El desarrollo psicomotriz en el primer año de vida.
Autor: Pablo Alberto Carrara | Publicado:  24/04/2006 | Pediatria y Neonatologia , Neurologia | |
Tono muscular

El tono muscular es definido por Barquer como un estado de tensión permanente de los músculos, de origen esencialmente reflejo, variable, cuya misión fundamental tiende al ajuste de las posturas locales y de la actividad general, y dentro del cual es posible distinguir de forma semiológica diferentes propiedades.

Cabe rescatar de esta definición que dicho tono, si bien expresa sus características a través de los músculos, es una actividad regida por el sistema nervioso central.

Es importante conoce la calidad tónica del niño desde las primeras etapas de la vida porque, como la cualidad de la función muscular parece jugar un rol vital no solamente en el estado neurológico actual del lactante sino también en la futura integridad de toda la función neurológica.

Es estudio semiológico del tono comienza con la inspección del niño desnudo, que informa, a su vez sobre su estado de nutrición y el volumen de sus músculos.

La consistencia de las masas musculares se aprecian por palpación y se mide con patrones personales dados por la experiencia de cada observador.

La maniobra semiológica consiste en tomar a plena mano la masa muscular en estudio (generalmente deltoides, bíceps o gemelos) evitando abarcar los huesos subyacentes.

Si se intenta pinzar los músculos con el índice y el pulgar es probable que se mida sólo la consistencia del panículo adiposo.

La consistencia muscular es, por lo común uniforme en los cuatro miembros. A pesar de esto es importante estudiarlos por separado para detectar diferencias que sean de significación clínica.

La mayor o menor dificultad que presentan los músculos y tendones a la movilización pasiva puede medirse en forma directa o indirecta.

La pasividad directa o resistencia a la movilización se aprecia actuando sobre el segmento corporal es estudio. Para determinarla en los músculos cervicales se moviliza la cabeza a distintas posiciones. En general, en el cuello, el plano extensor ofrece mayor resistencia que en el plano flexor. Es decir que cuesta más lograr la flexión de cabeza del niño que su extensión.

En los miembros predomina el tono del plano flexor, al menos durante el primer semestre. Este se constata al tomar en plena mano el segmento distal de un miembro y probar su resistencia al ser extendido. Normalmente es mucho mayor que la que opone a su flexión.

La pasividad indirecta se establece actuando sobre su segmento de cuerpo proximal en relación al segmento a evaluar.

Movilizando con suave balanceo se mide la mayor o menor amplitud de los desplazamientos que imprime al segmento distal.

Tomando al niño por el tronco, a ambos lados del tórax, puede provocarse el balanceo cefálico por movimientos de rotación, asimismo girando el tronco se mueven los miembros superiores o inferiores para observar la pasividad en brazos y muslos. Para buscarla en manos y pies se agitan respectivamente antebrazos y piernas.

La cabeza del recién nacido y del lactante muy pequeño muestra amplia pasividad indirecta, pero hacia el cuarto mes ya no casi se balancea al rotar el cuerpo. Ocurre lo inverso con lo miembros superiores e inferiores: el recién nacido muestra un máximo de resistencia, pero a fines del segundo semestre se observa una suelta pasividad indirecta.

La extensibilidad mide la elongación que sufren los músculos, tendones y ligamentos cuando se alejan pasivamente sus puntos de inserción.

A diferencia de la consistencia y la pasividad, la extensibilidad puede ser medida o expresada en números, que miden el ángulo que abren dos segmentos de miembros cuyos extremos son alejados.

Las maniobras afectan al tono flexor y extensor, e interesan preferentemente las articulaciones.

La extensibilidad de los músculos del cuello y del tronco es menor que la de los flexores de la misma zona. Si se suspende dorso arriba a un niño del primer trimestre la columna mantiene recta y hasta dibuja un ángulo cóncavo hacia arriba; suspendiéndolo dorso abajo, los músculos ventrales se extienden y el conjunto diseña una curva a concavidad inferior. Esta respuesta es más notoria en los músculos del cuello, donde reacciones laberínticas coadyuvan para mantener erecta la cabeza durante las suspensiones dorso arriba.

Para evaluar extensibilidad de músculos de hombros y en general de miembros superiores se hace la maniobra de la bufanda: fijando el tronco del niño se toma una de sus manos y se intenta rodear el cuello con el miembro superior. Normalmente el miembro no es tan extensible como para adosarse al cuello y mantiene sus angulaciones normales; así el ángulo del codo abarca como un compás el cuello, con el que no contacta.

