El Curare en Venezuela visto por un misionero, un naturista y un cientifico
Autor: Dr. Daniel J. Sanchez Silva | Publicado:  13/06/2007 | Historia de la Medicina y la Enfermeria , Anestesiologia y Reanimacion | |
El Curare en Venezuela visto por un misionero, un naturista y un cientifico

RESUMEN

 

La Historia del Curare está  llena de magia y mitos, y es en esencia parte importante de nuestra historia Americana, pues los habitantes de nuestro continente defendieron sus dominios de los invasores europeos utilizando en sus flechas este mortal veneno oriundo de nuestras tierras. La anestesiología moderna le debe mucho a América latina en especial a la del sur pues de aquí se han extraído dos sustancias sin las cuales no fuera posible su práctica moderna. La primera es la Coca de donde se sintetizaron los anestésicos Locales y la segunda es el Curare de donde son extraídos los modernos relajantes musculares. El presente articulo pretende revisar la historia del curare en tres momentos del tiempo y visto por tres personajes diferentes en Venezuela. Primeramente un Misionero el padre José Gumilla quien paso mas de 20 años en las riveras del Orinoco y escribió dos libros significativos sobre el mismo: “EL ORINOCO ILUSTRADO” y “HISTORIA NATURAL, CIVIL Y GEOGRAFICA DE LAS NACIONES SITUADAS EN LAS RIVERAS DEL RIO ORINOCO”.  El segundo personaje que estudiaremos es un naturista el Friedrich Heinrich Alexander Barón de Humboldt quien viajo por estas tierras y escribió sobre este veneno. Y nuestro tercer personaje es el Dr. Marcel  Granier Doyeux, quien realizo un estudio muy serio y científico sobre este veneno. Es así como nos adentraremos desde lo más mítico hasta lo más científico en relación al curare y su maravillosa historia en estas tierras venezolanas.


El curare

Con la exploración del Nuevo mundo, durante el siglo XVI, llegaron a Europa noticias de un  Veneno Mortal utilizado en sus flechas por los indios de las cuencas del Amazonas y Orinoco en América del Sur, Veneno que producía Rápidamente la muerte de la Victima sin infectar la carne (1). Se trata de una sustancia venenosa, muy conocida y utilizada por los indígenas de América del Sur, para envenenar sus dardos y flechas que luego utilizan en la caza de sus presas. El curare es una masa pastosa de color pardo extraída de las cortezas de determinadas especies del género Strychnos toxifera, especie que crece abundantemente en las regiones del Orinoco y Amazonas. La principal propiedad del curare es la de paralizar los órganos terminales de los nervios motores, aún en dosis mínimas (2). El hombre occidental se interesó por una sustancia con la que algunas tribus aborígenes (los yanomamis, por ejemplo) impregnaban las puntas de sus flechas. Cuando alcanzaban a un animal le paralizaban los movimientos motores y reflejos sin alterarse su conciencia ni la sensibilidad (3). Realmente su mecanismo de acción consiste en unirse de manera competitiva y reversible a los receptores neuromusculares  impidiendo la contracción muscular. De esta manera el individuo queda paralizado y muere por asfixia mecánica al no poder contraer el diafragma, principal músculo de la respiración. Entre algunas notas sobre las que se hacen referencias sobre el curare podemos encontrar: 1510, Juan De la Cosa, ex-geógrafo de Colón, murió a causa de una flecha envenenada con curare, disparada por cerbatana. 1595, Sir Walter Raleigh describe en "El Descubrimiento del Grande, Rico y Bello Imperio de Guaiana", la primera descripción de la raíz tupara de la planta Strychnos toxifera y su producto el urari, más tarde curare. 1641, Acuña y Condamine, en Brasil, describieron los efectos del uiraery o curare en animales y en muchos de sus soldados (4). Es evidente que el Curare fascino a los conquistadores Españoles y fue parte de las leyendas de la conquista.

 

El padre José Gumilla

Nació el 3 mayo 1686, Cárcer (Valencia), España; Murió el 16 julio 1750, Los Llanos (Amazonas), Venezuela. Su vida está íntimamente vinculada a la historia del río Orinoco, sobre todo en su aspecto literario, económico y social. Defensor de las grandes reservas naturales de la Orinoquia, apeló con audacia a la responsabilidad de la Corte. Su obra representa el primer descubrimiento científico del misterioso Orinoco y se enmarca en la tradición social de Alonso de *Sandoval y Pedro *Claver, así como de la Universidad Javeriana, mientras influye en el *Tratado de Límites (1750) con sus ideas geográficas.

