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El herpes zoster en el anciano

El herpes zoster en el anciano

Resumen

Los trastornos cutáneos, son un problema frecuente en las personas de edad avanzada, considerándose que un 40%, y en algunos estudios hasta un 60%, de los ancianos presentan algún tipo de patología cutánea.

El herpes zoster en el anciano

José Iglesias Moya, Enfermero

Palabras clave: Herpes zoster, anciano, institucionalizado, piel. Herpes zoster, elderly, institutionalized skin.

Abstract:

Skin disorders are a common problem in the elderly, considering that 40%, and in some studies up to 60% of the elderly have some type of skin disease.

Introducción

Las infecciones de piel y tejidos blandos constituyen la tercera causa más frecuente de infecciones, tras las urinarias y las respiratorias. En los mayores son más frecuentes que en la población general. Las infecciones de piel son más frecuentes en las personas institucionalizadas en las que encontramos un mayor número de factores de riesgo, como inmunodepresión, malnutrición, diabetes, coexistencia de afecciones crónicas o incontinencia fecal. (1)

Los trastornos cutáneos, son un problema frecuente en las personas de edad avanzada, considerándose que un 40%, y en algunos estudios hasta un 60%, de los ancianos presentan algún tipo de patología cutánea. (2)

En las residencias, el 10% de los pacientes que siguen un tratamiento antibiótico lo realiza por una infección de piel o tejidos blandos. (1)

Cambios Fisiológicos del envejecimiento cutáneo

La piel es el primer órgano en envejecer, y por ser visible, parece ser un buen indicador de la edad biológica del individuo aunque no siempre se corresponda con la edad cronológica. Esto es así, porque participa y refleja las alteraciones que existen en el organismo, con el paso de los años, mediante cambios irreversibles en su estructura y funcionamiento.

Cambios:

–                          Adelgazamiento de la superficie cutánea, en un 15% a partir de los 60 años.

–                          La dermis pierde un 20% de su espesor.

–                          Disminución de la elasticidad y flexibilidad.

–                          Disminución de la producción de sebo y aumento de la permeabilidad.

–                          Se pierden 10-20% de melanocitos por década.

–                          Menor número de glándulas sudoríparas.

–                          Deterioro de la respuesta inmune relativa de la célula.

–                          Alteración de la percepción sensorial.

–                          Disminución del tejido adiposo.

–                          Disminución del espesor y de la velocidad de crecimiento de las uñas.

–                          Alteración de los vasos sanguíneos y disminución de su número.

–                          Alteraciones del pelo.

Consecuencias:

–                          Mayor fragilidad y menor eficacia como barrera.

–                          Profundización de los surcos.

–                          Se seca más la piel y menor curtido.

–                          Termorregulación ante el calor menos eficaz, con tendencia a la hipotermia o golpe de calor en temperaturas extremas.

–                          Infecciones crónicas más frecuentes.

–                          Aumenta el umbral doloroso.

–                          Menor resistencia a pequeños traumas y tendencia al frío.

–                          Aumenta la fragilidad de las uñas y se vuelven más amarillas, con estrías.

–                          Facilidad de rotura de los vasos ante mínimos traumatismos, y son más patentes.

–                          Frialdad cutánea, alteración de la respuesta inflamatoria, cicatrización lenta y anómala.

–                          Crecimiento del vello en las cejas, orificios nasales y del conducto auditivo externo, y parte anterior del tórax en los hombres. Crecimiento del vello en el área del bigote y barbilla en las mujeres.

–                          Despigmentación con encanecimiento, aumento del grosor del pelo.

–                          Disminución del número de folículos por cm2 del cuero cabelludo. (3)

Como en otros procesos infecciosos, en el anciano se produce una respuesta febril e inflamatoria más pobre, que puede enmascararse en el cuadro clínico general. Por ello es más frecuente su diagnóstico en estadios avanzados, la evolución es más tórpida y las complicaciones, como la aparición de bacteriemia y sepsis, son más frecuentes. Las infecciones de la piel más frecuentes en los mayores son las bacterianas por grampositivos, intertrigo, herpes y onicomicosis. En un anciano en estado séptico debe descartarse un origen dérmico explorando cuidadosamente la piel. La bacteriemia por estreptococo B en ancianos se asocia a una mortalidad de un 15%; las tasas de incidencia y de mortalidad son más altas en el medio residencial que en el comunitario.

El punto de entrada más frecuente de las infecciones de la piel son las soluciones de continuidad por pequeñas heridas, aunque también lo pueden ser traumatismos o heridas quirúrgicas. La piel tiene un acceso visual excelente, que permite un acercamiento diagnóstico inicial que debe basarse en 2 pilares: aspecto de la herida y contexto clínico. La exploración nos debe acercar a sospechar el posible agente etiológico y a recomendar el tratamiento inicial de manera temprana. Sin embargo, es necesario llegar al diagnóstico etiológico siempre que sea posible, lo que comportará los beneficios de un tratamiento específico. El conocimiento y la utilización adecuada de tratamientos tópicos, como antisépticos, antibióticos, desbridantes, cicatrizantes, etc., son la base para complementar una intervención eficiente.

Los brotes infecciosos en el medio residencial no