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Manejo de la insuficiencia venosa crónica y sus complicaciones

Manejo de la insuficiencia venosa crónica y sus complicaciones

Según la encuesta epidemiológica DETECT-IVC (2000) se concluyó que de los pacientes visitados por su médico de familia, el 68,6% presenta algún signo y/o síntoma de insuficiencia venosa crónica (IVC). Más tarde, se realizó el estudio DETECT-IVC (2006) con el fin de verificar estos datos y se detectó un 71% de pacientes con algún dato clínico de insuficiencia venosa crónica. De estos pacientes, hasta un 62% presentaba algún signo de insuficiencia venosa crónica, que fundamentalmente se manifestaba en forma de varículas o también llamadas arañas vasculares (53%), en menor grado como varices (35%) y hasta un 2% como úlceras cutáneas.

1º Autora – Paula Hernández Arranz, Diplomada Universitaria en Enfermería, Consulta Alergología Pediátrica, Hospital Universitario Miguel Servet. Zaragoza.

2º Autora – Noelia Estefanía Pavón Tercero, Diplomada Universitaria en Enfermería. UCI Quirúrgica, Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa. Zaragoza

3º Autora – Carolina Azcona Cidraque, Graduada en Enfermería, Urgencias 061 Aragón

4º Autora – Jennifer Barrado Jiménez, Diplomada Universitaria en Enfermería, Consulta Trasplante Renal. Hospital Universitario Miguel Servet. Zaragoza.

Servicio Aragonés de Salud.

Palabras clave: insuficiencia venosa, úlcera, varices, sistema venoso, cuidados.

Guión

  1. Introducción
  2. Definición
  3. Fisiopatología
  4. Etiología y clasificación
  5. Manifestaciones
  6. Valoración física
  7. Valoración psicosocial
  8. Pruebas diagnósticas
  9. Tratamiento
  10. Bibliografía
  11. ANEXO 1. Gráficos.

INTRODUCCIÓN [1][2][3][4]

La insuficiencia venosa crónica es una enfermedad que se presenta más frecuentemente en mujeres (64%) que en hombres (36%) y la media de edad global es de 52,3 años. Se trata de una enfermedad multifactorial, donde los factores de riesgo más frecuentes y presentes incluso en un 82% de los casos, destacan los embarazos, el sedentarismo, los antecedentes familiares, el sobrepeso y la obesidad. Sin embargo, solo se encuentran asociados de forma significativa a la insuficiencia venosa crónica la edad y los antecedentes familiares.

  1. DEFINICIÓN [1][3][4][5]

El correcto funcionamiento del sistema venoso permite que la sangre fluya desde las zonas más distales de los miembros inferiores a las más proximales. Para conseguirlo, este sistema venoso se compone del sistema venoso superficial, el profundo y las venas perforantes, que a su vez, están provistas de válvulas. Estas válvulas, que actúan en sentido unidireccional ascendente hacia el corazón, conducen la sangre desde el sistema superficial y venas perforantes hasta el profundo. Para esto, se necesita de la acción de la bomba muscular mediante contracciones. Hablamos de insuficiencia venosa crónica cuando alguno de estos elementos falla, ya que se produce un reflujo venoso anormal y, como consecuencia, una hipertensión venosa patológica.

Las varices, entendidas como dilataciones venosas superficiales, son la manifestación de una alta presión en la macrocirculación mantenida en el tiempo. Por otro lado, a nivel de la microcirculación, las lesiones se manifiestan como alteraciones en la piel y las mucosas, en ocasiones en forma de ulceras, que a menudo son refractarias a los procesos de cicatrización.

  1. FISIOPATOLOGÍA [1][2][4]

Un aumento de la presión intravascular distiende las venas, separa las valvas de las válvulas y altera su capacidad de cierre, lo que determina su engrosamiento y contracción. Esto se traduce en una alteración del flujo unidireccional de la sangre y el vaciamiento de las venas profundas.

Cuando las válvulas venosas son afuncionales, la acción de bombeo muscular producida durante la actividad mediante contracciones no consigue propulsar la sangre de regreso hacia el corazón. La sangre venosa se recoge y localiza en la parte distal de los miembros inferiores produciendo estasis venosa, especialmente en bipedestación. A raíz de esto, las presiones venosas en la pantorrilla y parte distal de la pierna aumentan, sobre todo durante la deambulación. Ver gráfico 1: Válvulas venosas. Competencia y anormalidad (al final del artículo).

Este aumento de la presión altera también la circulación arterial de los miembros inferiores.

La capacidad de aportar suficiente oxígeno y nutrientes por parte del organismo a las células y a su vez eliminar los desechos metabólicos se reduce. La piel se atrofia y el tejido subcutáneo se necrosa. La degradación de los eritrocitos en los tejidos produce una pigmentación de la piel, con distintos grados de coloración en función del daño tisular. Finalmente, pueden desarrollarse úlceras por estasis venosa.

Los tejidos afectados y congestionados alteran la capacidad del organismo de aumentar el aporte de oxígeno, nutrientes y energía metabólica para que se cure la úlcera. Este trastorno empeora y las úlceras aumentan de tamaño con el tiempo. La circulación venosa congestiva a su vez impide que la sangre gestione las respuestas inflamatorias e inmunitarias necesarias por lo que se ve aumentado de forma notable el riesgo de infección del tejido ulcerado.

  1. ETIOLOGÍA Y CLASIFICACIÓN [2][3][4]

La clasificación CEAP se utiliza para unificar criterios diagnósticos y terapéuticos. Se fundamenta en varios apartados: la descripción de la clase clínica (C) en base a signos objetivos, la etiología (E), la distribución o localización anatómica (A) del reflujo y/o obstrucción (venas superficiales, profundas y perforantes), y la fisiopatología subyacente (P), ya sea debido a reflujo y/u obstrucción. Ver gráfico 2: Clasificación CEAP (al final del artículo).

Los estudios etiológicos de insuficiencia venosa crónica nos indican que en la mayoría de los casos, en torno al 95-97%, la causa es primaria o idiopática, de tipo congénito y con frecuencia hereditario, y que, cerca del 4-5% es secundaria a una trombosis venosa profunda o síndrome postrombótico.

Los factores que aumentan el riesgo de desarrollar insuficiencia venosa crónica son:

  1. Edad. Es el principal factor de riesgo, siendo más frecuente entre los 30 y los 60 años.
  2. Género. Considerado como el segundo factor de riesgo. Hay un predominio del sexo femenino en proporción 5:1, relacionado con los niveles de la hormona progesterona.
  3. Predisposición genética.
  4. Sobrepeso y obesidad.
  5. Embarazos múltiples. Los cambios hormonales junto con el aumento de la volemia y la presión intraabdominal, dificultan el adecuado retorno venoso.
  6. Anticonceptivos orales.
  7. Menopausia.
  8. Actividad laboral. Especialmente en profesiones con ortostatismo prolongado.
  9. Problemas ortopédicos.
  10. Sedentarismo.
  11. Estreñimiento.
  12. Tabaquismo.
  13. Patologías relacionadas. La aparición de edemas en miembros inferiores, por ejemplo, en afecciones cardiacas, condiciona una sobrecarga en el retorno venoso. Se añadirían también otras patologías endocrino-metabólicas.
  14. Cambios de temperatura, especialmente la exposición a fuentes de calor.
  15. Presión local. Por ejemplo ropa ceñida y calzado ajustado, traumatismos, posturas mantenidas, etc.