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Caracteristicas de la adolescencia como etapa vulnerable al habito de fumar
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Autor: Lic. Mirtha Fernandez Fleites
Publicado: 18/04/2007
 


La iniciación de los adolescentes ante el tabaquismo podría explicarse por diversos aspectos asociados a esta etapa de desarrollo, como el deseo de adoptar roles de adultos y las fuertes presiones sociales que caracterizan la adolescencia. Estas presiones sociales, las cuales parecen desempeñar un papel muy importante en el inicio de la conducta de fumar, incluyen la imitación de los padres, de modelos de adultos en la cotidianidad que lo admite, en los medios de comunicación, la publicidad y muy especial las presiones normativas de los grupos.


Caracteristicas de la adolescencia como etapa vulnerable al habito de fumar.

La iniciación de los adolescentes ante el tabaquismo podría explicarse por diversos aspectos asociados a esta etapa de desarrollo, como el deseo de adoptar roles de adultos y las fuertes presiones sociales que caracterizan la adolescencia. Estas presiones sociales, las cuales parecen desempeñar un papel muy importante en el inicio de la conducta de fumar, incluyen la imitación de los padres, de modelos de adultos en la cotidianidad que lo admite, en los medios de comunicación, la publicidad y muy especial las presiones normativas de los grupos1.

Dos principales incentivos destaca Robert E. Grinder en su artículo “Amenazas para la salud del adolescente” recogido en la compilación de Laura Domínguez Psicología del desarrollo: adolescencia y juventud para continuar fumando: los camaradas y los padres. Ya explicamos el sentido de dependencia y la necesidad de aceptación que el adolescente adquiere respecto al grupo. En los ejemplos concretos que este autor muestra, basado en sus estudios de campo, se constata que “si el mejor amigo fumaba o la hacía el grupo, influían notablemente en los hábitos del muchacho”2. La necesidad de integración, de adecuación a un grupo de camaradas, influenciado además por este sentido de la propaganda, es una de las causas que provoca la asunción de conductas o roles que pueden ser dañinos.

El modelo de los padres o familiares cercanos es sin dudas una influencia poderosa en el uso del tabaco. Grinder destaca también cómo es más probable que el adolescente fume cuando lo hacen ambos progenitores o los hermanos mayores. Esto se debe en primer lugar a que cuando el hábito es aceptado en la familia, entra a formar parte del proceso de socialización que tiene que ocurrir, se ve como algo normal, no se censura. En segundo lugar, sabemos la especial significación que tiene para el adolescente la asunción de roles de adultos (en la búsqueda de su identidad) sea en la imitación de sus padres o de amigos, maestros, figuras públicas, héroes del cine y la televisión. Desgraciadamente por todos es sabido que el ámbito profesional no es menoscabo para el hábito de fumar y que hay una gran cantidad de maestros, médicos -que debieran dar el ejemplo- que fuman. Otras de las conductas asociadas a este hábito es la tendencia del adolescente a formar esteriotipo sociales sobre el ser hombre o mujer y adoptar poses estereotipadas con el cigarro en la mano para “sentirse grande”, lo cual es afianzado por la publicidad. Algunos de los mitos del tabaco son que ayuda a relajarse, a descansar o tranquilizarse, a sentirse más seguro - que sabemos que no es así pues el verdadero efecto del tabaco sobre el sistema nervioso es de tipo excitatorio3 y otro peor es que ayuda a controlar el peso corporal, lo cual no es sino índice de intoxicación tabáquica (este mito se extiende más entre las mujeres, por razones obvias).

