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La placenta: desarrollo, estructura y función

La placenta: desarrollo, estructura y función

La placenta es el órgano más especializado implicado en el desarrollo embrionario, que gracias a su compleja estructura y con la ayuda del líquido amniótico favorece el crecimiento y desarrollo del feto en formación, siendo los cambios presentados en ella factores de alto impacto en el desarrollo intrauterino fetal.

* Gloria Cucalón Leciñena. Graduada en Enfermería por la Universidad de Zaragoza. Servicio Aragonés de Salud. Master en Biología Molecular y Biomedicina.

** María Egea Auría. Graduada en Enfermería por la Universidad de Zaragoza. Servicio Aragonés de Salud. Máster en Gerontología Social.

*** Silvia Gran Embid. Graduada en Enfermera y Fisioterapia por la Universidad de Zaragoza. Servicio Aragonés de Salud. Máster en Gerontología Social.

**** Patricia García Lucas. Graduada en Enfermería por la Universidad de Zaragoza. Servicio Aragonés de Salud. Máster en Gerontología Social.

  1. INTRODUCCIÓN

Uno de los rasgos más característicos de este desarrollo embrionario humano es la íntima relación entre el embrión y la madre. Para sobrevivir y crecer durante la vida intrauterina, el embrión ha de mantener una relación en esencia parasitaria con el cuerpo de la madre para adquirir el oxígeno y los nutrientes y eliminar los desechos. Además debe evitar que el sistema inmunológico de su receptora lo rechace como un cuerpo extraño. La placenta, el cordón umbilical y las membranas extraembrionarias que sirven como interfase entre el embrión y la madre satisfacen estos exigentes requisitos (1, 2).

  1. DESARROLLO DE LA PLACENTA

Los tejidos que componen la interfase materno-fetal, placenta y corion, son derivados del trofoblasto que se separa de la masa celular interna y rodea a los precursores celulares del embrión aún mientras el embrión está en segmentación y desciende por la trompa hacia su lugar de implantación en la pared uterina.

El desarrollo inicial de la placenta se caracteriza por la rápida proliferación del trofoblasto y por el desarrollo del saco coriónico y de las vellosidades coriónicas. Hacia el final de la tercera semana ya se han producido los cambios anatómicos necesarios para que tengan lugar los intercambios fisiológicos entre la madre y el embrión. Al final de la cuarta semana ya se ha establecido en la placenta una compleja red vascular que facilita los intercambios maternoembrionarios de gases, nutrientes y productos metabólicos de desecho. Las vellosidades coriónicas cubren todo el saco coriónico hasta el comienzo de la octava semana.

A medida que avanza la gestación, el saco coriónico crece y las vellosidades del polo abembrionario o vegetativo asociadas al decidua capsular quedan comprimidas, con lo que se reduce su vascularización. Al poco tiempo, estas vellosidades degeneran y al final forman una zona relativamente avascular y desnuda que se denomina corion liso, también conocido como corion leve.

A medida que desaparecen estas vellosidades, se incrementa rápidamente el número de vellosidades del polo embrionario asociadas a la decidua basal. Esta zona tupida del saco coriónico es el denominado corion velloso o corion frondoso. La diferencia entre el polo embrionario y el polo abembrionario del corion se manifiesta en la estructura de la decidua, capa funcional del endometrio que se separa del resto del útero tras el parto. La decidua que cubre al corion frondoso, llamada decidua basal, consiste en una capa de células deciduales con abundantes lípidos y glucógeno. La capa de decidua sobre el polo abembrionario o vegetativo se denomina decidua capsular, la cual se expande y degenera con el crecimiento de la vesícula coriónica. Toda decidua restante es conocida como decidua parietal. La única porción del corion que participa en los procesos de intercambio es el corion frondoso que, junto con la decidua basal, forma la placenta (1, 3, 4).

