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Humidificación en oxigenoterapia, cuándo sí y cuándo no

Humidificación en oxigenoterapia, cuándo sí y cuándo no

Resumen

La utilización de oxigenoterapia es una práctica común en la sanidad puesto que su objetivo es evitar la hipoxemia del paciente, ya sea de forma aguda o crónica. Este aporte de oxigeno se realiza sin calentar ni humidificar el gas, lo que provoca daños en la mucosa bronquial.

Humidificación en oxigenoterapia, cuándo sí y cuándo no

1 INÉS JULIAN GARCÍA (DUE)

2 EZEQUIEL MONTERO GARCÍA (DUE)

3 MARTA MANERO SOLANAS (DUE, máster gerontología social)

4 SERGIO GALARRETA APERTE (DUE)

5 BEGOÑA LÓPEZ ZAPATER (DUE).

Para evitar esos daños se utilizan los humidificadores de oxígeno, cuyo funcionamiento y momento de utilización debe ser conocida por el personal sanitario para hacer más efectiva la humidificación.

Palabras clave: Humidificación, oxigenoterapia, hipoxemia, humidificador.

El aporte de oxígeno constituye una herramienta esencial en el tratamiento de la insuficiencia respiratoria, ya sea en fase aguda, en las que su uso está ampliamente aceptado, o crónica, situaciones en las que la utilización de esta técnica está en auge. El oxígeno puede administrarse de forma no invasiva, ya sea a por medio de cánulas nasales, mascarillas (con efecto Venturi o con reservorio), ventiladores no invasivos (BiPap o CPAP) o de forma invasiva, a través de un tubo endotraqueal o nasotraqueal.

La oxigenoterapia tiene como objetivos la oxigenación tisular y, por tanto, evitar la hipoxemia y el déficit del aporte de oxígeno a los tejidos, circunstancia que se considera cuando la presión parcial de oxígeno (pO2) disminuye por debajo de 60mmHg y que se correlaciona con una saturación de oxígeno (SO2) inferior al 90%. Esta situación, en la que se ve afectado el aporte de oxígeno a los tejidos, se corrige aumentando la fracción inspirada de oxígeno (FiO2), con uno u otro dispositivo de oxigenoterapia en dependencia de la situación del paciente y los resultados clínicos que se desean alcanzar.

El aporte de oxígeno suele hacerse a un flujo inferior a 15 litros por minuto debido a las características físicas de los dispositivos que se utilizan y tiene, como dos grandes inconvenientes, que el oxígeno se aporta sin calentar ni humidificar. El gas no humidificado provoca que las mucosas y las secreciones bronquiales se sequen y se hagan más espesas, dificultando su expulsión. Además al aplicar aire sin calentar directamente sobre la mucosa, se produce una respuesta protectora de broncoconstricción.

El aporte de gas calentado y humidificado produce una mejora en la expulsión de secreciones debido a su aclaramiento y mejora la compliance y la elastancia pulmonar, a la vez que reduce el trabajo metabólico que supondría calentar y humidificar el aire para adaptarlo a las condiciones corporales. Este acondicionamiento sucede en las vías respiratorias altas y, pocos centímetros tras la carina es donde se considera que ha alcanzado las condiciones óptimas.

¿Cómo funciona un humidificador?

La gran mayoría de humidificadores constan de un tanque de agua destilada a través de la cual el flujo de oxígeno pasa al humidificador por la toma de entrada, aumenta su humedad relativa y sale, por la toma de salida, hacia el paciente.

Los humidificadores pueden utilizarse con todo tipo de dispositivos para oxigenoterapia, ya sea para los que utilizan la vía respiratoria natural del paciente o para los que utilizan una vía artificial, como pueden ser una traqueostomía o un tubo endotraqueal.

Parece ser, pues, que la humidificación y el calentamiento del oxígeno debería ser una práctica obligada en todo paciente que recibe oxigenoterapia. Sin embargo, la utilización de éstas técnicas, además de suponer un coste añadido, no está exenta de riesgos, ya que el depósito de agua destilada puede funcionar como caldo de cultivo para el crecimiento de colonias bacterianas y la presencia de una entrada y salida del flujo de gas a través del humidificador conlleva asociada la posibilidad de fugas de oxígeno.

¿Qué pacientes necesitan humidificación?

En la mayoría de hospitales y sistemas sanitarios no existe consenso sobre cuándo y cómo utilizar la humidificación. Sin embargo, debido a los riesgos que acarrea la misma, en caso de que se utilicen humidificadores de forma protocolizada a todos los pacientes en tratamiento con oxigenoterapia, debe mantenerse una estrecha vigilancia para evitar la aparición de colonias bacterianas, cambiar los humidificadores entre paciente y paciente y de forma periódica, para evitar su contaminación.

El uso de humidificadores va a depender, por tanto, del flujo de oxígeno, el método utilizado para su administración y si las vías respiratorias naturales están intactas.

En el caso de la vía aérea difícil la utilización de humidificador no crea duda. Al no poder entrar en funcionamiento los medios de humidificación y calentador naturales es necesario humidificar el oxígeno para evitar que las secreciones se espesen, sean más difíciles de expulsar y obstruyan la vía aérea artificial.

Cuando se utilizan gafas nasales, con flujos no superiores a 4-5 litros por minuto, no es necesario humidificar el oxígeno ya que la cantidad inhalada a través de este dispositivo supone un bajo porcentaje del aire inspirado del paciente, debido a que éste puede respirar por la boca. Además, por las características físicas de las gafas nasales, el porcentaje de humedad que adquiere el oxígeno es muy bajo.

Cuando el flujo al que se administra el oxígeno es superior a 5 litros por minuto, generalmente en mascarillas con efecto Venturi o reservorio (en gafas nasales es difícil alcanzar flujos superiores debido a las características físicas de las mismas) sí es necesario utilizar un gas humidificado y optimizado para evitar los problemas que conlleva la oxigenación con gas seco.

Conclusiones

La utilización de humidificadores lleva asociada cierta controversia y no existe consenso entre hospitales ni entre servicios del mismo hospital.

Siempre que se humidifique el oxígeno que recibe el paciente es necesario llevar un control estricto sobre los aparatos humidificadores para evitar la colonización bacteriana. Esto se realiza cambiando los dispositivos de forma periódica, reglada según protocolos internos y entre paciente y paciente.

En todos los casos, sobre todo en los que no es necesario humidificar el aire, es primordial conseguir que el paciente tenga la mucosa oral correctamente hidratada, lo que puede realizarse a través de enjuagues bucales, una correcta hidratación tisular y humidificando el ambiente en el que se encuentra el paciente, principalmente si se trata de espacios cerrados en los que se utiliza calefacción, ya que esto aumenta la sequedad del aire.

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