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Artritis reumatoide. Cuidados de Enfermería

Artritis reumatoide. Cuidados de Enfermería

Resumen: La artritis reumatoide es una enfermedad autoinmunitaria sistémica que cursa con una inflamación crónica de muchos tejidos y órganos del cuerpo. Aunque se pueden afectar órganos como el corazón, los pulmones, la piel y los músculos, la enfermedad suele caracterizarse por la aparición de una poliartritis inflamatoria que afecta a grandes y pequeñas articulaciones. Las células inmunitarias del organismo atacan a las articulaciones de tipo diartrosis inflamándolas y finalmente destruyéndolas.

Autores: 

Irene Calviño García. Graduada en Enfermería. Clínica Los Naranjos. (Huelva).

Ana Hermosín Alcalde. DUE. Diaverum. (Huelva).

Elena Pereira Jiménez. DUE. Interclinik.

Palabras clave: artritis reumatoide, cartílagos, poliartritis inflamatoria, enfermedad autoinmune.

Epidemiología y etiopatogenia: es una de las enfermedades autoinmunes más frecuentes, con una prevalencia del 1% de la población general, existiendo una frecuencia tres veces superior en las mujeres.

Suele comenzar entre la tercera y la quinta década de la vida, y de forma lenta va destruyendo el cartílago articular. Existe un factor de riesgo genético, que es la presencia del antígeno leucocitario humano (HLA)-DR4.

Afecta a las articulaciones. En un primer momento, la cápsula sinovial se inflama y aparece engrosada y edematosa. Más tarde, se afecta la membrana sinovial con la producción de un agregado de células inflamatorias, tejido de granulación y fibroblastos. Éste se conoce con el nombre de pannus sinovial y se adhiere al cartílago articular, invadiendo la interfase hueso – cartílago sinovial y provocando una destrucción del cartílago articular y crea puentes entre los huesos opuestos. Los huesos terminan por fusionarse, cesando el movimiento y produciendo una incapacidad permanente.

Las articulaciones de manos y pies son las afectadas en primer lugar, pero al progresar la enfermedad, se suelen afectar las muñecas, los tobillos, los codos, las rodillas y la columna cervical.

Entre las deformidades articulares típicas, destacan los dedos de las manos en “ráfaga cubital” y en “cuello de cisne”, y la subluxación de las cabezas cubitales.

Clínica: al ser una enfermedad sistémica, en la mayoría de los pacientes aparece anemia, fiebre, pérdida de peso, fatiga y dolor muscular generalizado, además de síntomas asociados a la afectación articular específica. Se produce rigidez matutina, mejorando los síntomas con la actividad.

Los síntomas están relacionados con la inflamación y pérdida de la superficie articular. Entre ellos se incluye la reducción de la movilidad articular, dolor, tumefacción nodular y rigidez generalizada.

El curso es variable, pero lo más frecuente es que curse en brotes, con periodos de exacerbación de la enfermedad y otros de estabilidad. Durante la crisis se produce una destrucción de las articulaciones afectas que no se podrá recuperar posteriormente.

La evolución clínica y la gravedad de la enfermedad son variables. Algunos pacientes presentan una enfermedad leve y lentamente progresiva, con pocas deformidades y escasas lesiones óseas destructivas. Sin embargo, en otros pacientes la evolución clínica es rápidamente progresiva y, si no se lleva a cabo un tratamiento, aparece una artritis deformante e incapacitante.

Algunas de las complicaciones que puede presentar la enfermedad son:

  • Subluxación atloaxoidea con afectación neurológica.
  • Síndrome del túnel del carpo.
  • Afectación ocular.
  • Afectación pulmonar.
  • Afectación cardíaca.
  • Vasculitis necrotizante.
  • Amiloidosis.
  • Síndrome de Felty.

