El Simbolismo en el Psicópata
(Experiencia personal)


El psicópata es simbolista. Te avisa mediante símbolos de lo que pretende hacer. Es exhibicionista y le gusta alardear de su poder o de alguno de los afanes que tiene en la vida, como pueda ser el sexo, la estafa o el engaño.
Utiliza errores propios, justificándolos con: ¿Es que tú no te equivocas nunca?, que le puedan ayudar en su expansión para tejer la tela de araña sobre su víctima, acostumbrándole a esos errores. Expresiones equivocadas, en humillación, que pueda justificar como despistes. Actitudes absurdas en las que una persona normal solo ve estupidez.
Es valiente por inconsciencia y desconoce el miedo porque el túnel de su vida únicamente le permite ver el objetivo final sin medir las consecuencias de sus actos. Tiene toda la razón Robert Here cuando compara un gato y un ratón con el psicópata y su cómplice. Es aterrador observar la sangre fría del gato jugando con su víctima, hiriéndole poco a poco, lastimándole lentamente hasta el zarpazo final. Para el psicópata, su cómplice no es más que eso, una presa a devorar. Lo convierte en una cosa (cosifica) y no tiene hacia él ningún otro apetito que no sea destruirle.
He observado en distintas ocasiones como el psicópata inventa situaciones eróticas frente a su cómplice para hacerle sufrir de varias formas. Un ejemplo es contar como entre un grupo de compañeros de trabajo, uno de ellos es poseedor de una fórmula mágica que, a la vista de todos, queda desnudo al ingerir el brebaje. Es evidente que el cómplice no se lo va a creer, pero tampoco va a adivinar cuál es el fin de su verdugo y simplemente lo adjudicará a la supuesta estupidez que mantiene. Sin embargo, está enviando un símbolo de actividad sexual, ejecutada o deseada y muy alejada de la estupidez.
Otro ejemplo, podríamos decir básico, es contar que al ir caminando por la calle, un hombre se ha acercado y le ha pedido su precio de prostitución. Te está diciendo que tiene un deseo muy profundo de algo que va a hacer o que ha hecho con anterioridad.
Y termino diciendo en este último ejemplo, que podríamos establecer una base firme de simbolismo cuando cuenta que en su juventud pasaron una noche acostados dos amigas y dos hombres en la misma habitación y por parejas en cada cama y que el hombre que se acostó con ella no le hizo nada, mientras que su amiga fornicó con los dos.
Hay otros ejemplos, siempre bajo el acoso de algún hombre en supuestas circunstancias, como que en el viaje desde el autobús al trabajo hay un hombre todos los días que la espera para acosarla. Otros supuestos acosos se realizan en el lugar del trabajo, en comerciantes de la zona, en drogadictos de la calle, en un hombre que incluso entra con ella en el supermercado donde compra todos los días para decirle cosas. También a los lugares donde acude a comprar las viandas diarias (carnicería, pescadería, etc) siempre se ve acosada por sus dueños o dependientes.
Y Puede llegar a extremos de verdadero riesgo al involucrar en ese acoso a alguien de su entorno más íntimo como pueda ser su propio hermano. El psicópata, en el colmo de la osadía, incluso se atreverá a señalar como acosador diario a un hermano del cómplice que realiza tocamientos en algunas partes de su cuerpo.
Pero todo este simbolismo que se presenta a diario entre medias verdades y medias mentiras (posible fantasía o realidad), van habituando al cómplice a una situación que de ser sorpresiva no admitiría, pero que cuando llega el zarpazo final, lo asume como “otra cosa más de esta estúpida”. El zarpazo final puede consistir en una enfermedad venérea transmitida únicamente por contacto sexual y que el psicópata contagia a su cómplice al realizar el acto. Este puede reaccionar no volviendo a realizar ese acto, pero sin embargo su capacidad de reacción normal ante la situación se ve mermada por el costumbrismo de símbolos que llegan a dislocar su entendimiento. Llega a comprender otras infecciones venéreas anteriores o el contagio de una hepatitis de la que no participa de puro milagro porque ha intentado transmitírsela ejecutando el acto sexual en momentos de su período, alegando que era algo que la encantaba. Su ignorancia no la dejaba ver que el derrame sanguíneo del período no comparte el mismo flujo que el arterial. Su defensa ante la infección venérea es que lo habrá cogido en el servicio del trabajo porque los compañeros son todos unos guarros. Con ese símbolo te está diciendo donde lo ha hecho y con quien. Pero tú no te has enterado de nada.
Lo que parece extraordinario e increíble de todo este proceso, es que posteriormente niega rotundamente que esas cosas sean verdad. Incluso achacando a la culpabilidad del cómplice la autoría de esos delitos sociales.
Todo en el psicópata son símbolos y envites continuos hacia su objetivo final: su cómplice. No le importa hablar de violencia paterna con el fin de interponer una barrera entre su familia y la víctima. Una barrera que unida a la sensación de pena que le causa el psicópata a su víctima, se convierte en algo insalvable, porque ahí es donde entra el sentido de protección del cómplice hacia su verdugo, intentando por todos los medios que nadie se entere de sus desmanes. Estafa de una manera continuada, roba y engaña a la víctima cada día de su vida en común, con cursos inventados y que una vez pagados desaparecen de su ubicación. Robando bienes comerciales o privados de su víctima, participando en el reparto del botín de una banda de delincuentes o fingiendo un embarazo para apropiarse del costo pagado por el cómplice para su aborto.
