También tiene conexiones eferentes con el troncoencéfalo y el hipotálamo, lo cual se relaciona con las manifestaciones neurovegetativas y neuroendocrinas de las emociones. La destrucción bilateral de los núcleos amigdalinos provoca el síndrome de Klüver-Bucy, caracterizado por la ausencia de respuestas emocionales, tendencia a prestar atención a todos los objetos y a explorarlos con la boca, hipersexualidad con elección errónea de objeto, en ocasiones agnosia visual.
El área septal, tiene importantes conexiones con el sistema límbico y otras estructuras como el troncoencéfalo, los lóbulos frontales y la formación reticular mesencefálica. Está relacionada con el refuerzo positivo y las emociones relacionadas, así como con las funciones vegetativas. Su estimulación produce sensaciones agradables mientras que su lesión causa agresividad.
El hipotálamo está relacionado con los instintos, sobre todo con las conductas de hambre, sed, agresión y sexo. También tiene un papel muy importante en las manifestaciones neurovegetativas y neuroendocrinas que acompañan a las emociones. Tiene importantes conexiones con estructuras límbicas. Una de sus principales funciones es el control de las funciones endocrinas mediante su conexión con la hipófisis, de modo que interviene en la secreción de hormonas y en la regulación del funcionamiento del sistema nervioso vegetativo.
La formación hipocámpica. El hipocampo está ampliamente conectado con la corteza sensorial y con las estructuras límbicas. Además de su papel como integrador de información y como centro de memoria, está implicado en el aprendizaje emocional y su estimulación puede producir reacciones de rabia, impulsividad sexual o pasividad.
El giro del cíngulo está implicado en la motivación. La corteza orbitofrontal caudal interviene en la toma de decisiones y en la adecuada conducta social.
La ínsula tiene funciones emocionales poco conocidas. La corteza frontoorbitaria y la ínsula reciben aferencias de la corteza y su estimulación puede provocar cambios vegetativos.
El núcleo accumbens (perteneciente al cuerpo estriado), interviene en la conexión entre la motivación y la acción. Está incluido en el circuito límbico y su lesión provoca pérdida de la iniciativa con apatía y desmotivación.
Los lóbulos prefrontales tienen su principal papel en el control y la inhibición de las respuestas emocionales. Estas estructuras se encargan de la coordinación entre la cognición y la emoción. Esta capacidad nos permite dar cumplimiento a nuestras necesidades primarias cumpliendo las normas sociales y aplazándolas hasta el momento adecuado. De este modo, las motivaciones con base fisiológica (hambre, sed, sexo, etc.), cuya base neuroanatómica se encuentra ubicada en sustratos límbicos y diencefálicos, sería mediatizada por las áreas prefrontales y ventromediales dando lugar a la conducta propiamente humana y socialmente aceptable.
El estado de alerta que provoca la emoción y que está relacionado con la activación de una red córtico-límbico-reticular, se manifiesta en la periferia con la activación del sistema nervioso simpático.
El hemisferio derecho es el dominante para la emoción y está implicado en las emociones intensas, sobre todo las negativas. Su lesión suele provocar indiferencia emocional. Parece estar especializado en la percepción de emociones del rostro, así como de su interpretación mediante el oído. La expresión facial, el tono y la prosodia del habla se reducen en las lesiones derechas. También participa más que el izquierdo en los componentes automáticos de la emoción. El hemisferio derecho participa en la alerta activando la formación reticular.
El hemisferio izquierdo está más implicado en las emociones agradables que el derecho. Las lesiones pueden provocar reacciones catastróficas (con depresión e inactividad). El habla espontánea disminuye con las lesiones izquierdas. También parece estar implicado en el control cognitivo de las emociones y en la disminución de la alerta por la inhibición de la formación reticular. Su papel en la interpretación y expresión emocionales es más reducido que el del hemisferio derecho.
