El cuadro clínico más habitual es un dolor lancinante, paroxístico, de breve duración, tipo eléctrico, con zonas cutáneas que su estímulo desencadena el cuadro doloroso. Su diagnóstico diferencial en ocasiones es muy difícil de realizar por la gran cantidad de otras patologías con dolores similares. El tratamiento médico actual se basa en medicación antiepiléptica con unos resultados satisfactorios en torno al 70%.