En la actualidad, todo tipo de psicofármacos se están prescribiendo en medicina general y se recetan rutinariamente neurolépticos a niños y personas de edad, incluso preventivamente. Baste un dato: "Entre 1990 y 2000 los gastos en antidepresivos se incrementaron un 800% y en neurolépticos un 600%" , sólo en Estados Unidos. En segundo lugar han aumentado las hospitalizaciones psiquiátricas y crece el número de residencias de ancianos. En cuanto a su eficacia milagrosa para hacer desaparecer el sufrimiento, lo que consiguen los antipsicóticos es desregular la dinámica dopaminérgica produciendo efectos anticolinérgicos y extrapiramidales, con sus correlatos psíquicos -disociación, depresión, amnesia, enlentecimiento mental- y sus secuelas físicas -problemas digestivos, circulatorios, discinesia, Parkinson, demencia, deficiencia neurológica- entre otros, sin olvidar la grave drogadicción que implican. Los nuevos antipsicóticos, denominados "atípicos", son aún más peligrosos y más caros. Por supuesto, los mismos laboratorios que produjeron y comercializaron los antiguos aceptan ahora la existencia de tan graves secuelas