Inicio > Medicina de Urgencias > Catástrofes: Cuidando al primer interviniente

Catástrofes: Cuidando al primer interviniente

Catástrofes: Cuidando al primer interviniente

Objetivo: Analizar las posibles repercusiones psicológicas que una catástrofe puede tener para los primeros intervinientes cuya profesión está relacionada con las urgencias y emergencias de manera habitual.

Catástrofes: Cuidando al primer interviniente

Autoras:

Sasal Pérez, Sara. Diplomada universitaria en Enfermería. 061 Servicio Aragonés de Salud, UME de Fraga.

Modrego Iranzo, Diana. Diplomada universitaria en Enfermería. Hospital Universitario Miguel Servet (Zaragoza). Servicio de reanimación. Integrante del Equipo de Respuesta Inmediata en Emergencias de Cruz Roja Zaragoza.

Financiación: Ninguna

Conflicto de intereses: Ninguno

Resumen:

Entendemos “desastre” como un acontecimiento extraordinario que ocurre de manera repentina, suponiendo la pérdida o amenaza de la vida o de la propiedad, sufrimiento humano, y que para afrontarlo se requiere la intervención o cooperación de múltiples agentes, provocando a menudo situaciones psicológicas adversas para los supervivientes.

Hasta hace pocos años, ante una catástrofe los esfuerzos incluían el aseguramiento del lugar, la asistencia sanitaria, el aprovisionamiento de alojamiento y alimentación a los damnificados. Sin embargo, los equipos de primera intervención que actúan durante el desastre se ven expuestos a emociones intensas que implican demandas físicas y psíquicas extraordinarias, trabajando en condiciones excepcionales en las que se desempeña la labor bajo amenaza física real, pudiendo presenciar la muerte masiva de personas y compañeros, poniendo así a prueba las capacidades técnicas y el liderazgo.

Los miembros de los equipos de primera respuesta son también víctimas indirectas de los desastres, sufriendo las manifestaciones psicológicas propias de la situación con la que se enfrentan, siendo el trastorno de estrés postraumático el más frecuente a largo plazo.

Existen una serie de medidas preventivas que se deben de ponen en práctica entre todos los miembros que forman parte de equipos de primera intervención para minimizar la prevalencia del estrés postraumático tras una catástrofe.

Palabras clave: Primera intervención, desastre, catástrofe, apoyo psicológico.

Los equipos de primera intervención como víctimas de los desastres:

En los últimos años se ha implantado fuertemente la necesidad de realizar también una asistencia psicológica en las emergencias y catástrofes. En nuestro país fue la catástrofe de la riada de Biescas, en agosto de 1996, la que supuso un antes y un después en la intervención psicológica de desastres en España. Puso de manifiesto la utilidad de implantar la intervención psicológica como otro pilar necesario de la asistencia en catástrofes, ya que fue la primera vez que se organizó una intervención psicológica en una situación de desastre, en su mayor parte llevada a cabo por psicólogos voluntarios que se desplazaron al lugar de la tragedia. Su impacto social y su presencia en los medios de comunicación provocaron que muchas instituciones se planteasen por primera vez la necesidad de crear grupos estables de intervención psicológica en catástrofes. Ya aquí hubo una pequeña asistencia no sólo a las victimas principales, sino también a los primeros intervinientes pertenecientes a Cruz Roja, entendiéndose estos como voluntarios de la institución o bien como soldados u objetores de conciencia.

A nivel internacional, en el informe mundial sobre desastres del año 1996 de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, ya se recoge que “se requerirá apoyo para aquellos que participan en el rescate, la recuperación y el socorro”, “el apoyo psicológico, tanto para las víctimas como para los trabajadores debe estar integrado en las actividades generales de recuperación después de los desastres”, o “a todos los trabajadores debe de dárseles la oportunidad de recibir contención emocional durante su trabajo y al final de su tarea”, entre otras menciones. Diferentes organizaciones dedicadas a la intervención en este ámbito reconocen el problema y han desarrollado comisiones de trabajo para estudiar las intervenciones pertinentes a desarrollar, así por ejemplo la FEMA (Federal Emergency Management Agency) y el NIMH (National Institute of Mental Health) organizaron en diciembre de 1984 una mesa de trabajo para considerar los problemas de tipo emocional que se derivaban del trabajo en emergencias y/o desastres.