Cuando tenia 18 años vino como expedicionario a engrosar las filas de la gloriosa compañía de Jesús  que en el nuevo reino trabajaba para la catequización de los indígenas en el año de 1705. “Filosofo de primer año, mediano de cuerpo, señales de viruela, lunar pequeño junto al ojo derecho” (5).


Llegado al Nuevo Reino de Granada en la expedición de 1705, hizo filosofía y teología en la Universidad Javeriana de Bogotá y trabajó un año (1714) en Tunja (Boyacá) antes de convertirse en misionero de los Llanos. El primer periodo de sus treinta y cinco años es el más importante en el aspecto desarrollista de las reducciones de los Llanos y el Orinoco (1715-1737). Entonces se creó una nueva concepción misional, basada en la apertura y planificación, así como el diálogo con las demás órdenes religiosas. La experiencia de nueve años en el río Apure (1715.1724) le permitió reunir a familias del mundo betoye y crear la *reducción de San Ignacio, a orillas del Tame. Dos fueron los puntos de su estrategia misionera: la región de los lolacas y las tierras de los anabalis.


Parece paradójico que el tiempo de su superiorato (1724-1730) sea bastante oscuro en cuanto a la actividad personal, en contraposición a los resultados de la política misional que él mismo impulsaba. Durante este periodo empezó la misión del Meta, como el paso previo para el ingreso en el Orinoco, que se inició a finales de 1731. El 29 diciembre de este año, un decreto del gobernador de Trinidad autorizaba a los jesuitas la fundación de misiones entre los araucas en el cerro del Hacha, en las bocas del río Caroní. Un año después, jesuitas y capuchinos firman un convenio que fija el Caroní como frontera entre sus misiones y, en 1734, se sellará la Concordia, añadidos los franciscanos, entre las tres órdenes religiosas de la región.


La verdadera etapa de expansión de las misiones jesuitas entre los sálivas, el grupo estabilizador del área que tenía como centro las bocas del río Meta, se lleva a cabo entre 1731 y 1736. Aparte de los pueblos organizados y la fundación de Nuestra Señora de los Ángeles y Santa Teresa (1732-1733), fue necesario construir un fortín en San Javier (1736) para defenderse del ataque de los caribes. Al año siguiente, G abandonó las misiones para ser rector del colegio de Cartagena (1737-1738), después viceprovincial del Nuevo Reino por unos dos meses (1738) y, finalmente, procurador ante Madrid y Roma (1738-1743). Desde su regreso (1743) de Europa con siete jesuitas más, la falta de información oculta sus siete últimos años de vida, que concluyó en un lugar no especificado de los Llanos.


Según sus contemporáneos, su servicialidad y habilidades no tenían límites: lo mismo hacía de carpintero y albañil, escultor y pintor, que de abogado o médico. “El Padre Gumilla servía de carpintero, albañil, alarife, escultor, pintor, jugando con tal primor los instrumentos de cada arte, como si hubiera sido ella el único empleo de toda su vida. Era el primero en la obra y el más infatigable oficial. Fabrico puertas ventanas, adorno el templo de pintura de sus manos y en fin fue el que ejercitando los oficios de muchos, trabajaba por muchos” (Relación del padre Mimbela a D. Antonio Manso, Presidente de la audiencia de la Santa Fé, Archivo de Indias. 73.4.23. Astrain cit.)(5). Sus dotes de gobierno se manifestaban como expresión esencial de su espíritu: tanto en la estrategia militar para la defensa del Orinoco, como en su vida jesuita que le llevó a cargos de gobierno muy delicados. La proyección de su personalidad produjo un clima de adaptación insospechada, radicada en la psicología del medio ambiente. De ahí que el ensamblaje de sus concepciones crease ese ideario, inédito aún, que descubre en el ardiente aprecio de los valores americanos la solución generosa a una problemática de hermandad. Todo esto lo vitalizó su espíritu humanista con un carácter compacto de grandes bríos para la acción, siempre en dialéctica de ideas, y siempre torturado por la gestación de otras empresas.


La ideología, algo tímida y cautelosa, que aflora en sus escritos, no está aún sistematizada. Un pequeño esbozo se halla fundamentalmente en la primera parte de El Orinoco Ilustrado (Cáp. XXIV-XXV) y en diversos memoriales sobre el problema migratorio. Gumilla parte de un concepto comunitario del derecho: todos los bienes del universo están a disposición de todos los hombres. Las conclusiones las construye dentro de la perspectiva de una concepción nueva y dinámica del continente americano. En su planificación se distinguen dos coordenadas: vitalizar las fuerzas estáticas (planificación, personal, estancamiento de la riqueza) e injertar nuevas fuerzas dinámicas (inmigración, colonización, mestizaje). Todo su pensamiento se entronca en el profundo vitalismo de la unidad funcional del Universo.


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