Para las personas que viven con alguno de estos trastornos, el día a día representa un suplicio, una lucha interna de aceptación e inconformidad. La culpa, vergüenza, rechazo y frustración son elementos que acompañan al paciente a lo largo de su enfermedad, convirtiendo algo tan básico y natural como la alimentación, en un ente que representa su peor enemigo.