Discriminacion y rechazo en la relacion medico-paciente con VIH-SIDA. Implicaciones y propuesta etica
Autor: Dra. Sara Gabriela María Eugenia del Real Sánchez | Publicado:  23/09/2008 | Etica, Bioetica. Etica medica. Etica en Enfermeria , Otras Especialidades | |
Discriminacion y rechazo en relacion medico-paciente con VIH-SIDA. Implicaciones. Propuesta etica.3

Esta certeza hace evidente la necesidad de discutir el tema en el ámbito de la bioética médica; con el fin de generar conciencia sobre estas actitudes que se presentan durante la interacción médico-paciente con VIH-SIDA, y empezar a disminuirlas.

 

La posibilidad de construir una respuesta, en vías de subsanar semejante deficiencia, procede de la ética de Paul Ricouer, quien propone apuntalar “la intención de realizar una vida buena con y para el otro dentro de instituciones justas”.(18) El fundamento principal de esta realidad posible se sustenta en el deseo de ser y la lucha por existir, integrantes del ser humano, y cuyos efectos deberían evitar que éste, en cualesquiera de las etapas de su existencia y por cualquier motivo, situación adversa o bajo características de una enfermedad determinada, se vea reducido a la condición de objeto.

 

La ética de Paul Ricoeur constituye una alternativa para alcanzar el horizonte de autorrealización y reconocimiento de sí mismo y de los otros como sujetos dignos de respeto y estima, lograr la vida plena mediante el disfrute equitativo de las mejores condiciones posibles para desarrollar los potenciales humanos, cuidar de la salud y vivir una vida buena. (18)

 

Propuesta ética

 

En la comprensión de la identidad y el actuar del médico, se debe recurrir a la sabiduría práctica o reflexión crítica; la cual interpreta las acciones realizadas por el sí mismo y compromete al médico con la búsqueda de una vida plena mediante la evaluación de sus actos y la fidelidad a un modo de ser que responda en beneficio de una persona vulnerable y necesitada. (20)

 

Su fundamento se articula en tres momentos, y a cada uno de ellos le corresponden ciertas cualidades éticas: el respeto y la estima de sí; disponibilidad, convicción, compromiso y atestación; solicitud, responsabilidad, amistad y justicia respectivamente. Los primeros dos niveles comprenden el desarrollo personal y una vez logrado este pueden establecerse relaciones interpersonales plenas, lo que hace posible el vivir juntos. (18, 20, 21)

 

Respeto y estima de sí

 

La dedicación a un oficio o profesión, constituye el desarrollo de las potencialidades inherentes al ser humano junto con la satisfacción de las necesidades personales para lograr el bien vivir. (18, 20)

 

Cuando se desea ser médico, se elige libremente una actividad profesional altamente significativa en la sociedad, dado que la salud es uno de los bienes y aspiraciones más preciados en la vida del ser humano. Este aspecto es de suma importancia, ya que la vocación o disposición de cuidado hacia una persona enferma, justifica la dedicación de un individuo a la profesión médica por voluntad y por convencimiento como objetivo de vida. (18)

 

Durante el desarrollo de su práctica, el médico se ve sujeto a la toma de decisiones; en un momento dado, algunas de esas decisiones pueden alejarlo de su objetivo de bien vivir; por eso, debe, con mayor frecuencia, deliberar o valorar lo correcto o incorrecto de sus acciones, en especial cuando se relacionan con sus pacientes y cuando se afecta la dignidad de éstos. (20)

 

El respeto, como afirmación o identificación de la singularidad del prójimo y reflejo de sí mismo, consiste en aceptar lo distinto, en dejar ser a las personas tal como son, sin reducir o limitar su valor, independientemente de las diferentes características que los definan, ya que nadie es más o vale más que otro ser humano. Respeto es el trato de igual que se da a uno mismo como a los demás; es decir, tratar a la persona de los otros como a la propia persona.

