Inicio > Otras especialidades > Paternidad y pareja

Paternidad y pareja

Paternidad y pareja

Aunque el embarazo, parto y lactancia son procesos esencialmente femeninos, el papel del padre es muy importante como figura de apoyo y protección y constituye una figura esencial en el apego con el bebé. El padre puede y debe implicarse en los procesos de embarazo, parto y lactancia que suponen importantes cambios físicos y emocionales para la mujer, brindándoles apoyo y respeto en sus decisiones y protección frente a las agresiones e interferencias del entorno. Para ello es importante instruir a los niños desde pequeños para que, de adultos puedan apoyar a su pareja en estos importantes momentos.

Paternidad y pareja

AUTORAS:

  1. Raquel Gómez Ruiz. Matrona Hospital Reina Sofía de Tudela
  2. Virginia Ezquerro Cordón. Matrona Hospital Reina Sofía de Tudela
  3. Lydia Salcedo Clemos. Matrona Hospital Reina Sofía de Tudela
  4. Beatriz Bonet Pérez. Matrona Hospital Reina Sofía de Tudela

RESUMEN

Diversos estudios reflejan que la preparación paterna es importante para la lactancia ya que las mujeres cuyas parejas han sido informadas de los beneficios de la lactancia materna la mantienen más tiempo.

Frente a un modelo idealizado de “mitificación de la maternidad”, de idealización de la maternidad y de los lazos entre la madre y los hijos surge, actualmente, un modelo alternativo en torno a la parentalidad que se presenta como ejemplar o deseable y que prescribe una mayor presencia de los padres y su participación equilibrada en el cuidado de los hijos. Se trata de dar una nueva dimensión a la paternidad, incorporando al padre a las tareas de crianza y educación que habitualmente sólo realizaba la madre.

La corresponsabilidad real y efectiva entre todas las partes permitirá avanzar hacia un modelo de vida más igualitario en el que se garantice el desarrollo personal, familiar y social de todos y todas. La maternidad y paternidad compartida representa un avance importante, proporciona la oportunidad de unas relaciones más igualitarias y nuevos modelos de socialización en la educación de los hijos e hijas.

CONTEXTO. SITUACIÓN ACTUAL

El concepto de padre a través de la historia ha ido evolucionando paralelamente al de familia constituyendo un concepto de maternidad y de paternidad dinámico diferente en función de la época y sociedad que observemos.

De este modo, antes del padre existía el cabeza o jefe, fundador de una tribu o un clan. Después vendrá el hombre que pueda tener hijos con una mujer. Nace el concepto de padre y de aquí el de familia.

La parentalidad es más que un hecho biológico. Es un hecho cultural que acaece en un proceso de construcción y de definición social acerca de lo que se considera qué es la paternidad y la maternidad. Ambas realidades, paternidad y maternidad, se construyen en el entramado de las relaciones sociales.

Desde el punto de vista de la paternidad, la relación o vínculo de apego con el padre, figura importante para el normal desarrollo evolutivo de todo hijo, no se ha conceptualizado en términos de importancia tanto como lo ha sido para el caso de la relación madre-hijo.

Las diferencias son transformadas por la cultura creando un concepto de paternidad al que le acompañan tres características de índole ideológico, jurídico y social, que en la historia han estructurado socialmente las relaciones familiares en general y particularmente las que se establecen entre padre e hijo:

  1. Ideológica: el padre se ha constituido históricamente como el pater-familiae, dueño de la prole y proveedor de la misma, símbolo de la autoridad y del poder. Es lo que se ha venido a llamar las tres P de la figura y funciones del padre: preñador, proveedor y protector.
  2. Jurídico: El padre es el cabeza de familia, titular de la patria potestad, y de los derechos sobre la prole, al que van anexas obligaciones de carácter material e instrumental.
  3. Social: El padre es comprendido socialmente como un ser periférico, definido por su exterioridad. El es siempre periférico, ajeno a las funciones nutrientes, emocionales y afectivas del hijo, en cuya vida se le permite entrar cuando alcanza cierta autonomía y emancipación.