En los miembros superiores se mide la extensibilidad del plano extensor flexionando al máximo los antebrazos sobre los brazos, por lo general, las muñecas llegan a contactar con los hombros durante los primeros meses. Extendiendo al máximo los antebrazos sobre los brazos se evalúa la extensibilidad del tono flexor. Habitualmente se llega a la línea recta después de vencer la resistencia que ofrece a la movilización pasiva.

Para determinar la extensibilidad de los músculos aductores de los muslos, estando el niño en decúbito dorsal se flexionan sus piernas sobre los muslos y se separan al máximo las rodillas. El ángulo abierto entre los muslos, con vértice en el pubis, que no sobrepasa los 90° durante el primer trimestre, se va ampliando progresivamente hasta un máximo de 120° a 160° a fines del primer año.

Pero para evaluar la extensibilidad, la maniobra más útil es la de Lemaire y Desbusquois, divulgado por Koupernik. Consiste en medir el ángulo poplíteo de un niño mantenido en decúbito dorsal, firmemente apoyados dorso y glúteos sobre el plano de la camilla: se flexionan al máximo los muslos sobre el abdomen y, tomando los pies, se procura aproximarlos al rostro abriendo al máximo el ángulo poplíteo, de esta manera se lega a un punto en donde no se debe extender más las piernas.

Durante el primer trimestre el ángulo es de 90°, en el segundo es de 120° y más allá de los 6 meses es de 150° a 170°.

Durante el primer años de vida el tono muscular muestra amplias variantes como parte del proceso madurativo. Los neonatos suelen presentar tono muscular muy elevado. La superación del parto y las dificultades de adaptación hace que hayan variaciones en el tono muscular entre uno y otro niño, pero por lo común el recién nacido presenta un período de hipotonía generalizada desde el primer al tercer día. Luego van recobrando su tono muscular para alcanzar al cuarto o quinto día, valores máximos que los acompañarán durante los meses subsiguientes. La consistencia de las masas musculares se hacen firmes y casi no se logra balanceo de miembros, cuya extensibilidad así como la del tronco, es mínima.

A fines del tercer mes, o en el curso del cuarto, comienza una suave y progresiva caída o descenso del tono muscular que recién se detendrá pasando el año de vida; a esa edad hay hipotonía fisiológica determinante del pie plano y del genu valgo de los pequeños que comienzan a deambular.

Normalmente hay concordancia con las tres propiedades del tono muscular. Los lactantes con masas musculares consistentes presentan elevada resistencia a la movilidad pasiva, escaso balanceo y extensibilidad pasiva. Característicamente inversas se asocian con los lactantes de músculos poco consistentes.

El tono muscular evoluciona en el curso de los meses manteniendo cierto paralelismo entre sus propiedades, particularmente pasividad y extensibilidad. La consistencia es más independiente ya que pueden modificarla por separado factores nutricionales y metabólicos.

En general no existe asimetrías entre el tono muscular de ambos hemicuerpos; no obstante, particularmente durante los tres primeros meses, las aferencia provenientes de las terminaciones de los nervios cervicales suelen inducir respuestas tónicas diferentes según el lado hacia el cual está vuelta la cabeza. Casi siempre el plano flexor se encuentra más extensible del lado mandibular que del nucal.

El tono muscular tiene variaciones fisiológicas. Durante el sueño disminuye y durante el llanto se exalta.

La calidad del tono muscular constituye una característica inherente a cada niño, puesto que dentro de los límites normales para las distintas edades hay múltiples matices individuales. Estas variantes son particularmente notorias a través de las actitudes, en las cuales se percibe el sello con que el tono en acción modifica los reflejos posturales. Los niños con músculos de consistencia elevada, pasividad y extensibilidad escasas mantienen en estado de vigilia una franca actitud antigravitatoria: el cuerpo se destaca, bien perfilado sobre el plano de la camilla, y los miembros están flexionados y abducidos. En cambio, los niños con tendencia a la hipotonía parecen adaptar su masa corporal a las formas del plano sobre el que se apoyan y los miembros, abducidos, quedan laxamente flexionados.

Las emociones se expresan a través de sutiles variantes de tono y de las actitudes. Pero la calidad tónica del niño no determina solamente cómo es visto por los demás, sino cómo se siente a sí mismo, cómo asimila los datos que le proporciona su propioceptividad para la elaboración de la imagen de su cuerpo y, asimismo, cómo él ve y se siente al mundo.

La percepción está regida por una actitud general y cambia cuando cambia la actitud, s que tiene su fuente en las profundidades de las cuales surge la actividad total del ser vivo.


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