Cancer. Pruebas y conclusiones
Autor: Dr. P. García Férriz | Publicado:  28/02/2011 | Oncologia , Articulos | |
Cancer. Pruebas y conclusiones .1

Cáncer. Pruebas y conclusiones

GARCÍA FÉRRIZ, P.

Índice

Resumen. Palabras Clave
Cáncer
Conclusiones
Epílogo
Figuras
Bibliografía

Resumen

Son innumerables las vías de investigación científica que sobre la etiopatogenia tu¬moral se han empleado, y que siguen conociéndose de forma profusa y con matices muy diversos, que en poco o nada se asemejan entre sí. Durante muchos años venimos dedicándonos a dicha investigación, mantenien¬do siempre como sujeto al sistema nervioso, tanto el central como el vegetativo. Desde su inicio y hasta el final, es el que ejecuta todos los procesos tumorales.

Con el hallazgo del ADN y, posteriormente, del genoma humano, se creía que el descubrimiento de la verdadera etiopatogenia tumoral sería cuestión de un prometedor y reducido espacio de tiempo. En una conferencia que tuvimos la oportunidad de ofrecer en el Salón Dorado del Instituto de Salud Carlos III de Majadahonda (Madrid), hicimos un especial énfasis sobre la vital y decisiva importancia que tiene nuestra propia electricidad sobre el ADN y el genoma humano. Si a este proceso electrobioquímico le sumamos cuantas pruebas han estado a nuestro alcance y unas interesantes y sugestivas conclusiones, podrá apreciarse cómo el camino de investigación que hemos seguido tiene un fuerte y consistente valor científico. Sólo falta, así lo creemos, que la investigación en el laboratorio concrete y defina con precisión la relación existente entre la corriente eléctrica (excesiva, poca o ninguna) con la actividad celular. Y no olvidamos que “sin electricidad nunca pueden efectuarse actividades bioquímicas”. Este es el principal concepto que nos ha servido como base de estudio y un gran punto de apoyo.

Palabras clave: Genes, actividad nerviosa (electricidad), ventrículos, diafragma, yeyuno, íleon, gen KRAS, genoma y tabla PeGFer.

Cáncer

Consideramos, que, todos los genes que aparecen en el cáncer y que muchos de ellos actualmente han sido descifrados, adquieren su patología por un proceso electrobioquímico en el que predomina la aparición de elevados potenciales eléctricos (de acción). ¿Por qué creemos en esta hipótesis? Desde el punto de vista clínico, nos hacen pensar y creer en el siguiente fundamento: “Está demostrado que, al faltar la corriente electromotriz en las extremidades del enfermo parapléjico, es imposible la formación de cualquier tipo de neoplasia”. Si no hay electricidad, ¿cómo se van a producir acciones químicas? Por tanto, los genes cancerosos son una consecuencia de un proceso electrobioquímico. (1) Este proceso patológico lo hemos expuesto en otro trabajo que fue publicado en PortalesMédicos.com y que lleva por título “Cáncer. Etiopatogenia”.

En cambio, cuando existe poca intensidad eléctrica, el cáncer puede aparecer, pero más lentamente al persistir una notable disminución de electrones. En tal sentido, fuimos testigos personales de una prueba de laboratorio efectuada por el Profesor Dr. Bartolomé Ribas Ozonas, Jefe emérito del Área de Toxicología del Instituto de Salud Carlos III de Majadahonda (Madrid). La disminución de electrones se produjo por desnutrición en 15 ratas. La grasa, las proteínas, aminoácidos, etc. que constituyen la capa mielínica junto con el tejido conjuntivo, van disminuyendo y, por lo tanto, disminuye también la aportación de electrones a las neuronas tanto en el soma celular como en el axón.

En otras 15 ratas bien nutridas, que también fueron sometidas simultáneamente a la prueba con dimetilbenzoantrazeno (benzopireno), apareció el proceso tumoral cinco meses antes que en las 15 ratas desnutridas.

El efecto cancerígeno proporcionó mayor y más rápidamente la actividad al colaborar la predisposición de las ratas bien nutridas. “La capa mielínica de las neuronas de las ratas nutridas, aportaban gran cantidad de electones”. La intensidad eléctrica, por lo tanto, era muchísimo mayor. Los efectos, ya los conocemos.

También aportamos pruebas en el sistema neurovegetativo (involuntario), de las que extraemos las siguientes conclusiones:

Los potenciales eléctricos correspondientes a las aurículas del corazón son débiles, lo suficiente para mantener de forma constante la contractilidad del músculo cardíaco. No conocemos ningún caso clínico en que los ventrículos hayan padecido de sarcoma. A ambos ventrículos les llega la electricidad indirectamente por medio del nodo SA.(3,4)

En el caso excepcional y verdaderamente patológico de que el nodo SA reciba elevados potenciales eléctricos, sus efectos serían rapidísimos: el enfermo moriría sin que los ventrículos queden afectados de sarcoma. El nodo AV no puede recibir la intensidad eléctrica porque el corazón ha dejado de funcionar. Las aurículas han sido invadidas rápida e intensamente por los efectos eléctricos, como la radiolisis, radiaciones ionizantes y los radicales libres, especialmente.