Al psicópata no le importa perder la relación con su víctima y por ello mantiene un alto grado de “valentía” que se convierte en osadía y agresividad al humillar públicamente y desacreditar impunemente ya que el cómplice además la defiende y la protege. Y lo hace, unas veces, con una gran sutileza, otras, con ímpetu agresivo, pero todas ellas quedando siempre como la víctima pobre e indefensa que sufre desconsoladamente por el trato que recibe. Miente continuamente. Y es lógico que lo haga, ya que mantiene tres niveles distintos de vida en paralelo: Su familia, sus amigos y su víctima.
Decimos que es atrevida y osada porque en los primeros tanteos de conocer a su víctima, le lleva hacia abismos difíciles de superar, pero lo arriesga todo a esas bazas puesto que no le importa perderlo o perder lo que haya podido obtener.
Te marca los límites de crecimiento y te dice: ¡De aquí, no vas a pasar!
Y te impide el crecimiento social, económico, laboral, familiar, intelectual, etc.
Sin duda, la violencia paterna al principio de la relación por declarar su embarazo, separa al cómplice de la familia. En la muy inmediata continuación, realiza un gran descalabro económico para observar la reacción del cómplice, y no se equivoca, porque este a pesar de quedar en la ruina, hace lo posible porque nadie se entere e incluso lo toma a broma justificándolo como “la mala cabeza que tiene esta chica”. Pero el psicópata no tiene suficiente, necesita más. Necesita golpear muy duramente en los sentimientos de su víctima y sabiendo que su hijo es el punto débil más importante, no duda ni por un instante en atacarle fría y duramente para seguir observando la conducta de la víctima. No proporciona al niño los medicamentos recetados por el médico y en los siguientes días, ante las preguntas y dudas de la víctima, no duda en mentir descaradamente ante la pregunta: ¿Pero le estás dando los medicamentos al niño? Con una respuesta plena de razón: ¡Es que te crees que soy tonta! Cuando el cómplice descubre que no le ha dado los medicamentos ni desde el primer día, su defensa, ya estudiada, es: ¡Es que me daba mucha pena ponerle los supositorios! Fingiendo un llanto que no siente y un pesar fingido pero inestimablemente engañoso.
Podría ser, aunque lo ignoro por no conocer bien el síndrome, que se tratase del síndrome de Munchaüsen, donde el psicópata hace daño cruelmente a alguien, sobre todo a los niños, para obtener la pena y la comprensión de los demás ante su fingido dolor. Es muy posible que en este caso sea una realidad, puesto que nuestro hijo padeció dos años después tres meningitis seguidas en años consecutivos y parece ser que esto no es normal ¿Podría ser que el psicópata llevase al niño a un lugar de contagio? Si, podría ser.
Intenta establecerse socialmente como una persona generosa, bondadosa y carismática. No solamente no cree en dios, sino que le horroriza cualquier contacto con los signos de la iglesia. Es el diablo. Y quiero expresarme bien.
Es una persona que asiste puntualmente todos los años a la cola de Jesús de Medinacelli. Todo aquel que la conozca lo sabe y conoce el enorme sacrificio que tiene que hacer para ello, puesto que se pasa la noche a la intemperie, con frío, lluvia y todo lo que acarrea. Se supone por ello que es alguien muy católico, ferviente seguidor de dios y creyente profundo. Sin embargo, nunca la verás en posesión de una cruz o una imagen o un libro. Tampoco la verás rezar, ni tan siquiera en los momentos más delicados. Pero no es eso todo. Cuando le hablas de avisar al cura de la parroquia para que venga a bendecir la casa recién comprada, se asusta, se alarma y responde con mucha agresividad una negativa que no comprendes. Rechaza tu invitación para asistir a la capilla del hospital donde tu hijo está ingresado por meningitis. No ha venido a la capilla nunca. Ninguna de las tres ocasiones. En el fallecimiento de su padre, fuimos los únicos que nos quedamos en el pueblo para seguir acompañándole, ya que su dolor era enorme. Pero después del entierro no volvimos ningún día al cementerio, ni tan siquiera el día que nos marchamos. Su imagen ante los demás estaba brillante. Le asusta la muerte y le asusta dios y cualquier signo que le identifique. Por eso digo que es el diablo y lo uno a la visión de ver su rostro con una sonrisa de crueldad, con un rictus de firmeza y una mirada aviesa y extraña. Como si te mirara desde su interior. Te taladra y te deja indefenso pensando que es el diablo en persona.
No tiene lágrimas. Finge su llanto y es una verdadera actriz haciéndolo. Es evidente que al carecer de empatía no tiene sentimientos, por lo que las lágrimas no pueden aflorar a sus ojos. Pero lo disimula, incluso mojando el pañuelo en saliva para enjugarse los ojos y con ello demostrar el brillo de una lágrima. Está en todo lo que para una persona normal es lógico.
Es imposible luchar contra todo esto porque diariamente tienes que enfrentarte con un nuevo problema. Para ella su vida es eso, la manipulación necesaria para conseguir su único objetivo: Cazar al ratón.
El gato tiene el poder de distraer al ratón en juegos atractivos, introducirle en una caja e incluso hacerle creer que pueden formar una buena convivencia, para posteriormente, el día que decida, darle el zarpazo definitivo que acabe con su vida.

Dórigo Alegezzo.