Condicionantes filosoficos en el estudio de la conciencia
Autor: Dr. Modesto J. Romero-López | Publicado:  27/08/2012 | Psicologia , Articulos | |
Condicionantes filosoficos en el estudio de la conciencia .2

Skinner realiza un planteamiento tajante. Si la mente no es más que una manifestación de la fisiología, tales respuestas se pueden responder, o por lo menos posponer, sin preocupación hasta cuándo la fisiología pueda responderla. La respuesta del conductista es más sencilla: evoluciona el organismo, parte de cuyo comportamiento se ha tratado de explicar con la invención del concepto de mente. No se necesitan procesos evolutivos especiales cuando los hechos hablan por sí mismo [10].

Es un error la opinión de que nuestras percepciones “nos son dadas”: son “hechas” por cada uno de nosotros; son el resultado de un trabajo activo. El mundo número 1 no está causalmente cerrado y hay interacción, aunque indirecta, entre éste y el mundo número 3. Es claro que esta interacción se lleva a cabo mediante los acontecimientos mentales, y en parte hasta conscientes del mundo número 2. Y así entramos en la perspectiva darwiniana donde: los procesos conscientes, y más generalmente los procesos mentales, tiene que considerarse, y de ser posible explicarse, como productos de la evolución mediante la selección natural.

El epifenomenalismo de Popper acepta la existencia de los acontecimientos o de las experiencias mentales, pero asevera que estas experiencias mentales o subjetivas son causalmente ineficaces subproductos de procesos fisiológicos, que son los únicos causalmente eficaces. En pleno en el siglo XX y la filosofía de la ciencia se plantean: ¿Cuáles son los logros biológicos que ayudan a la conciencia? Es necesaria la intervención de la conciencia para elegir críticamente, nuevas expectativas o teorías, al me nos en cierto nivel de adaptación. Si una expectativa o tarea tiene éxito invariablemente, en ciertas condiciones, su aplicación se volverá después de un cierto tiempo un asunto de rutina y se tornará inconsciente. Pero un acontecimiento inesperado llamará la atención, y por tanto, impondrá la intervención de la conciencia. Acaso se está inconsciente del tic- tac de un reloj pero “oímos” cuando ese tic-tac se ha detenido. Tal vez esté más claro el papel de la conciencia cuando una meta o un propósito (incluso si son inconscientes o instintivos) pueden lograrse con medios alternativos y cuando se prueban dos o más medios, después de deliberar. Tal es el caso cuando se toma una nueva decisión.

El sistema nervioso central tuvo desde el principio como principal función la de gobernar o pilotar al organismo en movimiento. El conocimiento de su ubicación, la localización de la propia imagen, relativa a los aspectos biológicos más importantes del medio, es un prerrequisito decisivo de esta función de pilotaje del sistema nervioso central. Otro de estos prerrequisitos es la unidad centralizada del órgano conductor que toma las decisiones, el cual, siempre que sea posible, delegará parte de su tarea en una autoridad jerárquicamente inferior, en muchos de los mecanismos inconscientes, integradores. A estas tareas “delegadas” pertenecen no sólo las tareas de ejecución (como la de conservar el equilibrio corporal), sino incluso la adquisición de información: la información es filtrada selectivamente antes de ser admitida por la conciencia. Un ejemplo de esto es la selectividad de la percepción; otro es la selectividad en la memoria [11].

Un atributo importante de la conducta animal que parece sugerir de modo intuitivo el pensamiento consciente es su adaptabilidad al cambio de las circunstancias. Tanto si las instrucciones de esta conducta adaptativa salen del ADN del animal como si nacen del aprendizaje y de las influencias del entorno durante su propia vida, prever todas las contingencias posibles requeriría un volumen antieconómico de instrucciones específicas. Cuando se trata de una cuestión de vida o muerte, la valoración consciente puede ofrecer ventaja real. Junto a Bunge otros autores han argumentado que sólo los animales capaces de aprender a adaptar su conducta al cambio de las circunstancias pueden tener pensamientos conscientes [12].

Posiciones actuales: El dualismo de objetos trata a la mente como género de objetos radicalmente diferentes de los cuerpos físicos, como el cerebro, y de esta manera coloca el estudio de la actividad mental fuera de los límites de la ciencia física. El conductismo filosófico argumenta que el discurso mental debería interpretarse como refiriéndose a la conducta o disposiciones a comportarse y no a eventos internos del cerebro. La Teoría de la Identidad como Tipo hace equivaler los eventos mentales con eventos físicos que ocurren dentro del cerebro. El Materialismo Eliminativo se concentra en los procesos neurológicos que ocurren en el cerebro, pero mantiene que puesto que esas explicaciones neurales son inconsecuentes con las explicaciones cognitivas, deberíamos renunciar a las explicaciones cognitivas en favor de las neurales; es decir, defendería abandonar la ciencia cognitiva en favor de la neurociencia. La Teoría de la Identidad como Instancia afirma que puede haber explicaciones alternativas, explicaciones incompatibles de las actividades internas de los sistemas cognitivos: una neural y otra cognitiva; se plantea como la posición más compatible con los programas de la ciencia cognitiva [13].

Conclusión.

Los avances actuales y del conocimiento del cerebro, de la neurociencia, no han conseguido acabar con la posición dualista mente-cerebro. Ya los filósofos clásicos tomaban posiciones en esta dialéctica que sigue interesando al mundo del conocimiento. El estudio de la conciencia sigue o está aún más vigente que nunca y los seudocientíficos han tenido que incorporar a sus equipos a neurofilósofo y neuropsicólogos entre otros para dilucidar el problema de la conciencia.

Referencias bibliográficas.

1. Platón. Fedón. Madrid: Tecnos; 2002.
2. Aristóteles. Acerca del alma. Madrid: Editorial Gredos; 1978.
3. De Teresa, J. Breve introducción al pensamiento de Descartes. México: Univ. Aut. Metropolitana; 2007.
4. Sánchez Meca, D. Teoría del conocimiento. Madrid: Dykinson; 2001.
5. Martínez Marzoa, F. Pasión tranquila (Ensayo sobre la filosofía de Hume). Madrid: Machado Libros; 2009.
6. Teruel, P. J. Mente, cerebro y antropología en Kant. Madrid: Tecnos; 2008.
7. Jones, E. Vida y obra de Sigmund Freud. Barcelona: Editorial Anagrama; 2003.
8. Blinderman, C., Joyce, D. The Huxley file. Url:
http://aleph0.clarku.edu/huxley/
9. Salas Ortueta, J., Martín F. Aproximaciones a la obra de William James: la formulación del pragmatismo. Madrid: Biblioteca Nueva; 2005.
10. Skinner, B. F. Sobre el conductismo. Barcelona: Martínez Roca; 1974.
11. Popper, K. El yo y su cerebro. Trabajo en colaboración con John Carew Eccles. Madrid: Editorial Labor; 1993.
12. Griffin, D. Animal Minds: Beyond Cognition to Consciousness. Chicago: The University Chicago Press; 2001.
13. Bechtel, W. Philosophy of mind: An overview for cognitive science. Hillsdale NJ: Erlbaum; 1988.


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