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¿Cumple con los cánones de la dieta mediterránea nuestro personal sanitario?

¿Cumple con los cánones de la dieta mediterránea nuestro personal sanitario?

La sociedad toma como indicador el comportamiento y actitudes del personal sanitario. Nuestros pacientes, leales cumplidores de los consejos dietéticos, son un reflejo de la alimentación sana y equilibrada que ingerimos, e inculcamos mediante nuestros conocimientos.

María Victoria Martínez Miras*/ Josefa Martínez Gómez*/ María Mercedes Ruiz Sorroche*

* Universidad de Almería, Diplomada Universitaria en Enfermería

Resumen:

Objetivo: Analizar la relación entre la calidad de la dieta que consumen nuestros profesionales y el índice de masa corporal que presentan.

Material y método: Estudio transversal descriptivo, desarrollado entre Julio y Noviembre de 2016, en el Servicio de Medicina Interna de un hospital en Almería. Valoramos el índice de calidad alimenticia en relación a la Dieta Mediterránea; obtuvimos datos antropométricos de cada participante. La muestra formada 57 sanitarios.

Resultados: Tras analizar datos entre patrones, no encontramos diferencias estadísticas significativas (p>0,05). El 67,8% obtuvo buen nivel de adherencia a la Dieta Mediterránea. La media del índice de masa corporal (IMC) fue de 27,38. Los valores de índice de masa corporal (IMC) más elevados se obtuvieron para el personal con dieta de baja calidad, las diferencias no fueron estadísticamente significativas.

Conclusiones: El patrón nutricional entre personal sanitario es adecuado. Son cumplidores en un alto porcentaje de la Dieta Mediterránea, aunque los resultados no se corresponden con los datos analizados en cuanto al índice de masa corporal (IMC); más del 60% presenta valores superiores a 25, indicando sobrepeso.

Palabras clave: dieta mediterránea, índice de masa corporal, calidad alimenticia, personal sanitario.

INTRODUCCIÓN

Entendemos la alimentación como un conjunto de acciones a través de las que le suministramos alimentos a nuestro organismo (sólido o líquido), los cuales, hemos seleccionado y preparado con anterioridad. Por tanto, se considera un proceso que se realiza de forma voluntaria, educable y que puede resultar influenciable por diferentes factores, tanto sociales, económicos, ecológicos,…1

Una alimentación saludable podemos definirla como aquella que tiene una proporción de alimentos que se ajusta a la distribución contemplada en la dieta equilibrada en términos de nutrientes. Los alimentos que la integran son aptos para el consumo, desde el punto de vista de la higiene y la seguridad alimentaria, y su forma de preparación y presentación respeta las características psicosociales de un grupo concreto de consumidores. Respecto al total de calorías, éstas deben ser aportadas porcentualmente en un 50-55% por los hidratos de carbono, en un 30-35% por las grasas, con un mínimo de ingesta del 15% de las calorías totales y un máximo que no debe sobrepasarse del 65%; en un 10-15% por las proteínas (no debiendo se estas últimas nunca inferior de 0.38 a 2 g/Kg./día). Las vitaminas y minerales se ajustarán a las características de las personas en función de su sexo, edad y circunstancias fisiológicas especiales, teniendo en cuenta las aportaciones diarias recomendadas (RDA).

Los nutrientes son compuestos que forman parte de los alimentos y que son necesarios para que nuestro organismo pueda funcionar; estos nutrientes se obtienen mediante el proceso de digestión y cumplen tres funciones principales:

  • Función energética: aportan energía para cubrir el metabolismo basal y mantener las funciones vitales, así como para poder realizar actividades físicas. Las principales fuentes de energía son los hidratos de carbono y los lípidos.
  • Función estructural: suministran materiales para la formación y la renovación de las propias estructuras y de los tejidos del organismo, los nutrientes que tienen principalmente función estructural son las proteínas, algunos lípidos y minerales como el calcio y el agua.
  • Función reguladora: proporcionan elementos que actúan modulando las reacciones bioquímicas que tienen lugar en los procesos metabólicos y de utilización de diversos nutrientes. A esta función contribuyen principalmente las vitaminas y los minerales.

La dieta mediterránea consiste en un estilo de vida basado en una dieta equilibrada y variada en la que predominan los alimentos obtenidos de los cultivos tradicionales de esta área geográfica bañada por el Mediterráneo: el trigo, el olivo y la vid. Se caracteriza por un bajo contenido en grasas saturadas y colesterol, y un alto contenido en hidratos de carbono complejos y fibra. Los primeros estudios sobre este tipo de alimentación surgieron al observarse que los habitantes de los países bañados por el Mar Mediterráneo presentaban una menor prevalencia de enfermedades cardiovasculares y enfermedades crónicas, y tenían una mayor esperanza de vida que poblaciones del resto del mundo, sobre todo en países del norte de Europa y América. Este tipo de alimentación se basa en las costumbres de esta zona geográfica, que aunque parezca muy diferente por los países que en ella intervienen, tienen infinidad de rasgos comunes. La principal influencia de la cocina de esta zona son las costumbres de la cocina romana, teniendo como elementos comunes: la harina, el pan y el aceite, a pesar de una amplia variedad de ingredientes.

