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Autoeficacia en conductas de salud para personas con VIH

Autoeficacia en conductas de salud para personas con VIH

Antecedentes: La epidemia de VIH/SIDA en México se concentra mayormente en hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, indigentes que son drogadictos y sexoservidoras. La falta de viviendas estables, seguras y adecuadas es una barrera significativa para la atención médica, el acceso y la adhesión a los medicamentos antirretrovirales, la supresión viral y el riesgo de transmisión del VIH para las personas que viven en condiciones marginadas.

Autoeficacia en conductas de salud para personas con VIH

Luis Horacio Aguiar Palacios, Ana Gabriela Magallanes Rodríguez

Universidad Autónoma de Baja California, Escuela de Ciencias de la Salud, Unidad Valle de las Palmas.

Resumen:

Objetivo: comprobar si existe alguna relación entre la edad, el nivel educativo de los participantes y su nivel de autoeficacia en conductas de salud. Asimismo, analizar si existe alguna diferencia significativa en cuanto al género.

Método: El análisis se realizó en 25 adultos con VIH pertenecientes al albergue Las Memorias A.C., en la Ciudad de Tijuana, B.C. Un 52% fueron mujeres y 48% hombres, en un rango de edad entre los 25 y 58 años (M = 41.40, DT = ±8.52.). Se realizó un estudio tanto cualitativo como cuantitativo a través de entrevistas y el inventario ACS.

Conclusión: El alojamiento de comunidades con VIH en espacios adecuados brinda protección a los albergados, permite tener relaciones interpersonales sanas lo cual ayuda en la adherencia a su tratamiento y a su vez impacta de manera positiva en el nivel de autoeficacia para llevar a cabo conductas favorables de salud. Esta mejora resulta ser igual tanto en hombres como en mujeres.

Palabras clave: autoeficacia, VIH/SIDA, conductas de salud, albergue, adherencia al tratamiento

Introducción:

En el año 2012 se reportaron 157,529 casos del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) en población mexicana entre los 15 y 44 años de edad según el Centro Nacional para la Prevención y el Control del Virus de Inmunodeficiencia Adquirida (VIH) y SIDA (CENSIDA) y se estima que en año 2011 la población que vivía con VIH era un 32% más que en el 2012 (Rodríguez, Magis y Bravo, 2013). La epidemia de VIH/SIDA en México se concentra mayormente en hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, indigentes que son drogadictos y sexoservidoras, por lo tanto, las campañas de prevención del VIH llevadas a cabo por el sector salud de México en los últimos años se han enfocado especialmente en estos grupos. El plan estratégico para prevenir y controlar el VIH en México centra su esfuerzo en las poblaciones de alto riesgo, siguiendo las recomendaciones de la OMS/ONUSIDA para las regiones con epidemias concentradas (Dávila, Castellanos y García, 2015).

Algunos estudios han revelado que las personas no tradicionalmente consideradas como de «alto riesgo » para el VIH estaban en mayor riesgo de ser diagnosticados en etapas avanzadas de la enfermedad, inclusive se observó que aquellos hombres que dijeron no haber tenido relaciones sexuales con hombres también tuvieron un mayor riesgo de diagnóstico tardío. Un estudio realizado por Crabtree, Caro, Belaunzarán y Sierra (2012) demostró que pacientes mayores de 45 años, desempleados o con un nivel de educación inferior a la mediana nacional tenían un mayor riesgo de diagnóstico tardío. Por lo tanto, la edad avanzada y el nivel educativo más bajo se asocian con el diagnóstico tardío y de alto riesgo pero no se encuentran asociaciones con el desempleo.

Un historial de Pruebas Cutáneas de Tuberculina en pacientes con infección por el VIH fue menor en los participantes VIH-positivos mexicanos a pesar de que las PCT están indicadas para personas con VIH en México. Menos de la mitad de los individuos con alto riesgo de VIH en este estudio tenían antecedentes de tuberculosis, sin embargo, la tuberculosis era bastante común entre aquellos individuos con antecedentes de prisión. De acuerdo a Velásquez y colaboradores (2012) el aumento de la detección de la tuberculosis es necesario para las poblaciones en alto riesgo de contraer el VIH en Tijuana, especialmente aquellas que están alejadas de ambientes penales.

La falta de viviendas estables, seguras y adecuadas es una barrera significativa para la atención médica, el acceso y la adhesión a los medicamentos antirretrovirales, la supresión viral y el riesgo de transmisión del VIH para las personas que viven en condiciones marginadas. Los problemas de vivienda resultan ser los desafíos más complejos entre vulnerabilidades individuales y determinantes estructurales, económicos, políticos y legales más amplios de la salud. Los amplios procesos estructurales que sustentan la exclusión social y la desigualdad parecen estar más allá del alcance inmediato de las intervenciones de VIH, pero el cambio de vivienda y ambientes residenciales es posible y prometedor (Aidala et al, 2016).

La literatura ha identificado a la vivienda como una necesidad fundamental no satisfecha para las personas que viven en marginación y con el VIH; sin embargo, existe poca evidencia cualitativa que explore la importancia de la asociación entre la vivienda y el VIH. Los resultados de entrevistas hacia personas sin hogar y con VIH ilustran a la vivienda saludable como una interconexión dinámica entre la salud y otros factores sociales que influyen en bienestar de las personas con VIH.