El hombre actual está construyendo el concepto de “nuevo padre” en parte por voluntad propia y en parte por las presiones socioculturales que le rodean; así se esperaría de un padre:

– Que se aleje lo más posible de la imagen de un padre autoritario.

– Que no tenga una actitud directriz, ni directamente dominante (siendo el niño el que muchas veces «dirija» el desarrollo).

– Que a veces anteponga los «derechos» del niño a sus propios deseos (para evitarle sufrimientos o traumas en su desarrollo).

– Que sea «amigo» de su hijo, borrando las diferencias generacionales.

– Que delegue precozmente en otros técnicos parte de la educación del niño (y no en las experiencias de sus mayores, abuelos, ni de sí mismos como padres).

La mujer, por otra parte, tiene sus propias expectativas sobre sí misma y sobre su pareja en el papel de padre, que normalmente no coinciden del todo.

Ya durante el mismo proceso de acceder a la maternidad o la paternidad las diferencias entre ambos sexos se ponen de manifiesto en todos los niveles de esta transición evolutiva, de forma que, tanto en el plano individual como en el relacional, varones y mujeres caminan a ritmos distintos y experimentan procesos de cambio y continuidad significativamente diferentes.

No es extraño encontrar tensiones entre parejas que no benefician en absoluto al desarrollo psicosocial del recién nacido. La mujer es la que más frecuentemente critica la actuación de su pareja como integrante de la nueva familia considerando que no se involucra suficientemente en la crianza, ocupándose de ésta sólo cuando ella no está. Es importante plantear nuevas estrategias para hacer comprender a hombres y mujeres que no basta la democratización en lo público, sino que también hay que llevarla a lo doméstico.

Una vinculación precoz beneficia al futuro hijo antes del nacimiento y tras éste le ayudará a desarrollar su personalidad, autoestima e identidad sexual.

El padre debe acompañar a la madre durante todo el embarazo, proporcionándole tranquilidad y amor. Compartir activamente con su pareja la entrada al mundo de su hijo, si se está preparado para ello, y ser capaz desde el principio de ejercer su papel de “separador” buscando la autonomía y máximo desarrollo de ese niño, creando un clima de armonía, seguridad, amor en la triada madre-hijo-padre.

LA FIGURA DEL PADRE EN EL EMBARAZO

Al modelo tradicional de familia, en el que la mayoría de las parejas se han educado, se añaden nuevos modelos de relación de pareja basados en expectativas de igualdad un tanto idealizadas. Como consecuencia, a la pareja de hoy se le exige no sólo ser mejores amigos, compañeros íntimos y cónyuges sexuales, sino la realización profesional o laboral de ambos fuera del hogar y la mutua participación en el cuidado y educación de los hijos.

Entre los factores que influyen en la adaptación a la nueva paternidad se encuentran: el tipo de relación y la comunicación existente entre la pareja, las experiencias vividas en torno a este tema dentro de su círculo social, el grado de madurez y desarrollo de los futuros padres, y el acceso a los recursos de apoyo.

Los temores que el hombre manifiesta más frecuentemente ante su nueva paternidad son: ansiedad por el sostenimiento económico de la familia, dudas sobre su capacidad de desarrollar el nuevo rol de padre, miedo a la pérdida de la madre y/o el hijo durante el parto y ansiedad por cómo afectará a la pareja la nueva situación.

Los hombres pueden asumir su nuevo rol de padres en diferentes momentos del embarazo: en el mismo momento en que reciben la noticia, en la primera ecografía, en la percepción de los primeros movimientos, o incluso en el mismo nacimiento. Es, a partir de entonces cuando comienzan a reajustar sus hábitos y costumbres, teniendo en cuenta al recién nacido.

El padre vive los cambios