cuando se prueban dos o más medios, después de deliberar. Tal es el caso cuando se toma una nueva decisión.

El sistema nervioso central tuvo desde el principio como principal función la de gobernar o pilotar al organismo en movimiento. El conocimiento de su ubicación, la localización de la propia imagen, relativa a los aspectos biológicos más importantes del medio, es un prerrequisito decisivo de esta función de pilotaje del sistema nervioso central. Otro de estos prerrequisitos es la unidad centralizada del órgano conductor que toma las decisiones, el cual, siempre que sea posible, delegará parte de su tarea en una autoridad jerárquicamente inferior, en muchos de los mecanismos inconscientes, integradores. A estas tareas “delegadas” pertenecen no sólo las tareas de ejecución (como la de conservar el equilibrio corporal), sino incluso la adquisición de información: la información es filtrada selectivamente antes de ser admitida por la conciencia. Un ejemplo de esto es la selectividad de la percepción; otro es la selectividad en la memoria [11].

Un atributo importante de la conducta animal que parece sugerir de modo intuitivo el pensamiento consciente es su adaptabilidad al cambio de las circunstancias. Tanto si las instrucciones de esta conducta adaptativa salen del ADN del animal como si nacen del aprendizaje y de las influencias del entorno durante su propia vida, prever todas las contingencias posibles requeriría un volumen antieconómico de instrucciones específicas. Cuando se trata de una cuestión de vida o muerte, la valoración consciente puede ofrecer ventaja real. Junto a Bunge otros autores han argumentado que sólo los animales capaces de aprender a adaptar su conducta al cambio de las circunstancias pueden tener pensamientos conscientes [12].

Posiciones actuales: El dualismo de objetos trata a la mente como género de objetos radicalmente diferentes de los cuerpos físicos, como el cerebro, y de esta manera coloca el estudio de la actividad mental fuera de los límites de la ciencia física. El conductismo filosófico argumenta que el discurso mental debería interpretarse como refiriéndose a la conducta o disposiciones a comportarse y no a eventos internos del cerebro. La Teoría de la Identidad como Tipo hace equivaler los eventos mentales con eventos físicos que ocurren dentro del cerebro. El Materialismo Eliminativo se concentra en los procesos neurológicos que ocurren en el cerebro, pero mantiene que puesto que esas explicaciones neurales son inconsecuentes con las explicaciones cognitivas, deberíamos renunciar a las explicaciones cognitivas en favor de las neurales; es decir, defendería abandonar la ciencia cognitiva en favor de la neurociencia. La Teoría de la Identidad como Instancia afirma que puede haber explicaciones alternativas, explicaciones incompatibles de las actividades internas de los sistemas cognitivos: una neural y otra cognitiva; se plantea como la posición más compatible con los programas de la ciencia cognitiva [13].

Conclusión.

Los avances actuales y del conocimiento del cerebro, de la neurociencia, no han conseguido acabar con la posición dualista mente-cerebro. Ya los filósofos clásicos tomaban posiciones en esta dialéctica que sigue interesando al mundo del conocimiento. El estudio de la conciencia sigue o está aún más vigente que nunca y los seudocientíficos han tenido que incorporar a sus equipos a neurofilósofo y neuropsicólogos entre otros para dilucidar el problema de la conciencia.

Referencias bibliográficas.

1. Platón. Fedón. Madrid: Tecnos; 2002.
2. Aristóteles. Acerca del alma. Madrid: Editorial Gredos; 1978.
3. De Teresa, J. Breve introducción al pensamiento de Descartes. México: Univ. Aut. Metropolitana; 2007.
4. Sánchez Meca, D. Teoría del conocimiento. Madrid: Dykinson; 2001.
5. Martínez Marzoa, F. Pasión tranquila (Ensayo sobre la filosofía de Hume). Madrid: Machado Libros; 2009.
6. Teruel, P. J. Mente, cerebro y antropología en Kant. Madrid: Tecnos; 2008.
7. Jones, E. Vida y obra de Sigmund Freud. Barcelona: Editorial Anagrama; 2003.
8. Blinderman, C., Joyce, D. The Huxley file. Url:
http://aleph0.clarku.edu/huxley/
9. Salas Ortueta, J., Martín F. Aproximaciones a la obra de William James: la formulación del pragmatismo. Madrid: Biblioteca Nueva; 2005.
10. Skinner, B. F. Sobre el conductismo. Barcelona: Martínez Roca; 1974.
11. Popper, K. El yo y su cerebro. Trabajo en colaboración con John Carew Eccles. Madrid: Editorial Labor; 1993.
12. Griffin, D. Animal Minds: Beyond Cognition to Consciousness. Chicago: The University Chicago Press; 2001.
13. Bechtel, W. Philosophy of mind: An overview for cognitive science. Hillsdale NJ: Erlbaum; 1988.