Inicio > Medicina Familiar y Atención Primaria > Relación médico paciente. Revisión de la bibliografía actual

Relación médico paciente. Revisión de la bibliografía actual

Relación médico paciente. Revisión de la bibliografía actual

La mayoría de los países han experimentado un cambio demográfico sustancial debido a un incremento en la esperanza de vida y un descenso en la natalidad (1). Serra Rexach detalla que en la actualidad, en nuestro país, el 16% de los habitantes tienen más de 65 años y las proyecciones de población sitúan esta proporción en el 18,7% para el año 2020 (2).

Relación médico paciente. Revisión de la bibliografía actual

Sánchez Guio Tania a, Delgado Sevilla David b, Barranco Obis Patricia c, Barranco Obis Maria Montserrat d

a Hospital Universitario Clínico Lozano Blesa Zaragoza, b Hospital Universitario Miguel Servet, c Hospital Nuestra Señora de Gracia, d Centro de Salud Santo Grial

Master Universitario en Gerontología social a, c, d. Master Universitario en Investigación en Ciencias de la Salud. b

No existe conflicto de intereses entre los autores

Palabras clave: relación, médico, paciente.

INTRODUCCIÓN

La vejez es una etapa normal de la vida, ya que el envejecimiento comienza desde el mismo instante del nacimiento. Existen distintas connotaciones para denominar a este grupo de población: “ancianos”, “adultos mayores” o “personas de la tercera edad”, considerándose aquellos que tienen más de 60 años en países en vías de desarrollo y más de 65 años en países desarrollados (1).

La población mayor corre el peligro de ser marginados, siendo privados de ejercer sus derechos. Esta situación de rechazo puede llevar a que sean considerados personas no competentes, cuando quizás lo que han perdido es la autovalencia, pero sigue prevaleciendo su competencia y su capacidad mental para decidir sobre los aspectos relacionados con su persona. Esta discriminación ocurre también en el campo de la salud (1).

Además, Serra Rexach añade que son el grupo de edad que más utiliza los recursos sanitarios (2). Existen prejuicios en la vejez, el más común y peligroso es considerar que los ancianos son todos enfermos o discapacitados. Por todo ello, es preciso y necesario tener una medicina prudente, donde prevalezca, ante todo, el respeto a la integridad del anciano. La reflexión ética y clínica puede contribuir en la práctica clínica geriátrica para atenuar la soledad y la impresión de inutilidad que a menudo presenta la persona de la tercera edad. Esto, permitirá a la persona adulta mantener la expresión de la personalidad y de la calidad de vida, y el sentido de su existencia (1).

Para el psicólogo Cófreces, se podría decir que la comunicación médico-paciente es tan antigua como la medicina misma. Y no fue hasta finales de la década de los 70 cuando ha sido abordada de modo sistemática y formal. La investigación en comunicación y salud es reciente, con desarrollo en los años 80 y fundamentalmente en la década del 90 (3).

Para el Doctor en Ciencias del Deporte Blázquez Manzano, un aspecto fundamental en la relación médico-paciente (RMP) es la confianza. La propia vulnerabilidad de los pacientes y su necesidad de atención, les fuerza a confiar en el criterio de los médicos. Además, señala que diversos estudios han llegado al consenso de que centrar la atención en el paciente, implica centrar el diálogo terapéutico más en un paradigma psicosocial que biomédico (4).

 El cirujano otorrinolaringólogo Celedón, detalla en su artículo que, tradicionalmente, se ha definido la relación médico-paciente como una comunicación vertical entre una persona sin conocimientos médicos, desvalida, quién sufre y pide ayuda, y otra, que tiene en sus manos la posibilidad, al menos, de aliviar su sufrimiento si no puede lograr su mejoría. En la actualidad, se puede apreciar que son muchos los factores que han cambiado, cambian y que, probablemente seguirán cambiando, afectando a una buena relación médico-paciente (5).

Principales problema éticos.

La relación médico-paciente es la piedra angular de la práctica médica, y, por tanto, de la ética médica. En la Declaración de Ginebra se exige al médico que debe “velar ante todo por la salud de su paciente” y el Código Internacional de Ética Médica estipula: “El médico debe a sus pacientes todos los recursos de su ciencia y toda su lealtad” (1).

Para el pediatra y bioeticista Chuck Sepúlveda, la atención al paciente suele proporcionarse bajo los cuatro principios fundamentales de la bioética. En primer lugar el “Principio de la Beneficencia”, hacer el bien incluyendo la evaluación del riesgo-beneficio sin perder de vista una atención integral (aspecto biológico, psicológico y social) para con el paciente. En el “Principio de no Maleficencia”, se busca la protección del paciente a través de medidas efectivas de prevención. El tercer principio, “Principio de Autonomía”, éste se aplica cuando una persona adulta y en pleno uso de sus capacidades mentales, tiene derecho a saber la verdad, y, racionalmente en su circunstancia de vida, elegir y/o rechazar las medidas más convenientes junto con su médico. Finalmente, en el “Principio de Justicia”, se debe tratar a todas las personas en igualdad de condición, independientemente de género, condición social, capacidad mental y/o física (6).

Actualmente, se encuentra cuestionado el concepto de “beneficencia” debido a que el paciente ha ido adquiriendo progresivamente mayor autonomía, siendo él quién decide lo que quiere, y si acepta o no el tratamiento propuesto por el médico. Éste, pasa a ser un “prestador” de servicios de salud (2).

Si bien la información al paciente se ha ido introduciendo en la práctica sanitaria, en algunos casos (deterioro cognitivo, enfermedad crónica incapacitante, perdida de la autovalencia, dependencia económica, etc), no se hace directamente con éste sino con sus familiares. Aunque también puede deberse al ageismo, viejismo o rechazo al anciano por parte del personal de salud, y sin ninguna de las condiciones mencionadas previamente. Es necesario apelar a los derechos de los adultos mayores no solo en su calidad de tales, sino también como pacientes, con el objetivo de mantener o mejorar su autonomía y calidad de vida.

Es justo escuchar al paciente, porque favorece la relación y la confianza. El profesional de salud es responsable de que el paciente relate y aclare sus quejas, ya que esto le hace sentirse considerado. A su vez, no es justo privar a los adultos mayores de procedimientos diagnósticos y terapéuticos simplemente por ser “viejos”, cuando el beneficio de mejorar la calidad de vida puede ser mayor.

¿En qué momento y cómo debe involucrarse la familia en la relación médico-paciente de un adulto mayor competente?