Las enfermedades crónicas como la diabetes, el SIDA, la artritis, etc. tienen diversos tratamientos eficaces para sus efectos físicos, pero a nivel de salud mental y emocional no se tiene el mismo nivel de consideración.
Es decir que cuando recibimos la noticia de que tenemos una enfermedad crónica todo nuestro hincapié está puesto en apaciguar los efectos físicos de la enfermedad porque nos urge, pero nos olvidamos de cómo repercute en nuestra salud psíquica y cómo ésta repercute sobre la enfermedad física.
En un primer momento cuando se recibe la noticia se produce una conmoción emocional tal que nos desequilibra.
Podemos recordar aquí las etapas del duelo de que hemos hablado en otro artículo.
Al enfrentarnos al diagnóstico comenzamos con un período de negación e incertidumbre sobre nuestro presente y futuro.
En algunos casos, la enfermedad más allá de ser permanente puede empeorar gradualmente por lo que la sensación de pérdida e incertidumbre son mayores.
En cambio otras enfermedades se mantienen o reciben una mejoría con el paso del tiempo, lo cual nos da un poco más de alivio para soportar el presente diagnóstico.
A medida que pasa el tiempo nos vamos encontrando con los efectos de la enfermedad sobre nuestra vida cotidiana, generando un estado de estrés, con sus consecuencias propias, más allá de la enfermedad misma.
Éstos cambios pueden deberse a limitaciones físicas, alimenticias, tratamientos medicinales fuertes y costosos, y demás, pero fundamentalmente se genera un cambio forzoso de estilo de vida.
También se generan cambios a nivel social, ya que es posible que ya no podamos desempeñar el mismo empleo, o los efectos físicos no me permitan salir tanto de casa, o las relaciones interpersonales se vean más coartadas.
Todos éstos efectos en el ámbito de la vida cotidiana producen en el enfermo estrés, tensión, ansiedad, tristeza, decaimiento, depresión, quitando así al paciente la energía emocional que necesita para afrontar la enfermedad misma.
Ésta falta de bienestar emocional puede atrasar el progreso de recuperación y empeorar tanto de los síntomas propios de la enfermedad como del estado físico general.
De ésta forma se genera un círculo vicioso de empobrecimiento entre los efectos adversos físicos y los emocionales.
Apoyo de un psicólogo
Por lo tanto cuando recibimos el diagnostico de una enfermedad que no es curable sino tratable, es necesario, desde el comienzo gestionar tanto los tratamientos físicos como psicológicos.
Sentirnos apoyados en nuestro proceso ante la nueva realidad que se nos presenta es tan necesario como continuar con el tratamiento médico recetado.
Generarnos un espacio que nos ayude a adaptarnos a la nueva condición, desarrollar nuestra fortaleza emocional para enfrentarnos a las nuevas dificultades que la enfermedad nos presenta.
Tener presente que nosotros mismos debemos cuidarnos más allá de la enfermedad, alimentándonos bien, descansando, teniendo relaciones interpersonales sanas y agradables, haciendo ejercicio, divirtiéndonos, manteniendo cierta rutina estable y sin cambios que nos dé la sensación de seguridad.
Al principio todo esto puede sentirse como imposible y que nada puede servirnos, pero poco a poco se van viendo los logros.
Animo como siempre, a cuidarnos, a darnos la importancia que tenemos como seres integrales (mente, cuerpo, alma).
_________________________
Psicologo en Barcelona Psicoemo
www.psicologoenbarcelona.com