  1. ESTRUCTURA DE LA PLACENTA

Al comienzo del cuarto mes, las diferencias entre el corion frondoso y el corion leve se hacen evidentes, se definen los límites de la placenta. Ésta consta de un componente fetal y uno materno. La parte fetal corresponde a la zona de la vesícula coriónica representada por el corion velloso. Comprende la pared del corion, llamada placa coriónica, y las vellosidades coriónicas, originadas a partir de esta región y las cuales se proyectan hacia el espacio intervelloso que contiene sangre materna. La parte materna de la placenta está constituida por la decidua basal, es decir, por la parte de la decidua relacionada con el componente fetal de la placenta, pero lo que la cubre es la cápsula citotrofoblástica externa que se deriva del embrión. Hacia el final del cuarto mes la decidua basal es sustituida casi completamente por la parte fetal de la placenta (1, 3).

La parte fetal de la placenta está unida a la parte materna por la cubierta citotrofoblástica, que es la capa externa de células trofoblásticas existente en la superficie materna de la placenta. Las vellosidades coriónicas se unen firmemente a la decidua basal a través de la cubierta citotrofoblástica y, por otra parte, anclan el saco vitelino a la decidua basal. Las arterias y venas endometriales atraviesan libremente la cubierta citotrofoblástica a través de las aberturas existentes en su interior, y finalmente, se abren hacia el espacio intervelloso (3).

La forma de la placenta está determinada por el área persistente de vellosidades coriónicas, que generalmente es una zona circular que le da a la placenta su configuración discoide. En el curso del cuarto y quinto mes, a medida que las vellosidades coriónicas infiltran la decidua basal se produce la erosión del tejido decidual y esto da lugar a un aumento de tamaño del espacio intervelloso, que contiene sangre materna y deriva de las lagunas que aparecieron en el sincitotrofoblasto durante la segunda semana de desarrollo. Este espacio intervelloso está dividido en compartimentos a causa de la erosión que hace que aparezcan en la decidua varias áreas de configuración en cuña, los tabiques placentarios, que se proyectan hacia la placa coriónica.

Estos tabiques tienen un núcleo central de tejido materno, pero su superficie está cubierta por una capa de células sincitiales, de manera que en todo momento hay una capa sincitial separando la sangre materna que se encuentra en los lagos intervellosos del tejido fetal de las vellosidades. Como consecuencia de la formación de esos tabiques placentarios, la parte fetal de la placenta queda dividida en áreas convexas irregulares que se denominan cotiledones. Como los tabiques deciduales no alcanzan la placa coriónica, la comunicación entre los distintos compartimentos es libre, manteniéndose el contacto entre los espacios intervellosos en los diversos cotiledones.

La sangre materna llega al espacio intervelloso procedente de las arterias endometriales espirales de la decidua basal. Estas arterias discurren a través de las aberturas de la cubierta citotrofoblástica y descargan su sangre en el espacio intervelloso. Este espacio de gran tamaño está drenado por las venas endometriales que también atraviesan la cubierta citotrofoblástica. Las venas endometriales se pueden observar en toda la superficie de la decidua basal. Las numerosas vellosidades ramificadas que se originan a partir de las vellosidades madre o progenitoras están bañadas continuamente por la sangre materna que circula a través de los espacios intervellosos. La sangre de este espacio transporta el oxígeno y los nutrientes que son necesarios para el crecimiento y el desarrollo fetales. La sangre materna también contiene productos de desecho fetales como dióxido de carbono, sales y productos del metabolismo de las proteínas (3, 4).

La decidua capsular, que es la capa de decidua que cubre el saco coriónico implantado, forma una cápsula sobre la superficie externa del saco coriónico. A medida que el producto de la concepción aumenta de tamaño, la decidua capsular muestra una protrusión en la cavidad uterina y experimenta una atenuación importante. Finalmente, la decidua capsular se comunica con la decidua parietal de la pared opuesta y se fusiona con ella, lo que origina una ocupación lenta de la cavidad uterina. Hacia las 22-24 semanas, la disminución de la vascularización sanguínea en la decidua capsular da lugar a su degeneración y desaparición. Tras la desaparición de la decidua capsular, la parte lisa del saco coriónico se fusiona con la decidua parietal. Esta fusión se puede evitar y generalmente se produce cuando la sangre sale del espacio intervelloso. La acumulación de sangre empuja la membrana coriónica lejos de la decidua parietal, restableciendo así el espacio potencial de la cavidad uterina.

