Resulta notorio que la asistencia sanitaria se ha convertido en un elemento fundamental para la mejora de la calidad y esperanza de vida de los individuos. Los avances científicos y tecnológicos han conseguido aumentar la efectividad de la misma, mejorándola en términos de calidad y seguridad. Sin embargo, este proceso de evolución supone de una manera casi inevitable el aumento de la complejidad de la práctica asistencial favoreciendo la aparición de acontecimientos adversos derivados de la misma.