Ser o tener. ¿He ahi la cuestion?
Autor: Dr. José Cukier  | Publicado:  25/11/2008 | Etica, Bioetica. Etica medica. Etica en Enfermeria , Psicologia | |
Ser o tener. He ahi la cuestion.2


La ausencia permite el mantenimiento de una simbiosis patológica previa. Esta constelación permite la confusión y un enlace narcisista entre los miembros del grupo, que opera como defensa contra la admisión de las pérdidas.

 

La constelación psíquica dominante privilegia el narcicismo y rechaza una ley que regula los vínculos inmediatos, con una característica específica cuando predominan los procesos tóxicos. Esta característica singular que rige la indiferenciación puede ser enunciada con la siguiente frase: "Carne de mi carne, sangre de mi sangre", Maldavsky. D. 1991a.

 

- El cuerpo en psicosomática.

Los ritmos. Cuando Freud analiza el cuerpo como fuente pulsional formula un criterio descompositivo en partículas. Estos establecen entre sí vínculos basados en la existencia de elementos comunes, y diferencias específicas.

 

Por lo tanto la unión entre tales partículas crea una tensión, opuesta a la pulsión de muerte. En este nivel, el encuentro con lo diferente preserva del aniquilamiento porque si tales partículas viven rodeadas por sus propias deyecciones, mueren irremisiblemente en un proceso tóxico.

 

Sólo se puede conservar la vida, si ésta transcurre entre productos segregados por partículas diferentes. Freud conjeturaba que también era necesaria una coraza de protección ante los estímulos exteriores al cuerpo, y también la posibilidad de expulsar fuera del organismo, aquellas excreciones que en lo interior se volvieran tóxicas, para interponer luego ante ellas la mencionada coraza.

 

Podríamos decir que si falla el criterio expulsivo o la coraza antiestímulo, un sector del organismo pasa a funcionar como depósito potencialmente explosivo de las toxinas generales.

 

En determinados momentos de un grupo, opera una lógica por la cual los distintos integrantes constituyen partes de un cuerpo único, como si estuvieran todos unidos por un cordón umbilical, y uno de los integrantes, o varios alternativamente, ocuparan el lugar de coraza o el lugar en que ocurre la descarga. El agente gracias al cual se logra sostener este criterio está constituido por un erotismo despertado con exageración. Este en lugar de investir la exterioridad puede tomar al cuerpo como objeto.

 

Puede pensarse que en cada aparato psíquico existe un momento primordial en que el yo aún no se ha desprendido del ello, y en que la libido inviste a los órganos y luego emigra hacia las zonas erógenas. Cuando en un movimiento regresivo toma al cuerpo como objeto la exterioridad que le corresponde es de naturaleza rítmica. En esta importa no la cualidad del estímulo sino la frecuencia, la captación de ritmos indica la indiscriminación inicial.

Se va produciendo una articulación entre ritmo, número, ganancia; típico de los enfermos psicosomáticos de quienes se dice que "hacen números" como un intento de recuperar su propio ritmo. La ganancia que obtiene, suelen pagarla con salud (con una "libra de carne") y en la búsqueda del plus de ganancia, ("plusvalía") el precio es la salud.

 

En tales ocasiones muy arcaicas del desarrollo libidinal, ciertas actitudes familiares intrusivas o abandonantes, promueven un mismo efecto: despiertan grandes intensidades voluptuosas, en lugar de registros sensoriales de la exterioridad.

 

Cuando acontecen estos procesos sensuales exagerados la erogeneidad no se liga a la sensorialidad sino que inviste órganos o funciones corporales, (punto de fijación de afecciones psicosomáticas y adicciones). Estos por oposición a la sensorialidad nunca se ausentan, por lo cual la voluptuosidad puede no tener límite.

 

La falta de límite determina la dificultad para generar espacios mentales en los que se desarrolle la fantasía, el pensamiento, y con ello la generación de proyectos. Predomina el criterio de la instantaneidad, la satisfacción inmediata con incremento de la cantidad que genera, dada la urgencia de descarga, la imposibilidad para establecer vínculos duraderos.

 

La libido entonces inviste órganos a la manera de la enfermedad psicosomática; se puede descargar a través de crisis convulsivas; puede buscar fijarse a objetos no frustrantes como las adicciones, (en estas últimas a su vez, sostenido por modelos identificatorios, como dije anteriormente), o buscar descarga a través de situaciones traumáticas como los accidentes, (por falta de posibilidad de simbolización).

 

En la medida que no se constituye una sensorialidad investida, no se pueden desarrollar proyectos respecto de una exterioridad a la familia misma, entonces las dimensiones tiempo y espacio forman un conglomerado indiscriminado.

 

En estos grupos por falta de una función paterna reordenadora puede producirse acumulación pulsional en sus miembros. La falta de límite deviene en tomar al cuerpo del otro como propio (maltrato corporal), imposibilidad de conquistar la exterioridad y en cambio sobrecargar órganos (enfermedades psicosomáticas), descargas convulsivas (hiperkinesias), descargas traumáticas, accidentes, fijación a objetos no frustrantes (adicciones), intentos de discriminación a veces inadecuados, (transgresiones, perversiones).

En la interacción indiscriminada, unos se descargan en otros de manera alternativa, o a veces los roles se cristalizan. Uno de los miembros es objeto de descarga y escudo antiestímulo para otros miembros. A su vez aquel puede buscar su descarga vía enfermedad somática, accidente o perversión.

 

- Momento evolutivo y función fallida o abolida.

