Somos muy felices en nuestra infancia y juventud, para ir decayendo y ser menos felices cuando llegamos a la llamada crisis de los 40 (arrugas, canas, michelines, análisis, reflexión sobre los fracasos y éxitos profesionales y personales). Asociando felicidad a juventud, pensamos que a los 40 empieza la cuesta abajo. Aunque las encuestas dicen que la felicidad subjetiva mejora y va aumentando conforme envejecemos. La vejez no sólo trae consigo enfermedad, sino también felicidad. No es envejecer lo que resta felicidad, sino las circunstancias que se asocian al envejecimiento.