 

El respeto exige una actuación ética en toda actividad humana y en toda relación interpersonal; radica en el bien tratar a las personas como objetivo de vida y no reducirle a instrumento o medio, porque del respeto a sí mismo deriva el respeto al prójimo y por ende la estima de sí. (18)

 

Por tanto, si el médico al evaluar sus acciones es capaz de estimarlas buenas, se estará evaluando a sí mismo, estimándose bueno y de la misma forma en que estime a los otros así será él estimado. De otro modo, se pone de manifiesto un conflicto de carácter ético.

 

Disponibilidad, convicción, compromiso y atestación

 

La disposición de cuidado se basa en el estado de vulnerabilidad o necesidad del enfermo, dado que necesita del auxilio del médico para recuperar su salud puesto que la enfermedad le ha generado una alteración física, psicológica y social.

 

De la forma de responder a esta necesidad surge el pacto o promesa al enfermo de que se le ayudará a recuperar la salud o, por lo menos, se le aliviará y consolará en su padecimiento o discapacidad. Esta promesa implica la firme intención de hacer algo en favor del paciente a pesar de las circunstancias. Exige fidelidad a sí mismo y a la palabra empeñada por honor pues en ella se sustenta la identidad del médico. (18,19,20,21)

 

Al cumplir su promesa, el médico es reconocido como persona íntegra; en consecuencia, obtiene credibilidad y confianza, reciprocidad y aceptación. Mantenerse en la palabra dada es darle sentido a lo que se es y se hace para alcanzar la plenitud y el desarrollo personal. (21)

 

En el proceso de desarrollo y reconocimiento de sí mismo, el médico se autoevalúa y define por las acciones que realiza; Particularmente por la forma en que enfrenta los problemas en el transcurso de su vida. Ante una situación de conflicto, sus valores y principios éticos se manifiestan e intervienen en la deliberación sobre ciertas circunstancias que aparecen como intolerables o carentes de sentido; le permiten hacer un balance de la situación para, posteriormente, dictar su actuar con base a lo que debe ser, guiándose por lo que está por encima de sus preferencias o conveniencias, lo correcto, lo bueno. A esta actitud de firme convencimiento se le llama convicción. (18,21)

 

Por convicción, la persona se arriesga, enfrenta lo intolerable y se opone a la injusticia. No obstante, la convicción no es suficiente si no se acompaña de la apertura para encontrarse con el prójimo, por cuya presencia y necesidad se reconoce la causa asumida. (21)

El compromiso del médico es permanecer, fiel a su actuar, a sí mismo y a los enfermos a pesar de las circunstancias. Sólo cuando se asume un compromiso se puede estar en relación con quien es diferente; mediante la estimación de las acciones se propician las condiciones adecuadas para lograr acuerdos que disminuyan las diferencias y favorezcan la resolución de conflictos, sea por la conversión del enemigo en amigo, del diferente en igual o de lo negativo en positivo. (18, 21)

 

El médico no lo es sólo por la investidura blanca o el grado académico que ostenta, sino por su hacer de cada día; por la suma de sus acciones, decisiones y compromisos. El médico se construye poco a poco cada vez, durante el trayecto de su vida, dando testimonio de su ser en su actuar.

 

La atestación exige ser verdadero en lo que se dice ser, en la medida en que se es y se hace todos los días; demostrar que se es honesto, digno de confianza, que se es la persona a quien puede entregársele lo más valioso que alguien posee: la vida. De este modo, quien puede atestiguarse en su modo de ser, es capaz de potenciar sus capacidades y desarrollar un incremento en la constitución de su ser. (18, 21)

 

Solicitud, responsabilidad, amistad y justicia.

 

La relación médico-paciente, como se ha señalado con énfasis, implica un tipo de encuentro especial entre dos personas. Se trata de una interacción fundamentada en la solicitud, la confianza y la simpatía.

 

El médico ofrece su ayuda al paciente porque tiene confianza en sus capacidades, habilidades y técnicas, manifiesta genuino interés y preocupación por su padecer, trata de entender lo emocional de su sufrimiento. El enfermo, por afinidad, le confía al médico, voluntariamente y con esperanza, su salud, su vida e, incluso, su intimidad. Esta entrega incondicional del paciente exige del clínico, altas cualidades profesionales y éticas, pero sobre todo, una constante disposición de entrega y servicio. (14)


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