En algunos casos, existe una coincidencia marcada entre las relaciones interindividuales y alguna de estas organizaciones intrapsíquicas, pero en otros casos esta diferencia es grande.

 

Sin embargo, aún cabe destacar que muchas de las vivencias infantiles sólo a posteriori, al surgir fases más estructuradas de la organización del yo, se vuelven incompatibles entre sí, pero ya no como vivencias sino como huellas mnémicas, y esto hace que sean imposibles para el yo tanto el cuestionamiento de la contradicción cuanto la fuga.

 

En efecto, las paradojas se transforman en eficaces a medida que el preconsciente se organiza como estructura con sus propias leyes, es decir, en la fase fálica, pero sobre todo, a partir de la latencia y la adolescencia.

 

En la etapa anal retentiva, se establece la línea divisoria entre neurosis y psicosis. Freud, 1916, 17, dice que en el primer momento rigen las tendencias destructivas de aniquilamiento y pérdida; y en el segundo, las de conservación y posesión, amigables para con el objeto.

La analidad secundaria se vincula con el complejo del prójimo. Freud, en "Proyecto de una psicología para neurólogos - Memoria y juicio", 1950a [1887-1902], sostiene que el yo cuando percibe, analiza y descompone hasta crear un complejo (hablamos de un yo correspondiente a la etapa anal secundaria). El complejo del prójimo se lo discierne por su comparación con el yo; y contiene elementos constantes, invariables, que constituyen el núcleo; y elementos transitorios, variables que constituyen el predicado. Los predicados pueden ser de dos tipos: cualitativos que se refieren a estados, y funcionales que se refieren a movimientos.

Por el predicado, prójimo y yo son idénticos; por el núcleo, prójimo y yo son diferentes. Los rasgos son irreductibles a los rasgos del otro, así, el rasgo es un núcleo del yo. Cuando el otro no tiene núcleo diferente, predomina la identificación primaria, y no se la reconoce como a un otro. Cuando los predicados son idénticos, es posible la identificación total con el otro. Durante el erotismo oral, bajo el predominio de los afectos, el otro y el yo son una masa unificada por los predicados cualitativos. Antes de la etapa anal secundaria, el otro, psíquicamente no tiene status de permanencia y de irrevocabilidad, como lo tiene luego, en éste período el infante es más vulnerable a la influencia del medio, puede ser confundido, inoculado, y transformado en doble.

 

El problema de la identificación.

 

Se ha enfatizado lo que es más evidente: la actitud, el deseo, o el discurso del contexto como factor ideologizante, y se ha dejado a un lado el interrogante acerca de cómo dicha actitud o dicho discurso se vuelve eficaz en un aparato psíquico en formación. ¿Cómo es que un Yo prepara y anticipa esa influencia presuntamente objetiva? Freud afirma que en un principio no existe nada parecido a un Yo, dado que sólo hay pulsiones parciales que se satisfacen de un modo autoerótico, autónomas unas de otras.

 

La literatura psicoanalítica ha supuesto, y con razón, que la operación psíquica que engendra un yo a partir de este estado de dispersión erógena es la identificación, pero de hecho lo que afirma Freud es que ocurre una síntesis de las pulsiones parciales, o bien que se desarrolla una nueva "acción psíquica".

 

Es decir, la identificación parece relacionarse con esta acción psíquica, puramente interna, y tiene un valor de síntesis, de articulación entre las diferentes pulsiones parciales. Ligadura que es lograda por un desplazamiento pulsional, como el que corresponde al pensar inconsciente. La función de la identificación primaria, ésa nueva "acción psíquica", consiste en ganar un Yo.

Sobre éste recae la investidura libidinosa y de autoconservación. Tal unificación erógena parece promovida por el empuje de las necesidades, de las pulsiones de autoconservación y las investiduras libidinosas narcisistas de los órganos en que se registran las grandes necesidades.

 

Tales identificaciones primarias interesan al ser, al sujeto del Yo, y su desarrollo implica que este Yo alcanza el sentimiento de sí. La identificación primaria ocurre en un vínculo con un objeto puesto (por proyección) en la posición de modelo o ideal para el Yo, el cual pretende configurarse acorde con aquél.

 

Si el Yo supone alcanzar este cometido ocupa la posición sujeto, la cual se acompaña del desarrollo de un sentimiento de sí.

 

En el modelo o ideal, en aquello que desea ser, el Yo encuentra un promesa de su propia configuración por venir. El modelo antes mencionado no está constituido por una realidad objetiva, un padre o una madre que con sus rasgos confecciona o prefigura al sujeto, sino que es engendrado por un proceso proyectivo que plasma con una forma determinada a la sensorialidad. En consecuencia, los rasgos y enseñanzas de las personas que rodean a un infante se vuelven eficaces en la medida en que constituyen soportes sensoriales que se corresponden con las exigencias proyectivas del niño.

 

La proyección en el ámbito sensorial constituye un recurso al que apela el Yo para hacer conscientes sus procesos de pensamientos, de sentimientos y su espacialidad psíquica. Posteriormente se reencuentra mediante la identificación con aquello primariamente proyectado.

El Yo se esfuerza por adueñarse de los procesos internos (afectos, pensamientos, como representantes psíquicos de las pulsiones) por medio de una técnica. Esta consiste en la proyección que configura un modelo en un mundo sensible, modelo al cual luego pretende asemejarse mediante la identificación. La eficacia psíquica de los estímulos contextuales en un Yo en constitución, deriva de que dichos estímulos se encuentran con un movimiento proyectivo, interrogativo en cuanto al propio ser, que proviene desde el Yo. Posteriormente esos estímulos se incluyen en la identificación.


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