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En respuesta a:
Publicado por: gasparin007
Asunto: Re: para.la.joven.linda.que.tiene.voz.dulce.//MELINA//

Enamorarse de quién y por qué

Hay que procurar no dejar las cosas del amor en manos
exclusivamente del corazón. De entrada, lo que más nos llama
la atención es el aspecto físico de alguien. De repente,
conocernos a una persona que «nos gusta». No es solo su menor
o mayor belleza física; es algo más, difícil de precisar. Los
gestos, la forma de hablar, de moverse, nos resultan
especialmente atractivos. Más tarde, su forma de comportarse,
la relación que se va poco a poco estableciendo con esa
persona, tienen algo de sugestivo, de especial, que nos va
cautivando sin damos cuenta.

A veces, se produce un «amor a primera vista»,
un «flechazo». En otras ocasiones, esa persona puede
resultarnos poco interesante de entrada, incluso desagradable
o pretenciosa. Sin embargo, según la vamos conociendo más,
cambiamos la opinión que en un principio nos habíamos forjado
sobre ella, volviéndonos cada vez más receptivos.

La intuición

En estos procesos, la intuición juega un gran papel.
No cabe duda de que todos vamos acumulando, sin darnos cuenta,
una serie de experiencias y conocimientos que dan lugar a
ciertas asociaciones inconscientes. Es lo que algunos han
llamado «memoria experiencial».

Cuando una persona nos atrae, intuimos que con ella
podríamos compenetrarnos y sentirnos bien en su compañía. Pero
muchas veces nos equivocamos, esta intuición falla.

Esto es particularmente frecuente cuando nuestra
situación afectiva es propensa al enamoramiento. Entonces
podemos proyectar nuestros deseos en casi cualquier persona en
la que hallemos cierta sintonía. Como decía André Maurois, en
ciertos períodos de la vida estamos débiles afectivamente y,
como la persona que está baja de defensas está a merced de
cualquier virus que pasa a su alrededor, podemos enamorarnos
de cualquiera.

La voluntad

Tras esta primera fase de atracción física y
psíquica, se comienza a considerar la posibilidad de que
también nosotros le hayamos gustado. Por eso es más fácil
enamorar, si esto se pone de manifiesto, de forma más o menos
entrevelada. Es el juego de la coquetería.

Después viene el momento más peligroso, cuando
consideramos la posibilidad de enamorarnos. En este punto
actúa la voluntad. Si dejamos esta puerta abierta, ya estamos
perdidos. El amor se nos cuela sin damos cuenta, y cuando
queramos reaccionar, estamos atrapados.

Se van configurando una serie de procesos que nos
alejan de la realidad hasta llegar a un estado, en palabras de
Ortega y Gasset, de «imbecilidad transitoria».

Por un proceso denominado «catatimia», percibimos de
otro modo todo lo referente a esa persona. Nuestra afectividad
deforma estas percepciones acercándolas a nuestros deseos: la
vemos más guapa, más interesante, más inteligente, etc.,
aunque los demás no estén de acuerdo con nosotros. Por eso se
dice que el amor es ciego. Además se produce una «proyección
atributiva inconsciente», fenómeno que consiste esencialmente
en completar, sin darse cuenta, los aspectos desconocidos de
la persona objeto de amor con los atributos que el enamorado
desea, por lo que ésta que la idealizada.

Pensar en ti

El enamoramiento es una pasión y, como tal, organiza
la personalidad con el único fin de obtener el objeto que la
nutre, el ser amado. Los enamorados se ven arrastrados y
dominados por él. No pueden dejar de pensar en esa persona ni
concentrarse en otra cosa, aunque lo intenten. Se cambia de
forma de pensar. Si hace falta, todo se justifica, el corazón
anula la razón, todo vale si es para poder estar con esa
persona, no se soporta su ausencia, se quiere poseer a toda
costa, y de ahí la expresión «te comería».

Naturalmente, hay personas más o menos apasionadas,
por lo que estas transformaciones son en algunos casos mucho
menos intensas que en otros, pero en todos los casos los
aspectos afectivos se imponen a los racionales.

Después, cuando la intensidad del enamoramiento va
cediendo, comienzan a surgir poco a poco algunas dificultades,
dudas y problemas. ¿Será capaz de querernos tal como nosotros
la queremos?, ¿merece realmente la pena? Amar y enamorarse son
cosas bien distintas.

El amor es un sentimiento de estimación ajena del que
nos sentimos autores, que se prolonga en el tiempo con
relativa independencia de las circunstancias externas,
dependiendo de la voluntad y capacidad personal para nutrirlo.

