La donacion de organos (¿un “valor” que “cuesta”?)
Autor: Pilar Peña Amaro | Publicado:  29/12/2009 | Etica, Bioetica. Etica medica. Etica en Enfermeria , Medicina Forense y Legal , Otras Especialidades , Cuidados Intensivos y Cuidados Criticos | |
La donación de organos (¿un “valor” que “cuesta”?) .2

Los sanitarios somos una pieza decisiva para la donación de “otros”, y creemos que nuestras opiniones, valores, creencias y vivencias las “transmitimos” (conscientemente o no) a quien nos dirigimos. Por lo tanto, nuestra motivación, o nuestra opinión influirá en la respuesta que se obtenga a nuestra “petición”.

 

Nuestro objetivo ha sido conocer lo que “sienten” los sanitarios en relación con este tema. Tal y como dijo Evans Pritchard (16) “.....lo esencial de los objetos, de las acciones y de los acontecimientos no reside en ellos mismos, sino en lo que significan para los que lo viven en calidad de participantes o/y asistentes.....”

 

La acción de donar, o pedir un órgano, es una acción “social” (17), tal y como la definió Weber: “es una conducta con significado, con sentido y comprensible y que tiene que estar dirigida a otra persona”…..Una acción que podemos calificar de racional, pero ¿de acuerdo a qué? ¿a los fines que persigue? (y claro, a los medios que usa para llegar a ellos) ¿a los valores de las personas implicadas? (convicciones religiosas, o valores que podríamos decir que son “absolutos”), ¿o es afectiva? (guiados por el estado emocional del momento) ¿o es sencillamente tradicional?, (porque es lo que se “espera” de los sanitarios).

 

Material y método:

 

Para introducirnos en el tema, hemos realizado de una encuesta quizás “variopinta”, pero que para lo que servía era para provocar la situación de una entrevista un poco más profunda. Hemos observado las reacciones (verbales y no verbales) que provocaban las preguntas y como en ocasiones otra gente se adhería al grupo formando casi una tertulia. Eso nos hacía perder “intimidad” con el primer “elegido”, pero nos decía bastante sobre el grupo.

 

La encuesta pretendía detectar valores digamos absolutos (18,19)  (Solidaridad, Reciprocidad, Altruismo, Bondad).Creencias (20)  (Religiosas y Científicas) y pautas de actuación.

 

Hemos elegido sanitarios relacionados con servicios que están directamente implicados en el tema (nefrología, UCI, urgencias y quirófano) y otros generalistas de unidades de hospitalización que no tienen una relación directa con el tema.

 

Hemos intentado un poco algo así como “buscar las estructuras lógicas subyacentes” que diría Levi-Strauss, buscar “los fundamentos inconscientes” que hacen que este grupo tenga una determinada pauta de actuación. Ellos precisamente que suelen ser los que pueden tener influencias sobre otros.

 

Hemos descubierto “disecar” un poco de ellos mismos y comprobar que algunos de los argumentos que ellos dan a los “demás” no forman parte de sí mismos. No creen en todo lo que dicen. Hemos visto una disociación entre lo que piensan (aspecto mental que diría Harris) y lo que dicen (aspecto conductual). Y como además, toman una postura bastante racionalista, le dan más importancia a lo que dicen que a lo que hacen.

 

En cuanto a la encuesta “per sé”, trataba varios temas de diferente forma. Hemos intentado que tenga cierta consistencia interna con preguntas contradictorias en sitios alejados, o con afirmación/negación de la misma cuestión.

 

Los temas que hemos analizado son la importancia de la opinión familiar, la fe en la ciencia, la religión, el don, la muerte y la corporalidad.

 

Resultados:

 

Los encuestados opinan mayoritariamente que su familia respeta sus opiniones, que sus decisiones importantes las consultan pero que no se dejan influir, y que ellos deciden sus asuntos. Curiosamente, la mitad de ellos, consideran acertado que cuando piden un órgano tenga que autorizarlo la familia aunque el difunto sea donante.

 

El punto de la fe en la ciencia es más problemático. El 75% opinan que la ciencia tiene mucho de engaño, el 50% que el hombre es usado por esta como conejillo de indias, pero luego el 87,5% la usarían como alternativa para continuar viviendo.

 

En cuanto al análisis de la confianza que el sanitario tiene en la ciencia, observamos que hay una cierta “disociación“. Decimos (y de hecho intentamos convencer a los demás) que la donación solo se produce en caso de muerte cerebral (y argumentamos que esta, además, es irreversible). Pero no lo tienen todos igual de claro. De hecho, los sanitarios que no son donantes, este es el argumento que más esgrimen parea justificar su “negativa”.