La educación nutricional se define como el proceso por el cual las creencias y las actitudes, las influencias ambientales y los conocimientos acerca de los alimentos, conducen al establecimiento de hábitos alimentarios científicamente fundados, prácticos y acorde con las necesidades individuales y la disponibilidad de alimentos. Es un proceso multidisciplinar que involucra la transferencia de información y la sustitución de los hábitos presentes por otros más apropiados. La educación nutricional es una parte esencial de la educación sanitaria, aquella destinada al mantenimiento de la salud, y aún más, es parte importante de la educación integral de la persona, por lo que debe iniciarse lo más tempranamente posible para lograr un mayor impacto sobre el comportamiento del individuo. Su objetivo final es la promoción de hábitos alimentarios correctos.

La población debe conocer y comprender los aspectos básicos del funcionamiento de su cuerpo y las consecuencias para la salud individual y colectiva de sus actos, las decisiones personales y valorar los beneficios que suponen los hábitos del ejercicio físico, la higiene y una alimentación equilibrada, así como llevar una vida sana. Para conseguirlo se debe llevar a cabo una Educación Nutricional adecuada, la cual forma parte de la educación integral de las personas; uno de los objetivos de la educación nutricional es promover hábitos saludables, es fundamental enseñar la importancia que tiene la alimentación en el mantenimiento de la salud, así como el desarrollo emocional y psicosocial; la adquisición de estos hábitos desde edades tempranas, serán decisivos en el comportamiento alimentario en la edad adulta y a su vez, podrán incidir en el comportamiento de las siguientes generaciones.

Mediante la Educación Nutricional el personal sanitario pretende modificar el comportamiento alimentario de las personas, pues esta constituye pese a sus limitaciones un instrumento eficaz para promover la salud y prevenir la enfermedad. Su eficacia se evalúa a través de los conocimientos, el desarrollo de actitudes positivas hacia la salud y la implantación de conductas permanentes. A la dieta española se le permite estar encuadrada entre los países consumidores de la dieta mediterránea considerada como muy saludable y equilibrada.

El personal sanitario, debido a nuestro papel implicado en la promoción de la salud, nos hemos situado en el punto de mira para el resto de la población, que nos toma como referentes en cuanto a nuestra forma de proceder en cuestiones relacionadas con hábitos de vida saludables. Según esto, la sociedad toma como indicador nuestros comportamientos y actitudes, sobretodo, en lo relacionado con la nutrición, ya que gracias a la educación para la salud que practicamos a diario, nuestros pacientes son leales cumplidores de nuestros consejos dietéticos, siendo un fiel reflejo de la alimentación sana y equilibrada que según nuestras necesidades ingerimos a diario, e intentamos inculcar a través de nuestros conocimientos.

Después de esta reflexión, nos embarga la duda de saber si realmente es así, y los profesionales sanitarios practican una dieta sana, tal y como promueven en sus enseñanzas. Por este motivo, nos planteamos como objetivo averiguar cómo es la calidad de la dieta que consumen nuestros profesionales y si sus resultados coinciden con el índice de masa corporal (IMC) que presentan.

METODOLOGÍA

Se trata de un estudio transversal descriptivo, desarrollado durante los meses de Julio a Noviembre de 2016.

Se procedió a la captación de voluntarios para el estudio entre el personal sanitario del Servicio de Medicina Interna de un hospital provincial de Almería. La muestra se constituyó con los miembros que aceptaron participar en el estudio. Contamos con una muestra de 57 participantes, de los cuales, 29 fueron Diplomados en Enfermería, 16 Técnicos de cuidados y 12 Facultativos Especialistas de Área, conformando el 65.5% de la plantilla fija de la unidad, quienes antes de comenzar a participar en el estudio, procedieron a la cumplimentación del consentimiento informado.

  • Análisis nutricional:

Para la valoración del índice de calidad alimenticia en relación a la Dieta Mediterránea, se les facilitó el Cuestionario de Adherencia a la Dieta Mediterránea (CADM) (Anexo 1). Se trata de un test compuesto por 14 ítems, relacionados con los hábitos alimenticios, a cuya contestación le correspondería la puntuación que se indica en el “modo de valoración” del mismo, adjudicando cero puntos o un punto en función de la respuesta emitida por el entrevistado a cada una de las mismas, considerando que todos aquellos que obtengan una puntuación inferior a 9 puntos presentan una baja adherencia a la dieta mediterránea, y una buena o alta adherencia, la muestra que obtenga una puntuación superior a 9.

  • Datos antropométricos:

Se procedió a la obtención de los datos antropométricos de cada paciente, peso y talla, con el fin de analizar el índice de masa corporal (IMC), como un indicador simple de la relación entre el peso y la talla que se utiliza frecuentemente para identificar el sobrepeso y la obesidad en los adultos. Se calcula dividiendo el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla en metros (kg/m2). La definición de la OMS es la siguiente 3:

  • Un índice de masa corporal (IMC) igual o superior a 25 determina sobrepeso.
  • Un índice de masa corporal (IMC) igual o superior a 30 determina obesidad.

El índice de masa corporal (IMC) proporciona la medida más útil del sobrepeso y la obesidad en la población, puesto que es la misma para ambos sexos.

Para su realización, se utilizó una báscula marca SECA 700 de romana (con capacidad hasta 220 Kg), con tallímetro SECA 220 (alcance de medición de 60 a 200 cm). El índice de masa corporal (IMC) fue calculado según la fórmula: kg/m2.

  • Análisis de datos:

El análisis estadístico de los resultados se realizó con el paquete estadístico SPSS versión 20 para Windows. Todos los valores se expresaron como medias ± desviación típica y se consideró significación estadística si p < 0,05. Se relacionaron dichas variables mediante test de Chi cuadrado, ANOVA y correlación de Pearson según procediera.