Diagnóstico: el diagnóstico de la artritis reumatoide es fundamentalmente clínico. El síntoma clásico de presentación es la sinovitis simétrica de las pequeñas articulaciones. Se debe hacer un diagnóstico diferencial con:

  • Lupus eritematoso sistémico.
  • La enfermedad de Lyme, que tiene un inicio poliarticular y simétrico.
  • La artritis vírica se diferencia principalmente por su evolución clínica limitada.
  • En los pacientes mayores: polimialgia reumática, hipotiroidismo y síndromes paraneoplásicos.

Se utiliza el examen del líquido articular para el diagnóstico. Éste es de tipo inflamatorio, con más de 10.000 leucocitos, con predominio de los polimorfonucleares.

Casi el total de los pacientes muestran en su serología el factor reumatoide y durante las exacerbaciones de la enfermedad estarán alterados los parámetros de inflamación. No obstante, la presencia del factor reumatoide no constituye un criterio diagnóstico ni necesario ni suficiente, ya que otros trastornos como el lupus pueden presentar factor reumatoide.

Para diagnosticar una artritis reumatoide, el paciente debe reunir cuatro o más de los siguientes criterios:

  • Rigidez matutina de más de una hora de duración.
  • Artritis de tres o más articulaciones observadas simultáneamente.
  • Afectación de articulaciones de la mano.
  • Artritis simétrica.
  • Presencia de nódulos reumatoides subcutáneos.
  • Factor reumatoide positivo.
  • Alteraciones radiológicas como estenosis del espacio articular, osteoporosis yuxtaarticular y erosiones.

Los cuatro primeros criterios deben permanecer durante al menos seis semanas y, en fases iniciales, los pacientes pueden no cumplir criterios suficientes.

Tratamiento y cuidados de Enfermería: dentro del plan de cuidados debidos a una persona con artritis reumatoide se encuentran las siguientes actividades:

  • Descanso y reposo en periodos de exacerbación.
  • Desarrollo de un programa de ejercicios para evitar el anquilosamiento y la pérdida de función articular a fin de aumentar la movilidad y la fuerza musculares:
    • Los ejercicios han de ser predominantemente isométricos, sin desplazamiento articular, lo que permite conservar el tono muscular y prevenir su atrofia.
    • También son recomendables los ejercicios isotónicos amplios, siempre deteniéndose cuando aparezca el dolor articular. Esto evita la contractura muscular y la anquilosis articular.
  • Empleo de medidas físicas para el alivio del dolor.
  • Medidas de seguridad para prevenir lesiones, como los sistemas de apoyo.
  • Uso de sistemas ortopédicos de protección articular.
  • Aplicación adecuada de medicación, tanto dosis, forma de administración y efectos secundarios, como controles necesarios.

En cuanto al tratamiento de dolor, se utilizan AINES, pero sin mejorar la afectación ósea. Los corticoides reducen la inflamación pero debido a sus efectos secundarios se ha limitado su uso a dosis bajas y periodos cortos.

Otros fármacos utilizados son los antirreumáticos modificadores de la enfermedad o fármacos antirreumáticos de acción lenta. Al inhibir la progresión de las erosiones, se ha conseguido que su uso sea mucho más amplio y precoz que antes. Se trata de fármacos como el metotrexato, la hidroxicloroquina, sales de oro, sulfasalazina, azatioprina, D-penicilamina, ciclosporina, y ciclofosfamida. El más utilizado es el metotrexato, debido a que ofrece mejores beneficios con menos efectos secundarios. Se administra principalmente por vía subcutánea, exige frecuentes controles clínicos y analíticos para descartar posibles efectos secundarios.

La cirugía es el último recurso, reservándose para casos de enfermedad invalidante o dolor intratable. Entre las distintas técnicas quirúrgicas, la más empleada, cuando es posible, es el recambio articular.

Bibliografía:

  1. Cooney JK et al. Benefits of exercise in Rheumatoid Arthritis. 2011.
  2. Metsios GS et al. Rheumatoid Arthritis, cardiovascular disease and physical exercise. 2008.
  3. Stamp LK et al. Rheumatoid Athritis: a review of literature. 2005.
  4. Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad. Guía de práctica clínica para el manejo de la artritis reumatoide en España. 2011.