Todo aquel que profesa alguna ciencia, no puede darse el lujo de ver en ella más que lo que tiene delante, pues cada investigación tiene una base informativa antes de emprenderse. Es por ello que el amor a una ciencia implica, además de disfrutar sus aciertos, sufrir sus inconvenientes, ya no sólo en el momento presente o en el futuro, sino también durante su evolución en el tiempo y en el espacio.