La rebeldía contra las prohibiciones, el rechazo de la dependencia infantil, la reacción que busca autoafirmación ante la autoridad de los padres puede conducir a la permanencia del hábito, como una forma de alcanzar la libertad, la independencia. Una característica psicológica propia del adolescente, es el sentimiento de “invulnerabilidad” asociado a una fase egocéntrica del desarrollo, y la “fábula personal “, asociada a características histriónicas4. Es poco probable, y Grinder así lo manifiesta, que un niño o un adolescente, vigoroso y lleno de vida, sienta como propias las consecuencias nocivas del cigarro - que por demás suelen ser tardías y repercuten en otras enfermedades - sino que le parecerán tan lejanas que no dará importancia a las pruebas. El está en pleno éxtasis de sus posibilidades físicas y mentales, en el apogeo de su actividad social, no teme afrontar el riesgo ni el peligro sino que al contrario, estas situaciones lo incentivan, lo atraen, lo ponen a prueba.

El desarrollo de conductas de carácter histriónico está relacionado con la tendencia a la imitación -sea de los padres o de modelos de adultos - a crearse historias, experimentar roles, creerse otra persona, en la que pueden influir los estereotipos formados en torno al tabaco que él quiere alcanzar, como los de una estrella de cine o un intelectual. La capacidad del adolescente de elaborar juicios propios a partir del desarrollo de su pensamiento lógico formal, repercute en la toma de decisiones propias y de sus acciones, de las que se hace “responsable” y que reafirman su individualidad y autonomía, decisiones entre las que puede encontrarse la de fumar. Los sentimientos de inseguridad, angustia, inestabilidad emocional, debilidad en la voluntad, en el sentido de cierto abatimiento ante las dificultades, sensación de fracaso son particularidades que pueden acentuar su susceptibilidad a la influencia de los medios y de otras conductas modelos. Más si conocemos que aun cuando en nuestro país se prohíbe la publicidad, por diversas vías penetran campañas publicitarias que tienen como blanco el adolescente o el niño, manifestándose en los últimos años un incremento importante en el número de adolescentes fumadores, así como en la disminución de la edad de inicio en el consumo de tabaco5.

Por todas estas razones se hace necesario implementar acciones de promoción específicamente en esta etapa, en la que el adolescente es más vulnerable y se encuentra envuelto en situaciones de riesgo. Cualquier política de prevención del tabaquismo debe de estar dirigida a este grupo de población, debe desarrollar medidas que impidan que los jóvenes comiencen a fumar, y no esperar a que sean ya fumadores adultos con síntomas de adicción y daños causados en su organismo. A nuestro juicio, teniendo en cuenta el lugar determinante que ocupa el grupo en el desarrollo de la personalidad del adolescente, consideramos que estas acciones preventivas pueden tener mayor efectividad cuando se realizan precisamente a nivel grupal. Dirigir concientemente las acciones educativas hacia el grupo permite, a través del intercambio mutuo y la participación continua, o sea, de la socialización, que se elaboren nociones o valores grupales que se convertirán luego en valores o nociones personales. Por eso resulta de vital importancia para los adultos y demás instituciones de educación y salud que se dediquen a esta tarea, conocer las características del grupo, la de sus líderes, sus normas y valores, y actuar sobre ellas, ya que van a ejercer una influencia decisiva en el adolescente, que con seguridad las hará suyas6.

Las ideas que los adolescentes suelen tener en torno al tabaco, son, por ejemplo: que produce placer, una sensación agradable, que ayuda a relajarse, descansar cuando están nerviosos o tensos, que da seguridad, confianza, una imagen atractiva de masculinidad, que es sensual, elegante, que ayuda a controlar el peso, que aparenta madurez y concentración, que todo el mundo lo hace, que es permitido. Y esto se ve reforzado por hechos concretos, que ya hemos mencionado, como su fácil adquisición, sus efectos tardíos sobre la salud que hacen que el adolescente no se sienta amenazado y que piense que “no le hace nada” - su práctica en profesores, familiares, dirigentes, médicos, personajes de novela, etc., su permanente reforzamiento social - fomentado por los compañeros y los medios publicitarios - que contribuyen a la formación de imágenes o creencias positivas en torno al tabaquismo. La intervención oportuna en estas ideas son las que pueden en un futuro modificar la conducta, y esto sobre todo en el caso de la adolescencia, que, como señalara Ramiro Amato es una etapa donde “junto con el proceso de socialización, se consolidan los hábitos y actitudes culturales que permanecerán en la edad adulta y por lo tanto existen oportunidades de intervención que deberían ser aprovechadas”5,7.