 

En cuanto a la religión, todos se manifiestan creyentes en Dios aunque el 66% consideran que la religión es para darle seguridad a la gente. El 75% creen en la vida después de morir. El 50% que la donación honra a Dios y el 62.5% que la idea de la donación no está subyacente en su religión (que además es católica en todos los casos). La mayoría se pronuncian en que no los mueve la idea de seguir un poco vivos en el órgano donado.

 

Son los enfermeros de los servicios llamados “especiales” los que podríamos llamar “más creyentes” (Malinowski seguramente diría que porque esto les ayuda a soportar las situaciones de estrés emocional a las que están de continuo sometidos), pero nosotros creemos que debe ser algo más profundo. Es un poco tener una explicación al sufrimiento, al dolor, a no sentirse totalmente derrotado o impotente ante la agonía o la muerte de alguien.

 

Sus opiniones sobre lo que está relacionado con el concepto del “don”: el 87.5% aceptarían un órgano “dado” para seguir viviendo. El 75% lo darían para cualquier persona y el 100% manifiestan que no hay que dar nada a los donantes (coincidiendo con el concepto de “don” de Mauss, que lo definió como gratuito, libre y voluntario).

 

En cuanto a la retribución o no, de la donación, el 87.5% creen que debe ser gratuita. Está mal visto que sea remunerada, quizás porque sería que le faltara la grandeza de espíritu necesario. Una característica presente en la donación y que refleja su condición de altruista es que ni se compra ni se vende. Se entrega a un intermediario con la condición de que se pongan a disposición de quien lo necesite y que ciertamente ni el que dona ni el que recibe van a llegar jamás a conocerse. A este respecto, hubo una respuesta que nos llamó la atención poderosamente. Una enfermera, generalista, decía que a ella no le importaba dar algún órgano, pero que no era donante porque su órgano podía “matar” a quien lo recibiera. Por supuesto le preguntamos que porqué: ella nos contestó que el paciente receptor podía “rechazar” el órgano y de alguna manera ella se sentiría culpable. Este hecho nos hizo reflexionar y preguntarnos ¿por qué se plantea uno antes de dar, que otro “no quiera recibir”? ¿No será eso en el fondo una justificación para no dar?, realmente cuando donas un órgano (tu, no conocerás al receptor) ¿no será que en el fondo pensamos (como en otras culturas) que dar un órgano, puede significar dar “algo más espiritual”, ”un trocito de alma”?

 

Otras de los conceptos tocados fue la muerte, y/o el cadáver (21, 22, 23, 24) La muerte, (aparte del problemático diagnóstico de “muerte cerebral”), es decir la interpretación de que el cuerpo muerto puede ayudar a otros es, mayoritariamente compartida, todos opinan que no es una falta de respeto la extracción de órganos del cadáver. El 75% no conceden importancia a que los entierren o no.

 

Discusion:

 

En cuanto a otro punto a tratar, la corporalidad, nos gustaría matizarlo un poco. Cuando hablamos de corporalidad, queremos referirnos a como tenemos “conciencia” de nuestro cuerpo. Es fácil de entender, que la familia del potencial donante, tiene una concepción de la muerte (de la corporalidad) un tanto diferente (en la mayoría de los casos) de lo que puede ser la llamada “científica”. Nuestra sociedad, nuestra cultura, asocia de forma sistemática vida-latido de corazón y vida-respiración. Está claro, pues, que cuando te piden que dones órganos de alguien tuyo que “late y respira” tu primera impresión es que “está vivo” (y ¿cómo vas a dar algo que a él le “puede” hacer falta?).

 

Pero eso es en la población que desconoce el concepto de muerte cerebral. Pero es que estamos trabajando en un grupo de personas, que además de conocerlo, lo barajan continuamente y que además lo usan como argumento para pedir órganos, y nos preguntamos ¿Puede más el concepto “socialmente asumido” que el “científicamente estudiado”? Eso por una parte, pero ¿por qué es más fácil dar un órgano que no se “ve” (riñón, corazón, etc.) que la piel o los huesos? Se trata de ver que el propio cuerpo, es dado a la conciencia. Y la forma primordial y fundamental de hacerlo es el tacto. El tacto proporciona una amplitud cognitiva que se extiende a la exterocepción, propiocepción e interocepción (Sherrington). Por eso, quizás, como la piel y los huesos, los “tocamos”, los “sentimos” como nuestros, no somos tan “generosos” para donarlos. Damos, más bien, lo que no “concienciamos”.


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