El saco amniótico aumenta de tamaño con mayor rapidez que el saco coriónico. Debido a ello, el amnios y el corion liso se fusionan al poco tiempo, formando la membrana amniocoriónica. Esta membrana compuesta se fusiona a su vez con la decidua capsular y, tras la desaparición de esta decidua, se adhiere a la decidua parietal. Es la membrana amniocoriónica la que se rompe durante el parto. La rotura prematura de esta membrana es la causa más frecuente del parto prematuro. Cuando se rompe la membrana amniocoriónica, el líquido amniótico sale hacia el exterior a través del cuello uterino y la vagina (3).

  • Estructura de la placenta madura o de término

El útero, el saco coriónico y la placenta aumentan de tamaño a medida que crece el feto. El tamaño y el grosor de la placenta aumentan rápidamente hasta que el feto tiene unas 18 semanas. La placenta desarrollada por completo cubre el 15-30 % de la decidua y tiene un peso que es aproximadamente la sexta parte del peso del feto. El aumento del grosor de la placenta se debe a la arborización de las vellosidades existente y no a la penetración posterior en los tejidos maternos.

La placenta madura o de término es discoidal, tiene un diámetro de 15 a 25 cm y alrededor de 3 cm de espesor, y pesa entre 500 y 600 g. En el momento del nacimiento se desprende de la pared uterina y unos 30 minutos después del parto es expulsada de la cavidad del útero.

La superficie fetal de la placenta es brillante a causa de la membrana amniótica que lo recubre. Desde el lado fetal se observan arterias y venas de grueso calibre, los vasos coriónicos, que convergen hacia el cordón umbilical. A su vez, el corion está cubierto por el amnios. La inserción del cordón umbilical suele ser excéntrica y a veces incluso marginal. Sin embargo, es raro que se inserte e la membrana coriónica por fuera de la placenta (inserción velamentosa). El lado materno de la placenta es opaco y está subdividido en 15 o 20 zonas ligeramente abultadas, los cotiledones, cubiertos por una delgada capa de decidua basal. Los surcos entre los lóbulos están ocupados por tabiques placentarios. En el interior de cada lóbulo placentario hay varios cotiledones, cada uno de los cuales consta de una vellosidad principal en forma de tronco y sus ramas. El espacio intervelloso de cada lóbulo representa un compartimento casi aislado de circulación materna hacia la placenta (1, 3, 4).

  • Cordón umbilical

En los primeros estadios del embrión, la zona de unión del embrioblasto y trofoblasto es muy amplia. Al avanzar el desarrollo, esta zona se va pediculando, constituyendo el pedículo de fijación del embrión, es decir, el elemento de unión de la placenta y el embrión. Es el esbozo de lo que más adelante, al alargarse y adelgazarse, constituirá el cordón umbilical. La inserción del cordón umbilical en la placenta tiene lugar generalmente en el centro de la superficie fetal de este órgano, aunque se puede producir en cualquier lugar.

Está formado por dos arterias umbilicales, una vena umbilical, la alantoides y el conducto vitelino o sus restos, todo ello rodeado por un tejido conjuntivo mucoide llamado gelatina de Wharton. En ocasiones el cordón umbilical contiene dos venas si la vena umbilical derecha no sufre su degeneración normal, o puede estar formado por una sola arteria umbilical, fenómeno asociado con una incidencia del 15 al 20% de defectos cardiovasculares en el feto.

El cordón umbilical, que por lo general alcanza una longitud de 30 o 90 cm hacia el final del embarazo, suele estar retorcido muchas veces. Esto da lugar a la formación de verdaderos nudos en el cordón en embarazos a término, que si se aprietan como resultado de los movimientos fetales, pueden causar anoxia e incluso la muerte del feto (1, 5).