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Protocolo de investigación: Internet como nueva herramienta enfermera para la prevención de los trastornos de la conducta alimentaria en mujeres jóvenes

Protocolo de investigación: Internet como nueva herramienta enfermera para la prevención de los trastornos de la conducta alimentaria en mujeres jóvenes

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) se han convertido en las últimas décadas en un importante foco de interés para la investigación básica y clínica. El interés ha surgido como una evidente necesidad de prevenir y dar respuesta terapéutica a situaciones que afectan a sectores importantes de la población.

Protocolo de investigación: Internet como nueva herramienta enfermera para la prevención de los trastornos de la conducta alimentaria en mujeres jóvenes

María Garrido Piosa. Enfermera en pediatría en el Hospital Raymon Poincaré (Paris). Máster en Ciencias de la Enfermería de la Universidad de Huelva.

Ossama Nasser Laaoula. Enfermero en pediatría en el Hospital Ambroise Paré (Paris). Máster en Ciencias de la Enfermería de la Universidad de Almería.

Palabras clave: internet, trastornos de la conducta alimentaria, prevención, salud mental

INTRODUCCIÓN:

La conducta alimentaria normal y sus desviaciones patológicas sólo pueden comprenderse si se estudian bajo el enfoque biopsicosocial. Estos trastornos se clasifican en tres subtipos según el DSM-IV: anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y trastorno alimentario no especificado (1). De forma similar, vienen definidos según criterios en la Clasificación Internacional de Enfermedades, CIE-10.

La bibliografía consultada indica que el inicio de los cuadros ocurre habitualmente en la adolescencia o al inicio de la edad adulta, y mayoritariamente en el género femenino (2-3). No por ello se debe olvidar que los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) también pueden existir en el contexto masculino. En la etapa de la juventud, ciertos deportes pueden hacer a los chicos vulnerables de desarrollar este tipo de trastornos. También a esta edad los patrones de imagen corporal y desarrollo sexual pueden intervenir en la modificación de hábitos alimentarios saludables previos (4). Además, los medios de comunicación y la moda, bombardean la sociedad con prototipos de belleza que los adolescentes intentan alcanzar, poniendo en riesgo su salud y modificando sus hábitos alimentarios para poder alcanzar dicho prototipo de belleza.

La incidencia de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) ha ido aumentando desde los años 60 del siglo XX en EE.UU. y parte de Europa. En la actualidad, este tipo de trastornos se están extendiendo hacia países menos desarrollados en relación con la adquisición de estilos de vida y hábitos alimentarios del mundo occidental (5). En España los estudios llevados a cabo hasta ahora coinciden en mostrar una tasa de prevalencia de casos de trastornos de la conducta alimentaria (TCA) en la población adolescente alrededor del 4,5%.

En concreto, en el estudio de prevalencia de casos de trastornos de la conducta alimentaria (TCA) realizado en jóvenes adolescentes de 15 a 18 años en la Comunidad de Madrid durante el año 2000-01 se obtuvo una prevalencia acumulada de casos actuales de 3,7% y de población de riesgo del 7,6%. Según el informe de vigilancia epidemiológica de trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y conductas relacionadas del 2004 de la CAM, los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) suponen la primera causa de ingreso hospitalario por trastorno mental en mujeres entre 15 y 24 años, siendo la anorexia nerviosa la causa más importante de ingreso por trastorno mental en el grupo de edad mencionado. En estos ingresos la proporción de mujeres es cercana a un 90%. La edad media de los ingresos es de 22,6 años y existe un importante número de casos de reingresos. La estancia media de los ingresos por trastornos de la conducta alimentaria (TCA) en residentes en la CM es de 20,9 días, correspondiendo la mayor estancia media a pacientes con anorexia nerviosa.

Asimismo, se observa que los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) presentan una alta comorbilidad con otros trastornos mentales (6-8). Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) se consideran en la actualidad trastornos de etiología multicausal, pudiendo influir factores no modificables o difícilmente modificables (como son: rasgos previos de personalidad, aspectos estructurales y dinámicos familiares, patrones culturales y estéticos imperantes en nuestra sociedad, o una posible predisposición genética) y otros que sí son modificables (como son concepción negativa de la propia figura, realización de prácticas perjudiciales en relación a la conducta alimentaria o sintomatología depresiva). Esto ha de tenerse en cuenta a la hora de desarrollar programas que pretendan prevenir los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) incidiendo sobre los factores de riesgo.

La concepción negativa de la imagen corporal incluyendo actitudes, sentimientos y percepciones acerca del propio peso y la figura constituye el factor de riesgo modificable más importante para el desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria (TCA), pues éstos son una de las consecuencias de la búsqueda de un cuerpo perfecto, condicionada por los modelos estéticos de delgadez (9). Por tanto, debe tenerse en cuenta la percepción negativa de la imagen corporal como factor clave a la hora de seleccionar población en riesgo de desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria (TCA). En el 2004 un 36,9% de las chicas y un 16,7% de los chicos se perciben con sobrepeso u obesidad, teniendo en cuenta datos estadísticos de la CAM, lo cual indica que la preocupación por el peso o figura corporal es muy frecuente en esta población (6).

La realización de conductas patológicas con el fin de controlar el peso es asimismo un importante factor de riesgo modificable (7). Siguiendo con datos del 2004 en la CAM, el 35,4% de las chicas y el 7,3% de los chicos refieren la realización de dietas para adelgazar de forma autónoma, siendo ésta la conducta más frecuente. Una de cada diez adolescentes se ha provocado el vómito para perder pero, lo cual nos da una idea de la frecuencia de este tipo de prácticas entre la población juvenil (6).

Además de la realización de prácticas perjudiciales en relación a la conducta alimentaria y de la concepción negativa de la imagen corporal, se considera también