Nuestro metabolismo funciona como una especie de balanza, a un lado de la ecuación tenemos la parte del gasto, con todas sus variables, la actividad física diaria, el gasto energético basal, la cantidad de masa muscular que tenemos, el déficit calórico al que estamos sometiéndonos, nuestro sistema hormonal, ... Al otro lado de la balanza tenemos la cantidad de energía que estamos introduciendo en nuestro cuerpo y que regula los procesos.

Como sabemos, nuestro metabolismo siempre tiende a la homeostásis (equilibrio) y si el lado de la balanza que gana es el del gasto energético, nuestro metabolismo tenderá a equilibrar la balanza, reduciendo el aporte de energía que nos brinda para vivir, por lo que, hablando de manera sencilla, se volverá más lento, esto se traduce en que tendremos menos energía, nos encontraremos menos predispuestos a realizar actividades, estaremos más apáticos, etc.

Nuestros mecanismos de adaptación son muy avanzados y complejos, ya que, ante una amenaza, como es una disminución en la ingesta de energía, nuestro organismo limitará el uso de la misma, a través de las vías de respuesta que posee, por lo que nos sentiremos desmotivados a la hora de afrontar actividades, aumentarán nuestros deseos por la comida, en especial la de mala calidad y aumentará nuestra eficacia para digerir, absorber nutrientes y nuestra predisposición para almacenarlos. Es sencillo, cuanto más me quitas, menos te doy y más me guardo.

Una situación poco conocida para muchas personas, que tiene lugar durante un proceso de pérdida de peso, es el cambio de tamaño de las células encargadas de almacenar la grasa, los adipocitos.

Durante un periodo de déficit calórico, estas células se vacían, gracias a la lipólisis, disminuyendo así su tamaño, pero no desaparecen, siguen formando parte de nuestro organismo, cuando las circunstancias cambien y nuestro cuerpo comience a almacenar grasa de nuevo, se volverán a llenar como si de un saco se tratase, y lo peor de todo, y aquí es por lo que la mayoría de personas acaban ganando más peso aún, tras un periodo de déficit calórico mal gestionado, se crearán nuevas células, que no podremos eliminar, a no ser, claro está, que nos sometamos una liposucción, en caso contrario, podremos volver a vaciarlas, pero no eliminarlas.

El hecho de realizar periodos de restricción calórica muy abusivos y acusados en el tiempo, irá cada vez mejorando la capacidad de nuestro organismo para almacenar, podríamos decir que se vuelve experto, por lo que cada vez deberemos ser más cuidadosos con nuestra dieta y se convertirá en una situación peligrosa para nuestra salud.

La clave no está en comer poco, o muy poco, la clave está en alimentarse con los nutrientes de calidad necesarios para que nuestro organismo funcione de forma óptima, realizar ejercicio físico con frecuencia, dormir y mantener unos buenos patrones de descanso, y gestionar el estrés de manera correcta. Con estos sencillos pasos, conseguiremos evitar con un porcentaje elevadísimo de acierto, patologías asociadas al metabolismo.

Como veis, nuestro metabolismo puede ser considerado como un sistema reactivo y adaptativo, y no como una calculadora, como muchos piensan, personalmente creo que se parece más a un boomerang.

Gracias a multitud de estudios, hoy en día, sabemos que por lo general, aumentar la actividad y el ejercicio junto con una alimentación muy restrictiva, a largo plazo, se va a traducir en una disminución de la tasa metabólica lo que va a provocar una tendencia al incremento en el almacenamiento de los lípidos.

El hecho de que hayas sometido a tu cuerpo numerosas veces a este tipo de procesos, probablemente, es la causa de que ahora tu cuerpo sepa almacenar mejor y te cueste más perder grasa.

¿Qué podemos hacer para arreglarlo?

-Como ya hemos comentado, la flexibilidad metabólica, es un factor clave para este aspecto, por lo que el uso de estas estrategias va a ayudarte a ser más eficiente de cara a evitar caer en estas situaciones:

1-Utiliza restricciones calóricas leves, no más de 500-700kcal, de manera intermitente en vez de manera continua y sostenida a largo plazo. El ayuno intermitente es muy buena opción.

2-Combina déficit calórico seguido de una ingesta normo calórica. Por ejemplo, dos semanas déficit, dos semanas normo calóricas.

3-Cuidado con los alimentos con baja carga nutricional y altamente calóricos.

4-Trabaja ejercicios cardiovasculares de manera polarizada, alta intensidad y baja intensidad.

5-Trabaja entrenamiento de fuerza por encima de otros tipos de entrenamiento.

6-Consume una cantidad elevada de proteínas al menos para mantener la mayor cantidad de masa muscular. 1gr por kg de peso.

7-Combina etapas modificando el ratio entre grasas e hidratos de carbono de manera inversa, si incrementas la ingesta de uno, disminuye la del otro.

8-No realices procesos de déficits demasiado estrictos limitando alimentos, esto repercute de manera negativa en tu sistema hormonal y se traduce en respuestas en tu comportamiento, tu humor y tu relación con la comida.
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