Por esta razones el Programa Nacional para la Prevención y el Control del Tabaquismo en Cuba8, incluye como uno de sus objetivos, priorizar la prevención en niños, adolescentes y jóvenes, a través de acciones como reforzar la educación curricular, capacitar y adiestrar a maestros y profesores y confeccionar materiales de apoyo, así como exigir el cumplimiento de la regulación vigente del Comercio Interior que prohíbe su venta a menores. Diversos autores plantean la necesidad de la planificación y ejecución de medidas preventivas y educativas en la comunidad y señalan que el médico y enfermera de la familia por estar tan vinculados con la misma, pueden desarrollar una importante labor preventiva en este sentido9. Se le concede gran importancia al ejemplo del médico, el psicólogo y maestro, así como a la influencia del grupo y de padres fumadores y coincide con la generalidad de los estudiosos en que esta práctica se inicia en la adolescencia o al principio de la edad adulta. Por su parte R. González3 concede gran importancia al aspecto preventivo en edades tempranas y enfatiza la importancia del ejemplo de los padres.

La iniciación en el consumo del tabaco se produce en la adolescencia. Cualquier política de prevención del tabaquismo debe estar dirigida a este grupo de población y debe desarrollar medidas que impidan que los jóvenes comiencen a fumar.10

Referencias bibliograficas:

1. BARRA E. Psicología de la Salud, Editorial Mediterráneo, Santiago de Chile. 2003
2. DOMÍNGUEZ L. Psicología del Desarrollo. Adolescencia y juventud. Selección de Lecturas, Editorial Félix Varela, La Habana. 2003
3. González R. Contra las adicciones. Clínica y terapéutica, Ed. Científico Técnica, La Habana. 2002
4. “LA ADOLESCENCIA” 2004 DISPONIBLE EN: WWW.CNICE.MECD.ES/RECURSOS2/E PADRES/HTML/ADLSCEN.HTM
5. AMATO R. “Consumo de Tabaco en la adolescencia: ¿Qué puede hacer el pediatra?”, Centro Rosarino de Estudios sobre Adolescencia, Rosario, Argentina, 2001. disponible: www.qdm.com.arfiracian .
6. NÚÑEZ DE VILLAVICENCIO F. Psicología y salud, Editorial Ciencias Médicas, Ciudad de La Habana. 2001
7. RIVERO M.”Adolescencia y familias”, Sociología y trabajo social aplicado, comp. Lourdes Urrutia, Editorial Félix Varela, 223-225. 2003
8. Programa Nacional para la prevención y control del Tabaquismo en Cuba Ministerio de Salud Pública, La Habana. 2001
9. BATISTA R, FEAL P. “Epidemiología en la atención primaria de Salud”, Temas de Medicina General Integral, V-I, Editorial Ciencias Médicas, La Habana.2001
10. Casas F. ”La prevención del tabaquismo”, Escuela de Enfermería y Fisioterapia de la Universidad de Alcalá, Madrid, 2004 www.cnice.mecd.es/recursos/primaria/transversales/tabaquismo.htm

Autores:

Lic. Mirtha Fernández Fleites*
Dra. Nérida Rodríguez Oliva**


* “Licenciada en Enfermería Master en desarrollo comunitario, profesora asistente del Instituto Superior de Ciencias Medicas , jefa de la Sala de Post-operatorio del Cardiocentro de Villa Clara Ernesto Che Guevara Miembro Titular de la Sociedad Cubana de Enfermeria.
**“Especialista en Epidemiología. Master en Salud Publica, Profesora asistente del Instituto Superior de Ciencias Medicas de Villa Clara, Vice Directora Técnica del Cardiocentro Ernesto Che Guevara.