En el amor no hay voluntad de posesión como en el
enamoramiento, sino deseos de dar y compartir. Deseos que se
proyectan ampliamente en el tiempo, dentro de un proyecto
común con la persona amada. Es un sentimiento que cambia el
rencor por perdón, los celos por confianza plena, la rivalidad
por colaboración, la intolerancia por comprensión, el egoísmo
por generosidad.

La relación perfecta

Generalmente el amor surge del enamoramiento. La
relación se va transformando paulatinamente y, según se atenúa
el apasionamiento inicial, va aumentando el amor
progresivamente. En otros casos sucede al contrario: la
relación comienza por el amor que se tiene a una persona y
casi sin darnos cuenta descubrimos que estamos enamorados.

El enamoramiento sin amor carece de consistencia y
está abocado al fracaso. El amor sin enamoramiento sí la tiene
y puede mantener una relación satisfactoria para los dos. Si
existe amor y enamoramiento, la relación es perfecta.

Por este motivo, hay que procurar no dejar las cosas
del amor en manos del corazón exclusivamente. También hay que
considerar, desde una perspectiva más racional, las
posibilidades que tenemos de poder establecer una relación
satisfactoria y duradera con una persona en concreto: nuestra
capacidad y voluntad de amar y la suya, las circunstancias que
rodean a esa persona, su familia, sus amigos, etc., ya que
todo esto vendrá a formar parte de nuestro mundo.

Muchas veces, los problemas aparecen cuando no se
encaja, por el motivo que sea, con la familia o los amigos del
otro. Se puede tender a evitar esta relación, incluso a
intentar alejar al otro de sus seres queridos, lo cual no se
suele aceptar, ni es bueno, ya que son vínculos antiguos y
naturales que generalmente se deben respetar y aceptar.

Un nivel cultural e intelectual parecido también va a
favorecer una buena comunicación entre esas dos personas. Una
comunicación amplia, libre, espontánea, sincera y
participativa es esencial para lograr una relación afectiva
adecuada.

Un estilo de educación parecido va a evitar muchos
roces o comportamientos desagradables de la vida cotidiana, lo
cual es verdaderamente importante a medio y largo plazo.

Cuando se tienen planteamientos parecidos y
realistas, si se piensa del mismo modo, particularmente en lo
que se refiere a cuestiones fundamentales, es más probable que
se llegue a un acuerdo en estas cuestiones, por lo cual es
siempre preferible una concordancia ideológica, escalas de
valores similares y orientaciones parecidas en la forma de ver
la vida.

Tener aficiones parecidas constituye una ventaja en
1a mayoría de los casos, ya que facilita la posibilidad de
compartir mejor el tiempo de ocio; no obstante, en otros
casos, cuando se trata de personas abiertas, el tener
aficiones distintas puede resultar enriquecedor, siempre que
el otro se muestre interesado en las mismas, ya que puede
verse ampliado en este campo.

La madurez

Una cierta madurez de la personalidad es
imprescindible para poder establecer una relación afectiva
adecuada y duradera. También hay rasgos de la personalidad
favorables en este sentido. Esencialmente consistirían en una
buena capacidad para dar y recibir afecto, para comprender al
otro, para adaptarse a los cambios Y, dificultades, en una
suficiente estabilidad emocional, sentido de la lealtad y
fidelidad.

Tener una cierta imaginación para evitar la rutina y
saber disfrutar de la vida dentro de cada circunstancia suele
evitar que la relación caiga en el tedio de la monotonía. Un
buen sentido del humor desdramatiza muchas situaciones y
alegra la vida a los demás.

El respeto al otro es esencial para la vida afectiva,
e implica establecer una relación de igualdad, de persona a
persona, en la que todo se comparte, desde lo que se posee a
lo que se decide.

Es cierto que en algunos casos la relación puede
modificar hábitos previos inadecuados, pero generalmente no
sucede así. El abuso de alcohol, el consumo de drogas, la
prodigalidad en gastos, la tendencia excesiva al juego, las
conductas irresponsables y caprichosas son casi incompatibles
con una relación afectiva adecuada y duradera. Creer que estas
personas irán cambiando no pasa de ser, la mayoría de las
veces, una ingenuidad.

Saber querer

No es suficiente con querer, sino que hay que saber
querer. Saber querer es encauzar ese sentimiento hacia
comportamientos de la práctica diaria que logren el objetivo
último del amor: hacer feliz al otro.

Si cuidamos mejor la elección que hacemos y
procuramos, no sólo con cariño, sino también con inteligencia,
enriquecer esa relación día a día, tendremos muchas más
posibilidades de éxito.



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