LESIONES CEREBRALES Y TRASTORNOS EMOCIONALES
El daño cerebral suele producir una gran cantidad de síntomas emocionales. Es frecuente que tanto los profesionales de la salud como los profanos atribuyan la causa de estos trastornos, sobre todo la depresión, a una reacción ante la enfermedad, sus limitaciones y la incertidumbre que causa. No obstante, las investigaciones han demostrado de manera consistente que la mayor parte de estos trastornos son consecuencia primaria de la lesión cerebral. Los síntomas suelen variar en función de la localización de la lesión y de la condición neurológica que la ha provocado.
Traumatismos craneoencefálicos. Entre el 40 y el 90% de los pacientes con traumatismo craneoencefálico (TCE) graves presentan alteraciones de la conducta, que suelen ser persistentes y afectar gravemente al funcionamiento familiar y laboral, sobre todo en el caso en que haya dificultades para el control de los impulsos. La falta de respuesta emocional es común y la ansiedad y la depresión son frecuentes, mientras que los trastornos bipolares o psicóticos son poco habituales. Los cambios de personalidad más frecuentes son la apatía e indiferencia, el embotamiento afectivo, la irritabilidad, la agresividad (con episodios de conducta explosiva), la desinhibición, la euforia, la labilidad emocional, el infantilismo, la suspicacia y la intolerancia a la frustración. Entre los factores que afectan a estas alteraciones se encuentran la gravedad y localización de la lesión, la personalidad premórbida, las alteraciones cognitivas y los factores ambientales. Las lesiones frontales, de los ganglios basales y temporales son las que más frecuentemente producen trastornos emocionales, sobre todo las del hemisferio izquierdo.
Accidentes cerebrovasculares. La alteración más común es la depresión, que se ha asociado con lesiones anteriores del hemisferio izquierdo, aunque no de modo definitivo. La presencia de afasia o trastornos motores graves aumenta la probabilidad de su aparición. Las depresiones postictus suelen tener larga duración. Otras alteraciones frecuentes son la incontinencia emocional, pérdida de flexibilidad conductual, ansiedad, irritabilidad, desinhibición o agresividad. Los trastornos bipolares y psicóticos son poco frecuentes.
Esclerosis múltiple. La depresión está fuertemente asociada a esta enfermedad, afectando hasta a un 50% de los pacientes. Suele acompañarse de labilidad emocional, fatiga, alteraciones cognitivas y alexitimia (incapacidad para verbalizar emociones por desconexión hemisférica). El riesgo de suicidio es elevado.
Tumores cerebrales. En ocasiones los síntomas emocionales son la primera manifestación de la enfermedad y su naturaleza depende de la localización de la lesión. En los tumores del lóbulo temporal son posibles las alucinaciones y la agresividad, mientras que en los frontales se suele producir desinhibición o apatía y en las parietales el síntoma más frecuente es la depresión.
Demencias. Son frecuentes las reacciones catastróficas, la ansiedad, la depresión e incluso las alucinaciones y los delirios, que pierden intensidad a medida que avanza la enfermedad.
Enfermedad de Parkinson. Es frecuente la apatía, así como la ansiedad con posibles ataques de pánico. No obstante, la manifestación psiquiátrica más común es la depresión.
Epilepsia. Entre el 0,5 y el 9% de los sujetos epilépticos presentan síntomas psicóticos, siendo más frecuentes en la epilepsia del lóbulo temporal. En la psicosis epiléptica predominan los delirios y alucinaciones, principalmente de tipo místico-religioso con ideas de autorreferencia, siendo poco comunes otros síntomas. Las psicosis esquizofreniformes son casi exclusivas de la epilepsia temporal mientras que las afectivas y paranoides aparecen tanto en las temporales como en las generalizadas. En algunos casos, tras una intervención quirúrgica se reduce la frecuencia de las crisis y disminuyen las anormalidades electroencefalográficas, pero aparecen o se incrementan los síntomas psicóticos.