Y si a los ventrículos no les llegan las intensidades eléctricas, al diafragma le suce¬de lo mismo que a la región ventricular. A través de la porción tendinosa (centro frénico) fluye un nivel de electricidad similar a la de los ventrículos. Por ello, ventrículos y diafragma están prácticamente exentos de padecer de ningún tipo de proceso tumoral maligno. Los genes son afectados previamente por una patología electrobioquímica.

Otra de las regiones de nuestro organismo con pobreza tumoral es la parte del intestino delgado formada por el yeyuno e íleon. Ambas zonas del intestino reciben también una electricidad cuyas características se asemejan a las de los músculos cardíaco y diafragmático. Si la electricidad que asiste al corazón y al diafragma favorece y facilita su contractilidad, la que inerva al yeyuno e íleon está encargada esencialmente de favorecer sus respectivos movimientos peristálticos.(5,8) Y al carecer también de elevadas intensidades eléctricas (5,8) acusan los mismos efectos que hemos descrito en el corazón y en el diafragma. Si a esta situación neuroanatómica y neurofisiológica, que es real y evidente, le sumamos las “abundantes células de Cajal que existen en dichas zonas intestinales y que sólo viven seis días”,(5) creemos firmemente en la imposibilidad de que se pueda formar tumor alguno en el yeyuno e íleon, salvo rarísima patología (como en el corazón y en el diafragma).

De producirse una patología electrobioquímica, ésta afectará más seria y frecuen¬temente a los genes con mayor predisposición. Por ejemplo, en el colon existe el gen KRAS. Pero si este conocido gen no recibe los efectos propios de una alta intensidad eléctrica, el gen permanecerá inexcitado y mantendrá sus normales funciones biogenéticas. Dicho gen, si estuviese implantado en el yeyuno e íleon, por ejemplo, lo normal sería que, al no ser excitado por una determinada intensidad eléctrica, no sufriría la patología a la que está muy expuesto en el colon.

Esta hipótesis la razonamos y la exponemos valiéndonos de lo observado en el resto de todo nuestro organismo, donde existen muy distintas regiones que no están predispuestas a padecer de ningún tipo de cáncer. Y todas estas regiones coinciden en que sus respectivas actividades químicas están relacionadas con la presencia de débiles potenciales eléctricos.

Los potenciales eléctricos débiles raramente producen una patológica excitabilidad celular; y este estado permanente de inexcitabilidad celular hace presumir que esta sea la causa esencial de que no se produzca ninguna neoplasia. Ya nos hemos manifestado aquí y en otros trabajos de investigación clínica con la suficiente extensión, sencillez y claridad en torno a este complicadísimo tema, tanto para la clínica como para el laboratorio.

No son pocos los genes que hasta la fecha se han identificado y catalogado como predispuestos a desarrollar un determinado tipo de cáncer. Volvemos a lo mismo, a la misma hipótesis electrobioquímica: si no se produce el primer estallido celular, que es su excitación, no hay alta intensidad eléctrica, que es precisamente la que produce los temi¬dos efectos que ya hemos mencionado, y, muy especialmente, los radicales libres.

Desde hace muchos años, estamos en la creencia de que el cáncer sólo podrá ser puesto al descubierto en todas sus facetas en cuanto se produzca una intensa y eficaz colaboración entre los investigadores de Clínica y de Laboratorio. Nuestra investigación de clínica data desde el año 1966, cuando escribimos nuestros primeros razonamientos. Y aquí estamos, cuarenta años después, enfrascados en una lucha titánica, contumaz y persistente.

En nuestros trabajos de investigación, siempre ponemos punto y seguido, nunca punto y final. Actualmente se ha demostrado que el descubrimiento del genoma humano nos ha proporcionado una información de incalculable valor científico: se trata de que con el hallazgo del ADN se creía haber llegado al final del camino. Gracias al genoma, sabemos que es sólo el principio. Y este inicio genético tiene, posiblemente, su punto de arranque en una patología eléctrica.

El mayor ejemplo (y posiblemente el más convincente) que ofrecemos para tratar de demostrar nuestra hipótesis, lo tenemos en todas las partes orgánicas de nuestro cuerpo donde raramente se produce la neoplasia. Y en todos esos órganos aparece como denominador común la acción de potenciales eléctricos débiles. En estos casos, el núcleo celular no queda afectado por ninguna patología electrobioquímica. Es tal la importancia que le damos a nuestra propia electricidad, que incluso demostramos que “cuánto mayor es la intensidad eléctrica, con mayor celeridad avanzan las células malignas; (1) y a menor intensidad, dichas células avanzan con mayor lentitud. Y, finalmente, si no hay corriente electromotriz, no hay actividad química y, por lo tanto, no puede producirse cáncer alguno.”


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