En base a eso se establecen 4 áreas a atender cuando se trate de personas con VIH en marginación: la interacción entre vivienda saludable y seguridad económica; la relación entre el VIH, la salud y la precariedad de la vivienda; la interconexión entre vivienda, VIH, seguridad, estigma, aislamiento social y exclusión social; y el significado de una vivienda saludable para las personas que viven con el VIH. Es importante hacer énfasis en las políticas de vivienda que consideran a esta como algo más que un techo sobre la cabeza, sino también como algo que apoya el bienestar físico, mental, emocional y social de las personas que viven con el VIH (Chambers et al, 2014).

De acuerdo a lo anterior es evidente que las personas con VIH son vulnerables a problemas de salud mental y hay una gran necesidad de servicios de salud mental entre esta población (Niu, Luo, Liu, Silenzio y Xiao, 2016). Un estudio realizado por Ramaiya y colaboradores (2016) en adolescentes VIH-positivos residentes en el África reportó grandes desafíos psicosociales identificados que incluyeron la pérdida de uno o más padres, el abuso doméstico crónico, el estrés financiero que restringe el acceso a la atención médica y a la educación. Más de la mitad de ellos reportaron dificultades para aceptar su diagnóstico de VIH y expresaron sentimientos de culpa. La depresión es el trastorno psiquiátrico más común en las personas que viven con VIH / SIDA. La prevalencia estimada es de dos a diez veces superior a la de la población general y los síntomas depresivos en las personas con VIH se asocian con una mala vinculación a la atención, una mala adherencia al tratamiento, conductas de riesgo, una respuesta viral más pobre al tratamiento y un mayor riesgo de mortalidad (Eller et al, 2014).

Las personas que son diagnosticadas con VIH enfrentan desafíos significativos para revelar su estado de salud y la falta de comunicación puede poner en riesgo a sus parejas sexuales. La poca comunicación en personas con VIH al no revelar el diagnóstico a las parejas sexuales está estrechamente asociado con menor autoeficacia y baja autoestima (Kalichman y Nachimson, 1999; Crowell, 2004; Paz, eta al, 2012). Aunque otros factores como los síntomas depresivos y los problemas económicos inciden en la adherencia al tratamiento antirretroviral en pacientes con VIH, los profesionales de la salud pueden concentrarse en aumentar los niveles de autoeficacia del tratamiento de los pacientes a través de diversas estrategias de enseñanza-aprendizaje para educar al paciente acerca de sus cuidados sanitarios (Nokes, et al, 2012).

En un estudio de Andrinopoulos, Kerriganb, Figueroa, Reese y Ellen (2010) se demostró que el conocimiento en pacientes adultos acerca del VIH se asoció positivamente con la autoeficacia hacia el cuidado de la enfermedad, por lo tanto, los esfuerzos para aumentar la noción de todo lo relacionado con el VIH se deben reforzar para reducir el estigma acerca de este problema de salud. Asimismo, otro estudio realizado por Ironson y colaboradores (2005) reveló que el aumento en las habilidades cognitivas para conductas de salud y el aumento del nivel de autoeficacia para la adherencia al tratamiento también tuvieron una relación significativa con la disminución de la carga viral.

Este estudio pone en manifiesto el interés de explorar la autoeficacia en conductas de salud que presentan las personas con VIH pertenecientes al albergue Las Memorias A. C. de la ciudad de Tijuana, B. C. con la finalidad de obtener evidencia teórica en población adulta mexicana. Se trata de un estudio descriptivo y el objetivo es comprobar si existe alguna relación entre la edad, el nivel educativo de los participantes y su nivel de autoeficacia en conductas de salud. Asimismo, analizar si existe alguna diferencia significativa en cuanto al género.

Método:

El análisis se realizó en 25 adultos con VIH pertenecientes al albergue Las Memorias A.C., en la Ciudad de Tijuana, B.C., de los cuales 13 (52%) fueron mujeres y 12 (48%) hombres, en un rango de edad entre los 25 y 58 años, cuyo promedio de edad fue de 41.40 años con una desviación estándar de ±8.52. Todos los participantes firmaron un consentimiento informado, fueron seleccionados usando un muestreo intencional y fueron entrevistados en las instalaciones de dicho albergue.

Se realizó un estudio tanto cualitativo como cuantitativo. El aspecto cualitativo-formativo fue en base a entrevistas hacia las personas albergadas acerca de sus condiciones de vivienda y las actividades que realizan dentro del albergue para cuidar su salud. Las sesiones de entrevistas se llevaron a cabo en los dormitorios de cada persona albergada y para esta intervención se elaboró una guía de preguntas acerca de su nivel de satisfacción respecto al lugar donde viven, la atención que reciben tanto médica como el apoyo social. La parte cuantitativa fue a través del inventario Autoeficacia en Conductas de Salud (ACS) y tuvo la función de explorar acerca de las habilidades autopercibidas sobre las conductas de salud con respecto al VIH de los participantes tanto en hombres como en mujeres.