A partir de aquí, la evolución de la asistencia psicológica en las catástrofes ha evolucionado considerablemente. Se han realizado cursos a mayor o menor escala en distintas organizaciones destinadas a la formación de los psicólogos en el ámbito de las catástrofes, y se han formado distintos grupos destinados a ello. Así se ha podido contar con personal especializado en la gestión de crisis a nivel emocional y se han incorporado a estos profesionales dentro de los planes de protección civil, posibilitando así su activación en caso de necesidad.

Previamente, no se consideraba que los profesionales que atendían las catástrofes fuesen posibles víctimas. La inmunidad que parecía darles su experiencia, así como la necesidad de asistencia por parte de las víctimas nublaba la posible necesidad de apoyo por parte de los profesionales que, por enfrentarse día a día a las urgencias y emergencias, eran considerados fuertes y con muchos recursos en oposición a los supervivientes. Algunos miembros de los servicios de emergencia describen como se sienten protegidos por sus uniformes del impacto del desastre, sin embargo los trabajadores de emergencias son vulnerables al impacto psicológico negativo de las labores de rescate.

Ver tabla nº 1: Clasificación de Taylor y Frazer de las víctimas de una catástrofe (al final del artículo)

Durante los últimos años se ha ido analizando a los primeros intervinientes en catástrofes en distintos estudios y las consecuencias que estos acontecimientos ha tenido sobre sus vidas. En éstos se hace patente que también los primeros intervinientes son víctimas de las catástrofes que atienden: Durante los 11 meses posteriores a los atentados del 11S se observaron 1277 incidentes relacionados con el estrés entre los bomberos de Nueva York, un aumento de 17 veces en comparación con los 75 incidentes reportados durante los 11 meses previos a los ataques; Entre los años 2003 y 2011, solo en EEUU 60.000 veteranos que han participado en los conflictos de Irak y Afganistán han sido diagnosticados de estrés postraumático; Tras el terremoto de Sinchuan se llevó a cabo un análisis en 1056 de los 1125 soldados intervinientes y la prevalencia del trastorno de estrés postraumático fue de 6,53%.

La regresión logística indicó que la intensidad a la exposición traumática, la no asistencia psicológica y el consumo habitual de alcohol fueron predictores significativos de estrés postraumático; En una encuesta llevada a cabo a los equipos de policía, bomberos, empleados municipales y servicios médicos participantes en las labores de rescate a los 6 y los 18 meses después del huracán Katrina, los datos revelaron que al menos el 10% de los encuestados tenían niveles significativos de síntomas de estrés postraumático, el 25% de los participantes informaron de niveles significativos de depresión y más del 40% reportó aumento en el abuso de alcohol y los conflictos con la pareja; Estudios realizados con bomberos que han intervenido en accidentes traumáticos en EEUU describen que de un 31% a un 41% de los afectados presentan problemas de ansiedad y un 29% problemas relacionados con el consumo de alcohol.

En España, durante las labores del 11M trabajaron 948 psicólogos coordinados. Entre ellos, un grupo perteneciente a la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, y coordinados por el colegio de psicólogos realizó labores de defusing con todos los profesionales que al final de su turno de intervención debían retirarse a descansar (bomberos, policías, sanitarios, psicólogos…). Tras el desastre, se analizó una muestra de 165 profesionales de los equipos de primera intervención que trabajaron en distintos operativos de salvamento y ayuda. De ellos, el porcentaje de afectados por ataque de pánico fue del 13,9%, superior al valor encontrado en la población